jueves, 5 de enero de 2012


Parejas Perdurables (Continuación 81 )

Estaba dando vueltas a lo comentado por Carrión, sobre la Urbanización Santa María, relativo a la isla mayor enclavada en Cubera.

Deduje que se procedía allí también a una reparcelación, dividiéndola en dos islas al ser atravesada diagonalmente, con una calle en proyecto. Y no se hablaba de ningún PERI. Era decisión, a dedo.

Como mis problemas en Tarter ya me distraían suficiente, postergué ahondar en este nuevo de Cubera, para cuando me hallara con ánimos suficientes para encararme con el Ayuntamiento.
No se trataba de un Alcalde ahora, pues el que me dio guerra sin cuartel, ya se perdió en el olvido. En todo caso, serían reminiscencias por intereses de alguien para obtener ignorado beneficio.

Así fue, pues años después, al decidir mi intervención renovada, supe la razón y su procedencia. Una aberración, de despropósitos continuados, que colea aún en la actualidad.

Al verme con Carrión en el Tarter, le confesé que tenía mis sospechas de lo que estaba ocurriendo con Santa María, por lo que aguardaría unos años más antes de reemprender acciones.

-Debemos concentrarnos en activar el desarrollo de Tarter. No es suficiente una campaña publicitaria, debemos realizar mejoras ostentosas y ofrecer motivos lúdicos para los posibles clientes.

-El Alcalde, propuso que con los jóvenes colonos de Tarter, formáramos un equipo de fútbol. Los fines de semana, también vendrían para practicar el deporte, los jóvenes de las distintas entidades que formaban el Municipio.

-Sí, no está mal. Un aliciente para las familias que nos visitan, pero aún son muy pocos los jóvenes asiduos en acudir los fines de semana, nos pasamos entre niños, menores, y los ya maduritos en exceso.
-Los vendedores, ya se apuntarían. A ellos les viene de perillas.

Así fue. El equipo de vendedores con su cabecilla Roano y su segundo Pelón, fueron los organizadores de equipos para entreno los fines de semana. Improvisaron una Competición Tarteros- Vecinos, para finalizar al tiempo que se iniciara la temporada de cacería. Prácticamente, serían los mismos componentes, futbolistas  y cazadores.

-      -Tere, los niños ya tendrán mayor aliciente en Tarter. Verás como al final les entusiasmará.

-     - No a mí. Cuando ya teníamos amistades en Santa María y nos desenvolvíamos con verdadero placer disfrutando de juegos, reuniones y un magnífico paisaje marino, nos internamos en un bosque, lleno de peligros y aislados del mundo civilizado.


-   - Hija, no te pases. Ya viste como lo transformé. Aislados no lo estamos. Tienes el coche que te regalé para que puedas sin ninguna dificultad acudir a mercados, o tiendas de los pueblos vecinos. Está avisado el farmacéutico y el médico más cercano. Recibirás el correo a diario durante el verano.

Efectivamente, en aquellos días, ya tenía buen cariz la urbanización. Lo que le faltaba aparte del suministro eléctrico por no haberse inventado aún, eran los teléfonos móviles, o celulares. Claro ahora, con los Ipod, también resultan obsoletos.

Y  la torre que inauguraríamos, estaba verdaderamente enclavada en un entorno de espesura boscosa.
Para su construcción, talé y limpié un mínimo de terreno, imprescindible para formar un jardín y una barbacoa.

Al eliminar considerable cantidad de pinos concentrados, su estado raquítico, no me causaba piedad ni desazón, pero uno, a un metro de los cimientos proyectados, parecía destacar de entre sus hermanos, con un cuerpo visible de pino añoso, y ramaje exuberante.

Hice un cerco a su alrededor, lo podé y procedí a defenderle de inclemencias meteorológicas, supliendo sequía por riego moderado.
Me lo agradeció un par de años, pero al tercero, con el ánimo compungido, no tuve más remedio que proceder lo mismo que anteriormente hice con sus congéneres: Talarlo.

Se convirtió en un hermoso gigante cuya altura doblaba la del tejado de la torre. Sus ramas, de grosor considerable barrían las paredes al movimiento inducido por el viento y deduje que sus raíces no visibles, eran las que resquebrajaron la acera alrededor del chalet, levantándola y amenazando hacer lo mismo con los cimientos.

Aquél invierno, aún preferimos no estrenar el chalet de Tarter. Lo haríamos al final de curso. Los niños invitaron a sus amigos para que les visitaran.
Ya vendí la torre de Pierola y lo más práctico para los fines de semana, resultó alquilar un apartamento en Castelldefels, a dieciséis kilómetros de Barcelona, lo que era un paseo.

La sorpresa inicial de hallar uno a primera línea del mar a tan bajo precio de alquiler, se desvaneció, al segundo día de su ocupación.

-Carlos, es raro que un apartamento en sexto piso de altura dominando el maravilloso panorama Mediterráneo, nos lo alquilen tan barato.

