miércoles, 14 de septiembre de 2011

Parejas perdurables (continuación 61)

Otra contrariedad que tuve para mantener el complejo lúdico-turístico junto a los apartamentos, fue la experiencia rayana a desgracia de la niña que escapando de sus padres, corrió al borde de la piscina cayendo en ella sin observarlo nadie.

Un camarero vió su cuerpo flotando cuando debía haber tragado bastante agua. No tuvo dificultad en rescatarla y hacerle escupir el agua que le pasaba a los pulmones.
Y aún no tenía la licencia para mantener la piscina como pública. Me resultó más económico, vallarla y convertirla en privada, que asumir todos los trámites preventivos para ser pública, entre los cuales la obligatoriedad de personal de mantenimiento fijo con el salvavidas.

Los juegos de azar con las tragaperras, otro impedimento legal, no rentable con público insignificante.
Y lo del cocinero, colmaba el vaso.

Total, lo expuse a Prat, por si con sus contactos pudiera hallarse un interesado en adquirir el restaurante con las instalaciones anejas, a excepción de la piscina, pero con el frontón formado por la pared separación de la piscina que tenía a sus espaldas y el recinto para tenis.

Se lo expuse al presentarle a nuestro flamante camión con el conductor elegido. Iniciábamos los negocios por la Península. Sin embargo él ya había recibido una demanda judicial por parte de Galicia, cosa que no sucedía con Girona. Nosotros no estábamos comprometidos a nada. Si dejábamos de comprar su producción, lo que sucedía era una pérdida de la exclusiva por Girona, que podían asumirla otras entidades.

Por lo visto el trato que tenían con Barcelona y concretamente con Prat, sería de mayor intensidad, pidiéndole compensación monetaria por eludir tal trato.
No le dio importancia al hecho, que según él, lo solventaría extrajudicialmente. Muy fácil.
Si seguían el proceso, aguardarían sentencia, previsible en varios años y de ser condenado, abonaría la cantidad base del contrato, poco cuantiosa. De retirar la demanda, se cobrarían con la mercancía que le quedaba en cámara, de valor aproximado a lo demandado. Y se ahorraba esfuerzos para tener que colocar él la mercancía por las provincias.

Esto lo tendría en cuenta, yo, pues me facilitaba que lo no servido por él en este primer viaje programado, lo supliría con el resto que nos quedaba en Girona, a la par que adquiriría mayor cantidad de sus croquetas. Redundaba en incremento de beneficio. No se presentaba mal la expansión del negocio.

Sentada la cuestión, le insistí en contactar con posibles interesados para el complejo de Santa María.
Los recursos que disponía Prat, para montar negocios eran inacabables. Me convencí, que o mis circunstancias, o mi sentido de responsabilidad me cohibían. Cosa opuesta totalmente a su idiosincrasia.
Me envió un conocido suyo, Argimiro, disc-jokey que se interesaría.
¿Un disc-jockey, podía asumir el negocio del complejo?. ¿Sería un capitalista?. Pero como no estaba ajeno de urgencia en solventar la papeleta, le cité para entablar negociación cuanto antes.
Me indicó que el trato lo haríamos después de haber realizado una prueba simulacro, con la que valorar mis instalaciones.

Esto sería la semana siguiente, concretamente el viernes a las diez de la noche.
Seguí alucinando con el trato de personas que actuaban de tal forma dispar a la mía. ¿Es que vivía yo, en una nube?. ¿Para mí, que era la vida noctámbula juvenil?.

Recordé la intentona de los sinvergüenzas presuntos vendedores que me hicieron trasnochar en los Jardines Casablanca.
Estaba dispuesto en desentenderme cuanto antes de las instalaciones, proponiendo su venta aunque fuera aplazada. Y a precio de coste de su construcción, pues sacaba el beneficio no en la operación de venta si no, en la publicidad que daría a Santa María.

Y la necesitaba para acabar las obras de los bungalows, que por cierto se atrasaban temerariamente.
El día y hora previsto, el personal que se hallaba a las órdenes de Ramón, estaba atento a lo que surgiera con la llegada del disc-jokey y su comitiva.

