jueves, 1 de diciembre de 2011


Parejas perdurables  (continuación  75 )

Carrión, por su cuenta, alquiló un coche con el que recorrió los lugares cercanos a Tarter distribuyendo la publicidad impresa en folletos incluido un mapa de las comunicaciones desde las cuatro provincias Catalanas hasta el Tarter.

Fue un indicio del interés que mostraba en seguir conmigo. O lo que es lo mismo, tenía fe en mí. Después de haber vivido mi derrumbe comercial,  desprendiéndome de toda la organización que me costó años crear, mostraba coraje.

No podía iniciar otra organización, antes de disponer con unas mínimas bases establecidas. Yo solo, hubiera tardado mucho tiempo en preparar un Tarter presentable comercialmente. Quizá habría acabado con los ahorros antes de tenerlo a punto. Sin embargo, mientras me ocupaba de la transformación de ruinas y proyectaba la nueva Urbanización, él con los pocos clientes que consiguió, permitió que no se agotaran tan rápido los ahorros.

Su fidelidad mereció mi agradecimiento. En cuanto tuve resuelto el proyecto, a sabiendas de las partes de finca prescindibles y las de mayor interés, destiné dos hectáreas para ubicar el campo de deportes, ocupando algo menos de una Ha y el resto circundante, se lo regalé, pagándole incluso los gastos Notariales.
Creo que su entusiasmo, lo mostró salido del alma.

-Don Carlos, jamás esperé de nadie un comportamiento así. Nadie que conozca, a un subordinado, le otorgaría una muestra de agradecimiento de tal calibre.

-Se lo merece, pues en este año transcurrido, ha sido Ud. mi báculo eficaz. Ahora podré iniciar ventas para lo cual buscaré un equipo especializado, en tanto yo me ocuparé de la parte técnica y la construcción de viviendas. Así quedará confirmada la honestidad de la oferta a parcelistas. El público anda escamado con tantas urbanizaciones fiasco. Si pudiera, no vendería nada hasta tener las calles consolidadas y con todos los servicios disponibles, pero ello no lo puedo realizar sin ayuda de un porcentaje de ventas a un mínimo precio, para aplicar lo que recaude a las obras pendientes.
Le sugiero que no venda nada Ud. en este plan barato, ya que dentro de dos años, alcanzaremos un valor cuadriplicado.

Parecía que así sería. Una vez acordé con un grupo de vendedores unas condiciones sugestivas, las ventas se realizaron vertiginosamente.
Quedamos con los vendedores que al acabar las obras de lo que destinaría a restaurante, las tarifas cambiarían drásticamente, por aumento de su valor. Esto se realizó en otros seis meses.

Luego venía el problema de poner en servicio, al menos una cafetería.
Evidentemente, contemplar un paraje desierto, con intentos de levantar una urbanización, no era lo que buscara ningún interesado en el ramo de restauración. Tuve que montar una barra, adquirir una cafetera Gaggia de accionamiento mixto, eléctrico y a gas, una nevera de butano, y con seis mesas y veinte sillas, establecer servicio los sábados y festivos. El barman era yo mismo y el camarero, Carrión.

Este fue el restaurante ya acabado con la traída de electricidad, cinco años después de su inauguración, con velas.

Tomé fijos una cuadrilla de albañiles que se sumaron a los tres lugareños habidos desde el primer día con los que reformé un par de viviendas al pié del Castillo.
Las torres en las parcelas ya se levantaban a buen ritmo. Durante la jornada diurna, el Tarter, tenía el cariz de cualquier lugar de actividad febril. Máquinas, camiones con materiales, personal de la construcción, visitas de clientes, curiosos de lo pueblos vecinos, e instaladores de la red de agua.

Pero la nocturna, era un cementerio. No me preocupó, hasta el día que amaneció la cafetería desvalijada.
Los cacos, se llevaron la cafetera, los vasos de cerveza, las tazas del café, la caja de terrones de azúcar, las cucharillas, platillos, cuchillos, tenedores, veinte cajas de refrescos varios, y seis botellas de licores.
Esto sin realizar ningún estropicio. Automáticamente, tanto Carrión como yo, no dudamos de la autoría, aunque tuviéramos que aparentar ignorancia y silenciarlo.
La cuadrilla de albañiles supuestamente se enteró por nosotros del robo nocturno. Su jefe, nos dio la condolencia. ¡Que desfachatez!.
Todos hallaron comprensible el suceso, dado el abandono absoluto del lugar. Precisaba un vigilante.

