Parejas Perdurables II parte. ( 9 )
-¿Cómo se portaron los nenes?.
Preguntamos a la abuela. Nuestro regreso a Barcelona fue precipitado, pues Tere padecía en la estancia en el balneario, por el desenvolvimiento de los niños con su abuela.
-Contad a los papás las excursiones que hemos hecho al Parque.
La verdad es que lo pasaron de maravilla, malcriados hasta lo indecible. La abuela, les traía el desayuno en cama. Les colocaba los calcetines, y en volandas, los llevaba al aseo todas las mañanas, les proporcionaba juguetes que una y otra vez desperdigados por el piso, se los recogía ella misma para guardar.
Les ponía a la hora de comer, las cucharadas a su boca, les permitía gritar, saltar, correr por el pasillo a sus anchas, en fin……. El desmadre total, permitido.
En atención a sus desvelos, le propusimos que los días que nos quedaban, antes del regreso de los mayores en colonias, fuéramos todos a Palamós. Tere lo apetecía. Los efectos de abstinencia de aires marinos, con el calor veraniego, se le agudizaban.
Y que los fines de semana, viniera también la cuñada, cuyas vacaciones no podía realizarlas hasta setiembre por imposición de su empresa.
En esta ocasión, Tere disfrutó la estancia en playas de la Costa Brava, con intensidad. La mejor niñera, su madre, nos acompañaba complaciendo a la familia entera.
Por mi parte, creí oportuno enseñar a nadar a la pequeña, pues era la que faltaba para este aprendizaje y a sus cinco años, ya tocaba.
Lo que ocurrió, es que no se comportaba como anteriormente lo hicieron sus hermanos. En cuanto no hacía pié, se me agarraba al cuello como una lapa.
No había manera de que me soltara por más que le prometía agarrarla yo para que flotara. El forcejeo lo vio Tere que automáticamente vino a llevársela.
-Carlos, no la obligues. Cuando le apetezca, se atreverá.
Así fue. Días después tras contemplar como su hermano sin miedo alguno realizaba chapuzones y se adentraba al mar, con cierta lejanía de la playa, ella misma se atrevió. Luego ya me pidió, que realizara mi enseñanza de nadar y hacer el “muerto” por si se cansaba.
No duró la placidez veraniega, para mí. Aquél primer sábado que vino Conchi, mi cuñada, me intranquilizó. Dijo que tuvo una llamada de los vendedores de Tarter, por averías en las instalaciones que suplieron contratando a un fontanero electricista.
Tuve que contactar con ellos. En aquél tiempo, contactar con una urbanización, sin teléfono fijo, era complicado. La era de los inalámbricos se iniciaba, pero nadie de allí disponía de ninguno. Vista esta carencia, ahora, treinta años después, se hace incomprensible. Raro es quien no dispone de su propio celular. Mejor aún de su calculadora con un Ipod. Innecesarias las cámaras, merced a estos modernos adminículos dotados además del acceso a internet.
Dejé recado a las oficinas, para que llamaran al teléfono público de Palamós a determinada hora de la tarde.
No nos pusimos de acuerdo en la manera de resolver problemas que a la postre su resolución se cargaría íntegra a mi cuenta.
Los pocos días que quedaban de vacaciones, la familia los disfrutó, pero yo lo pasé mal por la intranquilidad sobre los problemas que se me presentaban en el Tarter y más por tener que disimular con sonrisas y parabienes a la familia, evitándoles a ellos mi preocupación.
La petición por parte de los colonos, se acentuaba. Exigían disponer de la electricidad directa con la compañía y que se les facturara el agua de acuerdo a su consumo real.
Por aquél tiempo no había más de ochenta propietarios con su chalet construido. Por el contrario eran un centenar los adquirentes de terreno sin edificar y que se hallaban aún en curso sus plazos mensuales.
Lo que requerían, eran empresas suministradoras que contrataran los servicios con ellos individualmente.
Ninguna empresa estaría interesada para una clientela tan exigua. Y si era yo quien debía atenderles, hasta ahora lo hacía con un canon trimestral por parcela que apenas me servía para atender las facturas de electricidad por FECSA.
Como la reglamentación estatal del uso y distribución de agua y electricidad, era altamente restrictiva, me impedía complacer a la vez las exigencias de los usuarios y las de Urbanismo.
No tenía más remedio que presionar al Alcalde, que de una vez por todas activara la legalización de Tarter, demostrando la influencia y eficacia de su Diputado. Durante siete años, había brillado por su ausencia.
El desencanto lo obtuve con el notición del Alcalde.
-¿Cómo se portaron los nenes?.
Preguntamos a la abuela. Nuestro regreso a Barcelona fue precipitado, pues Tere padecía en la estancia en el balneario, por el desenvolvimiento de los niños con su abuela.
-Contad a los papás las excursiones que hemos hecho al Parque.
La verdad es que lo pasaron de maravilla, malcriados hasta lo indecible. La abuela, les traía el desayuno en cama. Les colocaba los calcetines, y en volandas, los llevaba al aseo todas las mañanas, les proporcionaba juguetes que una y otra vez desperdigados por el piso, se los recogía ella misma para guardar.
Les ponía a la hora de comer, las cucharadas a su boca, les permitía gritar, saltar, correr por el pasillo a sus anchas, en fin……. El desmadre total, permitido.
En atención a sus desvelos, le propusimos que los días que nos quedaban, antes del regreso de los mayores en colonias, fuéramos todos a Palamós. Tere lo apetecía. Los efectos de abstinencia de aires marinos, con el calor veraniego, se le agudizaban.
Y que los fines de semana, viniera también la cuñada, cuyas vacaciones no podía realizarlas hasta setiembre por imposición de su empresa.
En esta ocasión, Tere disfrutó la estancia en playas de la Costa Brava, con intensidad. La mejor niñera, su madre, nos acompañaba complaciendo a la familia entera.
Por mi parte, creí oportuno enseñar a nadar a la pequeña, pues era la que faltaba para este aprendizaje y a sus cinco años, ya tocaba.
Lo que ocurrió, es que no se comportaba como anteriormente lo hicieron sus hermanos. En cuanto no hacía pié, se me agarraba al cuello como una lapa.
No había manera de que me soltara por más que le prometía agarrarla yo para que flotara. El forcejeo lo vio Tere que automáticamente vino a llevársela.
-Carlos, no la obligues. Cuando le apetezca, se atreverá.
Así fue. Días después tras contemplar como su hermano sin miedo alguno realizaba chapuzones y se adentraba al mar, con cierta lejanía de la playa, ella misma se atrevió. Luego ya me pidió, que realizara mi enseñanza de nadar y hacer el “muerto” por si se cansaba.
No duró la placidez veraniega, para mí. Aquél primer sábado que vino Conchi, mi cuñada, me intranquilizó. Dijo que tuvo una llamada de los vendedores de Tarter, por averías en las instalaciones que suplieron contratando a un fontanero electricista.
Tuve que contactar con ellos. En aquél tiempo, contactar con una urbanización, sin teléfono fijo, era complicado. La era de los inalámbricos se iniciaba, pero nadie de allí disponía de ninguno. Vista esta carencia, ahora, treinta años después, se hace incomprensible. Raro es quien no dispone de su propio celular. Mejor aún de su calculadora con un Ipod. Innecesarias las cámaras, merced a estos modernos adminículos dotados además del acceso a internet.
Dejé recado a las oficinas, para que llamaran al teléfono público de Palamós a determinada hora de la tarde.
No nos pusimos de acuerdo en la manera de resolver problemas que a la postre su resolución se cargaría íntegra a mi cuenta.
Los pocos días que quedaban de vacaciones, la familia los disfrutó, pero yo lo pasé mal por la intranquilidad sobre los problemas que se me presentaban en el Tarter y más por tener que disimular con sonrisas y parabienes a la familia, evitándoles a ellos mi preocupación.
La petición por parte de los colonos, se acentuaba. Exigían disponer de la electricidad directa con la compañía y que se les facturara el agua de acuerdo a su consumo real.
Por aquél tiempo no había más de ochenta propietarios con su chalet construido. Por el contrario eran un centenar los adquirentes de terreno sin edificar y que se hallaban aún en curso sus plazos mensuales.
Lo que requerían, eran empresas suministradoras que contrataran los servicios con ellos individualmente.
Ninguna empresa estaría interesada para una clientela tan exigua. Y si era yo quien debía atenderles, hasta ahora lo hacía con un canon trimestral por parcela que apenas me servía para atender las facturas de electricidad por FECSA.
Como la reglamentación estatal del uso y distribución de agua y electricidad, era altamente restrictiva, me impedía complacer a la vez las exigencias de los usuarios y las de Urbanismo.
No tenía más remedio que presionar al Alcalde, que de una vez por todas activara la legalización de Tarter, demostrando la influencia y eficacia de su Diputado. Durante siete años, había brillado por su ausencia.
El desencanto lo obtuve con el notición del Alcalde.
Parejas Perdurables II parte. ( 10 )
No hizo falta ir a ver al Alcalde. Vino a verme él, para decime que se temía que era el último año de su representación como Cabeza del Municipio.
Las elecciones estaban al caer. Tarter no era más que uno de los siete enclaves de población diseminado por el Municipio. Tan pocos habitantes moraban en sus masías, que se conocía todo el mundo. Sabía perfectamente que las encuestas apuntaban a que el nuevo Alcalde sería Pep. Nombre familiar de José.
No hizo falta ir a ver al Alcalde. Vino a verme él, para decime que se temía que era el último año de su representación como Cabeza del Municipio.
