Parejas perdurables (continuación 64 )
Ramón comprendió que estaba abusando de mis
intervenciones a favor de la empresa asumiendo riesgos incluso indirectos, como
el de incluir al colaborador Ibáñez, en la nómina de la amplia plantilla y
aprovisionando el almacén con los lingotes de plata que vino a valer un millón
de pesetas.
Y ahora, por creerlo de especial interés, ofreció en
compensación, crear una sociedad expendedora de un diseño especial de futuras
botas futbolísticas, con la marca Kubala.
Para demostrar que era una oferta por agradecimiento a
mis desvelos, la sociedad la constituiría Kubala y mi mujer.
Kubala, mítico jugador del Barça, por los años 70 era el seleccionador
Nacional de España.
Ramón logró de Ladislao Kubala, lo
que nadie consiguió hasta aquél día en que le ofreció patrocinar unas botas
diseñadas con perfecta adaptación a las
necesidades de un profesional futbolista.
Kubala, no necesitaba ni que le hicieran publicidad, ni él hacerla de
ningún producto ajeno a su formación profesional, por el máximo estatus en que
se hallaba.
Precisamente recriminó a ”La Saeta Rubia”,
como llamaban al otro fenómeno coétaneo suyo adscrito al Real Madrid, Alfredo Di Stéfano,
el haberse vendido a la publicidad en la campaña televisiva en que aseguraba:
-“Si yo fuera mi mujer las medias XX, serían mis preferidas”. O algo así .
Para Kubala, esto resultaba denigrante. Que un futbolista publicitara
medias nada menos que de mujer, para el
publicista podía ser de impacto favorable a su pretensión de éxito, pero para
el actor, era rebajarse hasta el suelo.
Por lo visto llevaba años Ladislao, recibiendo ofertas de todo tipo de
anuncios, pero no le satisfacía ni “lavar mas blanco”, ni “mantener la línea
con….”, ni “más rápido con el nuevo Fiat..” ni, ni, ….que nada tenía que ver esta
publicidad con los futbolistas , ni las competiciones, ni su estatus de
jugador, entrenador, o seleccionador.
Encajó pues la oferta de Ramón, ya que le gustó el diseño las botas, y el
tipo de publicidad que podía ejercer, no saliendo en los posters sino por el
concepto aprovechando su fama.
Por ello, en lugar de percibir emolumentos, sería él mismo que se
beneficiaría con la comercialización.
El mínimo de participantes para crear una sociedad es la de dos personas
físicas. Ni Kubala conocía a Tere, ni Tere conocía a Kubala pero para
presentarse ante el Notario a firmar la creación, este requisito, era
intrascendente.
Creada la sociedad, había que planificar la fabricación de las botas y
orientar su publicidad para el tiempo adecuado, que no sería antes de haber
realizado un sondeo de las necesidades a cubrir, el tiempo requerido para la
fabricación de la primera expedición , el costo de todo ello, el margen de
beneficio y capital a depositar, dado que Kubala, sobre admitir la utilización
de su marca, no pondría de su bolsillo ni un céntimo.
A pesar de acelerar los trámites, no se dispusieron todos los datos sino un
año después.
Las botas las fabricarían en Elche. El fabricante se comprometía a suministrar
mil pares al mes, si le confirmábamos el pedido, con una provisión de fondos
del cincuenta por ciento.
En el ínterin Kubala ya había
enseñado el calzado a sus allegados, e incluso lo aguardaba para que lo
estrenara la Selección Nacional.
Mal momento. Mis inversiones tocaron techo. Le pasé la gestión a Ramón. Que
se encargara de captar capital, pero no a través de bancos. El problemón que se
me avecinaba de los Bungalowes, absorbía
toda mi atención.
Por aquellos días Prat traspasaba el negocio de congelados de Hospitalet, y
creaba una nueva sociedad en un polígono industrial entre Barcelona y Sabadell.
Lo titulaba Frio Santiga S.A.
Y por lo visto el capital de esta sociedad, lo captó mediante aporte
paterno, el suyo por recuperación de la inversión en Hospitalet y el de un negociante de empresa similar, de
Sabadell.