¡ Cómo no!. Carrión se ofreció. Volvería a instalar el material, mejorado para atraer público, llevaría el negocio del bar, asistido por su mujer, e hijo mayor. Abandonarían la vivienda de San Juan de Malta, para establecerse en una de las preparadas frente al castillo.

Todo casaba. Su problema de carencia de vivienda se acabó. El disponer de noche y día personas al cuidado, hacía innecesario buscar vigilante. Y por supuesto, ya tenían los vendedores, lugar para establecer la base de sus operaciones.

Demasiado bien. La euforia de Carrión, por mejora de situación, con ingresos por el restaurante en el que cocinaba su mujer, el alquiler de vivienda gratis, y la comisión de las ventas al igual que el equipo comercial, a su favor, creo que le trastocó, o mejor dicho, me enteré que fue a instancias de su mujer.

A todo eso, Tere se encontraba taciturna. Era demasiado tiempo el que yo estaba ausente, incluidos muchos festivos en que me convertía en el showman del Tarter. También lampista, fontanero, por dar servicio con un pequeño grupo eléctrico a gasolina. 
Era interesante que los pocos parcelistas que ocuparon las primeras torres a precio coste justo, no se desilusionaran, sino que se convirtieran en los principales testigos de la autenticidad de la Urbanización, pregonándolo a sus conocidos.

-Tere, aguanta un par de meses más y ya tendré a punto la organización en Tarter, con el equipo de vendedores y con Carrión y su mujer convertidos en mesoneros.

-¿Te das cuenta de que somos esclavos permanentes?. Tu no te enteras de cómo tengo que apañarme con los niños. Y casi no te conocen a ti. Al menos antes los fines de semana los pasábamos juntos, pero esta finca, te absorbió incluso los sesos.

-Claro lo dices por que no te das cuenta que es nuestra única base económica y lo que hago es dejarla con unas mínimas comodidades para poder pasar allí las vacaciones.

-Esta canción ya la conozco…..

Estaba dolida por sentirse abandonada, a pesar de disfrutar de la compañía de siete vástagos, y la de su madre, que llevaba a los niños al colegio.
Incluso desde que enviudó, nos acompañó por vacaciones en los apartamentos alquilados en Palamós. Procurábamos mitigar su dolor estando así mucho tiempo ocupada con nosotros.

Su hija, mi cuñada, poca compañía le daba al ser la secretaria de una firma alemana, que la hacía viajar frecuentemente.

La inversión en la finca iba creciendo, y a semejanza con los anteriores negocios, no podía mantener ahorros. Todos los ingresos eran necesarios, así que le tocó el turno de vender el chalet de Pierola. La historia, se repetía.

Así, mientras no estaba apunto la torre que construía para ocuparla nosotros los fines de semana, quisimos pasarlos en un apartamento de Castelldefels. La razón doble. Una, la cercanía de Barcelona que nos evitaba pérdida de tiempo en carretera y otra, que tener a la vista el Mar, resultaba media vida para Tere.

Otro proyecto que tuvimos que cancelar ante las imprevistas circunstancias.




Parejas Perdurables (continuación 75 a )


Tere, lo vió así, o al menos así lo recuerda:



