Parejas perdurables ( 54 )
Tanto a mí como a Picot, el Gerente de nuestra nueva empresa de congelados, nos extrañó la familiaridad con la que nos trataba el ejecutivo de “Frutos del Mar”.
Sin pedírselo, nos mandaba un camión con diez toneladas de merluza fileteada a un precio de oferta para iniciar “negociaciones” que nos beneficiarían mutuamente.
Procuré informarme del currículum de tal empresa y de este pintoresco personaje.
Tuve que sonsacarle a él, los datos con tirabuzón, pues muy conocido, no debía ser por los tratantes en el ramo del congelado. Según dijo Paco, que así se llamaba el personaje, disponía de una red de transporte de camiones isotérmicos por la Península y unas cámaras de alquiler en el Prat de Llobregat. Actualmente las tenía a rebosar.
Insitimos en que era prematuro entrar en negociaciones ya que no estábamos aún organizados y nuestra cámara provisional, no admitía más de una tonelada de cada tipo de mercancía. Incluso nuestra red comercial incipiente, no podría absorber en tiempo razonable tal cantidad de merluza.
Su labia digna de los charlatanes, y su forma de camelar con chistes y promesas de alianza amistosa para los negocios que tenía en curso, acabó con nuestro consentimiento en que lo enviara, sin compromiso y que ya veríamos que salida podríamos dar, por ejemplo ofreciendo a la vez, parte de la mercancía a la competencia, ya que tan barato nos lo ofreció.
-Carlos, esto me da mala espina.
Picot, expresaba su parecer, al que yo me sumaba pero, confiando en que sin compromiso firme, una vez vista la mercancía sería el momento de decidir.
Asombroso. Tres horas después de la conversación, el vigilante de nuestra cámara nos pedía licencia para descargar el camión recién llegado de Barcelona.
Esto era un abuso. A última hora de la tarde, no podíamos realizar ninguna gestión. Aún estábamos intentando digerir la conversación en la que Paco me forzó. No había tiempo. Permití que lo entraran a la cámara y a la mañana siguiente inspeccionaríamos.
Claro, el camionero se llevó el albarán de recepción firmado por nuestro vigilante.
A las nueve de la mañana, llegué de Barcelona y directamente junto a Picot, procedimos a inspeccionar el regalo de los “Frutos del Mar”.
Aquello, era un escándalo. Nosotros carecíamos de experiencia pero aquél pescado, incluso a precio de regalo era un robo.
Llamamos a un experto para que diera su opinión. Ni falta que hacía. Aquellas cajas de filetes de merluza, procederían de cámaras del ámbito Nacional, tras varios años de peregrinaje. Las astillas de madera, hubieran tenido mejor aspecto para ser cocinadas.
Automáticamente quise ponerme en contacto con Paco. El teléfono automático pedía dejar recado. Esto era lo último. Una Empresa, a media mañana no atendía llamadas. No lo conseguí hasta mediada la tarde más o menos a la hora que el día anterior nos embaucaba el tal Paco.
Incluso con la evidencia ante nuestros ojos, su charlatanería que ya no venía a cuento, persistía. Hartos de perder bel tiempo por teléfono, le insté a que pasara a recoger el momificado pescado.
Cedió al fin pero nos pidió que lo mantuviéramos un par de días ya que tenía los camiones ocupados. A nosotros ninguna gracia nos hacía ocupar la cámara con tantas cajas que solo eran un estorbo.
Cuando se presentó a recoger la mercancía el mismo camión que nos la trajo, ya sospeché que la “red de camiones por la Península”, se ceñía a aquél isotermo de diez toneladas.
Por curiosidad, fui a visitarle una semana después en su “Empresa”. Lo hallé en un despacho, solo y atendiendo al teléfono. Eran sus oficinas. Concretamente, una mesa con media de docena de sillas, el teléfono y un direccionario.
Y el abre puertas, tenía una mesita con material útil para usar la máquina de escribir y enviar cartas por correo. Ni sala de recepción, ni despliegue de empleados para atender los fabulosos negocios de la Península.
