jueves, 15 de marzo de 2012


Parejas Perdurables II parte.

Sigue 13 bis

Siguiendo nuestro paseo descendente por el bulevar, ambos dirigimos la mirada a la bocacalle de lo que sigue siendo el sumum del tapeo. 

Discurríamos de novios por las numerosas tascas que una al lado de otra, se ubicaban por las dos aceras. En cada ronda no entrabamos en más de tres de las aún no visitadas. Así, en pocas semanas las conocimos todas. Recordaban a las Madrileñas, y las de Alcalá pero con un precio del tapeo quintuplicado. Era lo que obligaba a que nuestras rondas fueran así limitadas.
Y Tere hacía gala de buena catadora de tapas con el clásico vino tinto. Qué lejos se veía aquel proceder, cuando ahora su metabolismo, no le admite ninguna clase de alcohol.

Quizá tuvo que ver la aventura que corrió con su amiga ya ausente, Anamari. Creyéndose mayorcitas, tuvieron la idea de experimentar con una botella de Cava.
Se bebieron un domingo por la mañana antes de dirigirse al Palacio de la Música, como era habitual para los melómanos, una botella entera cada una.
Les dio por reír, cantar y moverse con evidente excitación. Su hermana, avisó a su madre que:

-Mamá, Anamari y Tere están tontas. Ríen sin más.

Su madre, entendiendo lo ocurrido viendo que daban traspiés, lejos de castigarlas, decidió acompañarlas al concierto dominical, con la esperanza que un poco de paseo al aire libre, lograría suavizar los efectos de la “mona” que pillaron.

En el vestíbulo del Palacio de la Música, madre y niñas, sostuvieron una benéfica conversación, en la que les quedó claro que de no reprimirse enmudeciendo, no traspasarían la entrada.

A Tere y a Anamari, esta amenaza las contuvo, pues podía más el deseo de ver actuar a su ídolo, Primer violín que años después fue el Director de la Orquesta del Palacio de la Música, que los efectos ya menguados del Cava. 
Y debían entrar cuanto antes para ubicarse en las butacas preferentes que las distanciaban de él, a no más de tres metros.

Frente al Liceo, Tere rememoró numerosos chascarrillos que transcurrieron en el aseo de señoras. Durante los entreactos las damas se concentraban en la antesala de los excusados. Aguardando  retretes libres. Mientras, comparaban los sones que emitieron los instrumentos musicales en el escenario, con los que salían de cierto habitáculo con una inexplicable profusión reiterativa atronadora.
Supusieron que alguien, mejor se hubiera quedado en casa que asistir a una ópera, hallándose con desarreglos intestinales.

En cambio yo, hacía memoria a la primera vez que en Olot, me contaron la masacre provocada por un terrorista al lanzar una bomba a  platea, desde un palco.
Y que en una ocasión se quemó teniendo que ser remodelado. Pues en aquél día de paseo con Tere, tampoco podíamos imaginar que años después se produciría el segundo y más devastador, arruinando a los propietarios, teniendo que reconstruirse con técnicas avanzadas, por las aportaciones de los socios de nueva Entidad.

Fachada


Desde el escenario



-Mira Tere, este es el edificio de Tabacos de Filipinas. Aquí trabajaba el padre de Prat.

-¿Qué se sabe de él?. Era un joven dinámico y alegre. No mereció que le perjudicaran sus propios socios. Como a tí.

Mejor pasamos a contar cosas agradables ya que el tema solía derivar a acusaciones. El lector entenderá por lo narrado en la primera parte de esta historia.

De pronto se hizo un hueco en el bulevar. Nos encontrábamos ya en la parte final de las ramblas y allí la gente no se agolpaba. No había tiendas, ni pintores caricaturistas, ni estatuas vivientes. Era puro tránsito entre los viandantes que se dirigen al puerto, o a contemplar el monumento a Colón y los que volvían de cruceros turísticos, o simplemente de un viaje con las recreativas Golondrinas merodeando el puerto hasta el restaurante del faro.

Como si lo reviviera, proyecté mentalmente la película del día que en escapada nocturna estudiantil, allí estaba mi tío Siset. Mejor dicho ya no era mi tío, pues dejó de serlo al fallecer mi tía con la que estuvo casado.

Tenía la voy cantante, ante un corro de cinco parejas. Todas de edad entre mediana y algo más. Al oír por su conversación mentar Llagostera, me llamó la atención ya que se trataba de mi ciudad natal. Entonces me di cuenta que aquel señor era mi antiguo tío. Persona querida por mí que solo me provocaba recuerdos de dulce nostalgia, por el trato recibido. 

Era herrero y en una ocasión me enseñó como trabajaban el hierro en la fragua. Cierto día al regresar de su trabajo, me regaló un aro para que jugara con él. Y me enseñó como mantenerlo rodando trechos largos por la calle. En otra ocasión me obsequió con un barquito de corcho, con los herrajes complementarios que le hacían parecer un barquito de verdad.

