jueves, 13 de octubre de 2011


Parejas perdurables  (continuación  66  )

Me doy cuenta de que este relato,  puede dar la sensación de que en mi entorno social, se hallaba gran cantidad de indeseables. Quiero sacar de error a quienes así lo tomasen. Puedo haber contactado entre varios miles de conocidos, amigos, parientes, o vecindario, con aproximadamente ochocientos de ellos mediante conatos comerciales. 

De entre estos ochocientos, no llegó al centenar que intentaran aprovecharse de mi candidez y que recuerde, no excedieron la cuarentena quienes lograron embaucarme.

A pesar de ello, los ardides empleados, en ocasiones, infantiles, no llegaron a los extremos que personajes famosos por su estatus de poder, fueron posteriormente conocidos.
Un ejemplo apareció en la prensa, en el tiempo que ya acusaba mis problemas con la construcción de los Bungalowes.


Se trataba de Reace, una empresa que merced a los componentes del elenco directivo, administrativo, consejeril, de alto nivel de poder, lograron hacer desaparecer en 1972, cuatro mil toneladas de aceite de oliva, de entre doce mil almacenadas propiedad del estado, en Redondela. Claro, este afer, sí fue gordo. Como intervenía Nicolás Franco, el mismo que se adjudicó el beneficio gubernamental para explotación agraria, de la Zona Franca, casi la totalidad destinada a Cataluña, no se obtuvo ningún resultado aclaratorio del destino de tal cantidad de aceite , a pesar de entrar gente a la cárcel.

El Presidente de la empresa, misteriosamente murió en la cárcel mientras se duchaba. Se dijo que por una fuga de gas. Claro, él conocía lo de la fuga de aceite.

A un denunciante, una angina de pecho, no le permitió contar lo que sabía.

Otro directivo, fue cesado incomprensiblemente. Otro dimitió. Y un tercero apareció muerto en Sevilla en su domicilio junto a los cadáveres de su mujer e hija.
 A un taxista lo asesinaron, sin hallar pista alguna del asesino.

Los Jueces no pudieron sacar ninguna conclusión de las diligencias expuestas en cinco mil folios, dado que desapareció el expediente del Juzgado, por unas obras de reforma habidas, muy oportunas.
El Tribunal, acalló a los fiscales. Pío Cabanillas, ministro de Información, prohibió sacar el tema en periódicos, u otro tipo de medios para notificar al público.

Las películas de espías y organizaciones al estilo James Bond, pueden haber intentado emular a tales organizaciones para el quehacer REACE, pero ni mucho menos alcanzaron este grado de perfección.

Este caso me llamó la atención ya que uno de los protagonistas que no apareció ni tan solo citado para declarar  fue Nicolás, al que tuve que conocer cuando pretendía subvención para mis manzanos en Santa María. Para más detalles de REACE, ver el enlace.

Simplemente es una constancia de que el nivel económico del objeto a alcanzar, es proporcional al grado de maldad de los que lo ambicionan.
Mis enemigos, operaban por cantidades de cinco cifras, mientras los verdaderos enemigos públicos lo hacían por once.
Para cinco, los aprendices a delincuente, se atrevían a causar malestar, incomodidades, e incluso rasguños a sus presas, con maledicencias. 
Los de once, no se arredraban por dar trabajo a las funerarias y sepultureros.

Tal noticia, no hizo más que seguir reafirmando mi interés en cancelar negocios, aunque ya tenía la visión del desenlace fatal al que conducía la actitud del constructor Hnos. Domenech.
Según Rodriguez, no podía desatender las letras cursadas a través de financieras, a menos que fuera yo mismo a rescatarlas y darme por satisfecho con lo poco avanzada que se hallaba la obra.
Esto era ya imposible. No disponía de suficiente efectivo, y menos para continuar las obras que me costarían el doble de lo tratado, entre lo ya abonado y las letras en curso del siguiente trimestre.
A pesar de todo, mis problemas los conocía yo y Rodriguez, pero nadie más. Ni siquiera Tere.
Por ello, no me extrañó la visita de un ex empleado del Banco Popular.

-Don Carlos, supongo me recordará de cuando operaba en el Popular. Ahora pertenezco al equipo de promoción del Banco de Fomento. Dado que conocemos su trayectoria, creo que es la persona que merece beneficiarse de las ofertas que hacemos a los elegidos.

Esto, me recordó a Marcé, de Girona. No su aciago final, sino la labor que le tocaba en suerte. Los Bancos para crecer, precisan un máximo de clientes que les hagan fuertes depósitos, a la par que fuertes movimientos de capital. Estudian las posibilidades de sus clientes y dan créditos millonarios a quienes según sus informes, son acreedores de ello.
Pensé que en mal momento venía. Mi pensamiento estaba fijo en cancelar cuentas, no en abrir.

-Estamos en expansión y sabemos lo de su construcción en Santa María.

¿Qué sabían qué?. Rodriguez como profesional, no podía esparcir mi temor al fracaso por culpa de los Hnos. Domenech. Ni que estaba pasando un mal trago para deshacerme del contrato, que legalmente me unía aún durante un año más.

