-¿Conqué Ud, es Catalán?. ¿Qué le indujo establecer en La Mancha una hospedería?.
Se lo preguntaba a Sergi, dueño del Hostal Don Quijote, en Argamasilla de Alba. Me sorprendía, que un Sr. que no aparentaba más de cuarenta años, prefiriera montar un negocio mas bien modesto, en una población insignificante, cuando tenía muchísimas probabilidades de lograrlo con mejor categoría y rentabilidad en Cataluña.
Claro que en la actualidad es un enclave renombrado y convertido en Ciudad. Tuvo catorce años después de nuestra visita, su esplendor merced al turismo. Después vinieron otros veinte años de sequía, desapareciendo el río, los ojos y el ruido que se suponía daba nombre a La Ruidera.
La sequía, provocó que las turberas tras años de hallarse afloradas en terreno seco y ni siquiera ya cultivable, se encendieran, causando el exterminio de la flora y fauna. Un verdadero desastre escológico.
A partir de 2010, en que volvieron las lluvias, se extinguieron los incendios y de nuevo se recuperaron las antiguas Tablas de Daimiel.
Laguna de La Ruidera
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-Por una excursión programada por mis compañeros, hace veinte años. Celebramos la suerte de haber sido excluidos del Servicio Militar por cupo excedente.
Como nosotros, querían conocer los Ojos del Guadiana, las Tablas de Daimiel y La Ruidera. La publicidad en aquél tiempo era la propia obra de Cervantes. La fama de los lugares del Caballero andante, de la triste figura, atraía a los lectores, máxime a los Catalanes ya que según la Obra, Quijote en las playas de Barcelona, luchó por su Dama imaginaria, regresando humillado a su redil, al ser vencido por el Caballero que lo único que pretendía era acabar con la locura quijotesca.
Así nuestro hospedero Sergi, nos narró su aventura. Al llegar a Argamasilla de Alba, supuestamente la morada de Quijote, como nosotros, buscó aposento para pernoctar yendo a parar donde nos hallábamos. Dirigía el negocio, una bella joven, recientemente huérfana de su padre dueño del negocio.
Fue el flechazo a primera vista. Permaneció tres días en el lugar, habiendo recorrido todos los parajes, seguidos por la lectura del Quijote, como si se tratara de reconstruir los hechos. Las tardes las pasaba con su enamorada, llegando a intimar y hacer planes para el futuro.
Se la llevó a conocer a su familia, y en un mes cumplieron con todos los requisitos de la boda.
No le preocupaba la categoría del negocio sino la de tener la vida encauzada con su amada.
Y llevaba ya diez años, desde que fallecieron sus padres, que su ausencia de Cataluña era absoluta.
Tere, encontró esta historia muy romántica y pensó que la nuestra aunque muy distinta tenía coincidencias básicas. Dios los cría y ellos se juntan. Imprevisible total, en la mayoría de los casos.
Tomamos habitación, decorada muy austeramente, y con mobiliario que recreaba el habido en tiempos de Quijote. Lo diferente seguro sería que los aseos eran modernos. No nos hacía falta la “vasija de noche”.
Y el desayuno, resultó la mar de agradable, todo a base de productos del lugar. La hogaza de pan horneado en leña, recordaba el de las Masías Catalanas de los años 30 del siglo pasado.
La leche, la mantequilla, la miel, la fruta, el vino, los embutidos, todo procedía del campo, o de manufactura lugareña. Nada procedente de supermercados ni tiendas exclusivas de comida envasada. Su sabor a Tere y a mí, nos recordó nuestra infancia.
Nos propusimos recorrer toda la zona de unos 70 Km, con el coche y regresar de nuevo a pernoctar en Argamasilla. Veríamos este paraje agreste y peculiar.
Vista aérea de las Tablas.
Parejas Perdurables (continuación 46 a )
Dispuestos a recorrer toda la zona, entramos a un camino carretero que llegaría seguramente hasta Ruidera, pero por lo angosto y serpenteante, a los pocos kilómetros se convertía en camino de herradura.
Persistiendo en seguir con el coche con mucha dificultad y a velocidad poco mayor que la del andante peatón, nos encontramos en un ensanchamiento que permitía girar el coche. Prudentemente, preferí apearme, y aparcar allí.