Enfin que tuve ganas de inmiscuirme en su corro, pero me contuve. Yo le conocía perfectamente a él, cosa que evidentemente no se daría la recíproca. Habían transcurrido catorce años desde mis cuatro que tenía al partir de Llagostera con mis padres para residir en Olot.
Las parejas que le acompañaban para mí desconocidas, deduje que eran invitados por sus segundas nupcias. ¿Qué hubiera aportado yo ante diez personas que festejaban una boda en Barcelona, interrumpiendo su charla?.
Desistí, pero sigue quedándome la desazón por no haberme dado a conocer.

Y allí enfrente teníamos el famoso Museo de Cera.

-Vamos a entrar Tere, dicen que van reponiendo figuras a tenor de los acontecimientos de actualidad. Algo así como en “Los crímenes del museo de cera”.

-Pues no me seduce. La película ya no la ví. No me gustan las de terror.

-Pero aquí no hay asesinos que que te enceren.

Entramos al Museo y cuarenta minutos después ya volvimos a la las Ramblas.

Entrada al Museo
Sala principal

Napoleón y Josefina
Marco Antonio y Cleopatra

Patio entrada


                                                Dalí


Otro recuerdo de mi etapa estudiantil la teníamos también allí. Se trata del Quiosco - bar minúsculo, quizá el más pequeño de mundo. La Cazalla, en 
Arc del Teatre.

                                            Estado actual


Mis recuerdos son del año 1950. Y en aquél tiempo, ya era famoso este minúsculo habitáculo, (kiosco) en el que lo único que se tomaba era la Cazalla en la misma calle bajo el Arco del Teatro. Una copita de anís ( 50 º alcohol) orujo poco dulzón, que se acompañaba con una cereza confitada (haciendo el efecto de la guinda en vermouth y pasteles). 

Se popularizó, por haber sido el centro básico de partida de los arrieros desde 1912. 

Su desayuno de madrugada era este abrasivo brebaje. Les otorgaba la euforia necesaria para emprender su jornada laboral. 

Lástima no se posea una foto original de la época. La actual es la que ofrece a los jóvenes clientes noctámbulos celebrando los populares botellones. 
El bar no dispone más espacio que lo que le permite un mostrador de dos metros y medio, y en una profundidad de un metro y medio tras el mostrador, sirve el barman. 
No hay mesas, ni aseos, ni salas. Se toma el chupito, o la cerveza en plena calle, aprovechando este pequeño tramo cubierto por el arco que es piso de viviendas.


Llegados al monumento de Colón, subimos hasta el atalaya, ya que esta vez, funcionaba el ascensor.




Desde arriba, se divisaba una panorámica de Barcelona espectacular.
A nuestros pies, el Palacio de Capitanía, donde al finalizar la carrera, los universitarios recogíamos el embarque para nuestros destinos. Los seis meses obligados de acuartelamiento ejerciendo de oficiales de complemento.
El chasco mayúsculo me lo llevé cuando me destinaron a Alcalá de Henares, habiendo solicitado Jerez de la Frontera.


                                  Palacio de Capitanía
Y avistamos el Puerto en su totalidad. En el horizonte, los barcos que no entraban por carecer de permiso de atraque. A  las Golondrinas que realizaban el recorrido por el interior del Puerto, hasta el Restaurante del Faro. Y como no, la Carabela Santa María, en el embarcadero, donde a continuación la abordaríamos.




Embarcadero y vista del Palacio de Capitanía.


La alegría mantenida por este agradable paseo se hubiera paliado de realizarla al año siguiente, en que precisamente el dia de mi cumpleaños, se produjo el suceso más macabro de toda la historia del Puerto.

http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1977/01/18/pagina-1/33627487/pdf.html

Una motora de EE UU, cuando iba a reincorporarse al Buque Insignia  con cientocincuenta marines a bordo, chocó con un pesquero vasco, pereciendo ahogados cuarenta y nueve.


Ajenos pues a esta desgracia, subimos a cubierta de la perfecta recomposición de la Carabela de Colón.
Tere se formó idea del calvario que debieron sufrir la veintena de marineros aguantando las inclemencias del tiempo durante tres meses en una superficie tan exigua.


Habiendo atardecido, tal como le prometí a Tere, entramos al Restaurante Amaya, para cenar.


Terraza de Amaya

Era el típico resturante Vasco, que por aquél tiempo se consideraba la cocina mas chic. La cocina vasca tenía tanta fama, como la actual de Ferrán Adriá.
Pedimos los platos recomendados por el camarero, recordando como el cuarteto Xey, en sus actuaciones daban publicidad, con su " Buen menú"


Fue una suerte tener ya los niños creciditos, pues teníamos por delante una noche para disfrutarla como broche de oro yendo a ver un espectáculo teatral, que ya nos resultaba lejano.
Las Ramblas de Barcelona, han resultado un compendio de lo que puede verse por toda la Ciudad.