viernes, 25 de noviembre de 2011


Parejas perdurables  (continuación  74 )

El Alcalde nos visitaba en el curro con frecuencia. Se ofrecía a realizar trabajos que se adaptaran a lo que podía realizar con su tractor.
Aparte de limpiar bosque y acarrear materiales con una cuchara en función de dumper, poco más podía hacer.

Un día le pedí me contara la historia reciente de Tarter. Por las escrituras, ya sabía que después de la guerra civil, aquél paraje, quedó desierto, deshabitado por fallecimiento del propietario antecesor y abandono del antiguo masovero que le atendía.
Ya lo corroboró el antiguo escrito hallado en una de las paredes de la casa que habitó.

El alcalde contó:

-Según recuerdos de mi abuelo, alrededor del castillo, y ermita, se construyeron hasta siete casas, formando un núcleo urbano con treinta habitantes. Como los claros boscosos no eran ni abundantes ni de fácil cultivo, la vida allí era dura. Una vez crecidos los niños, las familias emigraron con lo que se extinguió Tarter como pueblo. Sin embargo, durante los veranos, acudían al Castillo, vecinos de los núcleos cercanos para celebrar fiestas y bailar al son de orquestas que se asentaban en el piso del castillo, ahora derruido.

Efectivamente coloqué el depósito de agua provisional en lo que quedaba del piso, pero no entendía la causa de destrucción total del que suponía debió ser el castillo de un señor feudal.

-El castillo, en realidad ejercía solamente la función de vigía alcanzando la visión de una lejana campiña, en tiempos de los sarracenos. Cada cinco kilómetros se construyeron en la edad media, castillos de este tipo, que se divisaban entre sí, así los cristianos advertían si en el campo dominado, aparecían los moros.
Luego mediante señales visuales, con rapidez, se propagaba la señal de peligro.
Esto dejó de ser de útil en la edad moderna, por lo que el abandono fue manifiesto. Sobrevivió la ermita a la que acudían romerías y los masoveros se establecieron hasta principios del siglo veinte. Fueron abandonando paulatinamente las tierras poco rentables y con el bombardeo del año 1938 por los aviones Nacionales, la destrucción del castillo, fue total y las casas quedaron como ahora las vemos.




Esto quedó de la ermita tras el bombardeo. Pero la campana, no se la llevaron las bombas sino unos avisados que sacaron un beneficio con su venta.
Me lo contó también el Alcalde.

-A la campana, el propietario del Tarter la mandó bajar por temor a que debido a las paredes maltrechas, acabara cayendo.
Como era de peso considerable, fue a buscar un medio de transporte para llevarla a una fundición. Convino con un interesado que se la recogiera a la mañana siguiente.
No tuvo ocasión, ya que en su ausencia, otros interesados la sustrajeron. Montó en cólera el propietario, sospechando que su ayudante tuviera algo que ver con el robo. No llegando a esclarecer la cuestión el masovero que vivía con él, harto del malhumor crónico de su patrón, asimismo como antes hicieron los habitantes, tomó las de Villadiego.
Nada menos que este altercado, agudizó su enfermedad del corazón y pocos días después,  solo y abandonado falleció en su lecho.
Un viandante casual, lo halló cadáver y avisó a las autoridades, quienes lo notificaron a su familia de Barcelona.
Este fue el final de lo que había sido un pueblo.

-No entiendo porqué los Nacionales bombardearían un grupo de casas rural con un castillo ya maltrecho y una ermita que no le iba en zaga.

-Creo que cumplían con la misión de desmoralizar a las tropas republicanas. Se habían instalado en el castillo con simples fusiles por armamento. Al recibir varios pases de los aviones descargando sus bombas, huyeron a la desbandada ocultándose en el bosque. Uno de ellos al atravesar un claro con su mulo de carga, fue alcanzado. Murió en el acto y el mulo quedó con las tripas abiertas.
Los compañeros dieron el tiro de gracia al mulo, lo enterraron allí mismo y se llevaron al soldado muerto para enterrarlo en el cementerio de su familia.
Así, que ya sabe Ud. quizá algún día abrirá una zanja para cimientos de un chalet y se encontrará con los restos de un mulo.

-Bien está saberlo, no fuera que creyéramos que se tratan de restos antediluvianos.

También me contó el Alcalde como la balsa que utilizamos como suministro provisional de agua bombeada hasta el castillo, era una parada obligatoria para las caballerías de la comarca. Incluso que un poco más arriba, manaba un hilillo de agua de fácil conversión en fuente potable.
La idea no quedó en saco roto, pues al año siguiente, no tuve mas remedio que poner manos a la obra.
Todo por descubrir que para obtener caudal suficiente para más de doscientas torres, aquél manantial era verdaderamente ridículo.
Opté por estudiar la subida del agua del torrente, aunque se hallara a ciento veinte metros por debajo del Castillo. Pero de allí podía sacar más de un litro por segundo.