Sin cocinero, ya que desistieron de la cocina, todos los empleados asumirían el papel de camareros. Pusieron una tarima al pié del frontón, con una mesita, una silla, un micrófono y un foco.
Era para la escueta escenificación de los monólogos que por aquél tiempo realizaba el cómico Catalán Joan Capri.
Su éxito, trascendió a la pantalla de TV donde le programaron un serial. Esto lo ejecutaría como showman el propio Ramón, en plan de amenizar la velada a las once de la noche, suponiendo que desde las diez, los clientes jóvenes y menos jóvenes habrían roto hielo, con unas copas y preparándose para después de la actuación con un monólogo de los conocidos de Capri, pasar al desenfreno habitual de los bailes “agarraos”.

Puntual fue Argimiro, acompañado de unos setenta jóvenes de ambos sexos. Los recogió con una furgoneta en un recorrido por lugares de su conocimiento frecuentado por juventud ansiosa de marcha. Les prometía diversión y bebida gratis si le seguían a C`an Regalesia. Los que carecían de transporte, subían a su furgoneta, los demás en comitiva, le siguieron en sus coches.
Lo que le gustó a Argimiro, fue la facilidad de aparcamiento en la urbanización. Según su visión era un tanto favorable a sus intenciones.
Para mí, aquello prometía. De la urbanización se presentaron una treintena de personas curiosas para ver lo que sería una fiesta fin de semana, más o menos como lo fue la noche de San Juan, pero con “marcha”.

Un centenar de clientes, ya llenaban bastante las instalaciones. Y me enorgullecía de la iluminación del jardín y del efecto de la luz salida por debajo de la acera del bloque Gemini I, que parecía flotar sobre un mar de hierba y flores.

Me alarmé cuando Argimiro me indicó que debía darle cien pesetas por cada cliente arrastrado por él y que además les suministrara un botellín de refresco gratis a cada uno.
El negocio, estribaba en el alcohol y otras “hierbas”. Aquí sí que aluciné, sin necesidad de “hierbas”.

La velada no niego que amena lo fue. El griterío a cielo abierto, se oía desde la carretera a medio kilómetro de distancia. Los altavoces con el chim-pun chim-pun, no cesaban.
Ramón tuvo sus veinte minutos de actuación en la que se logró un silencio inusitado, con aplauso final, demostrando que bien podía dedicarse también a la farándula.

Luego, los altavoces reanudaron el baile, con lo que la cancha de tenis y frontón, se abarrotó por la invasión de los jóvenes. Pero eran muchos más que el centenar inicial. Por lo visto los noctámbulos de la carretera, oyendo la jarana, se sumaron a los setenta aportados por Argimiro.

A la media noche propuse al disc-jockey que anunciara el fin de la velada.

-¿Está Ud. loco?. Esto ha de durar hasta la madrugada bien entrada.
Tierra, ¡Trágame!. ¿Así actúa la juventud?. Sin trato previo puntualizado, saliendo al paso de los avatares improvisando y chantajeando a todo quisqui que se le presentara. En ningún momento, imaginé que diera Argimiro por sentado que la prueba simulacro a que se refería, llevaba consigo tal cantidad de disparates, según mi concepto, claro.

Me retiré abatido al chalet con Tere que estaba levantada con los niños en su compañía.

-Carlos, esto es insufrible. ¿Cómo van a poder dormir los niños con tal algarabía y con la música tan alta?. ¿Has pensado en el resto de colonos que también tienen niños?
-Tengo que soportarlo hoy por un mal entendido, pero al despedirse a las tres supongo, ya le anunciaré a Argimiro que no hay trato. Algo como hoy todas las semanas, pudiera ser negocio para el bar, pero un desastre para Santa María.
Las tres de la madrugada. Aún restaba medio centenar de jóvenes, más bien bebidos. Mientras Argimiro recogía su material y anunciaba los últimos compases por los altavoces, me dispuse a saldar cuentas, agradeciéndole su labor, pero que no entraba en mis cálculos tal tipo de festejos.
No me dio la oportunidad de rechazarle. Fue él que se despidió.

