viernes, 18 de febrero de 2011


Parejas perdurables (Continuación 13)

A la puerta del Restorán de la Barceloneta, fuimos agrupándonos hasta dieciocho colegas. Fallaron a la cita, los que se excusaron por motivos ajenos a su voluntad.

Entramos y los camareros con sus exageradas sonrisas, nos ubicaron en la mesa reservada prevista para veintidós, en la planta del nivel superior, pues resultaba más íntima. La animación era extrema.

Cantando estrofas a medio conocer de los ritmos de actualidad, y algunos adrede distorsionando la voz, provocando risas y algarabía.

De habernos ubicado el Maître en una mesa de planta baja, o nos acallaban, o nos echaban.

La velada, transcurrió alegre y con menciones de anécdotas del pasado y previsiones del futuro.

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Panorámica actual, semejante a la que se visualizaba desde el restorán en 1955, hoy desaparecido.

Tras las confesiones mutuas, cuatro estábamos comprometidos con novia, pero uno nos dejó alucinados. Doc, que así llamábamos a Palau, desde que era estudiante de medicina, nos invitó a todos para el próximo 2 Enero, a su boda con la que conocíamos como su enfermera preferida.

Se habían inscrito conjuntamente a un cursillo especial de enfermedades tropicales, ya que Brasil, pedía médicos Españoles, voluntarios para zonas rurales.

Por Navidad acababan el cursillo, el día dos de Enero se casaban y el tres partían para Belo Horizonte.

Problemático sería reencontrarnos en el futuro.

Los camareros, subían y bajaban las escaleras con frecuencia desmesurada. Retiraron los servicios, recogieron los manteles, apagaron luces supletorias, bajaban las persianas ruidosamente, vamos que si tales insinuaciones no bastaban, solo faltaba que ante la única mesa ocupada a las tantas de la madrugada, nos cantaran “El Vals de las Velas”.

En Catalunya tal melodía con letra ad-hoc, se empea para los despidos nostálgicos entrelazándose todos con las manos.

Nos dimos por aludidos. Salimos al frescor de la marinada y poco a poco se fue disolviendo nuestro grupo, paseando por las Ramblas.

Al quedar solo con Luis, pasada la efervescencia de las copas de Cava ingeridas, le confié mis temores.

-Hablamos Tere y yo sobre notificar nuestro compromiso, oficialmente a sus padres. En mi caso particular, no tengo padres que presenten petición de mano a los suyos. Tengo que hacerlo sin ambages, yo mismo sin parientes.

-Que más lógico, ¿dónde está el problema?.

-Pero Luis, ellos conocen tan bien como tú mi estado social. Sin ingresos fijos, sin domicilio y ya pretendo formar familia con una chica de dieciocho años en ciernes. Tengo todos los números para que me saquen de la cabeza tal idea.

-¿Qué piensa Tere al respecto?.

-Bien ella lo ve igual que yo y que en todo caso haga una petición de manos condicional. Que nos permitan el noviazgo, hasta que al consolidar mi posición podamos, programar la boda, si seguimos en nuestros trece.

Cuatro días después, me presentaba ante sus padres con un ramo de flores para Tere, ya que era su cumpleaños. Tras las salutaciones rituales, expuse mi solicitud, en los términos preconcebidos.

Su padre me miró con indulgencia y su madre, parecía feliz.

Estuvieron de acuerdo ya que efectivamente Tere era muy joven para contraer matrimonio y no dudaban que yo estaba dispuesto a no cometer ningún desliz, sin albergar una mínima seguridad para nuestro futuro.

Total, vía libre para nuestros encuentros por las tardes al salir ella de la oficina y ocasionalmente asistir a espectáculos.

Tan cordial resultó la petición, que a partir de aquél día era bienvenido como comensal invitado a comer los fines de semana.

Ignoraron siempre mis suegros, lo que su benévola actitud representó para mí. Me insuflaron indecible optimismo para mi desenvolvimiento social. Me sentía ya como persona arraigada a una familia. Sólo debía luchar con su beneplácito para obtener una economía suficiente para mantener a una familia. Era evidente, que Tere al casarse, cesaría en su etapa laboral.

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Parejas perdurables (Continuación 13)

Lo hablé con Tere. Llevábamos ocho meses de noviazgo, tocaba ya prever nuestro futuro enlace. Según mis cálculos con otro año y medio más, podría disponer de un piso de alquiler aparte del despacho.

El despacho ya necesitaba nuevo look. Tanto quise ahorrar que construí con mis herramientas las estanterías, y un armario. Colgué unas perchas. Compré un par de taburetes para los dos tableros de dibujo, ya acondicionados ambos con el tecnígrafo.

Las dos puertas batientes de la entrada a la sala, me sirvieron para colocarlas sobre caballetes.

Las forré con papel de embalaje, y sirvieron de perillas como mesas de trabajo.

La habitación única, sirvió de dormitorio mediante un colchón en el suelo.

En una hora a la semana, la mujer de faenas contratada acababa con la limpieza del local. Y hasta el momento sus dimensiones satisfacían.

