Parejas Perdurables IIª parte
Sigue 19
Estábamos obligados a ir a Cartagena. Se trataba de la Jura del cuarto vástago que le tocó Marina y para más datos Servicio en la Unidad especial de buzos en combate.
En 1970 se crea el CENTRO DE BUCEO DE LA ARMADA (CBA) que con su Estructura Orgánica y Unidades Dependientes, se traslada a la Estación Naval de la Algameca. En este nuevo emplazamiento, además de los programas de formación a todos los niveles, actuaciones combinadas de la EB, UEBC, UEDE, POSEIDÓN, colaborando con organismos y estamentos civiles en innumerables circunstancias, se inicia el programa de investigación PENETRACIÓN DEL HOMBRE EN EL MAR.
Tal como supusimos, estuvo muy contento de que fuéramos a verle. Pocos padres acudían de provincias lejanas, pero las circunstancias no eran las mismas. Mi condición de autónomo industrial, no podía excusar la toma de tres días de asueto para estar a su lado el día del festejo de la Armada. Y hubiera sido un trato discriminatorio, después de haber acudido a las Juras de sus dos hermanos mayores. El tercero, su hermano inmediato superior, no lo requirió.
Fue cosa del azar. El tercero, mientras estudiaba, pensó que lo mejor sería presentarse voluntario al ejército, antes de cumplir la edad obligatoria.
Se estaba aplicando la disposición oficial, de reducir el cupo de mozos para el servicio militar, cosa que diez años después culminó, con la supresión total de la milicia, apta sólo para profesionales.
Debido, pues a esta incipiente reducción, le denegaron el destino, al que tenía derecho por petición voluntaria, de cumplir en los cuarteles de Barcelona.
Si quería ser voluntario, le tocaba Almería. Evidentemente desistió. No era lo mismo pasar dos años en cuarteles de Barcelona, con lo que no se desligaba de su constante contacto familiar, ni de sus colegas estudiantes, que privado de esta ventaja.
Luego aguardó a que le llegara el turno obligatorio. Justo a su tiempo, estaba inmerso con trabajos fuera de la universidad. Esta vez hizo lo contrario, alegó pies planos para no ser incluido en la leva.
Su hermano médico, le aconsejó realizar ciertos ejercicios inconvenientes, para acusar la incipiente demostración de sus pies planos. Y le salió como esperaba. Esta vez el Ejército le rechazó.
Y tuvimos la suerte que dos años después el quinto vástago se libró, por haber tenido tres hermanos que cumplieron. Lo mismo le valió al sexto y por descontado a la séptima por ser fémina, lo cual en aquél tiempo era incompatible.
Así que nos contó nuestro Buzo de Combate, como se desenvolvían por Cartagena, los infantes de la Armada, que formaban un equipo de élite. Y por ello, además cobraban semanalmente, más que lo que yo cobré por mensualidad, treinta años atrás al ejercer de oficial de complemento en Alcalá de Henares.
El ejercicio diario al que les sometían, daba razón a que les recompensaran con estos emolumentos. Todo tipo de ejercicio físico al que someten a los bomberos, además de inmersiones hasta 50 metros profundidad a pleno pulmón. A prolongadas permanencias con el traje de buzo sin actividad más que su imaginación. En otras ocasiones, cubrir largas distancias a nado, en fin, que por lo que me contó lo único que le incordiaba, era el frío que pasaban en las inmersiones sin traje.
A cambio, disfrutaba enormemente al saltar en alta mar desde el helicóptero de maniobras, con un atuendo moderno completísimo, incluida un arma automática. Y las carreras con piraguas.
Al año siguiente, nos contó la tragedia de una maniobra ordenada por el Capitán Garrote.
http://elpais.com/diario/1986/04/24/espana/514677622_850215.html
Sigue 19
Estábamos obligados a ir a Cartagena. Se trataba de la Jura del cuarto vástago que le tocó Marina y para más datos Servicio en la Unidad especial de buzos en combate.
En 1970 se crea el CENTRO DE BUCEO DE LA ARMADA (CBA) que con su Estructura Orgánica y Unidades Dependientes, se traslada a la Estación Naval de la Algameca. En este nuevo emplazamiento, además de los programas de formación a todos los niveles, actuaciones combinadas de la EB, UEBC, UEDE, POSEIDÓN, colaborando con organismos y estamentos civiles en innumerables circunstancias, se inicia el programa de investigación PENETRACIÓN DEL HOMBRE EN EL MAR.
Tal como supusimos, estuvo muy contento de que fuéramos a verle. Pocos padres acudían de provincias lejanas, pero las circunstancias no eran las mismas. Mi condición de autónomo industrial, no podía excusar la toma de tres días de asueto para estar a su lado el día del festejo de la Armada. Y hubiera sido un trato discriminatorio, después de haber acudido a las Juras de sus dos hermanos mayores. El tercero, su hermano inmediato superior, no lo requirió.
Fue cosa del azar. El tercero, mientras estudiaba, pensó que lo mejor sería presentarse voluntario al ejército, antes de cumplir la edad obligatoria.
Se estaba aplicando la disposición oficial, de reducir el cupo de mozos para el servicio militar, cosa que diez años después culminó, con la supresión total de la milicia, apta sólo para profesionales.
Debido, pues a esta incipiente reducción, le denegaron el destino, al que tenía derecho por petición voluntaria, de cumplir en los cuarteles de Barcelona.
Si quería ser voluntario, le tocaba Almería. Evidentemente desistió. No era lo mismo pasar dos años en cuarteles de Barcelona, con lo que no se desligaba de su constante contacto familiar, ni de sus colegas estudiantes, que privado de esta ventaja.
Luego aguardó a que le llegara el turno obligatorio. Justo a su tiempo, estaba inmerso con trabajos fuera de la universidad. Esta vez hizo lo contrario, alegó pies planos para no ser incluido en la leva.
Su hermano médico, le aconsejó realizar ciertos ejercicios inconvenientes, para acusar la incipiente demostración de sus pies planos. Y le salió como esperaba. Esta vez el Ejército le rechazó.
Y tuvimos la suerte que dos años después el quinto vástago se libró, por haber tenido tres hermanos que cumplieron. Lo mismo le valió al sexto y por descontado a la séptima por ser fémina, lo cual en aquél tiempo era incompatible.
