lunes, 25 de julio de 2011

Parejas perdurables (continuación 50 )

Parejas perdurables (continuación 50 )

Me extrañó al regresar de la Urbanización en día laboral a media tarde, ver a tres "gachís", llamativas jóvenes, solicitando autostop. No era mi intención parar, pero el titubeo, alegró a las niñas que me vitoreaban.
Curioso, paré y les pregunté a que obedecía el teatro que armaban.

- Por favor, debemos estar antes de dos horas a Barcelona, que nos contratan de Gogó. Si no llegamos a tiempo, perderemos la oportunidad.

-¡ Ah!. Pues.....¿Donde quieren que les deje?.

No me atreví a tutearlas, ni tampoco hacerles un desplante. Se sentaron las tres en los asientos traseros, montando una algarabía con una serie de grititos que debían formar parte de su original actuación preconcebida.

Para mí ajeno a este mundo que surgía de la farándula, era una novedad. Claro, ahora viene a ser un oficio más. ¡ Como cambia todo!.

Por mostrar gratitud, me soltaron el rollo de su vida. Yo, alucinando. Aquellas chiquillas, de no más de diecinueve años, parecía que disponían de experiencia mundanal muy superior a la mía casi doblándoles la edad.

Para no dar demasiadas pistas sobre mí, puse la radio, buscando música. Una de las emisoras, estaba haciendo publicidad de "Los Ángeles de San Rafael".
Iba a cambiar de emisora, cuando con voz grave, el locutor daba una noticia, fuera de programa por el drama ocurrido.


Era una Urbanización de las enésimas habidas por el suelo Hispano. Llevaba unos meses anunciándose y prometiendo una inauguración Oficial sonada, al finalizar las obras de su Restaurante.

Por lo visto, era hoy. Segovia, pillaba muy lejos de las Urbanizaciones de Cataluña, por lo que para mí carecía de interés, esta nueva urbanización de Ángeles, así como para los posibles clientes de la mía.
Iba de todos modos a buscar música cuando las niñas se interesaron por lo que podía decir el locutor.

No me esperaba aquello. Por lo visto la cubierta de la sala del restaurante, era aún provisional.
Cuando los cientos de comensales entre los cuales, políticos de la localidad y altos cargos del Gobierno como garantes de la importancia del evento, se hallaban a medio ágape, la cubierta se desplomó sobre sus cabezas.

Aunque se siguió una investigación que involucró a bastantes personajes, en definitiva el causante del desastre era Gil y Gil, por imprudencia temeraria. De postergar la inauguración, hasta la consolidación de la obra, tal suceso se hubiera evitado.

Sin embargo, tal como indican los artículos de la prensa, barato le salió al ser condenado por tiempo mínimo, e indultado casi de inmediato.

En el futuro , siendo alcalde de Marbella y presidente del Atletic de Madrid, protagonizó una serie de afers de los que asimismo iba saliendo indemne. Pero como todo tiene su fin, también un buen día le alcanzó a él. Eso sí, muchos años después.

Las chicas hicieron sus comentarios a los que me involucré, trascendiendo mi inevitable inquina contra personajes irresponsables. Y lo clásico de que siempre pagan justos por pecadores. ¿Cuantos de los comensales, se hallarían allí, cumpliendo su cometido honrado?.
Representantes de Organismos Oficiales, invitados de honor, familiares, incluso los sirvientes camareros, los reporteros, y un nutrido número de fotógrafos y visitantes.

Llegando ya a Barcelona, reemprendieron su charla, como si de nada se hubieran enterado y me pidieron apearse en la Diagonal. ¿Dónde actuarían?. Quise saber, pero por lo visto esta pregunta, provocaba una respuesta peor clasificada que la de averiguar la edad de una Sra. otoñal.

Pasé por el despacho, donde me aguardaba impaciente la Secretaria.

-Dejé sobre su mesa, una nota urgente de la Notaría, para que les llame cuanto antes.

Todavía pude localizar al pasante de la notaría.
Mala noticia. Me daba la opción de anular la compra-venta del edificio de San Juan de Malta.