No tuve la precaución al salir de Argamasilla, de preguntarle a Sergi, que tal eran las comunicaciones para tránsito rodado y si se llegaba sin dificultad a Ruidera.
Pudiera darse el caso que confundiera el camino correcto y el que elegí, quizá se convertiría en una simple senda.
No vimos alma viviente en todo el camino, ni en un sentido ni en otro. El que no hubiera circulación, me puso en prevención. ¿Qué hubiera ocurrido de aparecer otro turista con automóvil?.
Decidimos tomar unas fotos del paisaje. Por lo visto, ya iniciaba una era de sequía causando el declive de los acuíferos. De haber realizado este recorrido un par de años antes, hubiera aparcado en un vado del río.
Seguimos pues a pié más de una hora, cuando a lo lejos vimos una hoquedad en el terreno, formando una caverna.
Claro, la Cueva de Montesinos. Recordé al Quijote, y allá fuimos. No estaba en muy buenas condiciones su entrada, pero una vez pasado el umbral, una no muy suave pendiente, deslizaba hacia una sala de grandes dimensiones.
http://palomatorrijos.blogspot.com/2...montiel-y.html
http://www.albacetesiempreabierto.co...sderuidera.htm
Tere me seguía con reparos, cuando de pronto un revolotear de murciélagos, la puso histérica.
-¡Me voy de aquí, me voy!. Esto es tétrico y solo faltaban estos bichos.
-Mujer no temas que no se te comerán, ni siquiera te tocarán, saben muy bien volar en la oscuridad. Con su radar esquivan todos los obstáculos.
No le interesó, lo mínimo la vida y milagros de los murciélagos y corriendo salió al aire libre.
Años después, ni murciélagos ni clase alguna de bicho viviente. Tal fue el cambio drástico que arruinó la zona con la pérdida del agua. Se intentó aprovechar los terrenos desecados para cultivo, pero con más años de sequía, también este recurso falló.
El turismo asimismo decreció, pues se venía aquí para ver los ojos del Guadiana, como salían de la tierra igual que manantiales cuyos chorros formaban pequeñas cascadas y desaparecía el agua en las proximidades, para reaparecer en unos cientos de metros más abajo y formar las grandes charcas que dejaban al terreno en pequeñas islas, las Tablas de Daimiel.
Para postre el agua oculta provocaba con sus choques con rocas un ruido, que era el que daba nombre a la Población cercana.
Sin todo esto que dio fama al Guadiana, ¿a qué, vendrían los turistas?.
Tuvimos suerte de ser de los últimos en divisar varias lagunas con agua. Poco a poco, año tras año, fueron desapareciendo. En 1984, ya no manaba agua de los Ojos. En 1990 se abandonaron los cultivos en tierra baldía y seca. En 2009, las turberas se encendieron saliendo el humo del subsuelo. En 2010 había desaparecido todo vestigio de flora y fauna.
Pero ¡Vinieron las lluvias!. Los incendios se extinguieron y se recuperó buena parte de lo que fueron las Tablas.
Actualmente ignoro si de la misma manera se restableció el turismo y si ya disponen de caminos decentes para recorrer los valles.
Antes de seguir la excursión con el coche, nos entretuvimos en contemplar los campos de molinos, que según el Quijote, eran unos gigantes.
Buscando caminos apropiados para nuestro vehículo, lo conseguimos retrocediendo bastantes kilómetros, hasta dar con el que anunciaba Ruidera. Allí comimos, y deambulamos sacando más fotos, hasta que viendo atardecer regresamos a Argamasilla.
Molinos en Argamasilla
Dispuestos a recorrer toda la zona, entramos a un camino carretero que llegaría seguramente hasta Ruidera, pero por lo angosto y serpenteante, a los pocos kilómetros se convertía en camino de herradura.
Persistiendo en seguir con el coche con mucha dificultad y a velocidad poco mayor que la del andante peatón, nos encontramos en un ensanchamiento que permitía girar el coche. Prudentemente, preferí apearme, y aparcar allí.
No tuve la precaución al salir de Argamasilla, de preguntarle a Sergi, que tal eran las comunicaciones para tránsito rodado y si se llegaba sin dificultad a Ruidera.
Pudiera darse el caso que confundiera el camino correcto y el que elegí, quizá se convertiría en una simple senda.