Así que nos contó nuestro Buzo de Combate, como se desenvolvían por Cartagena, los infantes de la Armada, que formaban un equipo de élite. Y por ello, además cobraban semanalmente, más que lo que yo cobré por mensualidad, treinta años atrás al ejercer de oficial de complemento en Alcalá de Henares.
El ejercicio diario al que les sometían, daba razón a que les recompensaran con estos emolumentos. Todo tipo de ejercicio físico al que someten a los bomberos, además de inmersiones hasta 50 metros profundidad a pleno pulmón. A prolongadas permanencias con el traje de buzo sin actividad más que su imaginación. En otras ocasiones, cubrir largas distancias a nado, en fin, que por lo que me contó lo único que le incordiaba, era el frío que pasaban en las inmersiones sin traje.
A cambio, disfrutaba enormemente al saltar en alta mar desde el helicóptero de maniobras, con un atuendo moderno completísimo, incluida un arma automática. Y las carreras con piraguas.
Al año siguiente, nos contó la tragedia de una maniobra ordenada por el Capitán Garrote.
http://elpais.com/diario/1986/04/24/espana/514677622_850215.html
El enlace da la noticia salida en el periódico El País. Mi hijo al contarlo sentía en su interior una rebelión contra todo lo que representaba autoridad militar y un compadecimiento por los compañeros desafortunados en tal simulacro.
El día asignado, los partes meteorológicos, no eran nada halagüeños. Con todo el Capitán dio orden de embarque a la escuadra de buceo. Una vez en alta mar, el piloto y copiloto hicieron notar lo embravecido que estaba el mar. Ni caso. Al llegar al destino, la tormenta empeoró la situación. Olas de más de cinco metros se elevaban en intermitencias de otras menores.
Garrote, dio la orden de preparase para saltar en las olas menores, por lo que habría cierta cadencia. Los alumnos asustados no saltaban. El piloto ya más serio, indicó que no podía bajar a menor altura por peligrar el propio aparato. Que era mejor retirase y posponer la maniobra para otro día.
Garrote, embravecido, hizo prevalecer su autoridad, por la que no había discusión. Es más los cadetes de la Armada Española, no eran simples señoritas y tenían que demostrar su bravía. Tomó el arma respectiva reglamentaria, y empujó al primero que tenía enfrente, dando a entender que la orden de un Capitán es inapelable.
Uno tras otro fueron saltando con él al final, para demostrar que no mandaba nada imposible.
En realidad, la desmesurada altura del helicóptero, su propia velocidad para mantenerse con la tormenta, la inusual altura de las olas del mar, se confabularon para recibir los cuerpos de los buceadores, cayendo mal y recibiendo tremendos bandazos. Todos tuvieron que ser rescatados y hospitalizados, a excepción del propio Capitán que no siendo tan ágil como los jóvenes a los que entrenaba, el golpe recibido en su caída, fue el menos apropiado y la ola que le arrastró lejos de todos, no le permitió emerger vivo.
Esto nos lo contó estando ya licenciado, nuestro hijo. De haberlo sabido su madre mientras aún estaba cumpliendo el servicio, imagino la de noches de angustia que hubiera pasado.
Parejas Perdurables IIª parte
Sigue 20
Una vez huérfana Tere, había que heredar y con ello poner a su nombre el piso titular de su madre.
Esto era un añadido a la precaria situación económica. No bastaba tener que apechugar con los gastos de la urbanización, desatendida por los parcelistas, sino que ahora se agravaban gastos de Notario y Hacienda al cambiar la titularidad del piso.
De nuevo a las andadas. Más hipotecas. Para resarcirme de todo lo posible, destiné meses a la persecución de morosos. Uno vivía en Bretigny Sur Orge, cerca de París y Versalles.
Como la cantidad pendiente por la adquisición de un solar de Santa María, era respetable, y llevaba tres años sin liquidar, merecía la pena hacer un viaje de mil kilómetros, cobrar allí mismo e ingresarlo en la cuenta hipotecada, rebajando su importe.
Mi primogénito, cumplido el Servicio militar y pendiente de entrar en un hospital como MIR, se brindó acompañarme. El viaje por carretera de más de mil kilómetros, se haría menos pesado que hacerlo sólo y él vería por vez primera París.
El lío armado por las autopistas francesas, por las cercanías de París, nos pilló desprevenidos. Mi hijo de copiloto, daba las instrucciones a seguir según el mapa. Se derivaban varias autopistas, que a su vez mediante áreas de descanso de gran superficie, se trifurcaban de nuevo dando cantidad de destinos. Lógico no hallábamos la ciudad requerida, pero sí, Versalles y París, pudiendo elegir rutas.
En una de las bifurcaciones ya anocheciendo, nos perdimos. No servía ya el mapa. Decidí entrar en el área de descanso que se anunciaba, para conseguir información.
El área enorme, estaba desierta, pero en un extremo se divisaba una caseta de paredes trasparentes, iluminada con una gran I, de información.
Llovizneaba, pero la caseta estaba protegida con paredes de metacrilato, por lo que al tablón informativo no le afectaba ni la lluvia ni el viento.
Tranquilamente allí pudimos marcar sobre nuestro mapa el itinerario que debíamos seguir para ir directos a Bretigny, sin ir ni a París ni a Versalles.
Si no me hubiera acompañado mi hijo, por mi cuenta hubiera sido incapaz de estar al tanto de tantas derivaciones y cambios de carreteras. Hubiera sido mas claro ir directo a París y luego a Bretigny.
Pernoctamos allí y a la mañana siguiente el cliente, lamentó haber postergado tanto tiempo la liquidación de su cuenta pendiente y para desagravio nos invitó a comer, presentando a su hijo recién acabada la carrera de medicina. La coincidencia con mi hijo, resultó que entablaron amistad por afinidades. Mientras, le conté lo sucedido con las autopistas y el peligro de extravío ante tanta encrucijada.
El hombre, se rió y comentó:
-Algo así, le sucedió a mi hermano, al visitarme por primera vez. Desde información tras intentos de salida de allí y volver a encontrase en el mismo punto, me llamó por teléfono y tuve que irle a buscar.
