Al ver una gasolinera, paré, pues ya circulaba con el depósito en reserva. Me alarmó ver que no disponía de pesetas en moneda, ni billetes pequeños. Todo cuanto tenía, eran unos noventa escudos y tres billetes verdes. Eran de mil pesetas, los de mayor valor emitidos llamados así por el color de su tintado. Podían equiparase a unos diez mil escudos.
El mozo del servicio, se excusó en atenderme, pues para lo que pudiera alcanzar el llenado del depósito, como seiscientos escudos, no podía darme cambio de nueve mil cuatrocientos.
Opté para que me pusiera solo lo correspondiente a mis noventa.
Siendo viernes por la tarde, pensé que a la mañana siguiente acudiría al Banco con un talón que me lo abonara en variada moneda portuguesa.
Mi intranquilidad crecía a medida que me acercaba al hotel. Mis billetes verdes, no servían para los gastos usuales en comercios. Esto ya lo constaté desde la entrada a Portugal. A los turistas españoles les admitían los billetes pequeños, incluso salían los comerciantes ganando con el cambio, pero para los billetes verdes, no querían exponerse, obedeciendo a la misma actitud que el mozo de la gasolinera.
Así que circulaba con la familia, por tierra extraña sin una moneda que pudiera atender imprevistos.
Quería partir de Lisboa a mediodía del sábado, solo que antes pasaría la revista militar en la Embajada Española. Me hacía ilusión tener un comprobante que acreditaba mi viaje al extranjero. Hasta los cuarenta años de edad, no disponíamos los españoles de la licencia definitiva del ejército. Pero se nos permitía que anualmente, nos personáramos cualquier día a nuestro albedrío en una Entidad administrativa Española. Y La Embajada resultaba idónea.
Embajada Española en Lisboa.
-Mientras desayunáis, Tere, llegaré a pié a la Embajada que está cerca. Ahora pagaré la factura del hotel.
Daba por descontado, que el hotel admitiría un talón bancario. Pues, no. Allí no admitían talones. Es más como favor al cliente, admitían billetes extranjeros, pero ni siquiera se ofrecían para cambio. Esto era cosa de los bancos. Y los bancos al caer esta semana festiva con un largo puente en Portugal, hasta el martes no abrirían.
Fue inútil explicarles que si les pagaba a ellos con los billetes verdes, no podría repostar gasolina, con lo cual se me inmovilizaba, hasta el martes.
Pero no solo eso, tres días perdidos, alteraban doblemente mi viaje. Por el tiempo de retraso y la permanencia de tres días sin dinero útil en el bolsillo. Imposible atender emergencia alguna.
Nada. La atención al cliente en aquél hotel brillaba por su ausencia. Me dio la sensación, de que temían que partiera sin pagar, por lo que me dejaron salir, al ver que Tere y mis hijos permanecían en el hotel.
Preocupado pensé en que en esta ocasión, el Consulado, o la Embajada, ayudarían a un Ciudadano Español. Sino ¿qué función le incumbe?.
Muy solitaria se veía la Embajada. No vi más que a dos funcionarios, uno de ellos leyendo el periódico y el otro, mirando como quien piensa.
“Vaya, un papanatas viene a incordiar. “
-¿Qué se le ofrece?
-Buenos días, mire que tengo un problema con el hotel, que no me admite talones para pago de la factura.
-Hombre, no tienen ninguna obligación a aceptar talones.
-De acuerdo, pero ¿cómo voy a pagarles si los bancos están cerrados hasta martes?.
-Págueles el martes.-
-Para esta solución, no me hacía falta llegar a la Embajada.
El del periódico se interesó y cambió su postura. Expuse el drama, no disponía de tantos días de permanencia en Lisboa y además mis billetes verdes no eran aceptados por la gasolinera y menos por los comercios para pagos de pequeñas cantidades.
Roto el hielo, con una actitud amable, me cambiaron con escudos un billete verde. A continuación se excusaron por la impresión que dieron de entrada. Estaban molestos con el Embajador, que les obligaba en estos días festivos, a acudir a la Embajada con la excusa, que representan a España y en España, no era festivo.
Luego les pedí lo de la revista militar y uno de ellos se sorprendió. Era la primera vez que alguien como yo pedía tal requisito. El otro sí conocía el trámite y simplemente exhibiendo mi DNI, anotó los datos a un listado, sacó un impreso, lo selló y todo resuelto.