Vamos un desgraciado charlatán. Si ánimos de ofender a los charlatanes. Le afeé su comportamiento que nos causó perjuicios por descarga, mantenimiento por ocupación de nuestra cámara y posterior carga.
Lo arregló con más cahrlatanería y delante mío atendió una llamada telefónica con la cual enviaba la misma mercancía a un colega del ramo de Badajoz, por un precio algo superior al que me la había ofertado.
Entusiasmado con la nueva venta, hacía ver que por mi error al creer mala calidad del congelado, perdí el negocio.
Para paliar las molestias causadas, me invitó a comer a un Restaurante de sibaritas. Disimulando mi asco por tal personaje, acepté solo por considerar que aquella sería la última vez que le vería.
Pero fue solo el comienzo de un calvario.
Parejas perdurables ( 54 a )
Pedí los permisos municipales para la construcción de la nave de congelación. Urgía poder competir con las ya nacientes como setas, entidades comerciales de esta forma de distribución de los alimentos.
Sí. Se puso de moda y cualquier comerciante con una furgoneta, se veía capaz de proclamarse el mejor y más económico suministrador a las tiendas de ultramarinos.
Para rentabilizar nuestra empresa, algo imprescindible sería conseguir una clientela nutrida en un radio de alcance máximo, al que se llegara con los vehículos en tiempo mínimo.
Las dos cosas parecen incompatibles pero no lo son. Estriba en montar itinerarios diversos de la red, atendidos por conductores, a los que se les entrega justo la cantidad de encargos posibles de atender en una mañana, o en una tarde. Esto considerando el tiempo invertido en cada pedido, 10 minutos, permitía distancias máximas de veinticinco kilómetros. Y pensábamos cubrir todo el litoral de la Costa brava. Precisábamos pues dos vehículos para la Costa y otros dos para el radio de acción desde nuestras cámaras.
Nos daba la posibilidad de atención máxima de 160 pedidos diarios. Esto resultaría una utopía, por dos motivos: Las tiendas idóneas, como aquellas que ya distribuían helados en verano y las que disponían de cámaras para carne, eran escasas.
Y además, reacias a introducir en el mercado productos que detestaba el público en general.
Y el segundo inconveniente que prácticamente resultaría imposible una regularidad en los pedidos, incluso 80 pedidos podía resultar cifra optimista.
Hasta que se familiarizara el público al nuevo tipo de alimentación, olvidando su prejuicio inicial contra el congelado, no se obtendría continuidad en los pedidos.
Con el tiempo, los clientes distinguidos ya realizaban sus pedidos por teléfono, incluso procedían ellos a pasar a recogerlos personalmente.
Los inconvenientes los suplí mediante una campaña publicitaria, a cargo de Robino y realizando visitas personales a los futuros clientes. Sus comercios carentes de arcones, o vitrinas, fueron la base para ganarlos, ofreciéndoles estas pequeñas cámaras a precio aplazado, sin intereses.
En cinco meses, logré 500 puntos de venta. Jacinto y Picot, contentos con el resultado. Colocamos casi doscientos arcones y una veintena de vitrinas.
Pero eso no era suficiente para competir con los atrevidos emergentes sin organización, pues a su favor tenían la carencia de gastos de empresa y personal de plantilla, cosa que para lo que nos propusimos al crear la sociedad, era insostenible.
De inicio ya la nómina abarcaba a diez empleados. Los gastos fijos, eran respetables y los beneficios inicialmente contados como el 20 % sobre coste del producto, se evidenciaron, como un perjuicio de un 10%. O sea que si incrementábamos el precio al público con un treinta por ciento, resultaba que lo comido, por lo servido.
¿Quién monta un negocio, para estar ocupado fijo y con las preocupaciones propias de un Empresario, para no ganar nada?.
La verdad era que no podíamos resultar caros. Necesitábamos medrar con incremento de clientes, no con sus abandonos. Tuvimos que pactar con las fábricas suministradoras, unos baremos de descuentos en razón al volumen de venta.
Y con alguna de ellas obtuvimos además exclusivas para nuestra provincia. Como si dijéramos que los comerciantes pequeños, de seguir, vendrían a comportarse como piratas de nuestras marcas, o solo vender mercancías de marca desconocida.