El otro socio de Hospitalet, Aitor, vasco y amigo del tiempo de sus correrías
juveniles, cuando estudiaba ingeniería
en Barcelona, justo ahora, finalizada la
carrera, no solo canceló su parte en el negocio, sino que partió para residir en Vascongadas con su familia.
Una tarde, iba a entregar a Prat, el proyecto del bloque Gemini
II, cuya obra no se finalizó. Solo se concluyeron las obras de estructura, la planta baja y
primer piso .
Le propondría ampliar con dos alturas más, si estaba dispuesto a dotar al
edificio con ascensor.
La secretaria, cariacontecida, no se atrevía a aclararme el motivo por el
cual Prat no estaba, ni estaría en su despacho aquél día ni a la mañana
siguiente.
Como al fin me enteraría, y sabía
los intereses que compartíamos, así por lo bajito me comunicó que se lo
llevaron a comisaría.
-¿Hay alguna anomalía con la nueva
empresa?.
-No dijeron nada los policías, pero parece
que es una cuestión entre él y su socio.
No podía imaginar lo ocurrido entre ellos. Quizá al reparto de beneficios
por saldar la empresa, aparecerían trapos sucios.
Me afectó pensar que su detención en una comisaría, asemejaría la de
aquellos vendedores que intentaron embaucarme.
La estancia en las dependencias de las comisarías, repugna a cualquier bien
nacido.
Hasta una semana después, no conocí por su boca, el mal trago.
Le tuvieron encerrado en el cuartelillo, teniendo que dormir de mala manera
sin ropa que cambiar y por la mañana siguiente sin pasar por el aseo, le
encararon ante un muro cutre, sacándole
fotos de cara y perfil.
La cara de patibulario, se entiende que la hagan los imputados y
presidiarios al hacerse en estas condiciones.
Cara sin afeitar, ojos somnolientos, incluso con legañas, cabello sin
peinar con el cuello de camisa arrugado.
A media mañana le abrieron ficha con cargos por falsear talones bancarios y
abuso de atributos.
Su socio, disponía de una cuenta corriente, paralela a la de la empresa
conjunta. De esta cuenta, un talonario, estaba a disposición del administrador,
que era Prat. Muchos pagos se hacían con esta cuenta, desde la fundación. Prat
equilibraba saldos a semejanza de lo que hacía yo con mis veinticuatro cuentas
entre corrientes, pólizas e hipotecas. Claro que los trasiegos destinados a un
negocio desde otro, en mi caso nadie podía cuestionarlos. Todas respondían a mi
mismo nombre.
Prat, como administrador, no faltaba al despacho ni un día, en tanto que su
socio, aparecía por allí únicamente cuando había alguna cuestión delicada para
tratarla reunidos. Para facilitar la
labor de Prat, sin estar presente en las transacciones, dejaba un talonario
firmado guardado en la caja fuerte de su despacho.
Cuando se agotaba el talonario firmado, Prat a sabiendas de su socio, expedía
talones de otro en blanco, imitando la firma.
Esto mientras eran socios, no tenía mayor importancia ya que el negocio era
común, pero a partir de la propuesta de liquidar por venta o traspaso, ya no había razón para seguir con esta
operativa.
Nada menos, el banco admitía sin pestañear los talones de falsa firma, en
tanto que los verdaderos, se los miraban con recelo.
Al cancelar su cuenta de Barcelona, Aitor, desde Bilbao, la halló en
números rojos. Se percató que una serie de talones de los que no tenía
conocimiento, habían sido cobrados cuando él ya había finiquitado su participación
social.
Se asustó, no por el hecho en sí, sino al escuchar al abogado de su
familia, que le agoraba el más negro destino entre rejas y el descrédito
familiar, cuya honorabilidad quedaba mancillada.
Debía sin demora denunciar el delito, sopena de convertirse en colaborador
de un delincuente que podía seguir emitiendo talones distribuidos por la
península y arruinar a sus padres. Y más barbaridades. Aitor, firmó lo que le
presentó el abogado de la familia, y la Justicia siguió su curso.
Prat, tuvo que enterarse de esta imputación por parte de su socio, estando
entre rejas.
Su padre, acudió y al conocer los hechos, le sacó de allí mediante otro
abogado que presentó al juzgado aquello
que llaman “Habeas Corpus”.