Yo contento como un fan que acaba de recibir una dedicatoria de su ídolo, guardé a la cartera el papelito que lo luciría a las amistades cuando les contara mis batallitas.
Ya en el hotel, pedí la cuenta y entre los verdes y parte de los escudos disponibles, dejé el importe justo, sin propina alguna. No se la merecían.
Y me acordaría de ellos por su falta de delicadeza.
Lo que no imaginé fue que de ellos me tendría que acordar tan pronto.
Parejas perdurables (continuación 29 a )
La intranquilidad motivada por carencia de moneda útil con que hacer frente a eventualidades, disminuyó mi pretensión de prolongar la permanencia por suelo portugués. Después de repostar en la gasolinera Lisboeta, nos dirigimos directamente a Coimbra, sin desviarnos a Fátima.
Me habría gustado ver el desarrollo habido merced al peregrinaje durante los años que llevaban declaradas las apariciones de la Virgen, allí. Perdí la oportunidad, al igual que nos perdimos la del Palmar de Troya.
En Coímbra pues, hicimos una breve parada para comer. Para eso sí alcanzaba el dinero.
Coimbra, plaza do Comercio
http://www.youtube.com/watch?v=2x-F-cwo_y4
Balada de Coimbra
http://www.youtube.com/watch?v=LqB8R...eature=related
Coimbra- Amalia Rodrigues
Así, poco vimos de la Ciudad, preferí pernoctar en Oporto, para lo cual cuanto antes llegara, más tiempo tendríamos para recorrer sus monumentos.
Aquella Ciudad, me traía recuerdos de lo vivido por mis ancestros, también la anécdota de mi infancia y lo más reciente como lo del colega Serrano, casado merced a la intromisión de Tere y mía, al ponerlo en contacto epistolar con Beatriz, durante la mili en Alcalá.
Recuerdo cómo mi abuela paterna, narraba sus esponsales con un “Americano”. Se trataba de mi abuelo paterno, regresado de Caracas con sus progenitores. Una de tantas familias que por aquél tiempo habían cruzado el Atlántico en busca de fortuna.
Ni les fue bien ni mal. Su regreso a la Patria, fue tomado por los Catalanes, como que sí les fue muy bien y venían a disfrutar de la fortuna. Por ello, a todos los que regresaban se les apodaba “Los Americanos”.
En pocos años los componentes de esta familia de “Americanos”, iban incorporándose al trabajo de sus verdaderos oficios, con lo cual quedaba de manifiesto que, o la fortuna se esfumó, o poco cuantiosa debió ser.
Dijo mi abuela, que en aquél tiempo, para ahorrar en el pasaje, se embarcaban muchos emigrantes en barcos mercantes. Ellos lo hicieron, pasando las consecuentes penalidades del trayecto, a bordo de un barco sin camarotes. A cubierta, estuvieron aguantando las inclemencias del tiempo durante un mes.
Al fin desembarcaron en Porto, o como llamamos aquí, en Oporto. Era el destino comercial más importante.
De mi infancia, recuerdo que con cuatro años de edad, fui testigo de una conversación entre mi abuela y su vecino acompañado siempre por la criada.
-Ia,ia, qué mal parla el señor. (Abuela, que mal habla el Señor)-Le dije al estar solos.
Para mí, mezclaba Castellano y Catalán, pero incluso algunas palabras las pronunciaba raro.
-No Carlos, es que es de Oporto, es un Portugués. Allí todos hablan así.
Por lo visto acompañó a la familia desde su llegada allí, hasta la Ciudad natal de mi abuelo a la que regresó. Una especie de simbiosis. Los de allí vienen aquí cuando los de aquí, van para allá.
Y recordé a Serrano, del que perdí la pista desde su traslado una vez casado, a Oporto.
Tuvo una oferta tentadora, como técnico en una fábrica textil. Dijo que si su estancia no salía muy satisfactoria, volvería a Barcelona, donde también tenía ofertas. No supe más de él, lo que he de creer que le satisfizo. Y a lo mejor aún vivía en Oporto.
Total que llegamos a una Ciudad, que sin conocerla evocaba recuerdos.