No vimos alma viviente en todo el camino, ni en un sentido ni en otro. El que no hubiera circulación, me puso en prevención. ¿Qué hubiera ocurrido de aparecer otro turista con automóvil?.
Decidimos tomar unas fotos del paisaje. Por lo visto, ya iniciaba una era de sequía causando el declive de los acuíferos. De haber realizado este recorrido un par de años antes, hubiera aparcado en un vado del río.
Seguimos pues a pié más de una hora, cuando a lo lejos vimos una hoquedad en el terreno, formando una caverna.
Claro, la Cueva de Montesinos. Recordé al Quijote, y allá fuimos. No estaba en muy buenas condiciones su entrada, pero una vez pasado el umbral, una no muy suave pendiente, deslizaba hacia una sala de grandes dimensiones.
http://palomatorrijos.blogspot.com/2...montiel-y.html
http://www.albacetesiempreabierto.co...sderuidera.htm
Tere me seguía con reparos, cuando de pronto un revolotear de murciélagos, la puso histérica.
-¡Me voy de aquí, me voy!. Esto es tétrico y solo faltaban estos bichos.
-Mujer no temas que no se te comerán, ni siquiera te tocarán, saben muy bien volar en la oscuridad. Con su radar esquivan todos los obstáculos.
No le interesó, lo mínimo la vida y milagros de los murciélagos y corriendo salió al aire libre.
Años después, ni murciélagos ni clase alguna de bicho viviente. Tal fue el cambio drástico que arruinó la zona con la pérdida del agua. Se intentó aprovechar los terrenos desecados para cultivo, pero con más años de sequía, también este recurso falló.
El turismo asimismo decreció, pues se venía aquí para ver los ojos del Guadiana, como salían de la tierra igual que manantiales cuyos chorros formaban pequeñas cascadas y desaparecía el agua en las proximidades, para reaparecer en unos cientos de metros más abajo y formar las grandes charcas que dejaban al terreno en pequeñas islas, las Tablas de Daimiel.
Para postre el agua oculta provocaba con sus choques con rocas un ruido, que era el que daba nombre a la Población cercana.
Sin todo esto que dio fama al Guadiana, ¿a qué, vendrían los turistas?.
Tuvimos suerte de ser de los últimos en divisar varias lagunas con agua. Poco a poco, año tras año, fueron desapareciendo. En 1984, ya no manaba agua de los Ojos. En 1990 se abandonaron los cultivos en tierra baldía y seca. En 2009, las turberas se encendieron saliendo el humo del subsuelo. En 2010 había desaparecido todo vestigio de flora y fauna.
Pero ¡Vinieron las lluvias!. Los incendios se extinguieron y se recuperó buena parte de lo que fueron las Tablas.
Actualmente ignoro si de la misma manera se restableció el turismo y si ya disponen de caminos decentes para recorrer los valles.
Antes de seguir la excursión con el coche, nos entretuvimos en contemplar los campos de molinos, que según el Quijote, eran unos gigantes.
Buscando caminos apropiados para nuestro vehículo, lo conseguimos retrocediendo bastantes kilómetros, hasta dar con el que anunciaba Ruidera. Allí comimos, y deambulamos sacando más fotos, hasta que viendo atardecer regresamos a Argamasilla.
Molinos en Argamasilla
Parejas perdurables ( continuación 46 b )
_¡ Ah, del Castillo !.
-¿Quién va?.
-El Caballero Hidalgo, para desfacer entuertos.
Estaba imaginando la llegada al Castillo de Alarcón, Parador Marqués de Villena, como la podía haber realizado El Quijote. Y estaba impaciente por llegar a él antes de anochecer.
Era otro recorrido kilométrico respetable desde Argamasilla. No había más solución que hacer muchos kilómetros y pocas paradas para regresar en el tiempo previsto de una semana.
Cuando lo divisé en la lejanía, pensé que muy discreta no resultaba la fortaleza. Era un enclave destacado en una prominente altura dominando el campo llano a sus pies.
Mas bien tenía que ser un acicate para el enemigo, tener allí como un faro, la morada del Poderosos señor feudal. Pero al estar ya cerca, cambié de opinión. La construcción, aprovechando la orografía, se asentaba en lo alto de un montículo. La defensa inexpugnable de forma natural.
No se precisaban fosas alrededor de las murallas, ni puentes levadizos. El angosto camino llevaba a la entrada, único punto que la soldadesca necesitaría defender, caso de ser asaltado.
