martes, 28 de febrero de 2012

Parejas Perdurables II parte -10


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 10

No hizo falta ir a ver al Alcalde. Vino a verme él, para decime que se temía que era el último año de su representación como Cabeza del Municipio.
Las elecciones estaban al caer. Tarter no era más que uno de los siete enclaves de población diseminado por el Municipio. Tan pocos habitantes moraban en sus masías, que se conocía todo el mundo. Sabía perfectamente que las encuestas apuntaban a que el nuevo Alcalde sería Pep. Nombre familiar de José.

-¿Se refiere al granjero?.

-El mismo. Presentó mucho interés en que le nombraran y por mi parte, incluso le apoyo. Son veinticuatro años los que llevo en el cargo y ya es hora de dejar paso a la juventud.

-Bien está, aunque Pep no es que pueda llamársele joven. A menos que su interés venga influido por su hija.

Impensable cuando sostuvimos esta conversación, que realmente mi supuesto tomaría razón de ser, cinco lustros después.
Lo que me llevó a pensar que la vida de Pep, responsable de su granja con veinte vacas, tenía que ser muy sacrificada.

Un día nos invitó a Tere y a mí, a que pasáramos por sus establos. Nos daría a probar la leche recién ordeñada.
Le tomamos la palabra. Yo recordaba el sabor autentico de la leche cruda inalterada.  Lo recordaba por mis correrías de infancia en mansiones rurales. Aquello, una vez conclusa la guerra civil, se acabó. Se obligó a vender la leche pasteurizada y había que hervirla antes de su consumo. Disfruté con la nata que hacía, pero el sabor de leche cruda recién ordeñada, ya no lo volví a probar.

Fue pues una alegría por mi parte, retroceder en el tiempo y saborear de nuevo leche vacuna al natural. En cambio Tere, tras disimular su repugnancia, deglutió un pequeño sorbo, se excusó y jamás quiso volver a saber nada de la leche sin tratar y sin hervir.

El ordeño, evidentemente, era manual. La masía tenía en todas sus instalaciones el regusto de lo rural de finales de la edad moderna.
Pero lo que nos sorprendió tanto a ella como a mí, fue que en el establo tuviera un tocadiscos.

-Tengo discos de música clásica y otros de ligera. No solo apacigua la música a las vacas, sino que se inquietan si las ordeñamos sin música. Y hay un grupo mayoritario que prefiere la clásica. Las demás no parecen ser tan selectivas.

Nos pareció un chiste, hasta que se prestó a demostrárnoslo. Al compás de una música sosegada, permanecieron inmóviles permitiendo el ordeño sin mugir. Sin la música, se movían, daban coletazos, e incluso el cubo receptor corría riesgo de ser pisoteado.

Pues aquél era el Pep que conocía y que por lo visto en adelante sería con quien debería tratar la legalización de Tarter.

Pensé que quizá siendo novel en tal puesto de responsabilidad, sería más activo con Urbanismo y lograría que la Administración, nos tomara en serio, beneficiándonos con servicios Municipales aunque nos costara impuestos por ello y por declaración Catastral.

Al mes siguiente, Pep era el nuevo Alcalde. Le felicité y le expuse la situación de la Urbanización, por lo que esperaba tomara cartas en el asunto, ya que Tarter disponía de más construcciones que los seis enclaves conjuntos del resto del Municipio. Y desde luego sobrepasaba ya el doble de habitantes de todo el Municipio, claro que solo fines de semana. Dados de alta en el censo, solo había dos familias.

Erré la presentación. Precisamente lo que yo consideraba como un beneficio para la Entidad rural, él lo consideraba un quebradero de cabeza.

Cada grupo de caseríos se dedicaba a una actividad específica. Unos eran granjeros como Pep, otros agricultores de cereales de campos con mediana extensión, otros apicultores, hortelanos, viticultores, todo lo que necesitaban era el suministro eléctrico y un pozo de agua en cada enclave.