Y lo que no hubiera sido más que un comunicado en el que los talones habían
sido emitidos con anterioridad al finiquito de la sociedad y destruir los
talonarios restantes, se convirtió en un sarao entre abogados Catalanes y
Vascos, que duró un par de meses.
Prat recriminó a su antiguo socio tal actitud, que con una simple llamada
telefónica se hubiera resuelto y nadie tenía que haberse enterado del modus
operandi que él ya conocía, a pesar de no ser ortodoxo.
Y el mal ya estaba hecho, pues a partir de aquél día Prat estaba fichado,
aunque no procesado, por haberse desestimado el delito.
Pero tuvo consecuencias para la nueva sociedad de Frío Santiga, ya que
enterado el nuevo socio, no cesó hasta obligarle a retirarse.
Y las consecuencias, como si de fichas de dominó se trataran, también me alcanzaron a mí.
Parejas perdurables (continuación
64 a )
- Carlos, esta niña no te hace ningún favor, mándala de nuevo con Ramón, aunque lo que necesita es urbanidad.
- Carlos, esta niña no te hace ningún favor, mándala de nuevo con Ramón, aunque lo que necesita es urbanidad.
Solamente Tere, había visto a la nueva secretaria suplente de Irene,
un par de veces. En cierto modo, tenía razón. Tampoco a mí me satisfacía su
presencia provocativa para los clientes jóvenes.
Su vestimenta en aquél tiempo se pasaba de llamativa. Cubría un cuerpo
bien surtido de delantera y trasera, con un pareo ceñido para la parte superior,
en tanto que una minifalda de las más cortas para la inferior. Y su cara
picarona, mostraba pertenecer a una incipiente teenager. Más que secretaria,
era una recepcionista sin aspiraciones.
Fue Ramón que me la endosó. Él disponía de una secretaria de primera,
Teresa, homónima de mi mujer. Sin embargo Felicia, servía de auxiliar a su valorada
secretaria.
¿Porqué pues me la envió?. Se trataba de una sustitución temporal de
Irene, mi secretaria que en sus dos años de servicio demostró asimismo su
valía.
Tere, que la conocía bien, no podía menos que compararla con Felicia.
El Sol y la Luna.
Prat también tenía otra diligente y eficaz secretaria, Eloísa. Irene
fue compañera de Eloísa larga temporada, habiéndose formado en una academia
privada de Barcelona. Intimaron en amistad, por cuanto Eloísa vivía sola en
Barcelona. Procedía de Melilla y allí se hallaba su familia.
Por la buena oferta laboral que recibió de Prat, puso todo su empeño
en ser útil a su empresa, hasta tal punto que los empleados, así como los
clientes habituales, inferían que su relación con el Jefe, debía ser algo más
que laboral. Yo jamás pude constatarlo, pero que era muy apreciada por él y a
la que confiaba todos los entresijos del negocio, era evidente.
Irene, se presentó a mi despacho poco después de haber iniciado
negocios con Prat, recomendada precisamente por él y Eloísa. Y me recordó a la
niña que tuve años antes y que perdí por su frágil salud.
Se repetía aquella fatalidad. A Irene, siempre la vi pálida, seria y
contra la apariencia de Felicia, estilizada discreta.
Con la cantidad de asuntos que llevaba yo entre manos, su ayuda
resultaba esencial, sino imprescindible, cosa que Felicia era incapaz de
solventar ninguna papeleta sin consultarme primero, o si no estaba en el despacho,
consultarlo al contable.
El día que sangró por la nariz Irene estando yo presente, me preocupé
temiendo lo peor.
Mi mujer la acompañó a Urgencias sanitarias donde le cortaron la
hemorragia y desvelaron su anemia.
Quería ella quitar importancia, indicando que esto le ocurría con
frecuencia pero que pronto se recuperaría.
Le dí un mes de baja, esperando que se medicara y restableciera para
poder seguir con su eficiente función de secretaria.
Aunque a su regreso perjuraba que se encontraba perfectamente, no duró
más de dos meses, tras los cuales anunció su cese por motivos de salud. Lo
dicho, se repetía la historia. Mala suerte para ella y para mí.
