jueves, 2 de febrero de 2012


Parejas Perdurables II parte.

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Los preparativos que el showman voluntario realizó, me hizo temer una repetición del espectáculo dado años antes en “Càn Regalesia”.

Lo comenté con Roano. La sala del restaurante, se estaba montando con una tarima en la que el equipo musical con dos altavoces de un metro de altura y el despliegue de otros cuatro distribuidos por el techo de dimensiones más en consonancia, así como la instalación de una bola luminosa giratoria, igual como las que ya eran de uso corriente por las discotecas.

Además, teclados e instrumentos de percusión. Todo adornado con guirnaldas.

-¿Quién pagará este motaje su transporte y el alquiler del equipo?

-Don Carlos, va por cuenta nuestra en agradecimiento a su meritorio logro.

Aquella noche, se presentaron los vecinos de Tarter acompañados de  amistades ajenas a la urbanización. Más tarde me enteré que lo programó Roano con vistas de publicidad.

 El showman, dio gala de su arte, que por lo visto no era tan novato. Presentó la fiesta, dio un panegírico para los promotores, dando al fin paso a una serie de bailes programados entre los que no faltaba el cambio de parejas, el de exhibición de distintos ritmos, e incluso pasarela de las damas luciendo sus mejores prendas para la noche, ya prevista.

La música salida de los bafles del techo era más que suficiente para saber lo que se cocía, pero por lo visto a la juventud acostumbrada a este tipo de fiestas, apenas le afectaba. 
La que sí les molaba, era el estruendo de los dos altavoces estéreo, a un volumen por mí inusitado.

De madrugada, los participantes fueron saliendo alegres por lo bebido y contentos por haber disfrutado de un festival ameno, vistoso y gratuito.
Tres noches más se repitió la fiesta. Más, no podía ser. El showman se debía a sus quehaceres y el equipo musical alquilado había que devolverlo, o contratar para mayor tiempo.
Tere respiraba tranquila.

-Menos mal que se acabó el jaleo nocturno. Esto aunque en grado más aceptable, se parecía a lo vivido en C`an Regalesia.

-Pero ya ves que es lo que les va a la juventud y seguro que Roano captará más clientes por la publicidad que los asistentes darán a los conocidos en sus lugares de trabajo.

Para variar algo las vacaciones de nuestra troupe, aquél verano, el mayor se incorporó a filas en el Campamento de San Climent Sescebes.



El segundo a un campamento de Boy-Scouts y para no ser menos, enviamos un mes entero al tercero y cuarto a unos albergues del colegio que mantenían en Tirvia, en el Pirineo catalán.



El quinto, no pudo unirse el día de la partida de los colegiales a Tirvia, por hallarse indispuesto. Le trajimos con el mercedes  tres días después nosotros mismos.

Le acompañamos ya que establecimos un convenio con mi suegra. De mil amores, se ofreció a quedarse al cuidado de los dos menores en su casa. Por dos motivos. Siendo solo dos niños, se sentía más acompañada que gravada de trabajo por su atención. 
Y lo principal, que le dolió que yo hubiera realizado el viaje a Italia con ella en lugar de con Tere. En esta ocasión, algo compensaba.

El Xavi, contento por reunirse con sus hermanos que al llegar al albergue estaban bañándose en el río. Pensé que esto a Tere la asustaría, pero ya sabía que les acompañaban los monitores, además de hacerlo en lugar sin peligro.
Lo que Tere no sabía era que los niños en Tarter se bañaban en el torrente en una “gorga”, ensanchamiento natural que formaban las aguas semiembalsadas. Lo hacían desnudos, para poder regresar a la torre con la ropa enjuta.

Nos despedimos cuando por horario les tocaba el refrigerio usual.
Tere y yo, pues, ¡Al fin solos!.

Paramos a comer camino a la Val d`Aran, en Esterri d`Aneu. Pedimos lo típico del lugar para no calentarnos la cabeza, dispuestos a catar lo que se presentara. Nos gustaron los platos típicos que consitían en muy poca condimentación de los productos frescos del lugar.
Por la tarde llegamos  a Vielha, la capital Aranesa.


Pertenece a la provincia catalana de Lleida, pero hablan el Aranés que es un catalán muy raro. Incluso se piensa si de antiguo, tenían influencia vascuence. Siempre cabe la solución de hablar allí en castellano, pero en algunos comercios te atienden en catalán. 
Y en los que no les da la gana, hay que esforzarse mucho para entender lo que dicen en su propia lengua. Para mí, era otro motivo de degustar experiencias nuevas.
Pernoctamos después de recorrer la población y a la mañana siguiente le propuse a Tere.

-¿Qué te parece si nos aventuramos por esta carretera de salida del Valle, sin rumbo?.

- Ya sabes que a mí no me entusiasma lo desconocido. Y estos parajes pirenaicos, rodeados de altas montañas, me imponen.

-Mujer, si esto es lo bueno. Estamos en plena naturaleza, más salvaje que la de Tarter. Veremos lagos y bosques.

-Vamos, esta es tu ilusión, pero quiero dormir esta noche en algún hotel. No se te ocurra repetir la velada en el coche como en el pantano de Alarcón.

Preparado como iba con el tanque de combustible lleno, herramientas, material de repuesto, mesa y sillas de campaña, ponchos impermeables, ropa de abrigo y comestibles, de todo.
Por mí hubiera pasado un par de días con sus noches en plena natura.
Sin embargo le prometí que por la tarde nos hospedaríamos en el primer lugar decente que se nos pusiera al alcance. Yo disfrutaba recorrer carreteras ignotas, sin ningún destino planificado y preparado para responder a lo que se me ofreciera.

La carretera, de salida dirección norte, sin lugar a dudas se comunicaría con Francia pero en esta ocasión, solo iba a llegar hasta el límite español. No llegué a él, pero me parece que hubiese sido difícil saber sin apearse del coche, qué punto de la carretera era la frontera. Carreteras así, sin asfaltar y poco transitadas, no disponen de rótulo alguno.
En una bifurcación, titubeé.

-Carlos, creo que esta no es la carretera principal.

-¿En que distingues a ésta con la que dejamos?.

-De momento se nos está estrechando.

Pues sí. Ya se convertía en camino atravesando una gran masa forestal.

-Bien creo que tienes razón, veré algún lugar de ensanchamiento para regresar.

Después de varios kilómetros el lugar adecuado, no aparecía y se oían hachazos en lontananza. 
Por aquél tiempo, no se había realizado aún el filme “El resplandor”, que de haberlo visto como años después, a Tere se le hubiera encrespado el pelo oyendo los chasquidos cada vez más cercanos.

Aquello ya no era siquiera camino, se convertía en senda. Paré y oí perfectamente a los obreros talando arbolado. Aquello era camino único para las talas periódicas. Seguir era un peligro mayor del que ya tenía para retroceder. 
A diestra y siniestra los árboles impedían dar la vuelta. Tuve que echar mano de un azadón de mis herramientas, para limpiar algo el tramo más clareado que hallé. Luego con mucha paciencia maniobrando salí del atolladero antes de que los obreros viendo mi apuro se presentaran no sé si para ayudarme, o llamarme la atención por la imprudencia.