Lo último como inicio de industrialización fue la instalación de lo que en aquellos días resultaba novedad en granjas avícolas.

Era idea del primo del ex–alcalde. Una nave con centenares de gallinas ponedoras, disponían del grano y agua automatizada, temperatura graduada y alumbrado nocturno. De los ponederos partían canales metálicos en pendiente que conducían por gravedad los huevos a unas cajas con cartones para ubicar veinticuatro huevos.
 Un defecto no resuelto hacía que a veces algún huevo caía de punta, resquebrajando su cáscara.

Así como cada lunes llevaba al mercado las cajas de huevos en estos cartones almacenados, no le era factible con los resquebrajados, puesto que a diario los tenía que apartar para ofrecerlos a los vecinos a un tercio del precio normal.
Como paradoja, aquellos huevos “deteriorados”, eran los verdaderos “frescos"  a consumir al mismo día de su puesta. Los “perfectos”, llegaban al mercado ya con una media de tres días de vejez y se vendían por un precio triple.

Nosotros fuimos adictos a tal suministro, gozando tanto de su precio como de su sabor, aunque para el propietario le resultara una merma en el negocio. 

Sin embargo, no siempre disponía de huevos estropeados suficientes, para quienes se los demandábamos, cosa que a él le beneficiaba. En estas ocasiones adquiríamos de los enteros.

Viendo pues como el Municipio rural al que pertenecíamos los colonos de Tarter se administraba de manera extrema dispar, entendí la postura de Pep, al ser contraria a la del ex alcalde.
La oferta que obtuve a mi llegada, por parte del ex alcalde, me animó a promover la urbanización. Ahora, años después cuando casi la podía concluir a pesar de carecer del respaldo estatal Urbanístico, debía luchar por la oposición del nuevo Alcalde, igual que antaño sucedió con Santa María en Cubera.

Aquí, no tenía dificultad por culpa de intentos de prevaricación. Las dificultades eran reales por carecer este tipo de Municipios, de unas arcas que posibilitaran la realización de Plan General urbanístico.
Sin ello, Urbanismo, no permitiría siquiera la segregación de las fincas por superficies menores de once hectáreas. Y yo llevaba ya vendidas ciento cincuenta segregaciones de menos de mil metros cuadrados. Todo ilegal, pero consentido por el que fue responsable del Municipio.
Y debido a lo mismo, las compañías de servicios como agua y electricidad, tampoco podían intervenir como contratantes de usuarios ilegales. Tenía que ser yo, el único cliente y gratuitamente distribuir la energía y el agua.

Podía dejar de hacerlo, con lo que abortaba definitivamente a Tarter. Quedaría como uno más de los estafadores de tantas urbanizaciones a las que los promotores abandonaron sin realizar obra alguna, a pesar de yo haber invertido todos los ahorros en las obras realizadas.

O, debía seguir atendiendo a mi costa tales servicios. Calculé que voluntariamente, serían pocos los que se avinieran a sufragar los gastos. Máxime cuando había quien ya era usuario de la electricidad, por contra los que no. Asimismo unos disponían del agua para la vivienda, en tanto que otros la usaban para la vivienda y la piscina, con lo que el caudal de unos y otros no era comparable.
Luego la recogida de basura, empezaba también a ser otro problema, por el cúmulo captado en una zona que se hacía pequeña.

Teniendo todo en consideración, rogué a Pep, que solicitara catastrar Tarter y pedir la aprobación de unas Normas Subsidiarias de construcción, a las que adaptarnos con la venia de Urbanismo.

No de muy buen grado, Pep, dejó en manos del Secretario, para tal solicitud.
No tardaron los inspectores oficiales en iniciar los trámites. Basándose en mis planos de proyecto, desarrollaron las identificaciones con número catastral de cada parcela, a la que de entrada le imponían un valor con cuota anual imputable.
El desarrollo de las Normas Subsidiarias, ya sería más lento. Lo inmediato, era contribuir al Erario. De momento, esto no me solucionaba nada, en cambio sí me gravaba el mantenimiento de las instalaciones.