Mientras no dispuse de una nueva aparentemente fiable, Tere asistió al
despacho a ratos y me ordenaba lo que buenamente estaba en su mano,
respondiendo correo comercial y programando visitas.
En tanto, mi preocupación principal era la de los cobros realizados
por ventas aplazadas de unos bungalowes en construcción.
Viendo el retraso real de la construcción de los 58 proyectados,
propuse a Construcciones Domenech y Hnos. que se hiciera cargo de la mitad,
pues evidentemente, no podía cumplir nuestro contrato para la totalidad,
mientras yo debía hacerlo para con mis clientes.
La razón que adujo Domenech por el retraso, escondía una realidad que
yo sospechaba pero él sabía. La pudo disfrazar por algo que le iba a favor. La
carencia de material de construcción que acusaba Cataluña entera.
La proliferación de urbanizaciones, así como la masiva construcción de
viviendas protegidas estatales y la moda de pavimentar a base de lechos de
hormigón, colapsó la producción de las cementeras y las bóvilas. Era verdad
pues que las empresas productoras de materias primas, dosificaban la entrega de
la demanda atendiendo a una reducción proporcional al consumo habitual de los
clientes conocidos y desatender los pedidos de nuevos clientes, o de bajo
consumo.
Lo que venía a ser un racionamiento como en los tiempos de la guerra.
Cementos Fradera se hallaba cerca de Santa María y allí, un amigo mío,
ostentaba el cargo de Ingeniero-director.
Le expuse mi problema y como favor especial, me suministró un camión de
diez toneladas de cemento portland.
Domenech reanudó la construcción durante tres días, después de los
cuales desaparecieron los albañiles y las toneladas de cemento.
Fui a verle en su despacho en la Gran Vía de Barcelona, justo en el
edificio que años antes, Adams, “La Selva Negra Catalana” tenía como domicilio
social.
Bromeando me contó cómo estaba sentado en la butaca que aquél
desgraciado usó al pegarse un tiro.
Y que no me preocupara por las obras paralizadas. En Santa María ya no
tenía tochos ni tochanas, (piezas básicas para levantar paredes de obra) por lo
que no podía trabajar. El cemento se lo llevó para poder acabar unas obras en Tarragona
ya que también se le paralizaban, pero en pocos días volvería con los tochos de
procedencia castellana, ya solicitados.
El tamaño de estas piezas fabricadas en castilla, era un par de centímetros
inferior en longitud y grosor. Ello requería un aumento en el precio de la
colocación por metro cuadrado, así como un plus por el transporte extra radios.
Lo clásico, ir por lana y salir trasquilado. Quería rescindir el
contrato y se avecinaba, la petición de aumento del precio concertado.
Aquél día tuve que transigir, pero reduciendo en el contrato el número
de bungalowes inicial y que retirara las letras aceptadas por su
correspondiente importe.
En realidad por mi temor, lo que deseaba era rescindir el contrato en
su totalidad, pero como me hizo creer que estaban entregadas a la financiera,
aquello no tenía marcha atrás.
Esperando un milagro que permitiera, recuperar las letras de la
financiera, o ver finalizadas las obras, me dispuse a solventar aquella
papeleta ofreciendo un plus a mis albañiles para que el primer grupo de seis
bungalowes, lo acabaran definitivamente cuanto antes.
Luego los amueblaría, según lo proyectado y a los clientes con
contrato, les explicaría que por motivos de fuerza coyuntural, me veía obligado
a devolverles los pagos percibidos, rescindiendo la venta aplazada. Y quienes
tuvieran mayor interés, deberían adquirir los bungalowes notarialmente, al
contado en un plazo máximo de dos meses, suficientes para el retiro de las letras
concertadas.
Como era de esperar de mal grado, desistieron de la compra y con ello
devolviéndoles lo poco que habían ya entregado, me sacudía una responsabilidad
de encima.
Dos fueron lo que prefirieron permuta con solares. Más a mi favor.
El problema no se acababa con este final feliz para los adquirentes
que confiaron comprar sobre plano, pues era evidente que no podía arriesgarme
al previsible incumplimiento de finalización de obras para el verano siguiente.