Sigue 20
Una vez huérfana Tere, había que heredar y con ello poner a su nombre el piso titular de su madre.
Esto era un añadido a la precaria situación económica. No bastaba tener que apechugar con los gastos de la urbanización, desatendida por los parcelistas, sino que ahora se agravaban gastos de Notario y Hacienda al cambiar la titularidad del piso.
De nuevo a las andadas. Más hipotecas. Para resarcirme de todo lo posible, destiné meses a la persecución de morosos. Uno vivía en Bretigny Sur Orge, cerca de París y Versalles.
Como la cantidad pendiente por la adquisición de un solar de Santa María, era respetable, y llevaba tres años sin liquidar, merecía la pena hacer un viaje de mil kilómetros, cobrar allí mismo e ingresarlo en la cuenta hipotecada, rebajando su importe.
Mi primogénito, cumplido el Servicio militar y pendiente de entrar en un hospital como MIR, se brindó acompañarme. El viaje por carretera de más de mil kilómetros, se haría menos pesado que hacerlo sólo y él vería por vez primera París.
El lío armado por las autopistas francesas, por las cercanías de París, nos pilló desprevenidos. Mi hijo de copiloto, daba las instrucciones a seguir según el mapa. Se derivaban varias autopistas, que a su vez mediante áreas de descanso de gran superficie, se trifurcaban de nuevo dando cantidad de destinos. Lógico no hallábamos la ciudad requerida, pero sí, Versalles y París, pudiendo elegir rutas.
En una de las bifurcaciones ya anocheciendo, nos perdimos. No servía ya el mapa. Decidí entrar en el área de descanso que se anunciaba, para conseguir información.
El área enorme, estaba desierta, pero en un extremo se divisaba una caseta de paredes trasparentes, iluminada con una gran I, de información.
Llovizneaba, pero la caseta estaba protegida con paredes de metacrilato, por lo que al tablón informativo no le afectaba ni la lluvia ni el viento.
Tranquilamente allí pudimos marcar sobre nuestro mapa el itinerario que debíamos seguir para ir directos a Bretigny, sin ir ni a París ni a Versalles.
Si no me hubiera acompañado mi hijo, por mi cuenta hubiera sido incapaz de estar al tanto de tantas derivaciones y cambios de carreteras. Hubiera sido mas claro ir directo a París y luego a Bretigny.
Pernoctamos allí y a la mañana siguiente el cliente, lamentó haber postergado tanto tiempo la liquidación de su cuenta pendiente y para desagravio nos invitó a comer, presentando a su hijo recién acabada la carrera de medicina. La coincidencia con mi hijo, resultó que entablaron amistad por afinidades. Mientras, le conté lo sucedido con las autopistas y el peligro de extravío ante tanta encrucijada.
El hombre, se rió y comentó:
-Algo así, le sucedió a mi hermano, al visitarme por primera vez. Desde información tras intentos de salida de allí y volver a encontrase en el mismo punto, me llamó por teléfono y tuve que irle a buscar.
Parejas Perdurables IIª parte
Sigue 21
Por motivos de contactos con clientes visité Alcalá de Henares veintiséis años después de mi licencia militar en la plaza. Terminada la labor comercial, en vistas de la gran transformación del pueblo que era antes, a la ciudad industrializada y eliminación de casi la totalidad de los cuarteles del Ejército, tuve un arrebato nostálgico y me dirigí a lo que fue el paraje agradable ribereño del Rio Henares.
No existía. Dudé si mi memoria fallaba, pero adiviné como no muy lejos, se distinguía un mermado grupo de cañas. Seguro eran el vestigio del frondoso cañizar de antaño y al río se lo llevaron por cambio del curso de sus aguas.
Y apenas se adivinaba el cauce. Todo el paisaje allí era árido y plano. La ciudad, no creció por este entorno. Creció por el entorno de la carretera ampliada y la estación de ferrocarril.
Hacia allí volví recordando que en la estribación del antiguo Alcalá y adyacente a la calle principal, tomaba yo mis cervezas y los caldos de la mano del barman Cirilo.
Este local quedaba entre una serie de nuevas construcciones que flanqueaban la ahora calle amplia y asfaltada, hasta la misma estación del ferrocarril. Tal era la nueva configuración de la Ciudad, que me absorbí contemplando edificios buscando el bar de Cirilo.
Convencido paré frente a un edificio, al ver unas letras borrosas en la fachada que permitían adivinar BAR….
-Busca a alguien?
Un señor aparentemente de poca más edad que la mía, era la única persona que en aquél momento circulaba por allí.
-En realidad no busco a nadie, pero estoy recordando que en mi tiempo de servicio militar, aquí, había un bar cuyo dueño se llamaba Cirilo.
-Soy yo. Y recuerdo al tiempo que se refiere que era el año de los Polacos.
Vaya. Pues que casualidad. Sí; a los catalanes nos llamaban polacos por alguna semejanza fonética con la de Polonia. Era el Cirilo que nos sirvió el famoso caldo como acompañante de los chatos de vino. Y me picaba la curiosidad del motivo por el que en casa, a mí no me salía igual.
A mí me salía como un caldo normal, detestable por mi gusto. Varias veces lo probé para ofrecerlo a mis hijos. A ellos les gustaba, como un caldo más, pero yo desistí de hacerles tal cumplido ya que tuve que confesarles que la fórmula nadie me la dio. Que solo ponía los ingredientes recordados por su sabor. Me parecían los correctos. Y no debían serlo, a pesar de ponerle ají picante y pimienta negra, a discreción.
Aprovechando este casual encuentro, extrañado por el cierre de su negocio, me atreví a solicitarle la fórmula que deleitó a mis colegas durante los seis meses de estancia mientras yo solo pude enterarme del error cometido por no probarlo más que el último día de permanencia y aún con una prevención de reparo.
Sigo detestando los caldos servidos en casa, o en restaurantes. Peor aún el consomé, pero el caldo picante de Cirilo, resucitaba muertos y embotaba de tal manera la boca con su fuerte sabor y temperatura abrasadora, que definitivamente era el único que deseaba deglutir.