Al traer el gestor las escrituras para liquidar Hacienda, se comprobó que las notas registrales, se hallaban afectas por un embargo millonario.
Aquella nota, estaba registrada con una antelación de diez minutos respecto mi declaración de compra.
O sea, si quería anular las cargas anteriores, debía sumar ésta, no prevista. Y no se trataba de una minucia. Por ello, el Notario, se ofrecía a anular la operación si ello era de mi interés. Claro que los gastos Notariales, serán dobles, pero los casi tres millones de la operación, quedaban en suspenso.

Aturdido, indiqué que dilataba la decisión en tanto no hablara con mi abogado.

-Carlos, veo tan mal anular la operación como la de demandar al vendedor.

Fue el consejo de Rodriguez y me explicó el porqué.

Comprendió que el vendedor jugó con mayor astucia de la imaginable por mi cándida visión. Estaba bien aconsejado por el acompañante al que no dimos importancia. El embargo lo tenían para presentar al Registro en cuanto le interesara. Y le interesaba, que figurara una vez se hubiera realizado la transacción, visto que los gravámenes eran asumibles dando un bajo precio de venta.
Así, una vez comprobada por nosotros la existencia de las únicas cargas confesadas, el astuto vendedor, inscribía su nueva carga, antes de llegar mi escritura del Notario.

Rodriguez explicó: Opción de anulación. Gastos notariales por duplicado. Pérdida del millón en metálico entregado a mano.
Esta opción derivaba en dos otros supuestos. Demandar al estafador, con pleito largo, ya que se defendería procurando desvirtuar el hecho. Con gastos y años de pleito.
O dejarle en paz, tras intentos de recuperación por las buenas, previsiblemente sin éxito.

Opción seguir el curso normal de la inscripción de la compra-venta.
Apechugar con esta carga, liquidando con demora su importe. Hasta que no saliera a subasta, también podían pasar años. Incluso en este caso, como propietario, sería el postor de la subasta preferente.

Me pareció que la solución menos mala, era la de olvidar a este desaprensivo que habiéndosela jugado a Gómez, consiguió impasivo repetir suerte conmigo.

Cariacontecido, salí del despacho, pensando en la cara que debía mostrar a Tere.
Justo. Le contaría lo de las niñas y lo de Gil y Gil. Haría unos cuantos aspavientos que parecerían dirigidos a tal personaje, cuando a mi fuero interior los dirigía al estafador del edificio de San Juan de Malta.


Parejas perdurables (continuación 50 a )

Aquella noche, no dormí apaciblemente, más bien me lo pasé agitado y memorizando el estado de cuentas bancario. Mi intención era llevar contabilidad separada para cada tipo de negocio, pero conseguirlo, debía ser imposible.
Me di cuenta que cuando no eran las ayudas a Robino, debía hacerlas a Gómez, o tenía que cancelar pólizas de Usama. Y para postre, no podía seguir sin declarar asignación por Administrador de la Sociedad constructora. La declaración de renta, tenía que hacerla aparte. Y con cualquier cantidad fija que me auto asignara, causaría temporadas de números rojos a la sociedad. No había manera de lograr remuneración fija, dependiendo de negocios que a intermitencias se descapitalizaban.

Me veía obligado de nuevo a aportar al banco, papel comercial guardado para suplir la inversión del millón estafado.
Dudaba entre entregar todo el acumulado, ponerlo a descuento, y olvidarme por una temporada del plus del coste que tendría que pagar por un edificio, que a saber cuándo podría venderlo.

……Sí. Eso era, llamaría a Robino y ya podía anunciar la venta. ¿Pero, qué estaba pensando?. En la revista para jóvenes fans de grupos musicales, ¿cuántos interesados a adquirir un edificio afectado por el Ayuntamiento y reservarlo como inversión de capital aparecerían? Obviamente ninguno. Y una campaña por la prensa, saldría prohibitiva. No se trataba de vender pisos normales. Solo servía este edificio para capitalistas de verdad, sin ningún apuro en sacar pronto líquido.

Otra opción, sería poner la adquisición como soporte del nuevo balance a presentar al banco. Lo dejaría en garantía y abriría nuevas cuentas para cada negocio, responsabilizando a los contables de una primaria administración.
Estaba dispuesto a cancelar aquellos que me siguieran complicando las cantidades destinadas a las obras en Santa María.
A la mañana siguiente, puse las decisiones consultadas con la almohada, en práctica.