Las elecciones estaban al caer. Tarter no era más que uno de los siete enclaves de población diseminado por el Municipio. Tan pocos habitantes moraban en sus masías, que se conocía todo el mundo. Sabía perfectamente que las encuestas apuntaban a que el nuevo Alcalde sería Pep. Nombre familiar de José.
-¿Se refiere al granjero?.
-El mismo. Presentó mucho interés en que le nombraran y por mi parte, incluso le apoyo. Son veinticuatro años los que llevo en el cargo y ya es hora de dejar paso a la juventud.
-Bien está, aunque Pep no es que pueda llamársele joven. A menos que su interés venga influido por su hija.
Impensable cuando sostuvimos esta conversación, que realmente mi supuesto tomaría razón de ser, cinco lustros después.
Lo que me llevó a pensar que la vida de Pep, responsable de su granja con veinte vacas, tenía que ser muy sacrificada.
Un día nos invitó a Tere y a mí, a que pasáramos por sus establos. Nos daría a probar la leche recién ordeñada.
Le tomamos la palabra. Yo recordaba el sabor autentico de la leche cruda inalterada. Lo recordaba por mis correrías de infancia en mansiones rurales. Aquello, una vez conclusa la guerra civil, se acabó. Se obligó a vender la leche pasteurizada y había que hervirla antes de su consumo. Disfruté con la nata que hacía, pero el sabor de leche cruda recién ordeñada, ya no lo volví a probar.
Fue pues una alegría por mi parte, retroceder en el tiempo y saborear de nuevo leche vacuna al natural. En cambio Tere, tras disimular su repugnancia, deglutió un pequeño sorbo, se excusó y jamás quiso volver a saber nada de la leche sin tratar y sin hervir.
El ordeño, evidentemente, era manual. La masía tenía en todas sus instalaciones el regusto de lo rural de finales de la edad moderna.
Pero lo que nos sorprendió tanto a ella como a mí, fue que en el establo tuviera un tocadiscos.
-Tengo discos de música clásica y otros de ligera. No solo apacigua la música a las vacas, sino que se inquietan si las ordeñamos sin música. Y hay un grupo mayoritario que prefiere la clásica. Las demás no parecen ser tan selectivas.
Nos pareció un chiste, hasta que se prestó a demostrárnoslo. Al compás de una música sosegada, permanecieron inmóviles permitiendo el ordeño sin mugir. Sin la música, se movían, daban coletazos, e incluso el cubo receptor corría riesgo de ser pisoteado.
Pues aquél era el Pep que conocía y que por lo visto en adelante sería con quien debería tratar la legalización de Tarter.
Pensé que quizá siendo novel en tal puesto de responsabilidad, sería más activo con Urbanismo y lograría que la Administración, nos tomara en serio, beneficiándonos con servicios Municipales aunque nos costara impuestos por ello y por declaración Catastral.
Al mes siguiente, Pep era el nuevo Alcalde. Le felicité y le expuse la situación de la Urbanización, por lo que esperaba tomara cartas en el asunto, ya que Tarter disponía de más construcciones que los seis enclaves conjuntos del resto del Municipio. Y desde luego sobrepasaba ya el doble de habitantes de todo el Municipio, claro que solo fines de semana. Dados de alta en el censo, solo había dos familias.
Erré la presentación. Precisamente lo que yo consideraba como un beneficio para la Entidad rural, él lo consideraba un quebradero de cabeza.
Cada grupo de caseríos se dedicaba a una actividad específica. Unos eran granjeros como Pep, otros agricultores de cereales de campos con mediana extensión, otros apicultores, hortelanos, viticultores, todo lo que necesitaban era el suministro eléctrico y un pozo de agua en cada enclave.
Lo último como inicio de industrialización fue la instalación de lo que en aquellos días resultaba novedad en granjas avícolas.
Era idea del primo del ex–alcalde. Una nave con centenares de gallinas ponedoras, disponían del grano y agua automatizada, temperatura graduada y alumbrado nocturno. De los ponederos partían canales metálicos en pendiente que conducían por gravedad los huevos a unas cajas con cartones para ubicar veinticuatro huevos.
Un defecto no resuelto hacía que a veces algún huevo caía de punta, resquebrajando su cáscara.
Así como cada lunes llevaba al mercado las cajas de huevos en estos cartones almacenados, no le era factible con los resquebrajados, puesto que a diario los tenía que apartar para ofrecerlos a los vecinos a un tercio del precio normal.
Como paradoja, aquellos huevos “deteriorados”, eran los verdaderos “frescos" a consumir al mismo día de su puesta. Los “perfectos”, llegaban al mercado ya con una media de tres días de vejez y se vendían por un precio triple.
Nosotros fuimos adictos a tal suministro, gozando tanto de su precio como de su sabor, aunque para el propietario le resultara una merma en el negocio.
Sin embargo, no siempre disponía de huevos estropeados suficientes, para quienes se los demandábamos, cosa que a él le beneficiaba. En estas ocasiones adquiríamos de los enteros.
Viendo pues como el Municipio rural al que pertenecíamos los colonos de Tarter se administraba de manera extrema dispar, entendí la postura de Pep, al ser contraria a la del ex alcalde.
La oferta que obtuve a mi llegada, por parte del ex alcalde, me animó a promover la urbanización. Ahora, años después cuando casi la podía concluir a pesar de carecer del respaldo estatal Urbanístico, debía luchar por la oposición del nuevo Alcalde, igual que antaño sucedió con Santa María en Cubera.
Aquí, no tenía dificultad por culpa de intentos de prevaricación. Las dificultades eran reales por carecer este tipo de Municipios, de unas arcas que posibilitaran la realización de Plan General urbanístico.
Sin ello, Urbanismo, no permitiría siquiera la segregación de las fincas por superficies menores de once hectáreas. Y yo llevaba ya vendidas ciento cincuenta segregaciones de menos de mil metros cuadrados. Todo ilegal, pero consentido por el que fue responsable del Municipio.
Y debido a lo mismo, las compañías de servicios como agua y electricidad, tampoco podían intervenir como contratantes de usuarios ilegales. Tenía que ser yo, el único cliente y gratuitamente distribuir la energía y el agua.
Podía dejar de hacerlo, con lo que abortaba definitivamente a Tarter. Quedaría como uno más de los estafadores de tantas urbanizaciones a las que los promotores abandonaron sin realizar obra alguna, a pesar de que yo hubiera invertido todos los ahorros en las obras realizadas.
O, debía seguir atendiendo a mi costa tales servicios. Calculé que voluntariamente, serían pocos los que se avinieran a sufragar los gastos. Máxime cuando eran los menos quienes ya eran usuarios de la electricidad, por contra los que no. Asimismo unos disponían del agua para la vivienda, en tanto que otros la usaban para la vivienda y la piscina, con lo que el caudal de unos y otros no era comparable.
Luego la recogida de basura, empezaba también a ser otro problema, por el cúmulo captado en una zona que empequeñecía.
Teniendo todo en consideración, rogué a Pep, que solicitara catastrar Tarter y pedir la aprobación de unas Normas Subsidiarias de construcción, a las que adaptarnos con la venia de Urbanismo.
No de muy buen grado, Pep, dejó en manos del Secretario, para tal solicitud.
No tardaron los inspectores oficiales en iniciar los trámites. Basándose en mis planos de proyecto, desarrollaron las identificaciones con número catastral de cada parcela, a la que de entrada le imponían un valor con cuota anual imputable.
El desarrollo de las Normas Subsidiarias, ya sería más lento. Lo inmediato, era contribuir al Erario. De momento, esto no me solucionaba nada, en cambio sí me gravaba el mantenimiento de las instalaciones.
Mi resolución, en lugar de aligerar costos, los incrementó. Y ni aún así, satisfice a los colonos, viéndome obligado a instalar gratuitamente, contadores eléctricos y de agua a cada usuario para control de consumo.
Y ni eso, fue suficiente.
-El mismo. Presentó mucho interés en que le nombraran y por mi parte, incluso le apoyo. Son veinticuatro años los que llevo en el cargo y ya es hora de dejar paso a la juventud.
-Bien está, aunque Pep no es que pueda llamársele joven. A menos que su interés venga influido por su hija.
Impensable cuando sostuvimos esta conversación, que realmente mi supuesto tomaría razón de ser, cinco lustros después.
Lo que me llevó a pensar que la vida de Pep, responsable de su granja con veinte vacas, tenía que ser muy sacrificada.
Un día nos invitó a Tere y a mí, a que pasáramos por sus establos. Nos daría a probar la leche recién ordeñada.
Le tomamos la palabra. Yo recordaba el sabor autentico de la leche cruda inalterada. Lo recordaba por mis correrías de infancia en mansiones rurales. Aquello, una vez conclusa la guerra civil, se acabó. Se obligó a vender la leche pasteurizada y había que hervirla antes de su consumo. Disfruté con la nata que hacía, pero el sabor de leche cruda recién ordeñada, ya no lo volví a probar.
Fue pues una alegría por mi parte, retroceder en el tiempo y saborear de nuevo leche vacuna al natural. En cambio Tere, tras disimular su repugnancia, deglutió un pequeño sorbo, se excusó y jamás quiso volver a saber nada de la leche sin tratar y sin hervir.
El ordeño, evidentemente, era manual. La masía tenía en todas sus instalaciones el regusto de lo rural de finales de la edad moderna.
Pero lo que nos sorprendió tanto a ella como a mí, fue que en el establo tuviera un tocadiscos.
-Tengo discos de música clásica y otros de ligera. No solo apacigua la música a las vacas, sino que se inquietan si las ordeñamos sin música. Y hay un grupo mayoritario que prefiere la clásica. Las demás no parecen ser tan selectivas.