Cirilo, contó que llevaba los últimos cinco años, con viajes cada dos días a Madrid, para someterse a diálisis. Esto era incompatible con la tasca y su hermano ya no vivía en Alcalá. Decidió cerrar y lo único que espera que alguien se interese por el local y vendérselo.
Me pidió que le contara que ponía de ingredientes para repetir su caldo. Forcé la imaginación recordando lo de veintiséis años. Su respuesta me dejó pasmado.
-Pues los acertó todos. Eso era lo que serví durante años, sin variar nada.
-Pero es que mi recuerdo de los ingredientes, no se corresponde con el recuerdo del sabor que obtengo yo. Ni se parece.
-Es que le faltaría tiempo.
-¿Cómo?. Si lo pongo a hervir hasta cinco horas.
-No. Cinco días.
Acabáramos. Recordé que el caldo lo servía sacado de una olla permanentemente hirviendo encima del mostrador. De vez en cuando, extraía gambas, o galeras, o mejillones, ya deshechos de tanto hervir, introduciendo nuevos crustáceos y más agua para no mermar la cantidad de caldo a servir a los parroquianos. Sí. Aquella olla, no hervía durante cinco días, sino cinco años. Me recordó que la estratagema era idéntica a la del bodeguero de Montferri con su Cup subterráneo de 50.000 litros de vino.
De regreso a Barcelona, hice la prueba ocupando durante cinco días la mitad de la cocina con mi experimento.
Tere refunfuñaba constantemente, por invadir su santuario, ocupar sus cachivaches y dejar el piso invadido por los vapores del caldo que solo permanecía sin fuego, las ocho horas nocturnas.
Aparte de incordiar a mi mujer, mis hijos, saltaron de alegría con tal poción, obligándome a que por lo menos por Navidad repitiera el “caldo” y a ser posible en lugar de cinco litros el doble.
Lo intenté, pero ello no es posible. Para obtener diez litros de caldo en estas condiciones necesitaría receptáculos de veinte litros y dos fogones conjuntos para su constante hervor. Tere ya no me echaría de la cocina, sino de casa.
Sigue 21
Por motivos de contactos con clientes visité Alcalá de Henares veintiséis años después de mi licencia militar en la plaza. Terminada la labor comercial, en vistas de la gran transformación del pueblo que era antes, a la ciudad industrializada y eliminación de casi la totalidad de los cuarteles del Ejército, tuve un arrebato nostálgico y me dirigí a lo que fue el paraje agradable ribereño del Rio Henares.
No existía. Dudé si mi memoria fallaba, pero adiviné como no muy lejos, se distinguía un mermado grupo de cañas. Seguro eran el vestigio del frondoso cañizar de antaño y al río se lo llevaron por cambio del curso de sus aguas.
Y apenas se adivinaba el cauce. Todo el paisaje allí era árido y plano. La ciudad, no creció por este entorno. Creció por el entorno de la carretera ampliada y la estación de ferrocarril.
Hacia allí volví recordando que en la estribación del antiguo Alcalá y adyacente a la calle principal, tomaba yo mis cervezas y los caldos de la mano del barman Cirilo.
Este local quedaba entre una serie de nuevas construcciones que flanqueaban la ahora calle amplia y asfaltada, hasta la misma estación del ferrocarril. Tal era la nueva configuración de la Ciudad, que me absorbí contemplando edificios buscando el bar de Cirilo.
Convencido paré frente a un edificio, al ver unas letras borrosas en la fachada que permitían adivinar BAR….
-Busca a alguien?
Un señor aparentemente de poca más edad que la mía, era la única persona que en aquél momento circulaba por allí.
-En realidad no busco a nadie, pero estoy recordando que en mi tiempo de servicio militar, aquí, había un bar cuyo dueño se llamaba Cirilo.
-Soy yo. Y recuerdo al tiempo que se refiere que era el año de los Polacos.
Vaya. Pues que casualidad. Sí; a los catalanes nos llamaban polacos por alguna semejanza fonética con la de Polonia. Era el Cirilo que nos sirvió el famoso caldo como acompañante de los chatos de vino. Y me picaba la curiosidad del motivo por el que en casa, a mí no me salía igual.
A mí me salía como un caldo normal, detestable por mi gusto. Varias veces lo probé para ofrecerlo a mis hijos. A ellos les gustaba, como un caldo más, pero yo desistí de hacerles tal cumplido ya que tuve que confesarles que la fórmula nadie me la dio. Que solo ponía los ingredientes recordados por su sabor. Me parecían los correctos. Y no debían serlo, a pesar de ponerle ají picante y pimienta negra, a discreción.
Aprovechando este casual encuentro, extrañado por el cierre de su negocio, me atreví a solicitarle la fórmula que deleitó a mis colegas durante los seis meses de estancia mientras yo solo pude enterarme del error cometido por no probarlo más que el último día de permanencia y aún con una prevención de reparo.
Sigo detestando los caldos servidos en casa, o en restaurantes. Peor aún el consomé, pero el caldo picante de Cirilo, resucitaba muertos y embotaba de tal manera la boca con su fuerte sabor y temperatura abrasadora, que definitivamente era el único que deseaba deglutir.
Cirilo, contó que llevaba los últimos cinco años, con viajes cada dos días a Madrid, para someterse a diálisis. Esto era incompatible con la tasca y su hermano ya no vivía en Alcalá. Decidió cerrar y lo único que espera que alguien se interese por el local y vendérselo.
Me pidió que le contara que ponía de ingredientes para repetir su caldo. Forcé la imaginación recordando lo de veintiséis años. Su respuesta me dejó pasmado.
-Pues los acertó todos. Eso era lo que serví durante años, sin variar nada.
-Pero es que mi recuerdo de los ingredientes, no se corresponde con el recuerdo del sabor que obtengo yo. Ni se parece.
-Es que le faltaría tiempo.
-¿Cómo?. Si lo pongo a hervir hasta cinco horas.
-No. Cinco días.
Acabáramos. Recordé que el caldo lo servía sacado de una olla permanentemente hirviendo encima del mostrador. De vez en cuando, extraía gambas, o galeras, o mejillones, ya deshechos de tanto hervir, introduciendo nuevos crustáceos y más agua para no mermar la cantidad de caldo a servir a los parroquianos. Sí. Aquella olla, no hervía durante cinco días, sino cinco años. Me recordó que la estratagema era idéntica a la del bodeguero de Montferri con su Cup subterráneo de 50.000 litros de vino.