Rodriguez, dio su aprobación, a pesar de que él perdía pingües emolumentos por las demandas previsibles a las que desistía.
Asigné un contable a Robino, no viendo en él gran entusiasmo. Y al contable del negocio de Modas, le sometí a prueba. Tendría que consultarme cualquier gasto extra que le propusiera la Sra. Conchita. No podían exceder los gastos al setenta por ciento de lo facturado.

Entregando al banco todo el papel comercial y el nuevo balance, al director se le abrieron unos ojos como platos. Buen negocio para él, y al traste mis deseos de escabullirme de las financiaciones.

Otro día, de regreso de la Urbanización, una vez más llegué a la dichosa barrera bajada en Sitges y con muchos vehículos formando caravana. Mientras aguardaba proseguir, un individuo pidió que le llevara a Barcelona. No era que lo pidiera muy cortésmente, pues ya abrió la puerta trasera para subir.
Cogido por sorpresa, no me opuse. Sin embargo, me llamó la atención, de que se sentaba como escondiéndose, apartado de la ventanilla.
No tuve tiempo de iniciar conversación, cuando otro individuo, escudriñaba por la ventanilla, para asegurarse de que subió alguien conocido.

-¿Adónde vas?. No te presentaste a la comisaría.

Evidentemente, eran conocidos, aunque no sabía hasta qué punto.

-No. Tengo un recado urgente y ya pasaré más tarde.

-Que sea antes de las ocho. Y recuerda que no puedes alejarte.

Entendido. Un policía de la secreta, vigilando a un delincuente con la provisional. Se me acabaron las ganas de entablar conversación. ¿Estaría yo, ayudando a escabullirse a un fichado?. Simplemente le pregunté donde se apearía.
A todas luces desistió de su primera idea, y dijo que en Castelldefels. A saber si para desviar la atención, ya que el policía tomó mi matrícula.

Libre de él, me juré que debía tomar la drástica decisión de no aceptar polizones a bordo jamás. Aunque esta decisión, no siempre pude cumplirla, como la vez que me endosaron a un accidentado.

Ocurrió unos meses después cuando por la mañana dirigiéndome a Santa María, antes de cruzar Sitges, también había una retención en la circulación, pero no por la barrera. Los vehículos reemprendían marcha lenta, parándose en un punto unos instantes y luego seguían su marcha sin más.
Llegando yo al punto misterioso, un joven, viendo que viajaba solo, abrió la puerta trasera mientras me conminaba que trajera al accidentado que entre dos compañeros estaban acomodando en los asientos posteriores, hasta el Hospital de Sitges, a unos quinientos metros de distancia.
Cerraron la puerta dejando al accidentado solo y urgiéndome ingresarle en el Hospital.

Muy desmejorado, el pasajero involuntario, indicó haber sufrido un accidente con moto, pero apenas tenía ánimos para detallar. Por suerte estaba bien anunciado el Hospital con el indicativo de Urgencias.
Ayudé a apear al accidentado y dos enfermeras con una silla de ruedas, se lo llevaron sin más. Iba a comentar mi inocencia, pero no hizo falta. Estaban alertadas del accidente, por lo que no perdieron tiempo en inútil conversación.

Por la tarde a mi regreso, volví al Hospital para preguntar por el estado del motorista.
Palidecí, cuando supe que por un desprendimiento de escroto, nada pudieron hacer allí carentes de medios sofisticados por lo que se lo llevaron con una ambulancia a Barcelona y a estas horas, temían el desenlace fatal.

Solo faltó la noticia por radio de los comentarios sobre RUMASA y el Banco Atlántico, al que estuve a punto de acudir. Por lo visto, iba saliéndome por los pelos de fregados nada usuales a los ciudadanos medios. Agoré mi futuro con macabra frialdad.
Un día me pillaría el toro sin ser San Fermín. Me estaba derrumbando síquicamente, ante tantos avatares indeseables y que en atención a la sique de Tere, iba guardándome para mí. Callaría los eventos desagradables ya que nada serviría ponerla al tanto de mis miedos.

Al llegar al hogar, esta vez los niños pudieron jugar conmigo. Era pronto, pero Tere tenía que darme otra mala noticia: La sirvienta, nos dejaba.