Nos pareció un chiste, hasta que se prestó a demostrárnoslo. Al compás de una música sosegada, permanecieron inmóviles permitiendo el ordeño sin mugir. Sin la música, se movían, daban coletazos, e incluso el cubo receptor corría riesgo de ser pisoteado.
Pues aquél era el Pep que conocía y que por lo visto en adelante sería con quien debería tratar la legalización de Tarter.
Pensé que quizá siendo novel en tal puesto de responsabilidad, sería más activo con Urbanismo y lograría que la Administración, nos tomara en serio, beneficiándonos con servicios Municipales aunque nos costara impuestos por ello y por declaración Catastral.
Al mes siguiente, Pep era el nuevo Alcalde. Le felicité y le expuse la situación de la Urbanización, por lo que esperaba tomara cartas en el asunto, ya que Tarter disponía de más construcciones que los seis enclaves conjuntos del resto del Municipio. Y desde luego sobrepasaba ya el doble de habitantes de todo el Municipio, claro que solo fines de semana. Dados de alta en el censo, solo había dos familias.
Erré la presentación. Precisamente lo que yo consideraba como un beneficio para la Entidad rural, él lo consideraba un quebradero de cabeza.
Cada grupo de caseríos se dedicaba a una actividad específica. Unos eran granjeros como Pep, otros agricultores de cereales de campos con mediana extensión, otros apicultores, hortelanos, viticultores, todo lo que necesitaban era el suministro eléctrico y un pozo de agua en cada enclave.
Lo último como inicio de industrialización fue la instalación de lo que en aquellos días resultaba novedad en granjas avícolas.
Era idea del primo del ex–alcalde. Una nave con centenares de gallinas ponedoras, disponían del grano y agua automatizada, temperatura graduada y alumbrado nocturno. De los ponederos partían canales metálicos en pendiente que conducían por gravedad los huevos a unas cajas con cartones para ubicar veinticuatro huevos.
Un defecto no resuelto hacía que a veces algún huevo caía de punta, resquebrajando su cáscara.
Así como cada lunes llevaba al mercado las cajas de huevos en estos cartones almacenados, no le era factible con los resquebrajados, puesto que a diario los tenía que apartar para ofrecerlos a los vecinos a un tercio del precio normal.
Como paradoja, aquellos huevos “deteriorados”, eran los verdaderos “frescos" a consumir al mismo día de su puesta. Los “perfectos”, llegaban al mercado ya con una media de tres días de vejez y se vendían por un precio triple.
Nosotros fuimos adictos a tal suministro, gozando tanto de su precio como de su sabor, aunque para el propietario le resultara una merma en el negocio.
Sin embargo, no siempre disponía de huevos estropeados suficientes, para quienes se los demandábamos, cosa que a él le beneficiaba. En estas ocasiones adquiríamos de los enteros.
Viendo pues como el Municipio rural al que pertenecíamos los colonos de Tarter se administraba de manera extrema dispar, entendí la postura de Pep, al ser contraria a la del ex alcalde.
La oferta que obtuve a mi llegada, por parte del ex alcalde, me animó a promover la urbanización. Ahora, años después cuando casi la podía concluir a pesar de carecer del respaldo estatal Urbanístico, debía luchar por la oposición del nuevo Alcalde, igual que antaño sucedió con Santa María en Cubera.
Aquí, no tenía dificultad por culpa de intentos de prevaricación. Las dificultades eran reales por carecer este tipo de Municipios, de unas arcas que posibilitaran la realización de Plan General urbanístico.
Sin ello, Urbanismo, no permitiría siquiera la segregación de las fincas por superficies menores de once hectáreas. Y yo llevaba ya vendidas ciento cincuenta segregaciones de menos de mil metros cuadrados. Todo ilegal, pero consentido por el que fue responsable del Municipio.
Y debido a lo mismo, las compañías de servicios como agua y electricidad, tampoco podían intervenir como contratantes de usuarios ilegales. Tenía que ser yo, el único cliente y gratuitamente distribuir la energía y el agua.
Podía dejar de hacerlo, con lo que abortaba definitivamente a Tarter. Quedaría como uno más de los estafadores de tantas urbanizaciones a las que los promotores abandonaron sin realizar obra alguna, a pesar de que yo hubiera invertido todos los ahorros en las obras realizadas.
O, debía seguir atendiendo a mi costa tales servicios. Calculé que voluntariamente, serían pocos los que se avinieran a sufragar los gastos. Máxime cuando eran los menos quienes ya eran usuarios de la electricidad, por contra los que no. Asimismo unos disponían del agua para la vivienda, en tanto que otros la usaban para la vivienda y la piscina, con lo que el caudal de unos y otros no era comparable.
Luego la recogida de basura, empezaba también a ser otro problema, por el cúmulo captado en una zona que empequeñecía.
Teniendo todo en consideración, rogué a Pep, que solicitara catastrar Tarter y pedir la aprobación de unas Normas Subsidiarias de construcción, a las que adaptarnos con la venia de Urbanismo.
No de muy buen grado, Pep, dejó en manos del Secretario, para tal solicitud.
No tardaron los inspectores oficiales en iniciar los trámites. Basándose en mis planos de proyecto, desarrollaron las identificaciones con número catastral de cada parcela, a la que de entrada le imponían un valor con cuota anual imputable.
El desarrollo de las Normas Subsidiarias, ya sería más lento. Lo inmediato, era contribuir al Erario. De momento, esto no me solucionaba nada, en cambio sí me gravaba el mantenimiento de las instalaciones.
Mi resolución, en lugar de aligerar costos, los incrementó. Y ni aún así, satisfice a los colonos, viéndome obligado a instalar gratuitamente, contadores eléctricos y de agua a cada usuario para control de consumo.
Y ni eso, fue suficiente.
Parejas Perdurables II parte. ( 11 )
La actitud de Roano, no me complació. Parecía en su tono al hablar como que me perdonaba la vida. Lo comenté con Tere.
-Temo que nuestro equipo de vendedores, se está yendo al garete.
Roano insiste en que debo legalizar la instalación total de la red eléctrica. Que se las ve y desea para apaciguar los ánimos de los parcelistas. Que exigen un suministro suficiente garantizado como les corresponde.
-Y ¿qué quieres?. Él vela por sus intereses. Cuantos más servicios disponga para ofrecer a los clientes, más fácil vender.
-Pero es que ningún contrato de venta, lo realicé bajo la obligación de darles tales servicios. Claramente lo dice en los contratos privados y en las escrituras Públicas, que se les vende el terreno en una ubicación de calle con una determinada superficie. Nada más. Lo que piden tienen que contratarlo y pagarlo a las empresas que lo ofrezcan.
-Pues entonces no te preocupes. Que busque él a la empresa que concluya tu trabajo. Tú, no te metas en más enredos.
-Si no me meto en Más enredos, es probable que retire su equipo de vendedores y además, impedirá que traiga yo a otro equipo, basándose en incumplimiento contractual.
-Ya sabes que estoy más que harta de sacrificarnos por esta dichosa Urbanización. Solo me faltaba enterarme de los rumores de una parte de vecindario, sobre nosotros.
-¿Qué dicen?.
-Nos tienen como explotadores de las débiles familias que son ellos, simples obreros empleados en empresas dónde también son explotados por sus patronos. A mí ya hay unas cuantas mujeres que hipócritamente me hacen la pelota y por detrás, me llaman despectivamente la “señorona”.
Parecía mentira que después de años de bregar para convertir aquél bosque en una urbanización asequible a clases medias, o bajas con posibilidades de ascender, hallándome a punto de conseguirlo, se mascara una rebelión.
-Carlos, esto te ocurre por vender barato y a largos plazos. Adquirieron las parcelas personas que realmente carecían de posibilidades.
-Pero si prescindía de vender barato, no hubiera vendido nada. A mayor precio, mayor exigencia en el estado de servicios.
No tuve más remedio que pactar con Roano. Le faculté para que procediera a vender solares de Santa María, ya que Carrión, se ausentó, no precisamente a las buenas. Además en pago a sus comisiones, vendí a Roano doce solares de Tarter, a bajo precio.
Con ello, por segunda vez, introduje competencia en mi propia urbanización. Inútil fue pactar que él, no vendiera sus parcelas hasta no haber agotado el centenar mío.
Se esmeró en realizar ventas de Santa María, muy bien valoradas. Con lo que obtuve de aquellas ventas, con abstención de pagarle comisiones y además hipotecar todas las obras que disponía en venta en Tarter, incluido el Restaurante, pude contratar la empresa ejecutora del tendido de baja tensión y liquidar lo que me restaba aún de la traída en Alta.
Como no hallé quien se interesara para realizar el suministro eléctrico, creé una Asociación de Vecinos, la cual presidiría a la espera de finalizar los trámites de legalización, que como ya sabía, se prolongaría muchos años.
La Asociación, la constituirían los parcelistas con titularidad legal y que cooperarían en los gastos de mantenimiento.
No podía exigir nada a quienes no se apuntaran voluntariamente y tuvieran su propiedad registrada.
La operativa abandonada de años de financiarme con créditos bancarios, resurgió atándome las manos nuevamente.
Se trataba de una instalación de tendido kilométrico, con profusión de farolas por las calles. Los millones que costó realmente, excedieron un treinta por ciento de lo proyectado. También por mi ciega confianza depositada en el proceder de la empresa contratada.
A pesar de las promesas por parte de los interesados en abonar lo que les correspondía, volvieron a fallar una mayoría. Las letras devueltas, llovieron. Justo las suficientes para de nuevo descapitalizarme.