-Mi Banco, está dispuesto a financiar todas las obras que realice en su Urbanización. De entrada, le otorgaremos veinticuatro millones destinados a ellas.

¡¡¡Eh!!!. Me pellizcan y no lo noto. Otra vez me sentía obnubilizado por este anuncio. Estaba sentado, cosa que facilitó, disimular mi tembleque y respondí pausadamente.

-Me halaga que pensara en mí, pero en principio, no tengo previsto realizar más obras. He de terminar las que están en curso, promover su venta y ceder luego el seguimiento, a subcontratistas.

El empleado me tuvo media hora explicando el interés en captarme como cliente y que verdaderamente la oferta era excepcional, con el interés, no Bancario, sino interbancario. 

Es que ya vi como los veinticuatro millones que me ofrecía Fomento, automáticamente, a ellos les daba la oportunidad de crecer y ofrecer a más clientes, hasta doscientos cuarenta millones. Era pura competencia entre bancos.

Pero a mí, pensar en acarrear tal cifra sobre mis hombros cuando se me avecinaba una tormenta con los Bungalowes, me hacía dudar, a pesar de la tentación.
Disimulando, le indiqué que me pilló por sorpresa y tenía que pensar bien el aceptar tal oferta. Consultaría con mis socios la conveniencia de realizar nuevos proyectos. Así, no dije ni que sí, ni que no. Ya le llamaría.

Nada menos, que Prat, me adquiría  millón y medio de palmos cuadrados  equivalentes a cinco mil seiscientos metros cuadrados de la manzana de Cubera. Con su importe, sumado a la inversión del Notario, en la manzana de Nova, podía arreglármelas sin necesidad de recurrir a más créditos.
Pero tampoco esto estaba claro. Prat adquiría el terreno, a nombre de Santiga. Tenía que aguardar a que su legalización notarial, fuera operativa con su constancia en el registro mercantil. Podían pasar un par de meses.

Sin convencimiento, acepté los millones del Banco de Fomento, pensando que mientras no veía las cosas con mejor perspectiva, mejor dinero en cuenta corriente, que promesa futura volatilizable.
De resolver mi problema sin tal capital, no había dificultad alguna en cancelar tal nueva cuenta.
De no resolverse, otra opción, era la temeraria huida hacia adelante.  Ésta, seguro minaría mi salud y teniendo aún los niños en edad escolar, mi obligación era mantenerme en plenas facultades para seguir luchando en defensa de su educación. Debía prepararles para defenderse del mundo de lobos en el que me hallaba inmerso.



Parejas perdurables  (continuación  66 a )
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Pasé varias noches dando vueltas en la cama, imaginando posibles soluciones para el cúmulo de problemas.
Los veinticuatro millones aceptados, me quemaban. Una vez ingresados en mi cuenta del Banco de Fomento, fui consciente de que me ataban más de lo previsto.

No se trataba de una póliza, por la que pagas intereses solo por las cantidades utilizadas. Podías disponer de una póliza de crédito por más de un año, no usarla y sólo devengaba el banco la tarifa por la cuenta, que solía ser un tanto por mil de lo nominal.
La cuenta aceptada no era así, devengaba intereses de los 24 millones desde el primer día, usados o no. Y por aquellas fechas el interés bancario se establecía al nueve por ciento y el interbancario, que me ofrecieron a mí el cuatro y medio.

Si desistía en emprender más obras, aquello era un lujo bastante imbécil. Pagar por figurar una cifra respetable en una cuenta.
Con un cálculo mental, entre lo recaudado por la venta al padre de Jacinto y lo que cobraría de Prat, al escriturar a favor de su nueva Sociedad, y lo disponible en mis cuentas de los diez bancos que aún ostentaba, eliminaría la cuenta de Fomento, pero para ello, habría que aguardar un trimestre.
Y en este trimestre las nóminas no perdonaban, de manera que había que acelerar más ventas.

Las ventas de solares tal como estaba avanzada la Urbanización, no podía realizarlas por debajo de un elevado precio. Se sentirían estafados los propietarios habidos con anterioridad. Y al precio que le correspondía, ya no fluían compradores como antes.
Se esperaba disfrazar el valor del terreno, con el de las construcciones a realizar. Si decidía pues tal como deseaba el Banco de Fomento construir por etapas grupos de chalets, me saldría la obra relativamente barata, mientras su venta alcanzaría valores más que doblados.

Pero, no. Los Hnos Domenech, me habían estafado y no podía hacer nada contra ellos. Me tocaría pagar las letras firmadas descapitalizándome y luego afrontar gastos Judiciales contra ellos, que en el mejor de los casos no habría sentencia hasta varios años después de haberse demostrado su estafa. Y mientras estaría ahogado aún obteniendo beneficios por nuevas obras. Calculé que para superar la estafa en ciernes, perdería los futuros beneficios.