Parejas perdurables (continuación 50 b )

Este era otro problema que teníamos como una espada de Damocles constante, amenazando el desenvolvimiento normal de las actividades familiares.
La primero solución de urgencia era la de pedir el socorro de la "suegra", que en mi caso siempre la consideré como mi segunda madre.

Tere, en el mercado, en las tiendas habituales incluso en el colegio, daba voces a la espera de obtener pronta respuesta.
En esta ocasión obtuvo la respuesta en la abacería. Una señora le comunicó que le enviaría alguien que justo se hallaba libre.

Estaba muy nerviosa Tere. No podía acudir su madre por otros menesteres y ella no veía cómo traer los niños al colegio, hacer la compra preparar la comida y de nuevo recoger a los niños.

Yo me hallaba sumido en un maremágnum contable para cuadrar los apuntes bancarios. Tenía que cubrir cantidades importantes, que me hacían émulo de los prestidigitadores.

Lo que temí siempre, era que los constantes trasiegos de capital de unas cuentas a otras para tenerlas siempre cubiertas, evitando rojos, me complicaban enormemente la lectura de cual negocio era rentable y cual lo era menos.

Aquella mañana no podía de ningún modo hacer de niñero. Urgía traer papel al Banco
Exterior e ingresar un talón al Banesto, en tanto que al Industrial de Cataluña, le aportaría lo recaudado por Robino. Luego cubriría la cuenta destinada a Usama, con mis talones del Bco. Exterior. Total la mañana perdida, sin siquiera poder pasar por el despacho.

Absorbido en este quehacer estaba en la sala después de desayunar y Tere intentó llamarme la atención.

- Carlos, voy a llevar a los niños al colegio. De un momento a otro llegará la nueva sirvienta, que básicamente hará de cocinera. Le dije ayer que viniera a primera hora, pero se hace tarde. Dile que empiece por la cocina y que al regresar de acompañar a los niños, ya ultimaremos el trato.

Se iba Tere, cuando oí que llamaban a la puerta.

-Menos mal, debe ser ella.

Seguí pues con lo mío muy absorbido con las cuentas. Ni me dí cuenta del tiempo que transcurría, cuando oí una voz:

- Señorito, voy a buscar mis pertenencias y vuelvo enseguida.

Sin levantar la cabeza absorto en los números , le dije que bien.

Casi ya terminé la organización bancaria del día, cuando de nuevo se me llama la atención, esta vez era Tere.

- Carlos ¿dónde está la sirvienta?.

-¡Ah!. Dijo que recogería sus pertenencias y volvía enseguida.

- Pues muy lejos debe tenerlas ya pasó una hora.

Lo cierto es que no la volvió a ver. Echando cuentas aquella sirvienta, batió el récord de efímera permanencia en nuestro hogar. Calculamos que nos duró quince minutos. Los justos para lavar los platos y hacer un recorrido visual por la casa, dándose cuenta de dónde realmente se había metido.
Un hogar con cinco dormitorios, amplio salón, cocina doble, tres cuartos de baño, terraza con tres máquinas lavadoras secadoras y una cantidad de armarios con la ropa para siete componentes de la familia que debió marearla.

- De momento, Tere, no te preocupes, no iré al despacho hoy. En cuanto termine con el recorrido bancario, iré yo a recoger a los niños y a lo mejor esta tarde ya podrá venir tu madre.

Pero el problema subsistía, sin embargo la misma tarde recibió a la Srta. Rabasa, recomendada por la monja del colegio. Se trataba de una chica educada en ambiente monacal, por estar con las monjas de custodia adesde la separación de sus padres. No quiso convivir con ninguno de ellos, prevaleciendo su voluntad ya que era mayor de edad.

Contra lo imaginable, resultó otra de las excelentes sirvientas, que duró bastante y se hizo querer por los niños peques ya que para ellos fue una eficiente maestra.

Pero nada de cocina. Una nulidad. Con tal que le resolviera los demás quehaceres del hogar, Tere se dio por satisfecha, motivando que a partir de esta etapa, se convirtiera en cocinera consumada. Aún no se estilaba lo de los platos prefabricados, ni congelados ni nada de la comida rápida usual de nuestros días.