Las cantidades por mensualidades de todas las hipotecas de Tarter, superaban los ingresos por ventas. Debía retrasar la ejecución de obras, en detrimento de la continuidad comercial.
Para superar el bache, ofrecí la instalación y red total de agua, a Cesc, el fontanero electricista habitual contratado para reparaciones de las instalaciones de Tarter.
Le pareció bien ya que sería él mismo quien seguiría con el mantenimiento, pero siendo propietario. Podía poner un cánon a los usuarios, a tenor de lo que marcaran los contadores que ya había yo instalado.
Fui al banco a cancelar varias hipotecas, trayendo conmigo el cheque de la venta de la instalación de agua, realizada ante notario.
Pedí el saldo para ver al sumar mi ingreso cuantas hipotecas restarían aún.
-Deme un extracto del último mes, que no me cuadra.
Me dirigía al empleado en ventanilla, ya que según mi cuenta, el banco me regalaba un millón cuatrocientas mil pesetas.
De ser aquél saldo bueno, unido a mi ingreso podía cancelar todas las hipotecas pequeñas. Solo me restarían las de los seis Apartamentos ISIS y el restaurante.
El empleado me dio el extracto, de varias páginas, ya que figuraban los ingresos por letras de los clientes así como todo tipo de pagos con los proveedores. El resultado, allí estaba, pero yo dudaba si faltarían pagos de facturas que aún no las hubieran cargado.
Al ser entretenido realizar tal comprobación, opté por sólo cancelar las que en principio tenía en mente. Luego en el despacho tranquilamente comprobaría cuales apuntes faltaban para cargar en cuenta.
¿A qué venían unas cantidades de importes variados que sumaban el millón cuatrocientas mil pesetas?. El extracto solo delataba ingresos en metálico. Y no tenía un solo cliente mío que me hubiera comunicado realizar estos ingresos, que a su vez debían anotarse a su cuenta extendiéndoles un recibo.
Al cabo de una semana intrigado aún, al pasar por el banco de camino a Tarter, insistí en que me dieran el dato de los ingresos misteriosos. No podían por haber sido realizados en metálico en diversos días en anteriores semanas.
Creí oportuno dejar pasar un mes y si no había ninguna anomalía, aplicaría aquella cantidad a cancelar otra hipoteca.
No cayó esa breva. A fin de mes, el director de una Empresa, que curiosamente tenía por nombre comercial mi apellido, seguido de la clásica S.A, reclamaba al banco por no habérsele atendido los cheques de las nóminas mensuales de sus empleados.
Recordé que algo semejante ocurrió en NewYork. años antes y que se dio a conocer por los medios.
Un jugador de la bolsa empedernido, operaba en varias sucursales bancarias para distribuir el dinero que jugaba, muchas veces de procedencia mafiosa.
Se sostenía por las ganancias que le reportaban las subidas y bajadas clásicas. Solía manejar cifras fuertes, hasta que una de las bajadas le arruinó.
O pagaba a los mafiosos, o debía atenerse a sus consecuencias.
Tan pronto se enteró de su pérdida total, pasó por las distintas sucursales para retirar lo poco que le quedaba y desparecer de N.Y.
Una de las sucursales, en lugar de darle por saldo una exigua cifra, se la daba millonaria, como las veces en que el negocio le fue boyante.
Se aseguró pidiendo en ventanilla un saldo autorizado en el impreso. Acto seguido saldó la cuenta y en lugar de desaparecer de N.Y. atendió a sus jefes y correligionarios.
El sobrante lo ingresó a nueva entidad.
Un año después, tuvo que presentarse ante el Juez asistido por un abogado. El banco le reclamaba la cantidad que retiró al saldar su cuenta, ya que la consideraba una estafa. Aquél dinero pertenecía a otra cuenta.
El abogado exhibió al Juez, la nota bancaria de saldo autorizado, con lo que no procedía tachar el retiro del efectivo de la cuenta como una estafa.
Una vez absuelto, su abogado presentó una demanda al banco por quebrantos y costos judiciales inferidos a su cliente. También obtuvo sentencia favorable, sin poder el banco recurrirla.
Pero aquí, no se trataba de actuar como espabilado. Las consecuencias de obrar de tal modo, a parte de conseguir un resultado judicial incierto, mi mala fama obtenida en un día, desprestigiarían a la buena de Tarter conseguida con mis esfuerzos de años.
La actitud de Roano, no me complació. Parecía en su tono al hablar como que me perdonaba la vida. Lo comenté con Tere.
-Temo que nuestro equipo de vendedores, se está yendo al garete.
Roano insiste en que debo legalizar la instalación total de la red eléctrica. Que se las ve y desea para apaciguar los ánimos de los parcelistas. Que exigen un suministro suficiente garantizado como les corresponde.
-Y ¿qué quieres?. Él vela por sus intereses. Cuantos más servicios disponga para ofrecer a los clientes, más fácil vender.
-Pero es que ningún contrato de venta, lo realicé bajo la obligación de darles tales servicios. Claramente lo dice en los contratos privados y en las escrituras Públicas, que se les vende el terreno en una ubicación de calle con una determinada superficie. Nada más. Lo que piden tienen que contratarlo y pagarlo a las empresas que lo ofrezcan.
-Pues entonces no te preocupes. Que busque él a la empresa que concluya tu trabajo. Tú, no te metas en más enredos.
-Si no me meto en Más enredos, es probable que retire su equipo de vendedores y además, impedirá que traiga yo a otro equipo, basándose en incumplimiento contractual.
-Ya sabes que estoy más que harta de sacrificarnos por esta dichosa Urbanización. Solo me faltaba enterarme de los rumores de una parte de vecindario, sobre nosotros.
-¿Qué dicen?.
-Nos tienen como explotadores de las débiles familias que son ellos, simples obreros empleados en empresas dónde también son explotados por sus patronos. A mí ya hay unas cuantas mujeres que hipócritamente me hacen la pelota y por detrás, me llaman despectivamente la “señorona”.
Parecía mentira que después de años de bregar para convertir aquél bosque en una urbanización asequible a clases medias, o bajas con posibilidades de ascender, hallándome a punto de conseguirlo, se mascara una rebelión.
-Carlos, esto te ocurre por vender barato y a largos plazos. Adquirieron las parcelas personas que realmente carecían de posibilidades.
-Pero si prescindía de vender barato, no hubiera vendido nada. A mayor precio, mayor exigencia en el estado de servicios.
No tuve más remedio que pactar con Roano. Le faculté para que procediera a vender solares de Santa María, ya que Carrión, se ausentó, no precisamente a las buenas. Además en pago a sus comisiones, vendí a Roano doce solares de Tarter, a bajo precio.
Con ello, por segunda vez, introduje competencia en mi propia urbanización. Inútil fue pactar que él, no vendiera sus parcelas hasta no haber agotado el centenar mío.
Se esmeró en realizar ventas de Santa María, muy bien valoradas. Con lo que obtuve de aquellas ventas, con abstención de pagarle comisiones y además hipotecar todas las obras que disponía en venta en Tarter, incluido el Restaurante, pude contratar la empresa ejecutora del tendido de baja tensión y liquidar lo que me restaba aún de la traída en Alta.
Como no hallé quien se interesara para realizar el suministro eléctrico, creé una Asociación de Vecinos, la cual presidiría a la espera de finalizar los trámites de legalización, que como ya sabía, se prolongaría muchos años.
La Asociación, la constituirían los parcelistas con titularidad legal y que cooperarían en los gastos de mantenimiento.
No podía exigir nada a quienes no se apuntaran voluntariamente y tuvieran su propiedad registrada.
La operativa abandonada de años de financiarme con créditos bancarios, resurgió atándome las manos nuevamente.
Se trataba de una instalación de tendido kilométrico, con profusión de farolas por las calles. Los millones que costó realmente, excedieron un treinta por ciento de lo proyectado. También por mi ciega confianza depositada en el proceder de la empresa contratada.
A pesar de las promesas por parte de los interesados en abonar lo que les correspondía, volvieron a fallar una mayoría. Las letras devueltas, llovieron. Justo las suficientes para de nuevo descapitalizarme.
Las cantidades por mensualidades de todas las hipotecas de Tarter, superaban los ingresos por ventas. Debía retrasar la ejecución de obras, en detrimento de la continuidad comercial.
Para superar el bache, ofrecí la instalación y red total de agua, a Cesc, el fontanero electricista habitual contratado para reparaciones de las instalaciones de Tarter.
Le pareció bien ya que sería él mismo quien seguiría con el mantenimiento, pero siendo propietario. Podía poner un cánon a los usuarios, a tenor de lo que marcaran los contadores que ya había yo instalado.
Fui al banco a cancelar varias hipotecas, trayendo conmigo el cheque de la venta de la instalación de agua, realizada ante notario.
Pedí el saldo para ver al sumar mi ingreso cuantas hipotecas restarían aún.
-Deme un extracto del último mes, que no me cuadra.
Me dirigía al empleado en ventanilla, ya que según mi cuenta, el banco me regalaba un millón cuatrocientas mil pesetas.
De ser aquél saldo bueno, unido a mi ingreso podía cancelar todas las hipotecas pequeñas. Solo me restarían las de los seis Apartamentos ISIS y el restaurante.
El empleado me dio el extracto, de varias páginas, ya que figuraban los ingresos por letras de los clientes así como todo tipo de pagos con los proveedores. El resultado, allí estaba, pero yo dudaba si faltarían pagos de facturas que aún no las hubieran cargado.