A este torrente cruzando la propiedad, le construiría un azud para remanso de las aguas y colocaría una bomba sumergible, a pesar de necesitar un bombeo a doce atmósferas, a través de una tubería casi kilométrica.
Pero no contaba que el torrente a pesar de hallarse todo él en mi finca, también pertenecía a la Confederación Hidrográfica.

De nuevo recurrí al Alcalde, que su predisposición de ayuda era patente, por el contrario de la pertinaz obstrucción que recibí de los alcaldes de Santa María.


Parejas perdurables (continuación 74 a) 

Ilusionado por la aparición de un pasavolante interesado en adquirir una Ha de Tarter, entablé diálogo. A los pocos minutos se desvaneció la ilusión. 

-Si me vende el terreno con precio ajustado, se lo pago al contado.
-Pero lo que propone Ud., no es que le venda terreno a precio ajustado. Pretende que afronte gastos superiores al triple de lo que me ofrece.
-Pues sepa que de una finca tres kilómetros más abajo, con frente a esta misma carretera, me la venden por esta cifra y allí hay dos Hectáreas.
-Aprovéchelo si le parece buen negocio, pero todo lo que tengo que invertir para parcelar Tarter, tiene un costo que le aseguro triplica el valor que ofrece. Y luego, hay que urbanizar, lo que no puede hacerse sin disponer de servicios mínimos de viales, agua, electricidad y centro comercial.
No le convencí y me enteré que era verdad su comentario.
Adquirió una finca de dos Has. cercana, con cien metros de fachada a la carretera. Me maravillé que invirtiera una sola peseta en aquella finca.
No tenía acceso. Los cien metros frontales a la carretera, eran un cortado casi con vertical absoluta.
Por lo visto, el propietario, se desentendía de esta finca, parte de una mayor a la cual sí accedía trescientos metros más abajo, en que el terreno era llano a pié de carretera. Ya me apiadé del cliente perdido, pues lo que le dije del triple de coste, solamente para crear una entrada de acceso, se quedaba chico.
Meses después me comunicó Benito, que estaría una semana sin acudir a mi finca, dado que le encargaron abrir un camino en la finca de marras.

No creí lo que oía. Lo comenté con Benito, que estaba de acuerdo que aquello era tirar el dinero.
Tres días después reemprendió los trabajos de limpieza para ampliar calles en Tarter. Dijo que no le permitieron seguir con la labor de apertura de camino en la finca cercana. Arcadio de Obras Públicas, detuvo el trabajo indicando que debía avisar al propietario para presentar una solicitud a la Jefatura del Ministerio de Obras Públicas por tale acceso y realizar movimientos de tierras a menos de veinte metros de la fachada a la carretera. 

Lo dicho, la cosa se le ponía peor de lo que pronostiqué. Un año después, la retro de Benito, siguió a la chita callando, abriendo paso a determinadas horas para no ser visto por el celador.
Y tuvo la precaución, de llevarse las tierras excavadas cargándolas a un camión y no dejar evidencia al otro lado de la carretera.

No hubo suerte de ninguna manera. El camino para ganar la altura del cortado tuvo que iniciarlo con una pendiente del ocho por ciento. Sin embargo ni con aquella fuerte pendiente podía coronar la cima del cortado en los cien metros de propiedad y realizar una vuelta se le comía hasta cuarenta metros de fachada. Tuvo que abandonar el trabajo ya que las horas invertidas acabaron con los ahorros del nuevo propietario. Además el celador viendo un trabajo semirealizado sin permiso, lo denunció, sufriendo otro varapalo de la sanción de O.P.
Zapatero a tus zapatos. Es un refrán que calzaba a la perfección al pobre señor. No se le vió más por allí.

Mientras me ocupé de la subida de agua del torrente. La balsa pronto tuve que eliminarla. Llevábamos usando su agua incluso para beber, cuando un día al colocar la bomba, me encontré con la desagradable visión de un monumento allí defecado.
Carrión ya había realizado ventas de terrenos aún sin edificar. Lógico que ahora por allí las visitas fueran frecuentes. Y entre tantas personas, no podía faltar la incívica que mostrara su nula educación.






Estado de las sendas antiguas.
Este era el comino principal que atravesaba Tarter. Partía de la balsa junto al recodo de la carretera.
Al eliminar la balsa, tuve que crear una fuente y dar escape al agua veinte metros más al interior, para no tener también yo, problemas con O.P.