Parejas perdurables ( continuación 52)
El consejo de Rodriguez, lo seguí. Si alguien paga a un técnico para que le resuelva una papeleta, no es muy inteligente luego no seguir sus directrices. Para esto, mejor ahorrarte una nómina y te conduces según las Musas, que son gratis.
Necesitaba un máximo de tiempo en que no trascendiera a la Sra. de Batlle mi conocimiento de la estafa. No fue así con su marido. Ocasionalmente vino a saludarme ajeno a la situación del negocio. Me propuso vender su torre que tanto le costó, ya que se separaba de Conchita.
Hubieron desavenencias familiares con una base económica. Se lamentaba haberme involucrado con el negocio de la Confección Pret a Porter, puesto que lo que él creyó culminación de los deseos sanos de mejorar su familia y satisfacer la habilidad de su mujer, se volvió en contra.
Conchita, se creció prepotente considerando que el dinero del negocio era de ella. Engreída, se enfrascó en gastos superfluos reiterados tanto por cargos al negocio como metiendo mano a la cuenta común familiar. Manirrota era un eufemismo muy suave para definir su proceder imparable.
La única forma que veía para librarse de la bancarrota familiar, era la separación matrimonial. Dado que estaban casados en régimen de separación de bienes, y el chalet de Santa María estaba a su nombre, pensaba atender los gastos de su separación con lo que sacara de la venta.
Ante esta confesión, até cabos con la propuesta de Rodriguez. Al Sr. Batlle le contaría la situación de pe a pa. Pero sacaría partido de ello ya que sutilmente le chantajearía.
-Mire Sr.Batlle. Su mujer me estuvo estafando durante más de un año. Para salir lo más airoso que pueda, por la colosal cifra que baraja, antes de presentar una querella, quiero recuperar lo máximo. Ella seguirá laborando desconociendo que la detecté y al nuevo contable le dí instrucciones de no facturar a doce meses más que a los clientes de toda solvencia y a los dudosos, cada próxima facturación reducirles dos meses de plazo para el pago. En seis meses, la facturación quedaría a los clásicos “a treinta días vista”.
Esto hará que se vayan demostrando los morosos y como si fuera entonces que me entero.
Espero que la cantidad que ahora tengo perdida, con este proceder se reduzca al máximo, pero quedarán las que irremediablemente resulten de la última facturación, que será por la que me querellaré.
Si le parece podemos actuar conjuntamente, pues Ud. quiere separarse y yo recuperar lo estafado. Le ofrezco la cantidad que necesite para su proceso legal, quedando en custodia bajo mi supervisión la venta de su chalet, que le abonaré una vez conocido el saldo final de lo estafado. En estos momentos se trata de millón y medio, que me reservo sin acudir a juicios y solicitudes de embargos en los que a pesar de todo Ud. sería subsidiario con el chalet.
Si aguardamos un año, puede que se reduzca a sólo medio millón, mientras siga laborando normalmente y no sepa que estamos ojo avizor sobre ella.
Me temo que si sospechara, motivaría la quiebra del negocio, para declararse insolvente.
El Sr. Batlle, entendió que más vale pájaro en mano que ciento volando. Se separó de su mujer con un bajo coste judicial consensuado, abonando al abogado lo estipulado con mi dinero adelantado por la garantía de su chalet. No tuvo ningún interés en alertarla por su propio bien.
Resultó el plan, pero durante aquél año, tuve que hacer bastantes equilibrios, temiendo siempre que creciera el papel de colusión.
Me dirigía al Banco Industrial de Crédito con el fin de hacer la última entrega. El director, me puso al corriente del Afaire Matesa, justo salido a la luz por la prensa. Les afectaba a ellos considerablemente, al ser un banco Oficial para la Industria y Comercio.
http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Matesa
El Ministerio reaccionó presionando a los directores para que aseguraran las nuevas inversiones restringiendo ayudas a los sectores textiles.
No era apropiado ahora entregar como garantía letras de Confección.
Lo comenté con Ramón, ya que me estaba hundiendo . Sentía el suelo ceder a mi paso. Ya bastante tenía con los descalabros seguidos, para estar alerta de todos los negocios, que ya no podía atender personalmente, y se convertía en controlar a los segundos de a bordo de cada uno, o bien repasar contablidades.
