domingo, 5 de febrero de 2012


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 6

Salimos ya del camino sin rasguños perceptibles. Y eso por la óptima calidad de la pintura que los alemanes imprimían a sus coches Mercedes. Con las que se utilizaban en los de fabricación española, cualquier roce con el ramaje de aquél bosque, hubiera dejado su huella.

Esta vez, atravesamos Vielha, tomando la carretera que nos llevaría al Lago San Mauricio en el Parque de Aigües Tortes.

En un punto indeterminado la carretera bordeaba la montaña con una gran cuneta.
En ella en cascada caían las aguas de la fusión de nieve. Como el Mercedes no disponía de aire acondicionado, el aire caliente entrando por las ventanillas hacía más irresistible el calor veraniego. Y la carrocería ardía.
Tanto Tere como yo sudábamos la gota gorda. La visión de aquella cascada de agua, nos representó la imagen de una ducha original.

Paramos justo a su inicio, colocando el capó bajo las aguas, salpicó de tal modo, que perdimos la visión del parabrisas y a toda prisa cerramos ventanillas.
Salí del coche, me quité la camiseta y gocé asimismo del refresco improvisado.

-Sal Tere, esto es una ducha gratuita y oportuna.

-¿Cómo salgo?. La puerta no tiene espacio. Si abro, rozaré la pared y penetrará el agua al coche.

Tuvo que salir por la puerta del conductor, pero además a ella no le apetecía despojarse de la ropa para ducharse.
El agua de la cuneta, atravesaba la carretera y se unía a un torrente con bastante caudal. Poner los pies allí sí que le sedujo, aunque resbaló y ya era innecesario tomar precauciones para no mojar la falda. El baño le salió completo incluso empapando su ropa interior.

-Si avanza un poco, podré poner también mi vehículo a refrescar.

Se trataba de un turista que compartía nuestra idea. Avancé unos metros, soportando el Mercedes la caída de aquellas aguas por su parte trasera, en tanto que el recién llegado se colocaba en mi puesto anterior. 
También salieron sus ocupantes, y se montó allí una tertulia de gozosos veraneantes. Carcajada va, carcajada viene, demoramos allí la estancia, no sin temer que podíamos entorpecer el paso a la posible circulación de otros vehículos.

Sin aguardar mudar la ropa, subimos al coche, reemprendimos la marcha y tras cruzarnos con un par de poblados de montaña, no pude resistirme a una invitación.
A nuestra derecha, un rótulo rústico, con una flecha indicativa, anunciaba
 “ Dolmen a 3 Km”.

-¿Qué haces Carlos?. Que esto es otro camino que acabará mal.

-Esta vez no Tere. Si lo anuncian será por cuanto el vial será apto, aunque como camino.

Pedregoso lo era. Con muchas curvas también y con tramos de pendiente fuerte más aún. Pero al menos su ancho de cuatro metros no disminuía.

-Y ¿si se les ocurre a más viajeros subir por aquí, o los que klo hayan hecho quieran bajar?.

-Siempre pones pegas. Así no iríamos a ninguna parte. Tanto un caso como otro, tenemos tiempo de hacer una maniobra de medio aparcamiento. Nadie recorre estos caminos a mayor velocidad. Es lógico, estar prevenido.

Sin novedad llegamos al promontorio donde se podía aparcar y desde allí contemplamos el Dolmen.















La verdad, quedamos decepcionados. Teníamos la idea de los monumentos megalíticos mediante una concepción infantil. Los imaginábamos colosales. Al menos que tuvieran una altura bastante superior a la de una persona y que la losa que cubriera los pilares pudiera albergar a unos cuantos hechiceros practicando sus cánticos.

Pensándolo ya viendo la realidad, aquello que debieron erigir los pobladores de la edad de Piedra, resultaba ya una proeza colosal.

Se calcula que unos tres mil años a.c. los pobladores de estos parajes podían disponer de pocos más útiles que los conocidos de la edad de piedra. Y aunque fuera elevar aquellas moles de cientos de toneladas sobre unos pies derechos asimismo de gran tonelaje a más de un metro de altura, su realización, debía haberse ejecutado con inteligencia y cooperación del grupo humano.
La prueba del mérito queda demostrada en que este tipo de monumentos proliferan descubiertos y datados a miles de años de ser erigidos, sin detrimento alguno.

En cierta ocasión un descerebrado, para llamar la atención derribó uno de ellos, mediante una grúa. Costó mucho tiempo después, mediante la maquinaria moderna, colocar de nuevo la losa en su lugar.
Nuestros edificios actuales y monumentos, no serán capaces de resistir tantos milenios.
Visto el Dolmen, regresamos sin tropiezo alguno, a pesar de temer hallar más visitantes por el camino. 
Para finalizar la aventura atravesamos  el Parque Nacional de Aigües Tortes contemplando el Lago de Sant Maurici.





El recorrido, nos plació a los dos y nos abrió el apetito. Tal como prometí a Tere comimos y nos quedamos en un hotel donde pernoctamos.
Lo bueno quedaba para la mañana siguiente. Nos dirigiríamos a Torreciudad.