Dado que los trabajos que me daban los Industriales y los Arquitectos se consolidaban, tenía que adecentar el habitáculo.

Adquirí mesas, sillas, butacas, un armario ambivalente para archivero y ropero. También una cama plegable, que al recogerla figuraba un cuadro en la pared. Así el dormitorio se convirtió en despacho presentable. Restablecí las puertas batientes de la sala que usé como mesas y con algo de decoración, lo que era solo recibidor, adquirió el aspecto de sala de espera.

Y disponía de dos ayudantes captados de la Escuela, a semejanza a lo que yo fui respecto mi Jefe. Por cierto, atendí su recomendación de adquirir un teodolito taquimétrico y realizar los levantamientos topográficos para las urbanizaciones que surgían como setas. Estaba de moda crear urbanizaciones por toda Catalunya.

Un slogan gracioso salido a toda página en un periódico fue el de cierta entidad con:

“Yo urbanizo, tú urbanizas, el urbaniza,

Pero mejor que la nuestra ninguna.”

El trabajo se multiplicó, tuve que organizar un equipo con dos ayudantes más. Uno de ellos, Viturí, tenía una hermana, Carmen, a la que le hacía gracia lo de los trabajos de campo.

Imaginaría que se trataba de divertidas excursiones por múltiples parajes, a cual más bucólico. Insistiendo en que la admitiéramos como ayudante, logró que cediera y un día la llevé conmigo a Badalona.

Se trataba de un trabajo sencillo. El Ayuntamiento encargó un proyecto de rehabilitación del antiguo cementerio abandonado. Como el Municipio crecía vertiginosamente, se remodelaría para contener un millón de tumbas.

El Arquitecto me entregó el plano al que debía situar las pocas construcciones medio derruidas que allí quedaban. Con la cinta métrica de 50 m, el cuaderno para notas y la ayudante para sostener la cinta, me bastaba.

La mayor construcción que restaba en pié, era el bloque de cinco alturas de nichos, con una longitud cercana a los 50 m. Le entregué la anilla a Carmen, para ejecutar la medición. Con la anilla en sus manos, iba dirigiéndose hacia el final de la construcción, a paso titubeante con lentitud. Miraba el suelo que pisaba y luego a mí, detenida como preguntando si ya era suficiente.

-Pero, Carmen, hay que llegar al final. Esto se derribará todo. No importan, las medidas parciales.

-Bu…eno, es que……

Siguió, caminado y casi llegaba al final, cuando soltando la anilla, se puso histérica, quedó paralizada y empezó a llorar.

-¿Que te ocurre?.

Sin moverse, y con sollozos entrecortados:

-Hay, ca..da..ve..res.

Al llegar frente a ella, entendí. Había pisado lo que era un túmulo destinado a fosa común. La débil capa de tierra de cubrición, había cedido a su pisada y tenía un pie entre un montón de huesos, sin atreverse a sacarlo.

Tiré de ella, apartándola de allí. Se me abrazó y poco a poco fue recuperándose. Con tal experiencia, finalizó su afán de ayudante para giras campestres.

Otro ayudante gratuito, resultó un taxista. Como para los levantamientos hacían falta como ayudantes un par de portamiras, un croquizador de los puntos de nivelación y un libretista para anotar las lecturas del visualizador del taquímetro, no había más remedio que desplazarnos un mínimo de cuatro personas. Un taxista se avino a realizar la labor de portamiras gratis, además por terrenos cuanto más abruptos mejor.

Encantados mis ayudantes, ya que los desplazamientos para colocar vertical la mira parlante por montes a pleno sol en verano, no seducía a nadie.

Su complexión era más bien fuerte, o, sin eufemismos algo gordo. Tenía recomendación por su médico que hiciera ejercicio. No siendo su oficio apropiado para el cumplimiento recomendado, nos dijo que le asignáramos recorrer los puntos más inaccesibles, para los cuales debiera realizar verdaderos esfuerzos. Sudar a mares le convenía.

A pesar de esta ayuda gratuita, los desplazamientos alquilando taxi, resultaban onerosos y ni decir cuando se trataba de trabajos en los que debíamos pernoctar en el lugar. Se trataba de gastos de hospedaje más alquiler de taxi por dos o más días.

Tere convino conmigo que era el momento de adquirir un vehículo automóvil adecuado para transporte de ayudantes y equipo. El ahorro, ayudaría a acrecentar la cuenta de ahorros conjunta, destinada a nuestro futuro hogar.

Sin pensarlo más, cancelé el crédito de la Caixa y pedí otro sustancioso que me permitiera Esto requirió a la vez contratar una plaza de parking. Total me estaba imponiendo una serie de gastos, que de no rendir el trabajo de mi equipo, daría al traste mi proyectada boda.

Aquello funcionaba. Los ahorros crecían y seis meses después, ya disponía de tres cuentas bancarias: la conjunta con Tere, la de crédito bancario, a medio cancelar y la nueva corriente en un Banco Nacional de renombre. Destinaría el movimiento comercial, exclusivamente a esta última cuenta, prevista para acreditar méritos, en futuras solicitudes crediticias.