De regreso a Barcelona, hice la prueba ocupando durante cinco días la mitad de la cocina con mi experimento.
Tere refunfuñaba constantemente, por invadir su santuario, ocupar sus cachivaches y dejar el piso invadido por los vapores del caldo que solo permanecía sin fuego, las ocho horas nocturnas.
Aparte de incordiar a mi mujer, mis hijos, saltaron de alegría con tal poción, obligándome a que por lo menos por Navidad repitiera el “caldo” y a ser posible en lugar de cinco litros el doble.
Lo intenté, pero ello no es posible. Para obtener diez litros de caldo en estas condiciones necesitaría receptáculos de veinte litros y dos fogones conjuntos para su constante hervor. Tere ya no me echaría de la cocina, sino de casa.
Parejas Perdurables IIª parte
Sigue 22
Nos hallamos en el fatídico fin de año de 2012. Quizá para los supersticiosos, el que debe serlo será el próximo 2013. Puesto que ya quedó desmentida la interpretación del calendario Maya, hay que seguir dando pábulo al creyente, que no por constatar una y otra vez las falsedades, perderá la esperanza de que sean sus propios ojos quienes vean el fin del Mundo.
La felicidad, no todos la asumen por un igual. Ya lo dice el refrán: “ De todo hay en la viña del Señor”.
La primera parte de este relato biográfico, lo finalicé por acontecimientos de finales de la década 70 y no creo que a nadie de los personajes que puedan darse por eludidos, les afecte lo más mínimo. Transcurrieron más de 30 años. En todo caso, según las Leyes Civiles, cualquier hecho prescribió.
Esta segunda parte, se aproxima a poco más de los 20 años. Esto me lo recalcaron nuestros hijos que no les gusta que narre nada de lo que ellos participaran.
Tienen razón. La historia plasmada se refiere a las “Parejas Perdurables” de amistades de mi juventud y que actualmente con una media de 53 años de matrimonio, siguen unidos.
De las dieciséis a las que quise referirme, mantenemos contactos telefónicos siete, mientras que por ausencias de la localidad perdimos contacto con seis de ellas, y a tres, por haberles llegado la definitiva este 2012.
Mis hijos pues independizados todos, no son parte de mi narrativa.
Ellos tiene su hogar; el paterno se quedó con solo la pareja Tere y yo. Respeto su decisión de silenciar lo que a ellos les atañe.
Con esta perspectiva, las aventuras que puedo contar resultan muy limitadas, pues casi todas ellas, van parejas en los acontecimientos familiares de uno, u otro y de las visitas quincenales en que vienen a saludarnos. Preferentemente a Tere que es la que les ofrece la comida que cocina.
Ya no realizamos las reuniones de nuestras parejas con las salidas de fin semana de antaño en nuestra juventud, ni las últimas anuales, que definitivamente abandonamos en 2011.
Y todo ello, sin acusar necesidad alguna, ni deseo nostálgico, pues el nuevo estatus ha ido acompañado del cambio total en la manera de ocupar el tiempo libre. Es debido a la evolución social y los medios de comunicación divinizados por Internet y plasmados en los ordenadores personales.
Y la razón por la que reemprendo, o finalizo esta segunda parte de las Parejas Perdurables, fue la llamada telefónica recibida la semana pasada de una protagonista mentada en la primera parte de esta narración.
Nos dijo que acababa de ser tatarabuela, a sus 96 años. Que tuvo gran alegría y se acordó de nosotros, dado que la tratamos tan bien en los años que nos sirvió, permitiendo visitar a su hijo a diario en el hospital militar de Barcelona donde se hallaba.( Según recuerdo, era Tere la que decía excelencias de ella, por el magnífico trato que tuvo con nuestros hijos).
Aquel chico, que cumplió el servicio militar, tuvo dos hijas. Una de las cuales convirtió a Maravillas ( el nombre verdadero de la que fue año y medio nuestra sirvienta del hogar) en abuela y que hace unos días esta nieta la convirtió en tatarabuela.
Se siente muy feliz, con la numerosa familia que la circunda. Y que desde que se retiró por haber cumplido el servicio ella con nosotros y su hijo con los militares, actuó en 83 obras teatrales, hasta sus últimas actuaciones recientes. Ya no actuará más, no por falta de salud sino por haber perdido bastante poder visual, lo que quedaba patente ante el público.
Pues no creemos Tere y yo que lleguemos a ver a nuestros tataranientos, vemos perfectamente, la poca disposición de nuestros nietos, que si actúan como el que fue nuestro quinto vástago, independizado a los treinta y tres años de edad y sin interés alguno en asumir paternidad, vamos pues a conformarnos con ser simples abuelos.
Sigue 22
Nos hallamos en el fatídico fin de año de 2012. Quizá para los supersticiosos, el que debe serlo será el próximo 2013. Puesto que ya quedó desmentida la interpretación del calendario Maya, hay que seguir dando pábulo al creyente, que no por constatar una y otra vez las falsedades, perderá la esperanza de que sean sus propios ojos quienes vean el fin del Mundo.
La felicidad, no todos la asumen por un igual. Ya lo dice el refrán: “ De todo hay en la viña del Señor”.
La primera parte de este relato biográfico, lo finalicé por acontecimientos de finales de la década 70 y no creo que a nadie de los personajes que puedan darse por eludidos, les afecte lo más mínimo. Transcurrieron más de 30 años. En todo caso, según las Leyes Civiles, cualquier hecho prescribió.
Esta segunda parte, se aproxima a poco más de los 20 años. Esto me lo recalcaron nuestros hijos que no les gusta que narre nada de lo que ellos participaran.
Tienen razón. La historia plasmada se refiere a las “Parejas Perdurables” de amistades de mi juventud y que actualmente con una media de 53 años de matrimonio, siguen unidos.
De las dieciséis a las que quise referirme, mantenemos contactos telefónicos siete, mientras que por ausencias de la localidad perdimos contacto con seis de ellas, y a tres, por haberles llegado la definitiva este 2012.
Mis hijos pues independizados todos, no son parte de mi narrativa.