-Lo atribuyo a que le sacarán partido en verano, por eso nos cobra por adelantado dos meses. Seguro que al vencimiento nos pedirá otro precio.

No era exactamente esto. La prueba es que nuestra segunda ocupación, ya que era de fines de semana, fue la última.
Rehusamos reclamar dinero alguno, ya que lo pagado por anticipado, según trato, no admitía devolución.

El primer sábado llegamos a tomar posesión del apartamento, a medio día. Mientras los niños jugueteaban por las inmediaciones, Tere, tomaba posesión de su reino culinario. Le ayudé a preparar algunos canapés mientras ella procedía a cocinar un suculento caldo reconfortante. Era apetecible, dada la humedad fría reinante como era natural en invierno frente al mar.

La tarde la disfrutamos, paseando por una playa sin alma viviente.
Por la tarde, acudimos al único bar que abría en invierno. Charlamos con el dueño, que se lamentaba de la tremenda diferencia entre una temporada invernal y la veraniega. No se atrevía a amplir el negocio, que le comportaba más personal fijo y que no rentaba durante siete meses al año.
Se extrañó que fuéramos inquilinos del edificio de marras. Sin embargo, no hizo comentarios.

Después de ver la tele en la habitación, nos dispusimos a dormir en los tres dormitorios que disponía el apartamento. Nos distribuimos ocupándolos, además del sofá cama del comedor-sala de estar.

De dos en dos, copábamos su capacidad, ya que J.C. iniciaba su prevista emancipación, quedándose en Barcelona, a sus anchas.

Las doce de la media noche, en edificio desocupado, a una altura del suelo de veinte metros, el ulular del viento encogía el alma.

Bueno, también hacía que te agarraras bien a la pareja que brindaba calor y seguridad. Muy bien. A dormir, o lo que sea.

Diez minutos después al ulular del viento, se sumó el tintineo de unos vasos sobre la mesita de noche. Y un ligero temblor, acusado por la lámpara colgante. Y un traqueteo ruidoso, claro procedente del paso de un mercancías por las vías del tren a treinta metros de distancia del edificio por su parte trasera.

-Niños, no tengáis miedo, esto es por retumbar el traqueteo del tren hasta la altura en que nos hallamos. Dormid tranquilos.

Veinte minutos más tarde se repite la función. Nos volvimos a despertar todos. Y siguió una y otra vez.
Contamos once pasos de trenes ascendentes y ocho de descendentes. Los mercancías aprovechaban sus viajes nocturnos por ofrecer menos impedimentos a los trayectos diurnos turísticos.

No resistimos la segunda semana, y preferimos quedarnos en Barcelona, cambiando hábitos.



Parejas Perdurables (Continuación 81 a)

Al restaurar viviendas antiguas al pié del castillo, una higuera estorbaba, impidiendo una necesaria ampliación. La vimos decrépita, aunque con alguna rama llena de vigor y el tronco desde su emerger del suelo con visibles raíces, era corpulento pero parcialmente dañado.

Sabía de la extrema resistencia de este frutal. Y después de lo experimentado con el pino levantando la acera y cimientos de la torre, me temí lo peor.

Procedí a su tala incluso eliminando el tocón a ras, aserrando el máximo de raíces visibles. Como pareciese una extinción total del arcaico árbol, procedí las obras, pensando en que a su término el lugar ocupado por la higuera, sería el garaje de nuestros vehículos y almacén de áperos, herramientas y maquinaria.
Al siguiente año, me llamó la atención el resurgimiento de la higuera. Las raíces se engrosaron y extrañamente revitalizaron a un nuevo brote.

Repetí mi labor “arboricida”, al asesinar a aquel neonato árbol, excavando una profundidad de medio metro eliminando raíces. Sabía que esto era utópico, pues las raíces de una higuera, lo mismo abarcan un recinto de varios metros, como cientos.
Esto lo sabía desde mi tiempo de levantamientos topográficos en fincas rurales. Me contó un lugareño el litigio que tuvo con su vecino por culpa de una higuera cercana a su linde.

Había empleado un capital en la construcción de un pozo en su campo de secano, sin hallar agua. Para que no resultara baldía  la labor realizada, lo utilizó como aljibe, ya que las lluvias eran escasas.
El tercer año, el aljibe perdía agua, por lo que su nivel no subía por más lluvia que lo alimentara. Al reparar las grietas, vio la causa. Una raíz de higuera se metía por las grietas del cemento.
Y no había más higuera en lontananza que la del vecino a más de cien metros del aljibe.

La discusión fue por cuanto las leyes de buena vecindad en predios agrícolas, prohíben mantener arbolado de savia dulce, a menos de veinticinco metros del linde vecinal y aquella higuera, se hallaba a escasos seis.
Sin embargo reconoció que el problema hubiera sido el mismo de cumplir con lo reglamentado, ya que a la higuera, ni cien metros más la hubieran impedido que fuera a beber del manantial apetecido, cuando en su alrededor dominaba la sequedad. Eso sí, quizá hubiera tardado algunos años más en conseguirlo.