Mi resolución, en lugar de aligerar costos, los incrementó. Y ni aún así, satisfice a los colonos, viéndome obligado a instalarles gratuitamente, contadores eléctricos y de agua a cada usuario para control de consumo.

Y ni eso, fue suficiente.

miércoles, 22 de febrero de 2012


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 9

-¿Cómo se portaron los nenes?.

Preguntamos a la abuela. Nuestro regreso a Barcelona fue precipitado, pues Tere padecía en la estancia en el balneario, por el desenvolvimiento de los niños con su abuela.

-Contad a los papás las excursiones que hemos hecho al Parque.

La verdad es que lo pasaron de maravilla, malcriados hasta lo indecible. La abuela, les traía el desayuno en cama. Les colocaba los calcetines, y en volandas, los llevaba al aseo todas las mañanas, les proporcionaba juegos que una y otra vez desperdigados por el piso, se los recogía ella misma para guardar.

Les ponía a la hora de comer, las cucharadas a su boca, les permitía gritar, saltar, correr por el pasillo a sus anchas, en fin……. El desmadre total, permitido.

En atención a sus desvelos, le propusimos que los días que nos quedaban, antes del regreso de los mayores en colonias, fuéramos todos a Palamós. Tere lo apetecía. Los efectos de abstinencia de aires marinos, con el calor veraniego, se le agudizaban.

Y que los fines de semana, viniera también la cuñada, cuyas vacaciones no podía realizarlas hasta setiembre por imposición de su empresa.
En esta ocasión, Tere disfrutó la estancia en playas de la Costa Brava, con intensidad. La mejor niñera, su madre, nos acompañaba complaciéndo a la familia entera.

Por mi parte, creí oportuno enseñar a nadar a la pequeña, pues era la que faltaba para este aprendizaje y a sus cinco años, ya tocaba.
Lo que ocurrió, es que no se comportaba como anteriormente lo hicieron sus hermanos. En cuanto no hacía pié, se me agarraba al cuello como una lapa.
No había manera de que me soltara por más que le prometía agarrarla yo para que flotara. El forcejeo lo vio Tere que automáticamente vino a llevársela.

-Carlos, no la obligues. Cuando le apetezca, se atreverá.

Así fue. Días después tras contemplar como su hermano sin miedo alguno realizaba chapuzones y se adentraba al mar, con cierta lejanía de la playa, ella misma se atrevió. Luego ya me pidió, que realizara mi enseñanza de nadar y hacer el “muerto” por si se cansaba.

No duró la placidez veraniega, para mí. Aquél primer sábado que vino Conchi, mi cuñada, me intranquilizó. Dijo que tuvo una llamada de los vendedores de Tarter, por averías en las instalaciones que suplieron contratando a un fontanero electricista.

Tuve que contactar con ellos. En aquél tiempo, contactar con una urbanización, sin teléfono fijo, era complicado. La era de los inalámbricos se iniciaba, pero nadie de allí disponía de ninguno. Vista esta carencia, ahora, treinta años después, se hace incomprensible. Raro es quien no dispone de su propio celular. Mejor aún de su calculadora con un Ipod. Innecesarias las cámaras, merced a estos modernos adminículos dotados además del acceso a internet.

Dejé recado a las oficinas, para que llamaran al teléfono público de Palamós a determinada hora de la tarde.
No nos pusimos de acuerdo en la manera de resolver problemas que a la postre su resolución se cargaría íntegra a mi cuenta.

Los pocos días que quedaban de vacaciones, la familia los disfrutó, pero yo lo pasé mal por la intranquilidad sobre los problemas que se me presentaban en el Tarter y más por tener que disimular con sonrisas y parabienes a la familia, evitándoles a ellos mi preocupación.