Ramón siendo el último que me lió con el negocio de los trofeos deportivos, se ofreció a ayudarme en el control y me sugirió que trajera el papel al director del Banco Exterior, el que le había recomendado visitarme, ya que eran grandes amigos.
Esto era cierto pero lo que no quería era que un solo banco mantuviera tal cantidad del papel de un mismo negocio, sin embargo tenía que asumirlo.
Por descontado mis diálogos con Tere ya llevaban meses en que no salían a relucir los negocios. Si había alguna mención, la desviaba en los asuntos de obras en Santa María.
Pero mi preocupación llegó a oídas de mi amigo de la Notaría. Claro le llegó por cuanto se lo comenté. A alguien tenía que confesar mis miedos.
La propuesta que me hizo, me dio nueva esperanza, pues en él sí, podía confiar.
Parejas Perdurables ( continuación 52 a )
Jacinto era uno de los colegas de la etapa estudiantil, de cuando peripateábamos por la Diagonal y curiosamente en nuestra etapa laboral sentó base asimismo en la Diagonal, frente al banco del paseo en que muchas veces nos sentábamos mientras esperábamos a los demás peripateantes.
Sí. Enfrente de aquél banco, pintado ene veces de verde, por los empleados Municipales, se situaba la Notaría. Era su Oficial primero y dirigía la oficina de tal categoría, destacada como la número uno, entre cincuenta y siete que existían en Barcelona.
Me ayudó con su propuesta, que la acepté encantado por sentirme menos solo ante un entorno comercial adverso.
Y es que el año que tuve que aguardar para dar al traste con el negocio de Modas, sin esta ayudita, hubiera acabado mucho peor.
Claro, es que el Sr. Batlle, no lo contó todo. Tuve que enterarme tres meses después que el motivo de su separación conyugal, tenía raíz más profunda.
La Sra. no era simplemente manirrota, tenía a su disposición a un Chulo.
Él lo sospechó tanto por los dispendios excesivos que realizaba su mujer, como por la rara compañía que no le faltaba en todas sus giras por las pasarelas extranjeras.
Cuando vigilada por un detective, obtuvo evidencia, decidió la separación.
Esto se lo calló, ya que no le alteraba la situación para conmigo, pero quizá yo hubiera reaccionado antes a las respuestas de Conchita, al ver ella como le mermaba el dinero.
El plan de reducción crediticia para una serie de clientes, la sometió a insostenible mengua de capital destinado a sus caprichos.
Como el contable bajo mis instrucciones no bajaba la guardia, Conchita reaccionó con inusitada solución, paliando buena parte sus efectos.
Alquiló un local en L`Hospitalet, instalando un Shop de modelitos Pret a Porter. Al frente, del comercio puso a su Chulo.
Ignorando que ya estaba descubierta, simuló que las letras devueltas provocadas por ella, se debían a género devuelto, o errores de contabilidad.
Así las próximas emisiones, serían correctas a excepción que aparecía un nuevo cliente en L`Hospitalet, al que se le entregaba en plan de favorecer al negocio, series de su producción reciente y las supuestas devoluciones inexistentes, todo a precio reducido, y en depósito, para venta directa al selecto público juvenil entusiasta de ir a la moda siempre.
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El Chulo recibía pues un género que si se vendía, bien, y si no, ya le entregaría lo que hiciera falta Conchita.
Me enteré de la anomalía, cuando el contable me presentaba reiteradamente facturaciones ridículas por entregas voluminosas de género a una tienda.
No casaba que disponiendo de material en consigna, del cual abonaba aquellas mínimas cantidades siguiera incrementando pedidos.
Ramón tal como se me ofreció, visitó la tienda como presunto cliente y descubrió el pastel.
Ahora éramos dos jugando al escondite. Yo intentaba seguir fingiendo ignorar la estratagema de Conchita. Ella seguiría su plan mientras creyera que yo lo ignoraba.
Pude aguantar esta situación, viendo como contablemente se reducía la estafa del millón y medio por facturación por rutas galaicas. Sin embargo, paralelamente surgía una supuesta cantidad de género almacenado en la tienda del Chulo, que no se cobraba.
Seguí el plan, dado que aún así, la cantidad en posesión del Chulo, crecía bastante menos que lo que se rebajaba de los morosos.