Con esta experiencia en mi memoria, una vez descalzadas las raíces  aserré las diversas ramificaciones en esta profundidad.
A continuación, empleé varios litros de ácido sulfúrico, para cicatrizarla y luego, al hoyo de medio metro, le vertí doscientos kilos de concreto.

Una vez fraguado el relleno del hoyo, nivelé el suelo y lo dejé apto para enlosar, cosa que estaba tentado de realizar por mi mano prescindiendo de los albañiles.
Le conté a Tere lo avanzadas que estaban las obras y que a partir del verano ya podíamos ocupar lo que llamé Torre Pairal por haberle habilitado doce dormitorios. Como si de un hotel se tratara.

Pensaba en que los amigos de de nuestros hijos, usualmente invasores del hogar en Barcelona, podrían por invitación, también visitarles en Tarter pasando la noche si se terciaba.

Era curioso como los compañeros colegiales de nuestros hijos eran asiduos también en sus juegos en nuestro hogar. Jamás al revés.
Posiblemente la razón estribaba en que con nosotros, veían una continuidad del colegio más animada, además que de un espacio mayor que el disponible por ellos ellos en sus casas.

-Este sábado, Carrión nos invita a la comida inaugural del Restaurante. Y la paga él. Su mujer hace de cocinera y su hijo de camarero. Carrión, de Barman y maitre. Un acontecimiento.

-¿Pensaste en el destino del Restaurante?. ¿De qué se nutrirá, durante el tiempo que se precise antes no sea conocido y acudan clientes?.

-Carrión, lo administrará mientras yo busco a alguien interesado, al ver su puesta en marcha. Y de ser necesario, le ofrecería al posible regente, la casi gratuidad del local durante diez años, o venta por un valor simbólico. Lo que interesa es dar vida a la Urbanización.

La comida inesperadamente, resultó mucho mejor de lo razonable.
Entre mi familia, la de Carrión y otros catorce comensales desconocidos, nos hallábamos como si de un restaurante normal se tratara, con veintiséis personas ocupándolo, mediante doce mesas.
Y el hecho de haber diseñado el edificio con aseos exteriores y otros interiores, daban prestigio a la Sala Comedor, cuya única conexión con el resto de dependencias, era la barra frente a la entrada.

Felicité a Carrión por haber superado la prueba. Había ubicado en la cocina a otras tres encimeras para proceder a la elaboración del menú. Ayudó a su mujer una cocinera Gallega, esposa de uno de los comensales. Y también me di cuenta del aumento de neveras al lado de la barra. También el menaje, era nuevo.
Total, aquello sería objeto de una factura de la cual Carrión no hizo mención.

-¿Qué te pareció Tere?, ¿No ves futuro al Restaurante?.

-Muy lejano, pero no a manos de esa mujer.

-¿Qué quieres decir?. La cocinera gallega solo era provisional para el evento.

-No. La mujer de Carrión, no me da buenas vibraciones

A mí, ni fú, ni fa. A quien tenía que satisfacer aquella mujer, era a su marido y por lo visto, se entendían a la perfección. El trato yo lo tenía con Carrión, no con su mujer, pero ya Tere me puso la mosca tras la oreja.

Nuestra relación empezó a agriarse, al presentarme dos meses después, en pleno verano y con una incipiente asiduidad de clientela, una factura de material de menaje y aparatos culinarios adquiridos sin consulta alguna.

-Lo menos que podía haber hecho era que pretendía dotar al restaurante de este menaje y aparatos, máxime cuando no son de importe baladí.

-Don Carlos, tenga en cuenta que redunda en el negocio. Al fin y al cabo este material es suyo.

Cuando lo supo Tere, volvió al ataque.

-¿Te sorprende?.Es su mujer que le induce actuar así. Mejor te liberes de ellos.

-Pero, Tere, es que se trata de mi brazo derecho aquí en el Tarter. Si le doy un ultimátum, me expongo a depender directamente del equipo de vendedores. Serían ellos los que se moverían para buscar un regente del Restaurante. Y para ello, no tengo más remedio que ir a declarar la obra nueva Notarialmente y segregarla del resto de finca matriz.

Decidido, me presenté a la Notaría del vecino Pueblo, al que concentraba las operaciones de Tarter.

-Don Carlos, esta redacción de límites ¿es correcta?.

-Pues sí Señoría, le acompaño la escritura de la finca matriz.

-Tendrá que modificar algo de estos datos, pues el Registro de la Propiedad, así, no se lo aceptarán. Son una duplicidad de propiedad.

-¿Cómo?. Si las únicas segregaciones con declaración de obra que llevo realizadas, no son más que las torres de planta baja y lo próximo será un grupo de pareados. ¿A cual duplicidad se refiere?.

-Pues los datos idénticos que un tal Carrión, trajo a favor de su mujer.

¡¡¡ Ya….!!!