La petición por parte de los colonos, se acentuaba. Exigían disponer de la electricidad directa con la compañía y que se les facturara el agua de acuerdo a su consumo real.
Por aquél tiempo no había más de ochenta propietarios con su chalet construido. Por el contrario eran un centenar los adquirentes de terreno sin edificar y que se hallaban aún en curso sus plazos mensuales.

Lo que requerían, eran empresas suministradoras que contrataran los servicios con ellos individualmente.
Ninguna empresa estaría interesada para una clientela tan exigua. Y si era yo quien debía atenderles, hasta ahora lo hacía con un canon trimestral por parcela que apenas me servía para atender las facturas de electricidad por FECSA.

Como la reglamentación estatal del uso y distribución de agua y electricidad, era altamente restrictiva, me impedía complacer a la vez las exigencias de los usuarios y las de Urbanismo.

No tenía más remedio que presionar al Alcalde, que de una vez por todas activara la legalización de Tarter, demostrando la influencia y eficacia de su Diputado. Durante siete años, había brillado por su ausencia.

El desencanto lo obtuve con el notición del Alcalde.



jueves, 16 de febrero de 2012

Parejas Perdurables IIª parte (8)


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 8

Raro fue, pero a pesar de llegar al mediodía al Balneario, de nuevo con calor desmesurado según le correspondía por la época estival y quizás por el incipiente cambio climático, nos apeteció nadar en la piscina de agua termal.





Luego vino la ducha con agua fría y salimos frescos como una rosa. Así, dimos un paseo por los jardines, sin desentonar. Formamos un todo con la naturaleza.

-Aquí, se respira una tranquilidad que no me la concedió, ni la contemplación de los parajes de Torreciudad.

-Si lo analizas, Tere, es que allí estábamos envueltos con la masa turística, nada apacible. Ni al recrearnos con las obras de arte del templo, podíamos sentirnos ajenos a la multitud. Niños incluso llorando por aburrimiento y otros por gastarse bromas mutuas, no parar quietos. El jolgorio, interrumpido con frecuentes llamadas al silencio, no fueron lo más indicado para olvidar nuestra pertenencia al grupo.
Aquí, es distinto. Los clientes tienen nuestras mismas ansias de tranquilidad. Los grupos se enfrascan en conversaciones distendidas. Disfrutan como nosotros al enajenarse del mundo en estos bucólicos parajes.

Nos embarcamos en una de las tres piraguas del pequeño estanque. Los cisnes nos rodearon, seguramente por si les echábamos alguna migaja. Su belleza contribuía al bienestar que sentimos. Remando sin prisas, alcanzamos la orilla opuesta, donde los sauces llorones bañaban sus hojas extremas en el estanque.

A su sombra, nos tumbamos, resguardados de los rayos solares y nos sentimos románticos como hacía tiempo no fue.

Al presentarnos al comedor, seguimos notando aquél ambiente apacible. Las mesas, casi todas ocupadas por parejas, destacaban por el lucimiento de las prendas de vestir de las señoras y la seriedad de las de los caballeros. No me atreví yo, presentarme en pantalón corto. Ni mucho menos sin corbata. Es que el silencio enmarcaba la actitud de los comensales.
El camarero que nos acompañó a nuestra mesa, nos recomendó en un hilillo de voz, el menú.
Imbuidos por aquél ambiente Tere y yo nos hablamos cuchicheando. Imaginamos que también era el proceder de los demás.

Subimos a nuestra habitación, donde después de breve descanso, al que llamamos “mitgdiada”, nos mudamos con ropa campera y seguimos recorriendo los parajes del balneario. 
Un corro de tres parejas, jugaban a la petanca. Otro grupo, más atrevidos en la cancha de tenis. Más allá parejas solitarias daban a suponer que se echaban flores.