No pudiendo pues obtener capital por ventas de lo proyectado, debía
intensificar la de los solares.
Parejas perdurables (continuación
64 b )
Felicia, me anunciaba la visita de “Un Señor”. Ni
siquiera aprendió que las visitas han de tener nombre y apellidos. Anunciarme a
Un Señor, solo me daba la pista del veinticinco por ciento de personas que pudieran
ser. Una señora, un Joven, una Joven.
Como pronto volvería Irene, me abstuve de hacerle
corrección alguna.
-Bueno,
pues que pase Un Señor.
Otra que tal. ¿Qué hacía aquel señor que resultaba ser el
último contable de la ex señora Batlle?.
Estaba ya olvidando los pleitos y desprendimiento final
por subasta de los “modelitos” que embargué al chulo de Conchita, cuando
aparece el contable que lejos de velar por mis intereses, acabó siendo su
escudo protector.
Me expuso que se hallaba sin trabajo, ya que con el
finiquito de la empresa de confección, la ex Sra. de Batlle, iba a rehacer el
negocio por su cuenta, pero muy limitado con lo cual, él ya no tenía cabida
allí.
Aquello me olía a una petición de empleo, con velado
chantaje. Como si se hubiera quedado sin empleo por mis malas artes al
denunciar a Conchita y a su chulo. El negocio se le fue al traste, no por los
desmanes de la caradura de aquella mujer. ¡Que va!. Era por cerrarles el grifo
de la financiación y no dejar seguir siendo estafado.
No erré mi juicio.
-Pues
pensé que Ud. podría admitirme para llevar la contabilidad de la Urbanización.
Me expuso su precaria situación con esposa y dos hijos en
edad escolar, a los que ya no podía seguir manteniéndolos en las escuelas de
pago.
Anda ya. O sea, que un simple contable de una empresa más
bien pequeña, se permitía llevar a sus hijos a colegios de pago. Cada vez se me
hacía más insoportable la presencia de aquél individuo. Falso, traidor,
recibiendo emolumentos no merecidos y permitiéndose lo que yo no hice con
ninguno de mis hijos.
Las escuelas Nacionales eran lo suficiente respetables
para educar a los niños tanto de familias modestas, como pudientes.
- - Lo
siento, pero también estoy reduciendo plantilla. Una vez entregue las obras en
curso, liquidaré Santa María.
Mantuve lacónica conversación para que se diera cuenta
que no era bienvenido.
Viendo que no tenía oportunidad ni con intentos de
chantaje, al despedirse aún me pidió que le hiciera una recomendación para
alguna otra empresa.
Aquél tío, tenía un rostro de cemento Portland como el
que obtuve de la cementera de Garraf.
Cuando comenté esta visita, con Tere, los nervios no la
dejaban. Mejor no hubiera rememorado el tema, pues ya sabía que ella se toma
muy a pecho lo vivido con tal gente.
Para desviar la conversación, le pregunté por el
resultado de la reunión en el colegio.
Se promovía una especie de asociación de
padres de alumnos, que intervendrían conjuntamente con los profesores, para
mejorar la educación.
El pediatra de nuestros hijos, tenía también en el mismo
colegio a sus dos hijas y posiblemente, por su profesión le nombraron
presidente.
Pedían organizarse como si de una sociedad se tratara,
con secretario, tesorero, vocales y seguir unos estatutos, levantar actas de
las reuniones quincenales y …….
-Mira,
Tere, no estoy para perder el tiempo en reuniones donde ya sé para que sirven,
máximo si le quieren dar tanto boato. Mi parecer es que la educación de los
hijos, la han de recibir de sus padres en el hogar y de sus mentores en el
colegio. Son ellos los que están capacitados para la enseñanza y no nosotros
para torcerles su labor.
No
servirá de nada. En nuestra generación, recuerda que ningún padre iba nunca a
enseñar a los maestros cómo debían tratarnos. Es más si recibían notas de queja
por nuestro comportamiento, o bajo rendimiento en los estudios, lo estimaban
para reconvenirnos a nosotros. Y siempre consideraban que en el colegio los
padres eran ellos.
En una visita al pediatra, realizada en su consulta dos
años después para atender a nuestro quinto vástago, le pregunté cómo se
desarrollaba la asociación de padres, ya que yo, no asistí ni una sola vez.