Entré con el coche subiendo en primera, ya que la pendiente era fuerte e ignoraba si era permitida la entrada para los automóviles visitante.
El Castillo, muy bien conservado, y de aspecto una monada. Como si se tratara de una miniatura de lo contenido tras las murallas de La Alhambra. Tal como sospeché, el patio aparcamiento era reducido y con la media docena de coches que allí había, no había mucho margen para escoger donde aparcar.
http://www.parador.es/es/tratarFichaParadorCabecera.do?parador=002
Nos las dábamos de afortunados por llegar a tal Castillo convertido en Parador Turístico. Resultaba tan original y de gusto severo que bendije la idea de pernoctar soñando en ser uno de los habitantes del Medioevo.
En recepción nos apearon del sueño. Como bien se veía el Castillo disponía de más superficie para las murallas y paredes de piedra, que para habitaciones útiles para turistas. Concretamente de las catorce habitaciones habilitadas con mucho gusto, solo seis estaban disponibles para viajeros. Las demás eran fijas para los empleados. Y sí. Conté bien, seis coches en el patio, y seis viajeros que se hospedaban.
Lamentaban no poder albergarnos pero si nos placía, estaban ya dando la cena. ¿Qué remedio?. Seguro que a cien kilómetros a la redonda no habría ningún Restorán.
Procurando obviar lo desagradable de la situación, preferimos acompañar al resto de comensales, en un ambiente señorial. Se respiraba un aire fresco y aromoso. La decoración muy acertada con manteles clásicos resaltando el rojo con el blanco y los jarrones con flores en las mesas. Y un silencio grave, que obligaba a hablar en voz baja, en señal de respeto.
Muy buena la cena, como era de esperar. Y antes de marcharnos, pedimos que nos dejara recorrer las dependencias, ya que al menos esto paliaría el desencanto de no poder quedarnos a dormir.
Cuando nos hallábamos ya en plena carretera, empecé a urdir una solución.
-Mira Tere, por el mapa, no veo que podamos hallar ningún hotel a menos de cien kilómetros. Para llegar allí pasada la media noche, y eso con suerte, prefiero acampar en el Pantano de Alarcón.
-Me parece que esto ya te lo esperabas, desde el momento que no quisiste telefonear pidiendo reserva.
-¿Cómo podía imaginar que un parador ubicado en lugar tan alejado de todo lo turístico no tuviera más que seis habitaciones?. Mujer que ha sido un contratiempo totalmente imprevisible.
En lugar pues de dirigirnos hacia Valencia, nos dirigimos hacia Madrid y en muy pocos kilómetros nos entramos en un lado boscoso del Pantano de Alarcón.
Llegamos con una noche iluminada por la luna llena, por lo que pudimos escoger bien el lugar de acampada. El coche estaba acondicionado para tender los asientos y no era la primera vez que lo usamos. A Tere no le satisfacía tanto como a mí, pasar la noche a la intemperie. No estaba acostumbrada al excursionismo, pero a pesar de todo, el lugar en que paramos, entre la arboleda, y con las aguas del pantano brillando por la luz de la luna, lo convertía en algo romántico.
Por la mañana, nos aseamos a lo Cro-Magnón y por lo menos yo me sorprendí al ver ya con luz de día todo el entorno del pantano, que no hubiera absolutamente nada para atraer turismo.
-Esto es incomprensible. Un lugar tan bello, y distante de poblaciones, que es ideal para practicar la pesca, navegar con piraguas, pasear por el bosque y pasar verdaderas horas de recreo en la naturaleza, no haya ni un simulacro de merendero. Yo aquí, montaría un restorán aunque fuera de bocadillos y refrescos, con unos pocos juegos para los niños y con un pudridero apartado lo resolvía con poquísimo dinero.
_¡ Ah, del Castillo !.
-¿Quién va?.
-El Caballero Hidalgo, para desfacer entuertos.
Estaba imaginando la llegada al Castillo de Alarcón, Parador Marqués de Villena, como la podía haber realizado El Quijote. Y estaba impaciente por llegar a él antes de anochecer.
Era otro recorrido kilométrico respetable desde Argamasilla. No había más solución que hacer muchos kilómetros y pocas paradas para regresar en el tiempo previsto de una semana.