Al ser entretenido realizar tal comprobación, opté por sólo cancelar las que en principio tenía en mente. Luego en el despacho tranquilamente comprobaría cuales apuntes faltaban para cargar en cuenta.
¿A qué venían unas cantidades de importes variados que sumaban el millón cuatrocientas mil pesetas?. El extracto solo delataba ingresos en metálico. Y no tenía un solo cliente mío que me hubiera comunicado realizar estos ingresos, que a su vez debían anotarse a su cuenta extendiéndoles un recibo.
Al cabo de una semana intrigado aún, al pasar por el banco de camino a Tarter, insistí en que me dieran el dato de los ingresos misteriosos. No podían por haber sido realizados en metálico en diversos días en anteriores semanas.
Creí oportuno dejar pasar un mes y si no había ninguna anomalía, aplicaría aquella cantidad a cancelar otra hipoteca.
No cayó esa breva. A fin de mes, el director de una Empresa, que curiosamente tenía por nombre comercial mi apellido, seguido de la clásica S.A, reclamaba al banco por no habérsele atendido los cheques de las nóminas mensuales de sus empleados.
Recordé que algo semejante ocurrió en NewYork. años antes y que se dio a conocer por los medios.
Un jugador de la bolsa empedernido, operaba en varias sucursales bancarias para distribuir el dinero que jugaba, muchas veces de procedencia mafiosa.
Se sostenía por las ganancias que le reportaban las subidas y bajadas clásicas. Solía manejar cifras fuertes, hasta que una de las bajadas le arruinó.
O pagaba a los mafiosos, o debía atenerse a sus consecuencias.
Tan pronto se enteró de su pérdida total, pasó por las distintas sucursales para retirar lo poco que le quedaba y desparecer de N.Y.
Una de las sucursales, en lugar de darle por saldo una exigua cifra, se la daba millonaria, como las veces en que el negocio le fue boyante.
Se aseguró pidiendo en ventanilla un saldo autorizado en el impreso. Acto seguido saldó la cuenta y en lugar de desaparecer de N.Y. atendió a sus jefes y correligionarios.
El sobrante lo ingresó a nueva entidad.
Un año después, tuvo que presentarse ante el Juez asistido por un abogado. El banco le reclamaba la cantidad que retiró al saldar su cuenta, ya que la consideraba una estafa. Aquél dinero pertenecía a otra cuenta.
El abogado exhibió al Juez, la nota bancaria de saldo autorizado, con lo que no procedía tachar el retiro del efectivo de la cuenta como una estafa.
Una vez absuelto, su abogado presentó una demanda al banco por quebrantos y costos judiciales inferidos a su cliente. También obtuvo sentencia favorable, sin poder el banco recurrirla.
Pero aquí, no se trataba de actuar como espabilado. Las consecuencias de obrar de tal modo, a parte de conseguir un resultado judicial incierto, mi mala fama obtenida en un día, desprestigiarían a la buena de Tarter conseguida con mis esfuerzos de años.
Parejas Perdurables II parte.
( 12 )
El destornillador en mis manos temblorosas, resultaba un peligro. Temía que por la resistencia ofrecida por los tornillos del cuadro eléctrico colocado por FECSA, se me resbalara, provocando un cortacircuito.
El miedo, es mal consejero y buen adivino. Me sequé las manos con un pañuelo y envolví el mango de madera del destornillador con un plástico mejorando su función aislante.
Una vez aflojados los bornes de las tres fases, fijé el extremo del cable trifásico más el neutro, revestidos con doble capa aislante.
El cable era hidrófugo, pues tenía que enterrarlo en una longitud de trescientos metros, hasta el barracón de las bombas de agua que recién estrenaría.
La rigidez del cable, a pesar de tener los extremos a imbornar con su revestimiento ya pelado, dificultaba su fijación. Por seguridad, estuve a punto de cortar el suministro desde el transformador, pero estando el transformador también alejado, era un engorro. Una vez conectado el cable, hubiera tenido que regresar al transformador para dar la corriente y tener que dar explicaciones a los parcelistas que se quedarían un rato sin electricidad en sus torres.
Por ello, venciendo mi natural repulsión, me arriesgué. En definitiva, los electricistas trabajan habitualmente con la corriente dada y no les ocurre nada.
El segundo borne me pareció más accesible. Apreté los dos tornillos y ya solo faltaba la tercera fase. Ya no lo vi tan claro. El espacio entre los bornes era inferior a lo que la flexibilidad del cable permitía. Eso sí era un peligro. Al apoyarlo al borne, no me permitía lazarlo y se escapaba.
Tuve que recuperar el cable desatornillándolo. Así a los tres extremos les formé un lazo torneado con el mismo destornillador, para vencer su rigidez a punto de amoldar a los bornes.
Esta vez ya confiado, apreté los dos primeros, coloqué el tercero y….la punta del destornillador al primer giro, salió de su ranura para comunicarse con los cables ya fijos. La explosión sublimó dos centímetros del metal, iluminó por un instante el local, me ensordeció, y dejó mis manos cubiertas con un polvillo abrasivo.
Había provocado un cortocircuito de 660 voltios.
Repuesto del susto, fui a cortar la corriente del transformador, recogí otro destornillador y en paz terminé la labor.
Pues se demostró, que no tenía pericia y ahora ante las dos bombas que debía poner en marcha, no las tenía todas conmigo.
Las conexiones debían ser estrella-triangulo. Y según colocara los bornes, girarían los rotores levógiros. De no acertar, en lugar de aspirar el agua de la balsa, succionaría la de la tubería de ascenso.
No podía arriesgarme. Las válvulas tenían que permanecer abiertas, ya que lo contrario sería forzar al motor e incluso quemarlo.
Tragué saliva, hice contacto y esta vez la primera bomba funcionó a la perfección. Entonces aliviado, conecté a la segunda en el mismo sentido que la primera y no hubo más inconveniente.
Satisfecho, hice un cálculo mental, con el que aquella mañana me ahorré la minuta del electricista alrededor de veinte mil pesetas, en tanto que un destornillador nuevo, no valía más de cincuenta.
No comenté el incidente a Tere, que solo hubiera servido para alarmarla y darle motivos a una reprimenda. Contento por mi éxito, le participé solo la parte positiva y que para celebrarlo, le pedí recorrer las Ramblas Barcelonesas como en tiempos de noviazgo. Y que podíamos cenar en Amaya, degustando platos vascos, ambos solos sin compañía de nuestras parejas habituales.
Le recordé que ella no vino a ver la Carabela de Colón en el puerto, cuando fui con los niños y que antes que la retiraran como se rumoreaba, le gustaría sentirse aventurera de inicios de la edad Moderna, tripulando la carabela husmeando por la bodega y recorriendo la cubierta.
No esperé que aquella tarde, un simple paseo por las Ramblas, nos mantuviera en una nube de sentimientos de nostalgia, amor y complacencia.
Nos apeamos del taxi, en Plaza Catalunya.
-Mira Tere la fuente Canaletas. El vaticinio de la tradición por la cual quien bebe de su agua vuelve a Barcelona, conmigo acertó, igual que la campana de Nuria, con su vaticinio prolífico de siete vástagos.
-Podías haberte reprimido algo. Por ejemplo, al cuarto campanazo.
El destornillador en mis manos temblorosas, resultaba un peligro. Temía que por la resistencia ofrecida por los tornillos del cuadro eléctrico colocado por FECSA, se me resbalara, provocando un cortacircuito.
El miedo, es mal consejero y buen adivino. Me sequé las manos con un pañuelo y envolví el mango de madera del destornillador con un plástico mejorando su función aislante.
Una vez aflojados los bornes de las tres fases, fijé el extremo del cable trifásico más el neutro, revestidos con doble capa aislante.
El cable era hidrófugo, pues tenía que enterrarlo en una longitud de trescientos metros, hasta el barracón de las bombas de agua que recién estrenaría.
La rigidez del cable, a pesar de tener los extremos a imbornar con su revestimiento ya pelado, dificultaba su fijación. Por seguridad, estuve a punto de cortar el suministro desde el transformador, pero estando el transformador también alejado, era un engorro. Una vez conectado el cable, hubiera tenido que regresar al transformador para dar la corriente y tener que dar explicaciones a los parcelistas que se quedarían un rato sin electricidad en sus torres.
Por ello, venciendo mi natural repulsión, me arriesgué. En definitiva, los electricistas trabajan habitualmente con la corriente dada y no les ocurre nada.
El segundo borne me pareció más accesible. Apreté los dos tornillos y ya solo faltaba la tercera fase. Ya no lo vi tan claro. El espacio entre los bornes era inferior a lo que la flexibilidad del cable permitía. Eso sí era un peligro. Al apoyarlo al borne, no me permitía lazarlo y se escapaba.
Tuve que recuperar el cable desatornillándolo. Así a los tres extremos les formé un lazo torneado con el mismo destornillador, para vencer su rigidez a punto de amoldar a los bornes.
Esta vez ya confiado, apreté los dos primeros, coloqué el tercero y….la punta del destornillador al primer giro, salió de su ranura para comunicarse con los cables ya fijos. La explosión sublimó dos centímetros del metal, iluminó por un instante el local, me ensordeció, y dejó mis manos cubiertas con un polvillo abrasivo.
Había provocado un cortocircuito de 660 voltios.
Repuesto del susto, fui a cortar la corriente del transformador, recogí otro destornillador y en paz terminé la labor.
Pues se demostró, que no tenía pericia y ahora ante las dos bombas que debía poner en marcha, no las tenía todas conmigo.