Pues me dio la razón. Fue un entusiasta al inicio, por lo
que se sintió halagado al nombrársele presidente, pero lo dejó aborrecido por
tratarse de una “olla de grillos”. En las reuniones, se trataba de todo menos
de asuntos concernientes a los estudios, o método de educativo. La gente no era
puntual y después de perder hora y media de conversaciones inocuas, o chafarderías,
se tenía que programar la próxima reunión sin sacar ninguna conclusión. Y al
final se decidía hacer una excursión fin de curso, para lo cual se realizaba
una colecta.
Visto el tiempo perdido, dimitió siguiendo mis pasos y ya
llevaba medio curso, en que tampoco aparecía él por el colegio.
Tere, por la calle, se encontró con una antigua amiga de
cuando era forofa de la Radio. Matilde, no solo seguía siendo forofa, como ella
misma, sino que además llevaba tiempo interviniendo en los seriales radiofónicos
y al doblaje de películas.
Este accidental encuentro reavivó su antigua amistad y
como si se tratara de una circunstancia celestial, nos iba a cambiar la vida.
Al menos, nuestro último domicilio.
La invitó a su piso, que era un edificio proyectado exclusivamente
para empleados de los medios de comunicación, periodismo, radio y televisión.
Se hallaba a doscientos metros del nuestro en una calle adyacente.
Se construyó quince, hacía quince años mediante una Cooperativa.
Los socios, así obtuvieron un edificio, casi al cincuenta por ciento del coste
normal en aquél tiempo, lo que ahora representaba un valor incluso inferior al
cuarenta por ciento de lo que valía la nueva construcción.
En planta baja, aún se hallaba el taller del periódico El
Brusi.
Portada de la primera edición del Diario de Barcelona, “ El
Brusi”, en 1 -10 - 1792
Le mostró la total distribución de su piso que era
simétrico al del frente de su rellano. Compartían el ascensor dos viviendas
por piso en escaleras principales.
Había otro ascensor asimismo compartido en la parte de
patio de luces. Era el utilizado por el servicio, y recogida de basuras, así
como lavaderos, ya en desuso tras popularizarse las lavadoras el,ectricas.
La sala de 40 metros cuadrados era una tentación obscena,
que a Tere la cautivó, pero más aún su cocina-comedor de otros veinticinco
metros cuadrados y tres baños.
Lo definitivo: Cinco dormitorios. Casi uno por hijo.
Cuando me lo contó, también yo quedé cautivado. Es que
Matilde envenenó nuestros sentidos al indicar que debido al fallecimiento de su
vecino, la esposa se trasladaba a vivir con su hermana, ya que sin
descendencia, aquél piso le resultaba una carga. Lo vendía por lo que le costó,
con el valor actualizado. Mas tarde supe la verdadera razón.
Y no disponía más que un mes de tiempo para ponerlo en
venta si algún conocido no se lo adquiría, para después pasarlo a una
inmobiliaria que realizara la operación.
No tardé un minuto, en ponerme en contacto con Matilde,
para que me presentara a la propietaria.
Fuimos citados por ella en el piso en venta, Tere y yo.
Nos maravillamos por el buen estado de conservación y el magnífico recibidor
decorado con maderas nobles y sus tres accesos para un pasillo, un dormitorio y
la sala con portadas de dobles hojas acristaladas y emplomados sus vidrios de colores igual que los
rosetones de las Catedrales.
La tentación era insuperable cuando dio el precio. Quince
millones. Tuve que controlar mi tembleque incipiente y hablar pausadamente,
pues mis palabras demostraban excesiva alteración. ¿Cómo no iba a alterarme?.
Un piso así, cualquier inmobiliaria hubiese pedido entre treinta y cuarenta
millones.
Fingiendo que nos gustaba sin exagerar, pero que atendíamos a su
perentoria necesidad de realizar la venta hipso facto, allí mismo le prometí
que le traería un par de millones como paga y señal, y que procediera a
preparar la escritura notarial tan pronto lo estimara conveniente.
Ya me metí en otro lío. Pero, ¿no era aquello una ocasión pintada calva?.
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