-Mire Don Carlos, para que esto resultara, debería ampliar el recinto por lo menos uno o dos solares adyacentes y ajardinarlos adecuadamente, con setos de separación. Luego disponer de una decena de camareros y media docena de personal de seguridad. Al menos tres personas dispuestas como showman, no una sola. Y establecer un proyector fijo para pasar diapositivas a la pared del frontón como pantalla gigante.
Tampoco está de más un par de técnicos de mantenimiento y cuatro personas para la limpieza.
Luego en el local de juegos, expedir adminículos como souvenir, preservativos y drogas.
Y la primera planta, habilitarla para uso de alquiler por horas. Cuando tenga esto dispuesto, hablaremos, que lo único acertado es el alejamiento del casco urbano y la cantidad de calles para aparcar. Aquí, menos de quinientos clientes por noche, no me parece rentable.
Así, que me guardé mis opiniones y acepté que sus impresiones debían ser las acertadas, por lo que no seguiría con tal empresa.
Esto me decidió a vender el complejo por lotes y cuanto antes. De ninguna manera podía permitir que alguien usara los apartamentos y el restaurante con una función distinta a la concebida.

Parejas perdurables (continuación 61 a )

El viaje de inauguración del flamante camión estaba resultando un éxito.
Desde Linares comunicó Raúl el camionero, que iba de vacío al salir de Madrid, pero que cargaba género en Linares para traerlo a Granada. Se desviaba de la ruta, pero saldría lucrativo. De Granada descargó y cargó para Córdoba. Y por último nos llamó desde Huelva con la carga prevista a punto, pero que se desviaría en su regreso para cargar en Toledo, el resto de carga útil.

Según lo previsto, en quince días había realizado el itinerario sin contratiempos y con unos ingresos nada despreciables.
Las gambas y langostinos, pudimos ponerlas a precio competitivo y animó a nuestros vendedores.
Llamé a Prat para que diera su opinión sobre la experiencia. Le satisfizo.

Puestos ya a inventos, le sugerí que aserrara también las gambas, cabezas incluidas. ¿Podría imaginar lo sustanciosas que serían las croquetas de marisco?.

La felicidad suele durar poco. No tardaron en salir competencias de croquetas por doquier.
Nos visitó un vendedor de Picasa. Por lo visto una empresa reciente en la fabricación de platos precocinados. Nos dio a probar sus croquetas.

Ignoraba que el acuerdo con Barcelona, le dejaba fuera órbita. Sin embargo, las probamos y la verdad, no diferían mucho de las de Galicia. Casi tuve la impresión que procedían de Galicia a granel y embolsadas con su marca.

De todos modos pintaba mal el asunto. Si se invadía el mercado con multitud de marcas de croquetas, o nos las comíamos los mismos que las distribuíamos, o se realizaba una gran campaña fomentando adicción a las mismas, por un público que empezaba a comulgar con el congelado.
Esto último se realizó indefinidamente por parte de todos los fabricantes.

Prat me dijo, que debíamos aprovechar la red de distribución, ampliada a Catalunya entera. Y como novedad, agregar nuevos productos a nuestra lista de ofertas. Se trataba de la mantequilla de una empresa de la Cerdaña, que empaquetaba pastillas individuales para servicio en bares y hoteles restaurantes, además de las clásicas de 125 y 250 gramos.

Como la mantequilla no precisaba congelación, era un plus atractivo para los vendedores y que no ocupaba cámara. Sin embargo lo más interesante fue la de oferta a las Discotecas y restaurantes del whisky de Chequers.

Hice esfuerzos para hallar el excelente buqué de tal licor y jamás lo conseguí.
Estaba acostumbrado a saborear Brandy, que era el Coñac español. El aroma que se desprendía de las barricas de madera en que se crió, me cerró el gusto para cualquier otro tipo de aguardiente. Ni el Coñac francés ni ningún tipo de whisky pudieron variar mi gusto.

Pero no se trataba de mi gusto sino del negocio. Me comunicaron los entendidos, que Chequers, estaba a la altura de los más acreditados y que los usuarios sí lo apreciaban. Por aquél entonces, circulaban marcas medianas como Johnny Walker, y J&B, pero la excelencia debió ser Chivas.

Los catadores, en las discotecas, no se tomaban una sola copa, sino que a través de la velada normalmente de varias horas, consumían una tras otra.
Y como las copas de las marcas primeras, salían a un ojo de la cara, normalmente el negocio estribaba en ofrecer al público adicto segundas marcas con un precio notoriamente inferior.
Y aquí resultó que con el Chequers, varias pruebas confirmaron su preferencia a cualquiera de las segundas marcas, comparándose con las primeras. Y el precio lo podíamos rebajar hasta casi el 50%.
Esto evidentemente, predecía otro éxito comercial. Máxime cuando las botellas, llevaban tapón irrellenable.