A medida que aumentaba el número de clientes, se fragmentaban los itinerarios para más servidores. Los conductores, al principio hacían la entrega y tomaban nota de nuevos pedidos. Más adelante ya se tomaron vendedores para realizar los pedidos, en tanto que los conductores disponían de más tiempo para atenderlos.
Absorbido en la organización, descuidé algo los negocios de Barcelona, pero un aviso del Banco Industrial, me alarmó.
¿Qué eran aquellas letras, procedentes de “Frutos del Mar, llegadas sin previo aviso?.
Como no estaban aceptadas, el Director me preguntaba si debía cargarlas, o devolverlas.
-Devuélvalas que no obedecen a nada. Contactaré con el librador para que subsane el error.
De nuevo, Paco se salía con la suya. Incordiaba, tres meses después de haber zanjado la cuestión. Otra vez me fue dificultoso contactar con él. Al hablar finalmente con él, se me removían las tripas.
-Creo que quedó claro que no tenía interés en negociar con Ud. ¿Cómo se atreve a enviar letras de cargo a mi banco?.
-Perdone, es un error, ya que se emitieron a tenor del albarán de entrega de las diez toneladas de merluza.
-¿Pero qué merluza si ya se la llevó tres días después de la recepción.
-Es que olvidamos dar contra orden a contabilidad.
¿Era posible, tal desfachatez?. Su departamento de contablilidad, recuerdo que consistía en una superficie de una cuarta parte de su mesa.
Y las órdenes y contraórdenes, no cabían proceder de otra persona que de él mismo.
Aguanté el nerviosismo que me producía mantener un diálogo para besugos.
Para mitigar mi inquina ascendente, respiré fondo, tragué saliva y como si no estuviera alterado, le conminé que retirara las letras y olvidara el asunto.
Solo me faltaba un elemento, émulo de Conchita. Y que lo viera el Director del Banco Industrial. Si me rechazó las letras de Confección de Moda, ahora tomaría prevención para las de Congelados.
Cuando pasado un mes, recibí otra llamada del Director, resurgió el tema que estaba olvidando.
Nuevas letras de “Frutos del Mar”, se presentaban para el cobro. Esta vez, de haber logrado una tila, a pesar de mi aversión por este líquido para mí intragable, seguro la hubiera tomado con ansia.
Colgué el teléfono, ya que las palabras me salían tartamudeando.
Me tomé dos días antes no me presenté a ver al Director, relatando la incidencia con el tal Paco, para que supiera que nada tenía yo que ver.
A Paco no fui a verle hasta una semana después, procurando estar calmado. Y lo conseguí.
El desvergonzado, con sus chistes y su charlatanería, aguantó estoicamente mi diatriba. Nada, no debía tomarlo a mal, en definitiva, entre comerciantes debíamos ayudarnos.
Esto colmaba todos mis esfuerzos por mostrar pasividad. ¿Osaba, considerarme a mí como uno más de su calaña?.
Él, sí. Se mostraba impasible. Y además con una sonrisa que le llenaba la cara. ¿De qué pasta estaba hecho aquél hombre?.
A todas luces, mi dialéctica no surtía efecto alguno y lo que podía en último caso era propinarle un guantazo que le saltaran los dientes. Pues sus escasos ciento sesenta centímetros de altura y delgadez manifiesta, no eran obstáculo alguno para mis 78 kilos limpios y 1,84 cm.
Otro esfuerzo mental, me aguanté, di media vuelta y salí del antro sin decir adiós.
Lo comenté con Picot y con Jacinto, y ni uno ni otro dieron la mínima importancia.
Al siguiente mes, se repitió la historia. En esta ocasión Jacinto ya se lo tomó como una afrenta seria. Se ocuparía Rodríguez, como abogado de Santa María, pero contratado por la entidad de Congelados, de realizar la visita a Paco.
Él le pararía los pies, puesto que su lógica judicial, sería más apropiada que la mía de cándido.
Respiré a gusto con la idea de que al fin podríamos dar por cancelado este mal trago, proporcionado por un irresponsable charlatán estafador. Claro la estafa si no retiraba las letras, la soportaría el banco. Me pregunté ¿Qué banco admitirá a este fantasma las letras ficticias?.