Ellos tiene su hogar; el paterno se quedó con solo la pareja Tere y yo. Respeto su decisión de silenciar lo que a ellos les atañe.
Con esta perspectiva, las aventuras que puedo contar resultan muy limitadas, pues casi todas ellas, van parejas en los acontecimientos familiares de uno, u otro y de las visitas quincenales en que vienen a saludarnos. Preferentemente a Tere que es la que les ofrece la comida que cocina.
Ya no realizamos las reuniones de nuestras parejas con las salidas de fin semana de antaño en nuestra juventud, ni las últimas anuales, que definitivamente abandonamos en 2011.
Y todo ello, sin acusar necesidad alguna, ni deseo nostálgico, pues el nuevo estatus ha ido acompañado del cambio total en la manera de ocupar el tiempo libre. Es debido a la evolución social y los medios de comunicación divinizados por Internet y plasmados en los ordenadores personales.
Y la razón por la que reemprendo, o finalizo esta segunda parte de las Parejas Perdurables, fue la llamada telefónica recibida la semana pasada de una protagonista mentada en la primera parte de esta narración.
Nos dijo que acababa de ser tatarabuela, a sus 96 años. Que tuvo gran alegría y se acordó de nosotros, dado que la tratamos tan bien en los años que nos sirvió, permitiendo visitar a su hijo a diario en el hospital militar de Barcelona donde se hallaba.( Según recuerdo, era Tere la que decía excelencias de ella, por el magnífico trato que tuvo con nuestros hijos).
Aquel chico, que cumplió el servicio militar, tuvo dos hijas. Una de las cuales convirtió a Maravillas ( el nombre verdadero de la que fue año y medio nuestra sirvienta del hogar) en abuela y que hace unos días esta nieta la convirtió en tatarabuela.
Se siente muy feliz, con la numerosa familia que la circunda. Y que desde que se retiró por haber cumplido el servicio ella con nosotros y su hijo con los militares, actuó en 83 obras teatrales, hasta sus últimas actuaciones recientes. Ya no actuará más, no por falta de salud sino por haber perdido bastante poder visual, lo que quedaba patente ante el público.
Pues no creemos Tere y yo que lleguemos a ver a nuestros tataranientos, vemos perfectamente, la poca disposición de nuestros nietos, que si actúan como el que fue nuestro quinto vástago, independizado a los treinta y tres años de edad y sin interés alguno en asumir paternidad, vamos pues a conformarnos con ser simples abuelos.
Parejas Perdurables IIª parte
Sigue 23
Finalizando el año 2012, me parece oportuno coincidir con el epílogo de esta segunda parte de Parejas Perdurables.
Tal como prometí a mis hijos, solo relacionaré que una vez acabada la reforma de las ruinas de Tarter, la convertimos en nuestra “Mansión Pairal”.
Se componía de un garaje en planta baja y almacén-trastero.
Un primer piso con gran sala comedor, la cocina, un aseo y un patio con una higuera más que centenaria, de la cual, recuerdo un buen día enzarzado con mis hijos en recoger los higos para depositarlos en nuestro buche, la ingesta exagerada que inconscientemente fui tragando en poco más de media hora, me produjo fuerte dolor de cabeza.
Desde aquél día, poco me apetece esta fruta.
En este patio ubiqué un asador automático, con espadín para tres pollos al ast. Cuando lo utilizábamos, en tertulia, con mis hijos, entre agregar leña, untar migas de pan con la grasa que se desprendía y echar mano de la bota de vino, pasaban un par de horas. Después, las mujeres y convidados en la mesa se despachaban con la casi totalidad de los tres pollos, ya que nosotros estábamos saciados.
En un piso segundo, comunicado con la sala del primero había un recibidor, la habitación de matrimonio, un aseo con bañera, y cuatro dormitorios.
El acceso principal era desde un atrio al recibidor, pues exteriormente una rampa desde planta baja, llegaba a un rellano que accedía a un pequeño jardín y al atrio.
La rampa seguía rodeando el jardín, hasta la buhardilla, donde tres depósitos de agua recogían reservas para emergencias. En la cubierta de tejado, instalé un serpentín de tubería de pvc negro, que calentaba el agua por el sol y nos podíamos duchar con ahorro energético.
Por aquél tiempo ya no nos acompañaban los dos vástagos mayores y cuando lo hacían era con sus novias.
Un año después, se casó el segundo ya que el mayor no tenía la carrera terminada.
Dos años después sí. Se casó el primogénito y recuerdo el ridículo que pasamos todos al obedecer al Cura que los casaba.
Era el sacerdote un joven de lo que representó por entonces la nueva ola.
Procuraban realizar el santo Oficio y demás actos litúrgicos con innovaciones. Querían ser más accesibles al público llano y lo que nos mandó a los familiares de los novios, nos dejó atónitos.
-Uds. Cuando pronuncie las palabras “ Pueden besarse”, ¡aplaudan!. Es la mejor manera de mostrar aquiescencia y alegría.
Todos dudábamos. En la Iglesia, que conocíamos de nuestros progenitores, todo era silencio, respeto, muestras de compungidos, andar de puntillas, santiguarse una y otra vez y Amén, amén, amen.
Sin embargo, los tiempos cambian y a lo mejor este era el estilo moderno, en fin. Llegó el momento, y unos tímidos aplausos surgieron de mis manos y las de nuestros hijos. Los familiares de la novia, se mantuvieron en silencio y los feligreses que llenaban la iglesia, casi que nos tenían por unos botarates.
Al fin, dejamos los aplausos que nada tuvieron de ovación entusiasta, dirigimos la mirada al cura y éste nos la devolvió decepcionado.
Tres años después J.C. nos contó que en viaje a Puket entraron a un restaurante típico tailandés. Mientras sus suegros y su mujer esperaban en la mesa que les sirvieran una sopa, él se dirigió a los aseos y al salir, husmeó por la entrada de la cocina. Lo que vio no le entusiasmó. Se apresuró a comunicar a su mujer y suegros, que pasaran de la sopa y pidieran otra cosa.
Ni caso, ya que no daba ninguna razón y que ya el suegro la probó, con plena satisfacción. Él, fue el único que rehusó el plato y precavidamente, hasta la mañana siguiente, no comunicó su visión de la cocina.