Nos anunciaron que después de la cena, podíamos asistir a la sala de baile, donde una orquesta actuaba tres días a la semana y hoy tocaba.

A Tere también le entusiasmó. Yo simplemente por complacerla, volví a vestir lo mejor de mi atuendo, muy limitado por la función que nos propusimos en disfrutar de un viaje aventurero impensado en acudir a festejos sociales.
Prescindiendo de mi innato temor al ridículo por realizar movimientos rítmicos al son de los compases, saqué a Tere a bailar. No me hubiera perdonado nunca, omitir tal protocolo, igual que cuando éramos novios.
Era una situación bien distinta. Antes por motivos egoístas y acaramelarla tragaba mi vergüenza. Ahora, por complacerla demostrando que la quería.
La música asimismo plácida y de compases lentos, seguía invitando al público a hablarse en susurros.

A media noche finalizó el festejo y pasamos a nuestro aposento decorado con exquisitez, para complementar la agradable velada. La disfrutamos mucho mejor que la noche rara, rara, de nuestra boda. 
Al menos esta vez, las duchas que tomamos, eran controladas, no como la resultante del bravío Mediterráneo echándose sobre nuestras cabezas. Y la consiguiente amigdalitis de Tere, que acabó con nuestro viaje de novios.

Por la mañana asistimos a las sesiones relajantes de terapias distintas, entre las de agua a presión, las de barro, los masajes y de nuevo la piscina.
Total este segundo día aún lo pasamos mejor conociendo todas las instalaciones, el trato del personal y la asistencia a cualquiera de nuestras apetencias.

De repente a Tere, se le impuso un ansia por saber de nuestros hijos.
Llamando a su madre, se calmó, al poder hablar con ella y los dos peques. Todos de maravilla. Nadie nos echaba en falta. Y de los mayores, ni de J. C. en la mili, ni el segundo con sus Boy Scouts, ni los tres en Tirvia, nada se sabía.

-Mujer, que quieres que hagan si siguen su estancia normal, ¿telefonear a diario, que están bien?. La mejor noticia que puedes recibir es la de no haber noticias.


domingo, 12 de febrero de 2012


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 7

La recomendación que nos dieron unos conocidos para que visitáramos algún día el Santuario de Torreciudad, pudimos seguirla después de desayunar.
Tardaríamos a lo sumo un par de horas. 
Por el camino fuimos recordando “Camino”, obra del fundador del Opus Dei, Monseñor Escrivá. No se nos ocurrió que treinta años después se le elevaría a la categoría de San José María Escrivá.


Así fue, cuando poco después de fallecido, merced a la solicitud de sus prosélitos, presentada al Papa de Roma, le fue concedida tal distinción.

Realizados los preliminares usuales de investigación, se le halló merecedor de tal título. Se habrían demostrado unos milagros atribuidos a su intervención.
Algo que resultó más humano y modesto, que la autoentronización del protagonista de El Palmar de Troya.

El fundador de la nueva iglesia de triste recuerdo, por el fraude económico que arrostró, Clemente se hizo llamar. Según él mismo, Dios directamente le nombró Papa.
Pero los que le entronizaron fueron sus propios discípulos sospechosamente interesados.

A media mañana ya entramos en el recinto de aquella obra solemne.

Nos impresionó, ver una construcción íntegramente erigida con tocho visto, sin revocar y de grandes proporciones.






Itinerario del Via Crucis.


El atrio para entrar al santuario, era una muestra de lo que hallaríamos en el interior.
No podía negarse que los fieles para edificar aquel templo allí, tuvieron que mostrarse generosos.
Esta Obra del Señor, claramente era algo más que para devotos religiosos. Amalgamando a políticos, se acreditó por los muchos años de intervención en las huestes del gobierno Franquista.