Las conexiones debían ser estrella-triangulo. Y según colocara los bornes, girarían los rotores levógiros. De no acertar, en lugar de aspirar el agua de la balsa, succionaría la de la tubería de ascenso.
No podía arriesgarme. Las válvulas tenían que permanecer abiertas, ya que lo contrario sería forzar al motor e incluso quemarlo.
Tragué saliva, hice contacto y esta vez la primera bomba funcionó a la perfección. Entonces aliviado, conecté a la segunda en el mismo sentido que la primera y no hubo más inconveniente.
Satisfecho, hice un cálculo mental, con el que aquella mañana me ahorré la minuta del electricista alrededor de veinte mil pesetas, en tanto que un destornillador nuevo, no valía más de cincuenta.
No comenté el incidente a Tere, que solo hubiera servido para alarmarla y darle motivos a una reprimenda. Contento por mi éxito, le participé solo la parte positiva y que para celebrarlo, le pedí recorrer las Ramblas Barcelonesas como en tiempos de noviazgo. Y que podíamos cenar en Amaya, degustando platos vascos, ambos solos sin compañía de nuestras parejas habituales.
Le recordé que ella no vino a ver la Carabela de Colón en el puerto, cuando fui con los niños y que antes que la retiraran como se rumoreaba, le gustaría sentirse aventurera de inicios de la edad Moderna, tripulando la carabela husmeando por la bodega y recorriendo la cubierta.
No esperé que aquella tarde, un simple paseo por las Ramblas, nos mantuviera en una nube de sentimientos de nostalgia, amor y complacencia.
Nos apeamos del taxi, en Plaza Catalunya.
-Mira Tere la fuente Canaletas. El vaticinio de la tradición por la cual quien bebe de su agua vuelve a Barcelona, conmigo acertó, igual que la campana de Nuria, con su vaticinio prolífico de siete vástagos.
-Podías haberte reprimido algo. Por ejemplo, al cuarto campanazo.
Según la leyenda, quien bebe del agua de esta fuente, vuelve siempre a Barcelona. Y yo bebí por curiosidad al presentarme en los exámenes de reválida en la Universidad a mis dieciséis años.
Los"http://es.wikipedia.org/wiki/Culé"culés se reúnen en ella para celebrar los éxitos del Barça. La tradición remonta a los años 1930, cuando los seguidores iban a informarse sobre los resultados a la redacción del diario deportivo La Rambla, situada justo frente a la fuente. A la puerta de entrada se colgaba una pizarra con el resultado de los partidos del día.
Este fue el comienzo de una serie de evocaciones de nuestras vivencias.
Parejas
Perdurables II parte. ( 13 )
Rambla canaletas
Rambla canaletas
Fuente de Canaletas
Alrededor de esta fuente, tradicionalmente, los culés (forofos del club de fútbol, Barça), se reúnen para celebrar los éxitos en los partidos memorables. La tradición remonta a los años 1930, cuando los seguidores iban a informarse sobre los resultados a la redacción del diario deportivo La Rambla, situado justo frente a la fuente. A la puerta de entrada, se colgaba una pizarra con el resultado de los partidos del día.
Poco a poco se ampliaron estos festejos y reuniones por motivos futbolísticos, a otros políticos. Los resultados a veces acababan con comportamientos irracionales de algunos desaprensivos, que obligaban a las autoridades intervenir con contundencia.
Justo al frente, de la fuente se halla el bar Canaletas.
-Mira Tere como han cambiado al bar Canaletas. Te invité por primera vez de novios a que probaras una manzanilla y el bocadillo especial de variados embutidos. Ahora convertido en cafetería, no tiene la gracia de antaño.
-Y lo buenos que eran aquellos bollos con la mezcla de sobras de jamón, chorizo, longaniza, butifarra, tocino, cabeza de jabalí y a saber qué más. Todo triturado ofrecido a un módico precio.
- Ahora con la reforma del local, solo es apto para los finolis. Empezando por la consumición mínima que ya no es asequible a los estudiantes.
Nos paramos ante el escaparate de al lado. La antigua sastrería Modelo.
-Tenía noción de esta sastrería famosa, por lo relatado por mi padre de los años de su juventud. Fueron los Hermanos Pantaleón, que iniciaron la confección pret a porter. La calidad de sus trajes a medida, era reconocida, lo que motivó convertirme en su cliente.
Bueno realmente fue por una coincidencia afortunada. Los estudiantes no podíamos pagar trajes a medida, así que elegíamos entre las ofertas de los confeccionados a bajo precio.
En mi primera elección, las mangas de la americana resultaban cortas. Trajeron otra medida, cuyos pantalones eran propios de un barrigudo.
Otros pantalones no me llegaban al tobillo y ….
El sastre se dirigió a mí con una proposición que no podía rechazar nadie.
Me dijo:
“Caballero, si se brinda a que le tomemos sus medidas y viene tres días para comprobar los patrones que formaremos, tendrá este traje a medida, cobrándole lo mismo que el de confección.”
Estaban convencidos de que la juventud por aquellos años, ya difería de la habida antes de la guerra civil. Las generaciones de españoles, especialmente los catalanes, eran más altos y atléticos, por lo que los patrones usados, ya no respondían a una mayoría de jóvenes más cercanos a mi figura.
Así que a partir de entonces pude ir año tras años a adquirir mis trajes de confección, que en realidad eran los de mí medida, sin problema.
-Mira Carlos, si no hubieras sido alto, como siempre imaginaba a mi príncipe azul, dudo que hubiese llegado a ser madre de siete hijos.
Pasamos a la acera de enfrente por cuanto Tere, rememoraba los tiempos en que iba a la Radio para ver actuar los artistas con los seriales.
http://parecequefueayer.espaciolatino.com/Radio_Barcelona.html
Historia de la primera radio Barcelona EAJ1
http://www.youtube.com/watch?v=48KEfL-OYus
La estación pionera fue EAJ-1 Radio Barcelona, llamada la emisora decana de la radio española por ser, precisamente, la más antigua. La nomenclatura EAJ-1 hace referencia a los códigos de los radioaficionados, auténticos artífices del nacimiento de la radio. E por España, AJ porque designa a las estaciones de Telegrafía sin Hilos y, por razones obvias, 1 por ser la primera.
-¿Ves?. Sigue aquí, el café Moka donde mi padre nos aguardaba a Ana Mari y a mí, a que saliéramos de la radio que estaba en el primer piso. Él no subía con nosotras, pues prefería charlar con los amigos en sus habituales tertulias.
http://www.gridskipper.com/assets/resources/2006/08/Cafe Moka Barcelona.JPG
A
continuación casi al lado, el edificio del SEPU, le evocó a Tere más recuerdos.
http://3.bp.blogspot.com/LASFOTOSQUEMEGUSTAN/SND4fcJjPsI/AAAAAAAALc4/0JG8WxFjqlI/s400/1937_ramblas_sepu.jpg
http://3.bp.blogspot.com/LASFOTOSQUEMEGUSTAN/SND4fcJjPsI/AAAAAAAALc4/0JG8WxFjqlI/s400/1937_ramblas_sepu.jpg
-Rosa, de soltera trabajaba de cajera en SEPU. ¿Recuerdas?. La visitamos en nuestro viaje a Santillana de Mar.
Tal cual, se trataba de la hermana mayor de su íntima amiga Anamari. Casi se le humedecieron los ojos a Tere, al evocar tiempos pasados. Anamari, había fallecido víctima de un tumor cerebral solo hacía un año.
Estos grandes almacenes, habían popularizado el eslogan “Quién calcula, compra en sepu”.
Sus siglas significaban Sociedad Española de Precios Únicos. Yo también fui cliente en ocasiones, como para regalos de Reyes destinados a nuestros hijos.
Siguiendo por la misma acera paré ante un escaparate de joyería.
-Mira Tere. Aquí adquirí tu ópalo agua marina flotante sobre el anillo de oro blanco.
-Pues más triste me siento con lo que me encariñé con él.
El robo de joyas del que fuimos víctimas, fue un golpe bajo, por los recuerdos y sentimientos que ellos emparejaban. Sin embargo no le dolía el valor dinerario, sino aquella belleza que jamás volvimos a ver en escaparate alguno de joyería.
Pasamos a la rambla para seguir recordando que aquellos bancos laterales para descanso de viandantes, antes eran simples sillas vigiladas para cobrar alquiler a los usuarios.
Luego ya vimos los corros formados ante las estatuas vivientes.
Era un verdadero espectáculo. Los artistas, previa concesión Municipal, posaban como estatuas con la más variopinta originalidad.
Algo que llamaba la atención al renovarse continuamente los actores. Éstos, más que por llevarse unas propinas, les interesaba familiarizarse con el público para posteriormente estar curtidos en actuaciones en teatros.
El “Tricicle”, hizo sus pinitos aquí y se convirtió posteriormente en un afamado grupo, que llenó escenarios Nacionales y Americanos. Incluso intervinieron en una serie televisiva, titulada “Tres estrelles”
http://i294.photobucket.com/albums/mm86/joangels/tricicles_tricicle.jpg
Pasando por La Boquería, recordé como prohibieron a los vendedores de insectos comestibles, por protesta de los comerciantes adyacentes a su puesto. Sin embargo unos años después volvió a aceptarse en base a que sus comestibles “bichos“, se exponían y vendían envasados en tarros transparentes.
http://www.boqueria.info/img/slider/5.jpg
Este
mercado, el mayor y más completo de Barcelona, es donde se hallan los
comestibles de mejor calidad, así como extensa variedad local, regional,
hispana y extranjera.