Solución: En los planos del proyecto de los Bungalowes, señalé a los seis que estaban cubiertas aguas, los diez que tenían las paredes casi a punto de envigar y los ochos que tenían las paredes a media altura. Los demás prácticamente, apenas se levantaban de sus cimientos.
Con ellos a la vista, redacté su segregación individual y pasé los datos a Jacinto. Se trataba de declarar la obra nueva. Jacinto me llamó la atención.

-Carlos esto te saldrá muy caro. Mejor segregues los solares y declares la obra nueva, a medida que los vendas. Hacienda no se anda con chiquitas. Te cobrará lo mismo acabadas que a medio terminar.

Lo consideré, pero al menos podía intentar con las segregaciones realizadas, emprender nuevas ofertas a clientes que aceptaran terminar las obras por su cuenta. Al final viendo el coste por su legalización, incrementé el número a declarar hasta treinta y seis, que eran los que tenían frente a la Avenida proyectada ajardinada. Los veinte restantes se hallaban en el interior de la manzana y solo eran cimientos.
Gasté una parte del crédito en esta legalización y en las devoluciones de los anteriores compradores.

A Picot, le expliqué mi propuesta, que era a mi modo de ver más interesante que la de los apartamentos Gemini. En esta ocasión, me envió como primer cliente a su cuñado. Me levantó la moral, pues disponía al menos de seis meses para realizar las ventas suficientes que paliaran el perjuicio de Hnos. Domenech.

Y resultó peor de lo esperado. Mi prevención, no llegó a tanto. Al término del contrato, no habiendo colocado ni un tocho más, en las obras, ya no fue posible dar con su domicilio. Supe que abandonaron el despacho sin abonar el alquiler del último semestre, por lo que los iban a desahuciar. Y los peones sin cobrar los jornales de la ultima quincena, pues los Hnos. se fugaron hacia algún País Sudamericano.

Luego, se me presentaron los industriales suministradores del material para las obras. Sus facturas, me las reclamaban a mí. Y aquél material en todo caso fue transportado a otras obras, no a las mías. Ya tuve discusiones con varios de ellos por no querer entrar en razón.

Más trabajo para Rodriguez. Por mi parte envié cartas a todos los proveedores conocidos, para que no sirvieran material a ninguna de mis obras paralizadas.
Como el de los sanitarios, no quería atender, le fui a ver personalmente.

-Oiga. Las obras están paralizadas por motivo de abandono del constructor. Mejor no sirva ningún pedido, que tendría luego que retirarlo de nuevo.

-De ningún modo, el camión con los sanitarios para seis Bungalowes, ya se envió. Y obedecen a un pedido aceptado por lo que la factura le llegará próximamente.

-Le digo, que no voy a recepcionar los sanitarios. Me basta con el que ya acabamos como piloto. Las obras tendrán un retraso de al menos un año.

No quiso atender. Me llamó al día siguiente, indicando que tenía el albarán de recepción firmado por mi capataz.
Aquello, se salía de madre. ¿Qué capataz?. Pues el albañil que estaría por la obra, por su cuenta, admitió el material y se lo llevó al patio de su casa.

Los fuegos, me venían por todos lados. ¿Es que tenía que usar el crédito de Fomento, para organizar demandas al por mayor?. Unos por proveedores que se resistían a dejar de serlo, otros por servidores desleales que robaban en su beneficio exclusivo y los empleados despedidos, por reclamar indemnizaciones.
Mayor razón para abandonar negocios. Me propuse venderlo todo.

El cabecilla de un grupo de vendedores inmobiliarios a comisión, me vino a proponer la compra por un cliente que se quedaría con una manzana íntegra de Santa María.
Me venía al dedo. Estaba dispuesto ya, a desarmar el castillo de mis negocios.

-Dispongo de un cliente que puede abonarle al contado el importe de una manzana, si se lo deja al 45% de su valor, renunciando yo al 5% de comisión, por lo que sería como si accediera a vender a mitad de precio, pero de contado.

-Tengo la manzana que se refiere Ud. escriturada como aportación a la sociedad Complejos 7V2 S.A. Si se la vendo, ¿Qué hago con la sociedad descapitalizada y sin patrimonio?.

-No es problema tenemos demandas de sociedades del ramo inmobiliario que estén disponibles para realizar operaciones inmediatas. Se la podríamos comprar por el simple costo de creación y los gastos que hubieren hasta su traspaso.

Con ello, daba al traste a mi proyecto para el futuro económico familiar. Como el mayor de mis hijos solo había cumplido los catorce años, me quedaban al menos cinco años para salir del atolladero y rehacer lo que restara de Usamasa, Los Congelados y los Trofeos deportivos. Sería labor más ligera, habiendo liquidado el de Coches de alquiler, Revista discográfica y Gabinete Técnico.
Realicé la operación, sin saber quien era el comprador del terreno y quien el de la Sociedad. En aquél momento no presté atención, ya que no me incumbía, pero un año después tuve que enterarme del maquiavélico plan del comprador, al aparecer en el Registro de la Propiedad, como titular, el Banesto.