Al salir, seguimos las estaciones del vía crucis circundando el recinto del edificio principal. La vista maravillosa, dominando un acantilado sobre un ensanchamiento del río Cinca, hizo que nos congratuláramos por el acierto de la recomendación recibida.
No lo recuerdo bien, pero aparte de admirar el arte y el paisaje, pocas oraciones prodigaríamos allí Tere y yo.

El sol ya alto, dejaba caer sus rayos sin misericordia. Se preparaba una tarde tórrida. Emprendimos una rápida carrera dirección sur. Nos  detuvimos en Zuera cerca de Zaragoza.
No soportábamos el calor, lo que me hacía pensar que no queriendo aprovechar el frescor nocturno lo mejor era pernoctar allí.

Las calles de la ciudad eran igualmente un horno. Lo mismo el hotel sin aire acondicionado. La única escapatoria para suavizar la sensación de ahogo fue pasear hasta el cercano parque en la ribera del río Gállego.

Media hora de permanencia bajo la hojarasca del arbolado en la inmediación del río, bastó para ceder al agobio acumulado durante el viaje.

-Tere, este verano el calor arrecia. Tenía pensado recorrer la Extremadura, pero viendo que cuanto más avanzamos hacia el sur más irrespirable se hace el aire, propongo que pongamos marcha atrás y nos detengamos en el balneario de Vallfogona.

-Pues claro. Feliz me harás con lo que tanto siempre anhelé. El descanso apacible de los balnearios y sus baños en aguas termales.

Me alegré de haber acertado con mi propuesta ya que favorecía la economía del ocio.
Más de una vez pensé en lo costoso de los viajes con el coche. El caburante, el aparcamiento, los hospedajes en hoteles de tres estrellas y los extras ocasionales, ascendían a importes superiores a los que sin salir de Barcelona, podíamos haber afrontado incluso en hoteles de cinco estrellas.

Claro que nosotros no formábamos parte del Turismo en nuestro hogar, pero real es que morando allí durante medio siglo, no conocíamos ni la mitad de los lugares que aquellos visitan.

Una ilusión que tenía Tere también, era la de subir a los Buses Turísticos de Barcelona. A mí no me parecía de interés cuando con tantos años por mi propio trabajo, llevaba recorridos todos los itinerarios posibles, hasta los más recónditos lugares. Otra cosa es, apearse y hacer la verdadera excursión en los lugares típicos.
Pues no. A ella le entusismaba y tanto es así, que muchos años después, ya jubilada como yo, con su hermana realizó tal deseo. Subida como es natural al piso descubierto, que ofrece una perspectiva inusual de los barrios de la Ciudad.

Pero ya tomada la decisión, a la mañana siguiente con el frescor de la  madrugada, nos dirigimos al Balneario a mitad de camino de Barcelona.

Otro acierto.


domingo, 5 de febrero de 2012


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 6

Salimos ya del camino sin rasguños perceptibles. Y eso por la óptima calidad de la pintura que los alemanes imprimían a sus coches Mercedes. Con las que se utilizaban en los de fabricación española, cualquier roce con el ramaje de aquél bosque, hubiera dejado su huella.

Esta vez, atravesamos Vielha, tomando la carretera que nos llevaría al Lago San Mauricio en el Parque de Aigües Tortes.

En un punto indeterminado la carretera bordeaba la montaña con una gran cuneta.
En ella en cascada caían las aguas de la fusión de nieve. Como el Mercedes no disponía de aire acondicionado, el aire caliente entrando por las ventanillas hacía más irresistible el calor veraniego. Y la carrocería ardía.
Tanto Tere como yo sudábamos la gota gorda. La visión de aquella cascada de agua, nos representó la imagen de una ducha original.

Paramos justo a su inicio, colocando el capó bajo las aguas, salpicó de tal modo, que perdimos la visión del parabrisas y a toda prisa cerramos ventanillas.
Salí del coche, me quité la camiseta y gocé asimismo del refresco improvisado.

-Sal Tere, esto es una ducha gratuita y oportuna.