Oporto
Antes de registrarme en el hotel, pregunté si admitirían talones bancarios. Una de cal y otra de arena. Ellos sí los admitían pero tenía que presentarles el pasaporte y el DNI. Lo más normal y solucionado el problema a no ser por…..No tenía el pasaporte. Se lo quedaron en el hotel de Lisboa. ¡ Aggggg….!
La intranquilidad motivada por carencia de moneda útil con que hacer frente a eventualidades, disminuyó mi pretensión de prolongar la permanencia por suelo portugués. Después de repostar en la gasolinera Lisboeta, nos dirigimos directamente a Coimbra, sin desviarnos a Fátima.
Me habría gustado ver el desarrollo habido merced al peregrinaje durante los años que llevaban declaradas las apariciones de la Virgen, allí. Perdí la oportunidad, al igual que nos perdimos la del Palmar de Troya.
En Coímbra pues, hicimos una breve parada para comer. Para eso sí alcanzaba el dinero.
Coimbra, plaza do Comercio
http://www.youtube.com/watch?v=2x-F-cwo_y4
Balada de Coimbra
http://www.youtube.com/watch?v=LqB8R...eature=related
Coimbra- Amalia Rodrigues
Así, poco vimos de la Ciudad, preferí pernoctar en Oporto, para lo cual cuanto antes llegara, más tiempo tendríamos para recorrer sus monumentos.
Aquella Ciudad, me traía recuerdos de lo vivido por mis ancestros, también la anécdota de mi infancia y lo más reciente como lo del colega Serrano, casado merced a la intromisión de Tere y mía, al ponerlo en contacto epistolar con Beatriz, durante la mili en Alcalá.
Recuerdo cómo mi abuela paterna, narraba sus esponsales con un “Americano”. Se trataba de mi abuelo paterno, regresado de Caracas con sus progenitores. Una de tantas familias que por aquél tiempo habían cruzado el Atlántico en busca de fortuna.
Ni les fue bien ni mal. Su regreso a la Patria, fue tomado por los Catalanes, como que sí les fue muy bien y venían a disfrutar de la fortuna. Por ello, a todos los que regresaban se les apodaba “Los Americanos”.
En pocos años los componentes de esta familia de “Americanos”, iban incorporándose al trabajo de sus verdaderos oficios, con lo cual quedaba de manifiesto que, o la fortuna se esfumó, o poco cuantiosa debió ser.
Dijo mi abuela, que en aquél tiempo, para ahorrar en el pasaje, se embarcaban muchos emigrantes en barcos mercantes. Ellos lo hicieron, pasando las consecuentes penalidades del trayecto, a bordo de un barco sin camarotes. A cubierta, estuvieron aguantando las inclemencias del tiempo durante un mes.
Al fin desembarcaron en Porto, o como llamamos aquí, en Oporto. Era el destino comercial más importante.
De mi infancia, recuerdo que con cuatro años de edad, fui testigo de una conversación entre mi abuela y su vecino acompañado siempre por la criada.
-Ia,ia, qué mal parla el señor. (Abuela, que mal habla el Señor)-Le dije al estar solos.
Para mí, mezclaba Castellano y Catalán, pero incluso algunas palabras las pronunciaba raro.
-No Carlos, es que es de Oporto, es un Portugués. Allí todos hablan así.
Por lo visto acompañó a la familia desde su llegada allí, hasta la Ciudad natal de mi abuelo a la que regresó. Una especie de simbiosis. Los de allí vienen aquí cuando los de aquí, van para allá.
Y recordé a Serrano, del que perdí la pista desde su traslado una vez casado, a Oporto.
Tuvo una oferta tentadora, como técnico en una fábrica textil. Dijo que si su estancia no salía muy satisfactoria, volvería a Barcelona, donde también tenía ofertas. No supe más de él, lo que he de creer que le satisfizo. Y a lo mejor aún vivía en Oporto.
Total que llegamos a una Ciudad, que sin conocerla evocaba recuerdos.
Oporto
Antes de registrarme en el hotel, pregunté si admitirían talones bancarios. Una de cal y otra de arena. Ellos sí los admitían pero tenía que presentarles el pasaporte y el DNI. Lo más normal y solucionado el problema a no ser por…..No tenía el pasaporte. Se lo quedaron en el hotel de Lisboa. ¡ Aggggg….!