Esto último, a Tere no le parecía prudente. Teníamos conocimiento de un montón de fracasos comerciales aventados por la prensa, en la cual, los Bancos eran siempre los protagonistas acreedores que daban la puntilla a las empresas en problemas financieros.

Con todo, yo no veía salida mejor para lograr nuestro objetivo. Y las últimas bodas de colegas a las que asistimos, eran un acicate más para reafirmarme en ello.

Nuestras salidas con los compañeros y sus esposas, se iban dilatando, pues en Barcelona, ya solo quedaban tres parejas.

Wifredo, el mayor de nuestro grupo partió para Liberia, con el encargo de dirigir una fábrica textil Africana. La mano de obra era de raza negra. Los capataces y técnicos, formaban la élite de colonos blancos. Esto fue lo que le atrajo. De estudiantes él y yo, escuchábamos embelesados aventuras por las Selvas del Continente Africano, aún salvaje. Le envidié su suerte, ya que tal oportunidad aún de habérseme presentado, no la hubiera podido aprovechar.

Joaquín, se nos despidió por integrarse en Düsseldorf en una fábrica Alemana. Otro colega, se casó y se integró en una empresa Portuguesa, en Porto. Otro se fue a Tolouse, en Francia.

A todos ellos ya les perdimos la pista, pero los que se quedaron en Catalunya, aunque dispersos por el territorio, convenimos que para no perder contacto, nos cartearíamos y a los veinticinco años, nos reuniríamos en un hotel de la Costa Brava, para recordar nuestra celebración en La Barceloneta.

Esto se cumplió, a los veinticinco años, reunidos todos con nuestras respectivas cónyuges. No solo esto, también a los cincuenta años lo repetimos, todas las parejas, vivas e indisolubles. A pesar de caminos dispares por la vida, nuestra suerte en este sentido fue semejante.


Recuerda Tere:

De alguna manera ya habíamos empezado nuestra singladura por la vida.
A él, el trabajo le tenía muy ocupado, pero no pasábamos ni un día sin vernos, si no podía venir a recogerme a la salida de la oficina, venía a mi casa aunque fuera un poco tarde, porque yo aún iba a las clases de dibujo.
En alguna ocasión, incluso se quedaba a cenar con nosotros. Unas cenas completamente informales.

A mí me hubiera gustado mucho poder hacer mis pinitos en la radio, y desempeñar algún papel aunque hubiera sido sin importancia alguna, pero…no pudo ser. En aquel tiempo se daba muchísima importancia al acento y a la dicción de las voces. Yo en casa y como casi todas mis amigas hablábamos en catalán, cosa no demasiado bien vista en aquel tiempo, por lo que la mayoría de la gente en cuanto salía de su domicilio tras cerrar la puerta, se tenía que olvidar aquel idioma, para hablar sólo en castellano. Y en la radio que todo se limitaba al sonido de las voces, la mía no encajaba. Me dijeron que se me notaba mucho mi acento catalán. La opción que me daban era la de estar seis meses sin hablarlo. Evidentemente no estuve de acuerdo.

Creo que la primera vez que Carlos me vio llorar fue cuando murió en un accidente, el popular actor y rapsoda, ese que yo había ido años atrás en busca de su autógrafo. Si, no me avergüenza confesar que lloré. Le admiraba, y en aquellos años transcurridos, yo había ido bastantes veces por la radio, y aunque no podía decir que éramos amigos, sí que me reconocía, y nos saludábamos educadamente.
Y recuerdo que comenté a Carlos que estaba preocupada porque, un día antes que sufriera el accidente, yo soñé que iba a la radio y hablaba con el actor, y me estrechaba la mano mientras se despedía de mí. Me desperté al notar en el sueño la frialdad de su mano, mientras me decía que se iba para interpretar el último capítulo de la serie, en el cual el protagonista moría.

Algunas veces habíamos hablado, que soñaba cosas que luego se cumplían. Y Carlos inevitablemente me decía, que todo eso, eran imaginaciones mías. Que era absurdo que teniendo una cultura más o menos aceptable creyera en todo esto.
Yo pensaba que cada uno es como es. Por mucho que siguiera diciendo que todo esto eran tonterías…yo insistía que aceptaba que él, no las creyera, pero que no iba a conseguir que yo dejara de creer en ellas.

Esto, hubiera podido ser una fuente de discusiones. Pero no lo fue. Acabamos dando por bueno, que teníamos diferentes puntos de vista.
Luego con el paso del tiempo, (muchos años después) Me dio la razón. Aceptó que tenía sueños premonitorios, y en plan de guasa me decía que seguro que dormía con unas antenas enormes que lo captaban todo. Tuvo que rendirse a lo evidente, pues en muchas ocasiones, al ser unos sueños tan reales, se los comentaba, y además los podía describir con toda clase de detalles.
Una cosa me llamaba la atención, quería saber si mis amistades soñaban en colores. Creo recordar que todos se quedaban el blanco ante mi pregunta. Nunca se habían fijado en este detalle, que a mí particularmente me llamaba mucho la atención.
En mis sueños los colores tenían mucha importancia, ya que ellos me avisaban también de si iban a surgir o no dificultades.