-¿Cómo salgo?. La puerta no tiene espacio. Si abro, rozaré la pared y penetrará el agua al coche.

Tuvo que salir por la puerta del conductor, pero además a ella no le apetecía despojarse de la ropa para ducharse.
El agua de la cuneta, atravesaba la carretera y se unía a un torrente con bastante caudal. Poner los pies allí sí que le sedujo, aunque resbaló y ya era innecesario tomar precauciones para no mojar la falda. El baño le salió completo incluso empapando su ropa interior.

-Si avanza un poco, podré poner también mi vehículo a refrescar.

Se trataba de un turista que compartía nuestra idea. Avancé unos metros, soportando el Mercedes la caída de aquellas aguas por su parte trasera, en tanto que el recién llegado se colocaba en mi puesto anterior. 
También salieron sus ocupantes, y se montó allí una tertulia de gozosos veraneantes. Carcajada va, carcajada viene, demoramos allí la estancia, no sin temer que podíamos entorpecer el paso a la posible circulación de otros vehículos.

Sin aguardar mudar la ropa, subimos al coche, reemprendimos la marcha y tras cruzarnos con un par de poblados de montaña, no pude resistirme a una invitación.
A nuestra derecha, un rótulo rústico, con una flecha indicativa, anunciaba
 “ Dolmen a 3 Km”.

-¿Qué haces Carlos?. Que esto es otro camino que acabará mal.

-Esta vez no Tere. Si lo anuncian será por cuanto el vial será apto, aunque como camino.

Pedregoso lo era. Con muchas curvas también y con tramos de pendiente fuerte más aún. Pero al menos su ancho de cuatro metros no disminuía.

-Y ¿si se les ocurre a más viajeros subir por aquí, o los que klo hayan hecho quieran bajar?.

-Siempre pones pegas. Así no iríamos a ninguna parte. Tanto un caso como otro, tenemos tiempo de hacer una maniobra de medio aparcamiento. Nadie recorre estos caminos a mayor velocidad. Es lógico, estar prevenido.

Sin novedad llegamos al promontorio donde se podía aparcar y desde allí contemplamos el Dolmen.















La verdad, quedamos decepcionados. Teníamos la idea de los monumentos megalíticos mediante una concepción infantil. Los imaginábamos colosales. Al menos que tuvieran una altura bastante superior a la de una persona y que la losa que cubriera los pilares pudiera albergar a unos cuantos hechiceros practicando sus cánticos.

Pensándolo ya viendo la realidad, aquello que debieron erigir los pobladores de la edad de Piedra, resultaba ya una proeza colosal.

Se calcula que unos tres mil años a.c. los pobladores de estos parajes podían disponer de pocos más útiles que los conocidos de la edad de piedra. Y aunque fuera elevar aquellas moles de cientos de toneladas sobre unos pies derechos asimismo de gran tonelaje a más de un metro de altura, su realización, debía haberse ejecutado con inteligencia y cooperación del grupo humano.
La prueba del mérito queda demostrada en que este tipo de monumentos proliferan descubiertos y datados a miles de años de ser erigidos, sin detrimento alguno.

En cierta ocasión un descerebrado, para llamar la atención derribó uno de ellos, mediante una grúa. Costó mucho tiempo después, mediante la maquinaria moderna, colocar de nuevo la losa en su lugar.
Nuestros edificios actuales y monumentos, no serán capaces de resistir tantos milenios.
Visto el Dolmen, regresamos sin tropiezo alguno, a pesar de temer hallar más visitantes por el camino. 
Para finalizar la aventura atravesamos  el Parque Nacional de Aigües Tortes contemplando el Lago de Sant Maurici.





El recorrido, nos plació a los dos y nos abrió el apetito. Tal como prometí a Tere comimos y nos quedamos en un hotel donde pernoctamos.
Lo bueno quedaba para la mañana siguiente. Nos dirigiríamos a Torreciudad.