Llegando a la rambla de Las Flores, nos entretuvimos contemplado lo que era un longo jardín de bellas flores. Seguía igual la tradición de este mercado multicolor.
Y de allí le enseñé a Tere lo que antaño era “La casa de barrets” (Casa de sombreros). Actualmente ya no existe ni en este enclave ni con esta denominación.
Uno de los primeros establecimientos abiertos, mostraba en su escaparate variedad de sombreros. Era en realidad un burdel disimulado. La decoración, interior de gran lujo, no casaba con el precio unitario de cualquiera de los sombreros.
Si el caballero visitante presunto cliente, pagaba el precio módico justo, la dependienta, entendía que tal persona era un despistado, por lo que le entregaba el sombreo sin más. Pero si el cliente era un “avisado”, mostraba un billete de los gordos, por lo cual, la dependienta, le pedía que subiera al piso interior, en que una cajera le daría cambio.
El cambio que le daba la “cajera”, era un muestrario de señoritas de compañía para su elección. Cada una disponía de su reservado.
Una vez extendida la práctica de tales establecimientos, quedaron ya bautizados como “Casa de barrets”. Y perdura tal denominación, aplicada con diversas acepciones de negocios oscuros.
Sigue 13 bis
Siguiendo nuestro paseo descendente por el bulevar, ambos dirigimos la mirada a la bocacalle de lo que sigue siendo el súmmum del tapeo.
Discurríamos de novios por las numerosas tascas que una al lado de otra, se ubicaban por las dos aceras. En cada ronda no entrabamos en más de tres de las aún no visitadas. Así, en pocas semanas las conocimos todas. Recordaban a las Madrileñas, y las de Alcalá pero con un precio del tapeo quintuplicado. Era lo que obligaba a que nuestras rondas fueran así limitadas.
Y Tere hacía gala de buena catadora de tapas con el clásico vino tinto. Qué lejos se veía aquel proceder, cuando ahora su metabolismo, no le admite ninguna clase de alcohol.
Quizá tuvo que ver la aventura que corrió con su amiga ya ausente, Anamari. Creyéndose mayorcitas, tuvieron la idea de experimentar con una botella de Cava.
Se bebieron un domingo por la mañana antes de dirigirse al Palacio de la Música, como era habitual para los melómanos, una botella entera cada una.
Les dio por reír, cantar y moverse con evidente excitación. Su hermana, avisó a su madre que:
-Mamá, Anamari y Tere están tontas. Ríen sin más.
Su madre, entendiendo lo ocurrido viendo que daban traspiés, lejos de castigarlas, decidió acompañarlas al concierto dominical, con la esperanza que un poco de paseo al aire libre, lograría suavizar los efectos de la “mona” que pillaron.
En el vestíbulo del Palacio de la Música, madre y niñas, sostuvieron una benéfica conversación, en la que les quedó claro que de no reprimirse enmudeciendo, no traspasarían la entrada.
A Tere y a Anamari, esta amenaza las contuvo, pues podía más el deseo de ver actuar a su ídolo, Primer violín que años después fue el Director de la Orquesta del Palacio de la Música, que los efectos ya menguados del Cava.
Y debían entrar cuanto antes para ubicarse en las butacas preferentes que las distanciaban de él, a no más de tres metros.
Frente al Liceo, Tere rememoró numerosos chascarrillos que transcurrieron en el aseo de señoras. Durante los entreactos las damas se concentraban en la antesala de los excusados. Aguardando retretes libres. Mientras, comparaban los sones que emitieron los instrumentos musicales en el escenario, con los que salían de cierto habitáculo con una inexplicable profusión reiterativa atronadora.
Supusieron que alguien, mejor se hubiera quedado en casa que asistir a una ópera, hallándose con desarreglos intestinales.
En cambio yo, hacía memoria a la primera vez que en Olot, me contaron la masacre provocada por un terrorista al lanzar una bomba a platea, desde un palco del Liceo.
Y que en una ocasión se quemó teniendo que ser remodelado. Pues en aquél día de paseo con Tere, tampoco podíamos imaginar que años después se produciría el segundo y más devastador, arruinando a los propietarios, teniendo que reconstruirse con técnicas avanzadas, por las aportaciones de los socios de nueva Entidad.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/c/cb/Liceu.jpg/240px-Liceu.jpg%20%20
Llegando a la rambla de Las Flores, nos entretuvimos contemplado lo que era un longo jardín de bellas flores. Seguía igual la tradición de este mercado multicolor.
Y de allí le enseñé a Tere lo que antaño era “La casa de barrets” (Casa de sombreros). Actualmente ya no existe ni en este enclave ni con esta denominación.
Uno de los primeros establecimientos abiertos, mostraba en su escaparate variedad de sombreros. Era en realidad un burdel disimulado. La decoración, interior de gran lujo, no casaba con el precio unitario de cualquiera de los sombreros.
Si el caballero visitante presunto cliente, pagaba el precio módico justo, la dependienta, entendía que tal persona era un despistado, por lo que le entregaba el sombreo sin más. Pero si el cliente era un “avisado”, mostraba un billete de los gordos, por lo cual, la dependienta, le pedía que subiera al piso interior, en que una cajera le daría cambio.
El cambio que le daba la “cajera”, era un muestrario de señoritas de compañía para su elección. Cada una disponía de su reservado.
Una vez extendida la práctica de tales establecimientos, quedaron ya bautizados como “Casa de barrets”. Y perdura tal denominación, aplicada con diversas acepciones de negocios oscuros.
Sigue 13 bis
Siguiendo nuestro paseo descendente por el bulevar, ambos dirigimos la mirada a la bocacalle de lo que sigue siendo el súmmum del tapeo.
Discurríamos de novios por las numerosas tascas que una al lado de otra, se ubicaban por las dos aceras. En cada ronda no entrabamos en más de tres de las aún no visitadas. Así, en pocas semanas las conocimos todas. Recordaban a las Madrileñas, y las de Alcalá pero con un precio del tapeo quintuplicado. Era lo que obligaba a que nuestras rondas fueran así limitadas.
Y Tere hacía gala de buena catadora de tapas con el clásico vino tinto. Qué lejos se veía aquel proceder, cuando ahora su metabolismo, no le admite ninguna clase de alcohol.
Quizá tuvo que ver la aventura que corrió con su amiga ya ausente, Anamari. Creyéndose mayorcitas, tuvieron la idea de experimentar con una botella de Cava.
Se bebieron un domingo por la mañana antes de dirigirse al Palacio de la Música, como era habitual para los melómanos, una botella entera cada una.
Les dio por reír, cantar y moverse con evidente excitación. Su hermana, avisó a su madre que:
-Mamá, Anamari y Tere están tontas. Ríen sin más.
Su madre, entendiendo lo ocurrido viendo que daban traspiés, lejos de castigarlas, decidió acompañarlas al concierto dominical, con la esperanza que un poco de paseo al aire libre, lograría suavizar los efectos de la “mona” que pillaron.
En el vestíbulo del Palacio de la Música, madre y niñas, sostuvieron una benéfica conversación, en la que les quedó claro que de no reprimirse enmudeciendo, no traspasarían la entrada.
A Tere y a Anamari, esta amenaza las contuvo, pues podía más el deseo de ver actuar a su ídolo, Primer violín que años después fue el Director de la Orquesta del Palacio de la Música, que los efectos ya menguados del Cava.
Y debían entrar cuanto antes para ubicarse en las butacas preferentes que las distanciaban de él, a no más de tres metros.
Frente al Liceo, Tere rememoró numerosos chascarrillos que transcurrieron en el aseo de señoras. Durante los entreactos las damas se concentraban en la antesala de los excusados. Aguardando retretes libres. Mientras, comparaban los sones que emitieron los instrumentos musicales en el escenario, con los que salían de cierto habitáculo con una inexplicable profusión reiterativa atronadora.
Supusieron que alguien, mejor se hubiera quedado en casa que asistir a una ópera, hallándose con desarreglos intestinales.
En cambio yo, hacía memoria a la primera vez que en Olot, me contaron la masacre provocada por un terrorista al lanzar una bomba a platea, desde un palco del Liceo.
Y que en una ocasión se quemó teniendo que ser remodelado. Pues en aquél día de paseo con Tere, tampoco podíamos imaginar que años después se produciría el segundo y más devastador, arruinando a los propietarios, teniendo que reconstruirse con técnicas avanzadas, por las aportaciones de los socios de nueva Entidad.
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Desde el escenario
-Mira Tere, este es el edificio de Tabacos de Filipinas. Aquí trabajaba el padre de Prat.
-¿Qué se sabe de él?. Era un joven dinámico y alegre. No mereció que le perjudicaran sus propios socios. Como a tí.
Mejor pasamos a contar cosas agradables ya que el tema solía derivar a acusaciones. El lector entenderá por lo narrado en la primera parte de esta historia.
De pronto se hizo un hueco en el bulevar. Nos encontrábamos ya en la parte final de las ramblas y allí la gente no se agolpaba. No había tiendas, ni pintores caricaturistas, ni estatuas vivientes. Era puro tránsito entre los viandantes que se dirigen al puerto, o a contemplar el monumento a Colón y los que volvían de cruceros turísticos, o simplemente de un viaje con las recreativas Golondrinas merodeando el puerto hasta el restaurante del faro.
Como si lo reviviera, proyecté mentalmente la película del día que en escapada nocturna estudiantil, allí encontré a mi tío, Siset. Mejor dicho ya no era mi tío, pues dejó de serlo al fallecer mi tía con la que estuvo casado diez años antes.