Cuando lo divisé en la lejanía, pensé que muy discreta no resultaba la fortaleza. Era un enclave destacado en una prominente altura dominando el campo llano a sus pies.
Mas bien tenía que ser un acicate para el enemigo, tener allí como un faro, la morada del Poderosos señor feudal. Pero al estar ya cerca, cambié de opinión. La construcción, aprovechando la orografía, se asentaba en lo alto de un montículo. La defensa inexpugnable de forma natural.
No se precisaban fosas alrededor de las murallas, ni puentes levadizos. El angosto camino llevaba a la entrada, único punto que la soldadesca necesitaría defender, caso de ser asaltado.
Entré con el coche subiendo en primera, ya que la pendiente era fuerte e ignoraba si era permitida la entrada para los automóviles visitante.
El Castillo, muy bien conservado, y de aspecto una monada. Como si se tratara de una miniatura de lo contenido tras las murallas de La Alhambra. Tal como sospeché, el patio aparcamiento era reducido y con la media docena de coches que allí había, no había mucho margen para escoger donde aparcar.
http://www.parador.es/es/tratarFichaParadorCabecera.do?parador=002
Nos las dábamos de afortunados por llegar a tal Castillo convertido en Parador Turístico. Resultaba tan original y de gusto severo que bendije la idea de pernoctar soñando en ser uno de los habitantes del Medioevo.
En recepción nos apearon del sueño. Como bien se veía el Castillo disponía de más superficie para las murallas y paredes de piedra, que para habitaciones útiles para turistas. Concretamente de las catorce habitaciones habilitadas con mucho gusto, solo seis estaban disponibles para viajeros. Las demás eran fijas para los empleados. Y sí. Conté bien, seis coches en el patio, y seis viajeros que se hospedaban.
Lamentaban no poder albergarnos pero si nos placía, estaban ya dando la cena. ¿Qué remedio?. Seguro que a cien kilómetros a la redonda no habría ningún Restorán.
Procurando obviar lo desagradable de la situación, preferimos acompañar al resto de comensales, en un ambiente señorial. Se respiraba un aire fresco y aromoso. La decoración muy acertada con manteles clásicos resaltando el rojo con el blanco y los jarrones con flores en las mesas. Y un silencio grave, que obligaba a hablar en voz baja, en señal de respeto.
Muy buena la cena, como era de esperar. Y antes de marcharnos, pedimos que nos dejara recorrer las dependencias, ya que al menos esto paliaría el desencanto de no poder quedarnos a dormir.
Cuando nos hallábamos ya en plena carretera, empecé a urdir una solución.
-Mira Tere, por el mapa, no veo que podamos hallar ningún hotel a menos de cien kilómetros. Para llegar allí pasada la media noche, y eso con suerte, prefiero acampar en el Pantano de Alarcón.
-Me parece que esto ya te lo esperabas, desde el momento que no quisiste telefonear pidiendo reserva.
-¿Cómo podía imaginar que un parador ubicado en lugar tan alejado de todo lo turístico no tuviera más que seis habitaciones?. Mujer que ha sido un contratiempo totalmente imprevisible.
En lugar pues de dirigirnos hacia Valencia, nos dirigimos hacia Madrid y en muy pocos kilómetros nos entramos en un lado boscoso del Pantano de Alarcón.
Llegamos con una noche iluminada por la luna llena, por lo que pudimos escoger bien el lugar de acampada. El coche estaba acondicionado para tender los asientos y no era la primera vez que lo usamos. A Tere no le satisfacía tanto como a mí, pasar la noche a la intemperie. No estaba acostumbrada al excursionismo, pero a pesar de todo, el lugar en que paramos, entre la arboleda, y con las aguas del pantano brillando por la luz de la luna, lo convertía en algo romántico.
Por la mañana, nos aseamos a lo Cro-Magnón y por lo menos yo me sorprendí al ver ya con luz de día todo el entorno del pantano, que no hubiera absolutamente nada para atraer turismo.
-Esto es incomprensible. Un lugar tan bello, y distante de poblaciones, que es ideal para practicar la pesca, navegar con piraguas, pasear por el bosque y pasar verdaderas horas de recreo en la naturaleza, no haya ni un simulacro de merendero. Yo aquí, montaría un restorán aunque fuera de bocadillos y refrescos, con unos pocos juegos para los niños y con un pudridero apartado lo resolvía con poquísimo dinero.