Se trataba de que el caldo, hervido en una olla de grandes dimensiones, elevaba un denso vaho. Entre el calor natural veraniego, mas el propio de la cocina, no se alejaba mucho el vaho de la olla, permaneciendo encima de ella sin evanescerse. Las moscas a centenares, caían sin remedio al hervor del caldo. Un pinche estaba alerta y con una espumadera iba rescatando a las pobres fenecidas.
El tercer hijo se casó cuando vendimos la Mansión Pairal y nos cambiamos de domicilio en Barcelona, por otro de menor superficie. Nuestra composición familiar menguaba y la tendencia era a seguir así, por lo que pisos de muchos dormitorios no eran lo ideal, y lo más importante: Más baratos.
La venta del anterior donde falleció la madre de Tere, reportó un dinero muy superior al de la nueva adquisición. Cosa importante al ir en declive las negociaciones para seguir con las instalaciones en Tarter.
El nuevo piso ya no fue hogar para el tercer vástago. Se casó el mismo año, siendo el tercero en abandonar el nuestro.
El cuarto fue asimismo el número cuatro. Antes convivió con nosotros un par de años, haciéndonos hospederos obligados de un pastor alemán recién nacido que le regalaron. Le llamó Thor y de éste sí recuerdo aventuras que no creo moleste narrarlas, pero sería en otro lugar, si hay ocasión, otro año.
El quinto en tomar las de Villadiego, fue nuestro sexto hijo, al casarse con la que es madre de nuestra parejita de nietos menores.
El día de la celebración, pasé veinte minutos angustiosos buscando el Restaurante del ágape programado.
Al salir de la Iglesia, con la cantidad de fotos de rigor, todos los partícipes de la boda, tomamos nuestros vehículos para dirigirnos al restorán.
Como lógico, a base de despedidas, besos al por mayor y citas a recordar, los padres del novio, ( nosotros), fuimos de los últimos en partir. Sí.
Y ¿bien?. Pues ¿dónde había que ir?. ¡Ah sí.!. En Hospitalet. El nombre ¿Cuál era?. Bueno, la calle ..... ¿Cuál?. Veamos el croquis.No, que se lo dejé a nuestra hija.
--Tere, ¿tienes tú un croquis del itinerario?.
-No. Se lo dejé a Marta que no conoce Hospitalet.
-Al menos ¿recuerdas la calle?.
-Eso eres tú que debías saberlo. Dijeron que estaba cerca del Ayuntamiento.
Aquello se pasaba de castaño oscuro. ¿a quién preguntaría yo, si no recordaba nada?. Pues de momento, hacia el Ayuntamiento y ver si había suerte de hallar a otros invitados por el camino.
Tres veces dando vueltas por las cercanías del Ayuntamiento, sin el menor rastro. Paré. Y a una señora distraída, pregunté sin mucha esperanza.
-Señora, ¿Sabe si por aquí hay un Restaurante al que en estos momentos debe acudir mucha gente por una boda?.
-Ah. Debía ser eso. Cinco coches iban por la calle transversal. Allí hay uno que precisamente hoy está engalanado.
Era la primera vez en mi vida que pregunté al azar a un transeúnte, obteniendo información precisa.
Llegué, cuando ya comentaban que habría ocurrido con los padrinos.
La boda del sexto hijo fue la número cinco que también tuvo miga.
Ya conté que su boda fue parodiada por todos los camareros que nos sirvieron con una pierna vendada, para paliar el que el novio iba escayolado por fractura de la pierna al caérsele la anterior semana la moto encima.
Y la boda número seis, la de nuestra hija. Sin incidentes espectaculares, restando nuestro hijo número cinco que al fin también decidió unirse en matrimonio con la que sigue siendo nuestra nuera, sin ganas de tener hijos.
Esto es una moda que se está imponiendo en la actual juventud. Pues ni el quinto, ni el sexto ni la séptima hija, van a colaborar. Por ello es ya casi definitivo que Tere y yo, nos plantamos con sólo ocho nietos.
Estando pues, en un nuevo domicilio de superficie menor aún, vendí la última propiedad de Santa María, que a pesar de venderla barato para iniciar mi retiro de la vida laboral, trajo inconvenientes que se sumaron a los pendientes de Tarter, pero esto si viene al caso, sería objeto de una tercera parte de estas Parejas Perdurables.
Sigue 23
Finalizando el año 2012, me parece oportuno coincidir con el epílogo de esta segunda parte de Parejas Perdurables.
Tal como prometí a mis hijos, solo relacionaré que una vez acabada la reforma de las ruinas de Tarter, la convertimos en nuestra “Mansión Pairal”.
Se componía de un garaje en planta baja y almacén-trastero.
Un primer piso con gran sala comedor, la cocina, un aseo y un patio con una higuera más que centenaria, de la cual, recuerdo un buen día enzarzado con mis hijos en recoger los higos para depositarlos en nuestro buche, la ingesta exagerada que inconscientemente fui tragando en poco más de media hora, me produjo fuerte dolor de cabeza.
Desde aquél día, poco me apetece esta fruta.
En este patio ubiqué un asador automático, con espadín para tres pollos al ast. Cuando lo utilizábamos, en tertulia, con mis hijos, entre agregar leña, untar migas de pan con la grasa que se desprendía y echar mano de la bota de vino, pasaban un par de horas. Después, las mujeres y convidados en la mesa se despachaban con la casi totalidad de los tres pollos, ya que nosotros estábamos saciados.
En un piso segundo, comunicado con la sala del primero había un recibidor, la habitación de matrimonio, un aseo con bañera, y cuatro dormitorios.
El acceso principal era desde un atrio al recibidor, pues exteriormente una rampa desde planta baja, llegaba a un rellano que accedía a un pequeño jardín y al atrio.
La rampa seguía rodeando el jardín, hasta la buhardilla, donde tres depósitos de agua recogían reservas para emergencias. En la cubierta de tejado, instalé un serpentín de tubería de pvc negro, que calentaba el agua por el sol y nos podíamos duchar con ahorro energético.
Por aquél tiempo ya no nos acompañaban los dos vástagos mayores y cuando lo hacían era con sus novias.