Tenía la voy cantante, ante un corro de cinco parejas. Todas de edad entre mediana y algo más. Al oír por su conversación mentar Llagostera, me llamó la atención ya que se trataba de mi ciudad natal. Entonces me di cuenta que aquel señor era mi antiguo tío. Persona querida por mí que solo me provocaba recuerdos de dulce nostalgia, por el trato recibido.
Era herrero y en una ocasión me enseñó como trabajaban el hierro en la fragua. Cierto día al regresar de su trabajo, me regaló un aro para que jugara con él. Y me enseñó cómo mantenerlo rodando trechos largos por la calle. En otra ocasión me obsequió con un barquito de corcho, con los herrajes complementarios que le hacían parecer un barquito de verdad.
Enfin que tuve ganas de inmiscuirme en su corro, pero me contuve. Yo le conocía perfectamente a él, cosa que evidentemente no se daría la recíproca. Habían transcurrido catorce años desde mis cuatro que tenía al partir de Llagostera con mis padres para residir en Olot.
Las parejas que le acompañaban para mí desconocidas, deduje que eran invitados por sus segundas nupcias. ¿Qué hubiera aportado yo ante diez personas que festejaban una boda en Barcelona, interrumpiendo su charla?.
Desistí, pero sigue quedándome la desazón por no haberme dado a conocer.
Y allí enfrente teníamos el famoso Museo de Cera.
-Vamos a entrar Tere, dicen que van reponiendo figuras a tenor de los acontecimientos de actualidad. Algo así como en “Los crímenes del museo de cera”.
-Pues no me seduce. La película ya no la ví. No me gustan las de terror.
-Pero aquí no hay asesinos que que te enceren.
Entramos al Museo y cuarenta minutos después ya volvimos a la las Ramblas.
https://encrypted-tbn3.google.com/images?q=tbn:ANd9GcRe5aULZij9GIFSEas-0HAH6tFzgsJwP89wuH7co2aWF3g909B2tw
Desde el escenario
-Mira Tere, este es el edificio de Tabacos de Filipinas. Aquí trabajaba el padre de Prat.
-¿Qué se sabe de él?. Era un joven dinámico y alegre. No mereció que le perjudicaran sus propios socios. Como a tí.
Mejor pasamos a contar cosas agradables ya que el tema solía derivar a acusaciones. El lector entenderá por lo narrado en la primera parte de esta historia.
De pronto se hizo un hueco en el bulevar. Nos encontrábamos ya en la parte final de las ramblas y allí la gente no se agolpaba. No había tiendas, ni pintores caricaturistas, ni estatuas vivientes. Era puro tránsito entre los viandantes que se dirigen al puerto, o a contemplar el monumento a Colón y los que volvían de cruceros turísticos, o simplemente de un viaje con las recreativas Golondrinas merodeando el puerto hasta el restaurante del faro.
Como si lo reviviera, proyecté mentalmente la película del día que en escapada nocturna estudiantil, allí encontré a mi tío, Siset. Mejor dicho ya no era mi tío, pues dejó de serlo al fallecer mi tía con la que estuvo casado diez años antes.
Tenía la voy cantante, ante un corro de cinco parejas. Todas de edad entre mediana y algo más. Al oír por su conversación mentar Llagostera, me llamó la atención ya que se trataba de mi ciudad natal. Entonces me di cuenta que aquel señor era mi antiguo tío. Persona querida por mí que solo me provocaba recuerdos de dulce nostalgia, por el trato recibido.
Era herrero y en una ocasión me enseñó como trabajaban el hierro en la fragua. Cierto día al regresar de su trabajo, me regaló un aro para que jugara con él. Y me enseñó cómo mantenerlo rodando trechos largos por la calle. En otra ocasión me obsequió con un barquito de corcho, con los herrajes complementarios que le hacían parecer un barquito de verdad.
Enfin que tuve ganas de inmiscuirme en su corro, pero me contuve. Yo le conocía perfectamente a él, cosa que evidentemente no se daría la recíproca. Habían transcurrido catorce años desde mis cuatro que tenía al partir de Llagostera con mis padres para residir en Olot.
Las parejas que le acompañaban para mí desconocidas, deduje que eran invitados por sus segundas nupcias. ¿Qué hubiera aportado yo ante diez personas que festejaban una boda en Barcelona, interrumpiendo su charla?.
Desistí, pero sigue quedándome la desazón por no haberme dado a conocer.
Y allí enfrente teníamos el famoso Museo de Cera.
-Vamos a entrar Tere, dicen que van reponiendo figuras a tenor de los acontecimientos de actualidad. Algo así como en “Los crímenes del museo de cera”.
-Pues no me seduce. La película ya no la ví. No me gustan las de terror.
-Pero aquí no hay asesinos que que te enceren.
Entramos al Museo y cuarenta minutos después ya volvimos a la las Ramblas.
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Entrada al Museo
Napoleón y Josefina
Marco Antonio y Cleopatra
http://www.independentrip.com/data/regioninfoqueverimages/1258121744-m_entrada-al-museo-de-cera-barcelona.jpg
Patio entrada
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/4/43/Figuradecera.jpg/220px-Figuradecera.jpg"]
Dalí
Otro recuerdo de mi etapa estudiantil la teníamos también allí. Se trata del Quiosco - bar minúsculo, quizá el más pequeño de mundo. La Cazalla, en
Arc del Teatre.
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Estado actual
Mis recuerdos son del año 1950. Y en aquél tiempo, ya era famoso este minúsculo habitáculo, (kiosco) en el que lo único que se tomaba era la Cazalla en la misma calle bajo el Arco del Teatro. Una copita de anís ( 50 º alcohol) orujo poco dulzón, que se acompañaba con una cereza confitada (haciendo el efecto de la guinda en vermouth y pasteles).
Se popularizó, por haber sido el centro básico de partida de los arrieros desde 1912.
Su desayuno de madrugada era este abrasivo brebaje. Les otorgaba la euforia necesaria para emprender su jornada laboral.
Lástima no se posea una foto original de la época. La actual es la que ofrece a los jóvenes clientes noctámbulos celebrando los populares botellones.
El bar no dispone más espacio que lo que le permite un mostrador de dos metros y medio, y en una profundidad de un metro y medio tras el mostrador, sirve el barman.
No hay mesas, ni aseos, ni salas. Se toma el chupito, o la cerveza en plena calle, aprovechando este pequeño tramo cubierto por el arco que es piso de viviendas.
Llegados al monumento de Colón, subimos hasta el atalaya, ya que esta vez, funcionaba el ascensor.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/9/97/Monument_a_Colom_2.jpg/250px-Monument_a_Colom_2.jpg
Desde arriba, se divisaba una panorámica de Barcelona espectacular.
A nuestros pies, el Palacio de Capitanía, donde al finalizar la carrera, los universitarios recogíamos el embarque para nuestros destinos. Los seis meses obligados de acuartelamiento ejerciendo de oficiales de complemento.
El chasco mayúsculo me lo llevé cuando me destinaron a Alcalá de Henares, habiendo solicitado Jerez de la Frontera.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/6/6b/Drassanes_de_Barcelona.jpg/666px-Drassanes_de_Barcelona.jpg
Palacio de Capitanía
Y avistamos el Puerto en su totalidad. En el horizonte, los barcos que no entraban por carecer de permiso de atraque. A las Golondrinas que realizaban el recorrido por el interior del Puerto, hasta el Restaurante del Faro. Y como no, la Carabela Santa María, en el embarcadero, donde a continuación la abordaríamos.
http://mw2.google.com/mw-panoramio/photos/medium/48342515.jpg
Embarcadero y vista del Palacio de Capitanía.
La alegría mantenida por este agradable paseo se hubiera paliado de realizarla al año siguiente, en que precisamente el dia de mi cumpleaños, se produjo el suceso más macabro de toda la historia del Puerto.
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1977/01/18/pagina-1/33627487/pdf.html
Una
motora de EE UU, cuando iba a reincorporarse al Buque Insignia con ciento
cincuenta marines a bordo, chocó con un pesquero vasco, pereciendo ahogados
cuarenta y nueve.
Ajenos pues a esta desgracia, subimos a cubierta de la perfecta recomposición de la Carabela de Colón.
Tere se formó idea del calvario que debieron sufrir la veintena de marineros aguantando las inclemencias del tiempo durante tres meses en una superficie tan exigua.
Habiendo atardecido, tal como le prometí a Tere, entramos al Restaurante Amaya, para cenar.
http://www.eltenedor.es/uploads/restaurant/11694/Vista-de-la-terraza.jpg
Ajenos pues a esta desgracia, subimos a cubierta de la perfecta recomposición de la Carabela de Colón.
Tere se formó idea del calvario que debieron sufrir la veintena de marineros aguantando las inclemencias del tiempo durante tres meses en una superficie tan exigua.
Habiendo atardecido, tal como le prometí a Tere, entramos al Restaurante Amaya, para cenar.
http://www.eltenedor.es/uploads/restaurant/11694/Vista-de-la-terraza.jpg
Terraza de Amaya
Era el típico resturante Vasco, que por aquél tiempo se consideraba la cocina más chic. La cocina vasca tenía tanta fama, como la actual de Ferrán Adriá.
Pedimos los platos recomendados por el camarero, recordando como el cuarteto Xey, en sus actuaciones daban publicidad, con su " Buen menú"
http://www.youtube.com/watch?v=Z-9Hup1awm8
Fue una suerte tener ya los niños creciditos, pues teníamos por delante una noche para disfrutarla como broche de oro yendo a ver un espectáculo teatral, que ya nos resultaba lejano.
Las Ramblas de Barcelona, han resultado un compendio de lo que puede verse por toda la Ciudad.