"Queridas amigas, me es casi imposible poner en los escritos de AVICARLOS, mis propias vivencias y sensaciones, ya que llegaríais a pensar que no forman parte del mismo relato.
Él siempre ha visto el vaso medio lleno, y yo medio vacío. Quizás en este equilibrio se basa la convivencia.
Habla de todos los percances ocurridos de una manera, casi diría que jocosa, cuando para mí, en aquellos momentos, y ahora si los vuelvo a leer, se me remueve todo el cuerpo.
La venta de nuestro primer chalet, con su piscina, su mullido césped para tomar el sol, él no hace ninguna referencia del disgusto que para mí supuso perderlo. Allí se habían criado los 5 primeros hijos, los otros dos al ser pequeños, ni se acuerdan. No me avergüenza confesar que derramé muchas lágrimas. Aquella casa era como si formara parte de mi misma, en ella había puesto muchas ilusiones, me gustaba ver el mar, aunque fuera desde lejos.
Pero se tenía que buscar una solución a la supervivencia.
Y el marido, “A Dios pongo por testigo”  (esta es mi frase favorita)  ha sido siempre una persona que el trabajo no le ha asustado. No le importaba hacer de peón si era necesario.  Lo que hiciera falta para tirar adelante a una familia tan numerosa.
No cuenta que el lugar a donde fuimos a parar, a pesar de tratarse de un paisaje precioso, el clima era muy diferente, al que estábamos  acostumbrados, que es más bien cálido, y húmedo. Allí en invierno todas las noches helaba, y las casas no estaban ni mucho menos acondicionadas, nos servíamos de estufas de gas butano, igual que la nevera, ya que aún no había luz. Todo eran incomodidades. AVICARLOS, no lo menciona. Por las noches a veces me levantaba para asegurarme que los niños estaban bien arropados, ya que el frio era intenso. Tenía que alúmbrame con una linterna.
 Al oscurecer todos los ruidos se engrandecen, así pudimos constatar todos, que a aquellas horas, los ratones campaban a sus anchas, entre el techo y el tejado. Os aseguro que no era nada divertido.
Dicen que el capitán de un barco que se hunde es el último en abandonarlo, y yo en aquellos momentos, veía a mi capitán zarandeado y luchando a brazo partido con todo. Y creo que fui yo quien tomó la decisión, de en cuanto hubiera un lugar donde cobijarnos, aunque no fuera en óptimas condiciones, estar a su lado, sobre todo en verano que ya no habían colegios, estar todos reunidos. En pleno invierno sólo eran los fines de semana, que dejábamos un piso, espacioso, y con calefacción central. Para estar con él, ayudando si podíamos de alguna manera.
Mi punto de vista era, por lo menos que no se sintiera solo.
A mí el mundo se me había caído encima, y pensaba que si estábamos todos juntos, sería más llevadero. Imaginaba al marido trabajando lejos de casa, afrontando según mi manera ver las cosas, demasiados peligros.  Pensando que si tuviera que ser yo, la que los tuviera que soportar, no me gustaría para nada, estar sola. El silencio de aquel lugar, la primera vez que fui, me sobrecogió de tal manera, que aún hoy lo recuerdo como una losa que me estuviera aplastando.
Aquellos años incluso ahora  los recuerdo como si se tratara de una pesadilla.
Este ha sido el principal motivo, por el que he dejado de expresar mis vivencias, ya que para mí, resultaron francamente dolorosas.
Pero bueno ya he dicho desde un principio, que soy de las que ve el vaso medio vacío. He tenido que luchar, pero no porque sea innato en mi persona.
Es cierto que hubieron momentos buenos…pero de verdad que recuerdo muy pocos!!!
Tenemos un refrán que dice “No hay bien, ni mal, que cien años dure”
Ya pasó.
Y lamento este escrito, ya que imagino os habrá dejado mal sabor. Pero es que la vida nos pone a prueba  en muchas ocasiones. Al principio te crees que no vas a salir adelante, y luego con el paso de los años, comprendes que sí, que has podido con todo.
Sólo que el carácter te ha cambiado.  Te ha endurecido, y te llegas a preguntar si todo lo que has hecho ha servido de algo, y sobre todo si lo han valorado. Ya no eres la misma,  no ves las cosas de color de rosa.
Y también te llegas a preguntar si el marido en aquellos momentos se daba cuenta del gran sacrificio que representaba para todos, aquella nueva situación.
Lo bueno de todo esto, es que la familia, permaneció unida.
¡Que ya es mucho decir!
Los hijos  disfrutaban en sus correrías por el bosque, el campo de futbol fue un acierto ya que allí pasaron muchas horas, y yo los podía ver con solo asomarme a una de las ventanas."
 ________________________________________________________________- Espero que los lectores veáis desde vuestra perspectiva, una versión distinta y ya serán tres, la mía tal como la narro, porque así la recuerdo y siento, la de ella según su sentir y la vuestra, ajena como simples observadores a quienes no os atañe ni lo bueno, ni lo malo de lo referido.