Los usuarios desconfiaban de las botellas abiertas no ante ellos, de que el contenido fuera el anunciado por la botella. Por eso se inventó el tapón irrellenable. La botella una vez vacía, había que desecharla por vacía realmente.
Las marcas que servían así, tuvieron también su demanda espectacular. Y Chequers era una de ellas.

-Carlos, por cada caja de chequers, te suminstraré tres de Sheldon. 
-Y esto ¿qué es, otro whisky?
Por lo visto así era pero éste no tenía tapón irrellenable y era muchísimo más barato. Como el 30%. Y recomendaba que se vendiera al comerciante sin ninguna clase de publicidad, casi de incógnita.

-¿Es tan barato por llevar tapón de plástico?
-No, lo es por servir para rellenar las botellas de Chequers.
-Pero ¿no son irrellenables?.
-Claro sin embargo a los clientes de cinco cajas de chequers, se les regala el aparatito de rellenar tapones irrellenables y éstos seguro que por las cinco cajas de chequers, luego hacen un pedido de quince de sheldon.
No entendía nada. Mi ignorancia supina venía de lejos. Nuestros tiempos de noviazgo, yo con Tere y mis colegas con sus respectivas, quedaban muy atrás. Lo último que conocimos como sala de baile moderna, fue lo que llamaban salas sicodélicas. Precursoras de las actuales discotecas, pero ni allí existía tal profusión de consumos alcohólicos y mucho menos de drogas.

Pero bueno, todo es empezar y por lo visto se empezó fuerte a nuestras espaldas.
Contó Prat, que él sí conocía este mundillo, que la botella se abría o llevaba abierta con el rellenable virgen. Se servía a todo el que lo pedía por primera copa. La misión del camarero, era ver lo animados que estaban los clientes, para suministrarles de la botella que perdió la virginidad, con el relleno de sheldon.

Según se comprobó, el usuario después de la segunda copa, era incapaz de reconocer marca alguna.
Y era la propia expendedora de chequers, la que disponía de esta contramarca de un cosechero cercano a su factoría desconocido y al que le adquiría toda la producción sin aguardar años de envejecimiento.

Pero a todo esto, perdimos contacto con Raúl, que nos tuvo en vilo más de un mes.




Parejas perdurables (continuación 61 b )

Picot llevaba el control del segundo recorrido por las provincias Hispanas. Le costó una semana organizar cargas y descargas, conjuntas para nosotros y para Prat.
Luego a la partida de Raúl, le encareció que se comunicara desde cada punto de suministro, por si se debía alterar el itinerario programado.
También le comentó, que aún no tenía concertado el de regreso, pues esperaba respuestas de los clientes.

-No se preocupe Ud. Me encargo yo mismo de concertar in situ, el servicio de transporte
.
Parecía que teníamos ya una organización en marcha y en manos de un espabilado transportista, que velaba por el negocio y por su propio interés en alcanzar la propiedad del frigorífico.
La primera semana de recorrido, hacia Huelva, transcurrió a la perfección. Picot, calculó que ya teníamos cubiertos los gastos de ida y vuelta y que restaba el negocio a obtener por la carga propia y los servicios aleatorios que surgieran.

La última llamada de Raúl la realizó desde Malagón, dónde no se le esperaba. Dijo que tenía una carga para Granada y que luego ya iría a Huelva.
En una semana no recibió Picot comunicado alguno. Llamó a Granada, donde le dijeron que Raúl partió sin carga alguna, ya que ellos solo recibieron la carga de Malagón. Pero que se veía a un transportista muy ufano con su camión y su acompañante.

-¿Qué acompañante?.

Le notificaron que a una mujer de mediana edad, la presentó como su ayudante y por lo visto, debía ser muy eficiente.
Picot se dedicó durante tres días más haciendo llamadas a los posibles clientes, ignorando todos ellos su paradero. Al fin en Cádiz, le dijeron que le dieron carga para Almendralejo, pero que no iría hacia allá de inmediato. Tendría el camión cargado un par de días.
Ya no le localizó en Almendralejo, ni en ningún lugar más.
Picot lo comentó con el encargado de la cámara.

