VIVENCIAS DISTORSIONADAS
VIVA EL REY
Barcelona, 21 Diciembre 1995
– Con la prisa que me angustiaba, sólo faltaba aquella concentración tumultuaria. Podía tratarse de una asonada, contra los abogados. Los presuntos manifestantes, invadían la totalidad del cruce adyacente al edificio del Colegio de Abogados. Sería curioso contemplar la respuesta al conflicto, por parte de quienes cumplen tal función profesionalmente.
En este caso, la protesta podría llegar a mayores, pues el edificio de enfrente, cuartel de la Guardia Civil, se veía, protegido por cuatro números de la Benemérita, ostentando sus metralletas. Y otros más distribuidos por los límites de la masa humana concentrada.
No era eso todo. Media docena de Urbanos y Mossos de Esquadra, gesticulaban de la manera, que se suponía serviría para dirigir el tráfico. A todas luces, lo entorpecían. Seguro que de actuar con el método habitual de dar paso alternativo en el cruce, a la circulación de vehículos, no se hubiera formado tal barullo. Coches aparcados en las aceras, unidades policiales obstruyendo salidas, vehículos mal colocados, con puertas abiertas en medio del cruce, formaban parte del anárquico panorama.
Si hubo un accidente, no se veían accidentados. Descartaba la posibilidad de que ambulancias y grúas hubieran ya realizado su trabajo. Pero quizá el gentío debía realizar las usuales cábalas sobre la culpabilidad del conductor temerario. Tanta policía y agentes de tráfico, indicaba algo inusual. Quizá el accidente, trascendió en reyerta, involucrando a los transeúntes. De ser así, pronto llegaría la unidad celular, para llevarse a los revoltosos.
Un atraco, parecía desmesurada imprudencia por parte de los protagonistas. En Barcelona, existen cientos de lugares más discretos para actuar con tiempo sobrado para desaparecer antes de la llegada de las fuerzas del orden. En este emplazamiento, no precisaban acudir: ¡ Allí estaban ¡.
Casi tuve que pedir permiso para atravesar la turba ocupante de la calle. Al llegar al recinto de entrada del Colegio, me topé en el mini patio, con los primeros Togados. Formaban corros apretujados, conversando animadamente. Ocupaban la mitad izquierda del recinto. De tratarse de la asonada, raro resultaba que acudieran tantos letrados para la defensa y además con los atuendos reglamentarios propios del Juzgado.
En la mitad derecha del recinto, asimismo a rebosar de paisanos, reconocí a unos cuantos políticos y al President de la Generalitat. Aquello ya era demasiado. Imposible imaginar que clase de conflicto se cocía. Como el tiempo me apremiaba, me abrí paso entre los togados, no sin cierto forcejeo por lo prieto de la concentración. Pedí disculpas por pisotones involuntarios.
Traspasado el umbral del edificio, me temí lo peor. Se trataría de alguna Convención, por lo que las oficinas se hallarían cerradas al público. Esto sí, me contrariaba. Un mes tardé en decidir esta visita, para obtener este fallido resultado. Más de un mes debería transcurrir para disponer de otra oportunidad.
Otro corro de Togados en tertulia amigable, ignoraba mi presencia. No vi ujier alguno. La mesita adosada a la pared lateral, desierta sin informador. Enfrente el ascensor, sin ascensorista. Falta absoluta de rótulos indicativos de las dependencias. Total: mi desorientación absoluta.
Me daba reparo interrumpir la conversación, al corro de togados, pero no vi alternativa. Fue merced a un tímido toqueteo al hombro de uno de ellos, cuando obtuve audiencia.
Las oficinas, se hallaban a la salida del edificio principal, a unos treinta metros a la derecha. Y, sí. Estaban abiertas el público, incluso hoy, que esperaban la inminente llegada de S.M. El Rey. Asistía a la conmemoración del centenario de la Institución. ¡ Ya ¡.
Pensándolo bien, así, todo encajaba. Disculpándome, me dirigí al umbral de la salida, con pequeño rellano de cinco peldaños. Era un perfecto otero, desde el cual divisé a mi derecha los togados formando una línea ordenada y silenciosa. A mi izquierda dando frente al pasillo creado, los Políticos. El camino por tanto lo tenía expedito. Sin embargo tal consideración, no era pleitesía a mi persona. Vi, la comitiva de coches oficiales detenida donde antes hubo el barullo de vehículos y defensores del orden. Se apeaban las Personalidades invitadas. Un cordón de agentes, contenía a la muchedumbre. Preferencia absoluta para los recién llegados.
El General del Ejército de Tierra, era el primero. Le seguía el Arzobispo, y ya abrían la puerta del vehículo de La Armada…….
Mi descenso por la escalinata, fue ligero, pero no lo suficiente para eludir el topar justo en el límite del recinto, con la mano del General, que me ofrecía como saludo y credencial. Atónito, víme a mí mismo, dando excusas por involuntaria intromisión, a él y seguidamente, repetir que no era yo ningún maestro de ceremonias al Arzobispo y reiterarlo a cada nueva Personalidad, hasta S.M. El Rey….
El titubeo, duró una fracción de segundo. Devolví el saludo, con aparente aplomo, pero acto seguido, me escurrí entre los cámaras de TV, en un regate propio del mejor futbolista. De haber seguido en mi posición de maestro de ceremonias, ¿qué hubiera dicho yo a la recepción de la última visita?. -¡ Viva El Rey ¡. Una cálida ovación, se oyó en este instante, por apearse Juan Carlos I, acompañado del Príncipe Felipe. Las cámaras de TV y los espectadores, se hallaban absortos en el recibimiento. En tanto, pensé que allí había un gran fallo de Seguridad. Podía yo, haber dejado mi maletín portafolios, debajo la mesa de recepción. Ahora, aguardaría a que Juan Carlos traspasara el umbral del vestíbulo y una leve presión al mando a distancia, saltaría el maletín por los explosivos, llevándose por delante al Rey y comitiva. ¡ El Rey ha muerto ¡. ……… ¡VIVA EL REY ¡
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