Un año después, se casó el segundo ya que el mayor no tenía la carrera terminada.
Dos años después sí. Se casó el primogénito y recuerdo el ridículo que pasamos todos al obedecer al Cura que los casaba.
Era el sacerdote un joven de lo que representó por entonces la nueva ola.
Procuraban realizar el santo Oficio y demás actos litúrgicos con innovaciones. Querían ser más accesibles al público llano y lo que nos mandó a los familiares de los novios, nos dejó atónitos.
-Uds. Cuando pronuncie las palabras “ Pueden besarse”, ¡aplaudan!. Es la mejor manera de mostrar aquiescencia y alegría.
Todos dudábamos. En la Iglesia, que conocíamos de nuestros progenitores, todo era silencio, respeto, muestras de compungidos, andar de puntillas, santiguarse una y otra vez y Amén, amén, amen.
Sin embargo, los tiempos cambian y a lo mejor este era el estilo moderno, en fin. Llegó el momento, y unos tímidos aplausos surgieron de mis manos y las de nuestros hijos. Los familiares de la novia, se mantuvieron en silencio y los feligreses que llenaban la iglesia, casi que nos tenían por unos botarates.
Al fin, dejamos los aplausos que nada tuvieron de ovación entusiasta, dirigimos la mirada al cura y éste nos la devolvió decepcionado.
Tres años después J.C. nos contó que en viaje a Puket entraron a un restaurante típico tailandés. Mientras sus suegros y su mujer esperaban en la mesa que les sirvieran una sopa, él se dirigió a los aseos y al salir, husmeó por la entrada de la cocina. Lo que vio no le entusiasmó. Se apresuró a comunicar a su mujer y suegros, que pasaran de la sopa y pidieran otra cosa.
Ni caso, ya que no daba ninguna razón y que ya el suegro la probó, con plena satisfacción. Él, fue el único que rehusó el plato y precavidamente, hasta la mañana siguiente, no comunicó su visión de la cocina.
Se trataba de que el caldo, hervido en una olla de grandes dimensiones, elevaba un denso vaho. Entre el calor natural veraniego, mas el propio de la cocina, no se alejaba mucho el vaho de la olla, permaneciendo encima de ella sin evanescerse. Las moscas a centenares, caían sin remedio al hervor del caldo. Un pinche estaba alerta y con una espumadera iba rescatando a las pobres fenecidas.
El tercer hijo se casó cuando vendimos la Mansión Pairal y nos cambiamos de domicilio en Barcelona, por otro de menor superficie. Nuestra composición familiar menguaba y la tendencia era a seguir así, por lo que pisos de muchos dormitorios no eran lo ideal, y lo más importante: Más baratos.
La venta del anterior donde falleció la madre de Tere, reportó un dinero muy superior al de la nueva adquisición. Cosa importante al ir en declive las negociaciones para seguir con las instalaciones en Tarter.
El nuevo piso ya no fue hogar para el tercer vástago. Se casó el mismo año, siendo el tercero en abandonar el nuestro.
El cuarto fue asimismo el número cuatro. Antes convivió con nosotros un par de años, haciéndonos hospederos obligados de un pastor alemán recién nacido que le regalaron. Le llamó Thor y de éste sí recuerdo aventuras que no creo moleste narrarlas, pero sería en otro lugar, si hay ocasión, otro año.
El quinto en tomar las de Villadiego, fue nuestro sexto hijo, al casarse con la que es madre de nuestra parejita de nietos menores.
El día de la celebración, pasé veinte minutos angustiosos buscando el Restaurante del ágape programado.
Al salir de la Iglesia, con la cantidad de fotos de rigor, todos los partícipes de la boda, tomamos nuestros vehículos para dirigirnos al restorán.
Como lógico, a base de despedidas, besos al por mayor y citas a recordar, los padres del novio, ( nosotros), fuimos de los últimos en partir. Sí.
Y ¿bien?. Pues ¿dónde había que ir?. ¡Ah sí.!. En Hospitalet. El nombre ¿Cuál era?. Bueno, la calle ..... ¿Cuál?. Veamos el croquis.No, que se lo dejé a nuestra hija.
--Tere, ¿tienes tú un croquis del itinerario?.
-No. Se lo dejé a Marta que no conoce Hospitalet.
-Al menos ¿recuerdas la calle?.
-Eso eres tú que debías saberlo. Dijeron que estaba cerca del Ayuntamiento.
Aquello se pasaba de castaño oscuro. ¿a quién preguntaría yo, si no recordaba nada?. Pues de momento, hacia el Ayuntamiento y ver si había suerte de hallar a otros invitados por el camino.
Tres veces dando vueltas por las cercanías del Ayuntamiento, sin el menor rastro. Paré. Y a una señora distraída, pregunté sin mucha esperanza.
-Señora, ¿Sabe si por aquí hay un Restaurante al que en estos momentos debe acudir mucha gente por una boda?.
-Ah. Debía ser eso. Cinco coches iban por la calle transversal. Allí hay uno que precisamente hoy está engalanado.
Era la primera vez en mi vida que pregunté al azar a un transeúnte, obteniendo información precisa.
Llegué, cuando ya comentaban que habría ocurrido con los padrinos.
La boda del sexto hijo fue la número cinco que también tuvo miga.
Ya conté que su boda fue parodiada por todos los camareros que nos sirvieron con una pierna vendada, para paliar el que el novio iba escayolado por fractura de la pierna al caérsele la anterior semana la moto encima.
Y la boda número seis, la de nuestra hija. Sin incidentes espectaculares, restando nuestro hijo número cinco que al fin también decidió unirse en matrimonio con la que sigue siendo nuestra nuera, sin ganas de tener hijos.
Esto es una moda que se está imponiendo en la actual juventud. Pues ni el quinto, ni el sexto ni la séptima hija, van a colaborar. Por ello es ya casi definitivo que Tere y yo, nos plantamos con sólo ocho nietos.
Estando pues, en un nuevo domicilio de superficie menor aún, vendí la última propiedad de Santa María, que a pesar de venderla barato para iniciar mi retiro de la vida laboral, trajo inconvenientes que se sumaron a los pendientes de Tarter, pero esto si viene al caso, sería objeto de una tercera parte de estas Parejas Perdurables.
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