-Oye, ¿sabes algo de tu padre?. No consigo localizarle y además por lo visto viaja 
con una mujer.

-¡Ah, ya!. Se llevó a mi madre. Le hizo mucha ilusión acompañarle por España. Ella 
jamás salió de Girona.

Esto no lo esperaba ni Picot ni yo, ni nadie. Raúl se creía ya autónomo consumado y propietario del camión.
Agotó el mes de viaje de novios, que fue en realidad lo que propuso a su mujer. Ellos no lo tuvieron al casarse y esta oportunidad no podía desaprovecharse.
Se disculpó exponiendo sus razones y mitigando su mala acción, presentando una liquidación por los servicios prestados en el recorrido que él mismo tomó, con unos resultados económicos excelentes.
No volvería a suceder esta insubordinación, de manera que esperaba le encomendaran el tercer viaje.

Picot tenía unos viajes comprometidos, con los que esperaba consolidar su faceta de armador de camión con pescado congelado, emulando a los armadores de barcos para pesca en la Mar.
Le entregó la nueva ruta a Raúl, pero con reticencia. Discutimos el tema y estábamos de acuerdo que la situación era delicada, pero que debíamos prescindir de él y buscar otro empleado.

Esta vez, a partir de última entrega y carga, enmudeció. No solo no llamaba, sino que se ignoraba dónde pudiera hallarse. Una semana después, alguien vió nuestro camión aparcado cerca de su hogar. Al llamar a su casa su mujer dijo que estaba de viaje, por encargos urgentes.

Otra semana desaparecido y repitió la función. Esta vez el camión no se hallaba por las inmediaciones de su domicilio, ya que sabía que le buscábamos.
Pedimos a un investigador privado que lo localizara y lo detendríamos.

-¿Con qué cargo?.

Tenía razón el investigador, estábamos en la cuerda floja. Se escurriría con tremenda facilidad. Ni era robo. Ni insubordinación, ya que tenía un contrato de opción de compra, ni otro delito de los que se le pudiera imputar previsto por la ley.
Lo consulté con Rodriguez.

-Carlos sigues con tu racha de panoli. ¿Cómo se te ocurrió a un subordinado entregarle documentación y llaves de un camión, junto a una opción de venta?’.
Cuando le caces, tendrás que dialogar y si te hace alguna entrega metálica te habrá hundido. Y si no se la aceptas, será él que os demande a vuestra empresa de Congelats.
Teníamos pues todas las de perder. Estaba claro que él hacía negocio con el camión, mientras nosotros pagábamos las cuotas mensuales del mismo al banco.

En Cataluña, actos así los catalogan en:
“Ser Cornut i pagá el beura”. (Ser cornudo y además pagar la bebida).

Siguió con razonamientos y recomendó la mejor solución, al saber que nosotros teníamos el duplicado de llaves del camión. Estar atentos a su próxima aparición. El detective, avisara a cualquier hora de la noche en que localizara el camión y alguien de nosotros se lo llevara a Barcelona.

Eso hicimos y a la mañana siguiente, Raúl, veía visiones. ¿Dónde estaba el camión?. Le costó reaccionar, ya que no podía venir a nosotros con explicaciones obvias. Pensando que le cazaríamos en su casa, se ausentó un día, pero por fin determinó realizar la denuncia por robo del camión, a la policía. Era lo que esperaba Rodriguez.

-Ahora, es él el que tiene el problema y ante el Juez, tendrá que sacar a relucir el trato privado y su poco ortodoxa actitud. Por descontado le será difícil compensar los perjuicios que podréis achacarle. Mejor que para cuando llegue el día de la vista del caso, tengáis el camión vendido con subrogación de la deuda con el banco. Él no podrá cumplir y su contrato será nulo.

 De ésta salimos pues medianamente bien librados, pero el camión a nuestro nombre, ya no duró otro mes. Aunque pareciera mentira, lo vendimos por importe mayor al coste, incluídos los gastos bancarios.

Finalizada la aventura, me sometía al juicio de Tere, narrándole de pe a pa lo acaecido. Al pertenecer al negocio de congelados que para ella estaban lejos de su quehacer con los niños y con Danta María, se lo había ocultado simplemente por omisión.
Y ahora aguardé lo que ya sabía, que me diría....

-Pero Carlos..........