Quizá Conchita, con lo recibido por la separación de su marido, pudo hacer frente a bastantes letras de colusión. Eso sí, perdiendo buen número de clientes que lo habían sido unos cuantos años.
En el interín Jacinto creó una Sociedad, para un negocio emergente: Los congelados.
Conociendo mis dotes organizativos, me propuso dirigiera la nueva Empresa en Gerona. Y podía aprovechar mi red de cuentas bancarias, para abrir la cuenta en el Banco Industrial, que me rechazó el papel de los Modelitos, por pertenecer al ramo textil, denigrado.
Ahora pediría un crédito para adquirir una cámara de frío a 20 grados bajo cero con volumen de ciento cincuenta metros cúbicos, desarmable.
La podríamos ubicar donde interesara. Era discreta para empezar el negocio, que una vez vistos los resultados serviría como almacén de socorro de la nave a construir en solar propiedad, a quince kilómetros de Gerona. La cámara de obra la proyecté de mil metros cúbicos. Y resultó de maravilla.
Esta vez presenté al banco, el balance preceptivo para ser cliente de crédito. Lo que precisaba para iniciar el negocio, era poco importante. Lo que tenía interés era estar catalogado para cuando se consolidara la nueva industria por la provincia Gerundense, que para llenar en su día la cámara con mil metros cúbicos de productos congelados, los proveedores presentarían facturas millonarias.
Al realizar el balance dirigido al Banco, me di cuenta de cuan falsa es la Sociedad. El balance que presenté siendo real, daba un resultado a mi favor excedido de los cien millones.
Pero esta era la lectura del Banco que para sus cuentas, representaba un posible cliente de diez millones de crédito.
La lectura de un comerciante, hubiera sido deducidos los valores de patrimonio, como la del treinta y cinco por ciento más el valor comercial oscilante según las atribuciones del mercado en aquellos días, de ochenta millones.
La lectura que me hacía para mi fuero interior, era la de unos escasos siete millones.
Sabía perfectamente que si cesaba los negocios, el haber, con el debe, jamás me permitiría disponer a mano del valor real. Tendría que despedir a medio centenar de personas. Tendría que desprenderme de la Urbanización a muy bajo precio. Tendría que indemnizar a los asuntos pendientes, perdiendo sus beneficios, tendría que pasar cuentas con Hacienda, tendría……
Y así era como la sociedad me vería, muy distinto a la realidad que yo percibía. Extrapolando, ahora catalogo a los negocios multimillonarios como espadas de Damocles que penden de las cabezas de sus representantes. Y que deben escudarse muy bien bajo Entidades con numerosos responsables. Razón previa para dividir el efecto del más que posible descalabro cuando se presenta. Y éste llega tarde, o temprano según el grado de falsedad con que actúan.
He vivido ya tantos años, que he constatado esto, multitud de veces por conocimiento directo, o por los que trascendieron a la prensa imposibles de ocultar al público.
Expuse como uno de los colegas recién terminada la carrera, tuvo la suerte de ingresar en la importante y solvente Maquinista Marítima y Terrestre. Empresa digna de representar a la Industria Catalana. Cómo se quedó sin empleo a los tres años de su ingreso y dos años después absorbida por otra más importante aún, vista su quiebra.
Pues bien éste, uno de tantos ejemplos conocidos lo rememoro, por cuanto la nueva empresa, al cabo de pocos años, fue intervenida estatalmente y bastantes años después, absorbida por Alston, francesa de primerísima línea, que ahora anda también con reducción de empleo, entre los cuales ¡vaya coincidencia!, se halla mi nieta Carla, recién acabada la carrera de Ingeniera Aeronáutica.
Menos mal que no le importa siendo Andorrana, el seguir con la empresa en su sede Española en Barcelona, o, trasladarse a su central Francesa, e incluso acudir a otra empresa idónea para desarrollar los conocimientos adquiridos de la profesión.
A lo que iba, pues. De nuevo era entusiásticamente recibido por el director del Banco Industrial, como destacado cliente, con parabienes hipócritas cada vez que traspasaba el umbral de su despacho. Y yo, intrigado, temía como acabarían mis asuntos cada vez más intrincados. Y que formaban un tejido difícil de deshacer.
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