Esto merece un tratado aparte, pues en definitiva lo que me atañía era desprenderme de él a costa de la ayuda de Rodríguez.
Una semana después, Rodríguez me puso al corriente.
-Carlos, este mes te llegarán al Banco Industrial, más letras de “ Frutos del Mar”.
Parejas perdurables ( 54 b )
Rodriguez expuso la táctica que le pareció oportuna.
-Mira Carlos, decide lo que creas conveniente, pero conociendo tu inquina con los pleitos, dejé claro al tal Paco, que estábamos dispuestos a rastrear sus cuentas bancarias y a denunciar sus fraudes reiterados a todos los banqueros.
Esto le hizo entrar en razón. Confesó que no pudo retirar los efectos entregados a su banco, emitidos por seis meses, como si de un aplazamiento se tratara. Al no colaborar tú, se le hizo imposible juntar el capital preciso para retirar toda la operación descontada por su banco.
Últimamente el cerco de colaboradores para el peloteo, no alcanzaba a suplir las cifras cada vez más abultadas. Perjuró que la emisión de este mes dirigida a tu banco, era la última.
-¿Crees que no te estaba embaucando también a ti?.
-No le conviene. Mi amenaza es simple y fácil de cumplir sin dispendios por nuestra parte y con el final de la trayectoria a sus actuaciones para él.
Pero tú elige. Puedes olvidarle ya, una vez devuelta esta su última emisión al Banco Industrial, con lo que a continuación te pasaría mi minuta por asesoramiento legal y gastos logísticos, o aguardar unos años a la espera de la sentencia contra Paco en la que declarado insolvente, fuera a parar a la cárcel.
Esto es hipotético en el mejor de los casos, pues seguro que en su defensa, saldría a relucir el albarán que obra en su poder. Lo esgrimiría su defensa como comprobante para incriminarte con tu intervención inicial, al fraude bancario.
Pudieran haber apelaciones y solicitud de cambios de juzgado y una variada relación de tretas legales para prolongar la sentencia firme final.
Luego te presentaría mi minuta con costas incluídas. Pero resarcimiento económico, no lograrías ninguno.
-Muy negro me lo presentas y tal como dices, no me interesan en absoluto estos fregados.
Esto fue realmente lo último que me involucró con el peloteo de Paco. Sin embargo, un año después por la prensa, me enteré de una macro estafa perpetrada por un grupo empresarial, cuyo cabecilla, Paco junto a dos colaboradores fueron sentenciados a seis meses de cárcel y a devolver varios millones a los estafados.
A los apartamentos, en su fase final de construcción, constituidos por dos bloques idénticos, les bauticé Geminis. Demostraría originalidad. A nadie podía ocurrírsele acierto tal. Vamos que el público lo consideraría una genialidad.
Claro que entre nosotros, en secreto puedo confesar que me parecía lo más ridículo, pero comercialmente, vendía. Y sí. Casi un centenar de urbanizaciones conocidas, tenían en su haber alguna construcción con tal pedante nombre.
Le comenté a Jacinto, que viendo la demanda creciente del turismo extranjero por hábitats, en urbanizaciones Catalanas, realizaría un dosier explicativo de Santa María.
Encargaría a Robino la confección de folletos propagandísticos, en tres idiomas con fotos de los chalets construidos y los puestos en venta, junto a los apartamentos equipados, a punto de habitar.
Elegí Francés-Inglés-Alemán, mejoraría nuestro entendimiento para con los esperados clientes. Y convenía visitar personalmente a operadores turísticos por Francia, Suiza, Alemania, Países Bajos y Luxemburgo, como posibles candidatos colaboradores mediante comisiones de venta.
Sin esperar reacción alguna, Jacinto halló excelente idea. Podía acompañarme y de paso veríamos como funcionaba el congelado por Europa. Algo aprenderíamos del negocio.
Pidió excedencia en la Notaría para diez días a cuenta de vacaciones. Las iniciaría tan pronto tuviera los folletos impresos.
El viaje proyectado, requería una preparación que no pude lograr. Carecía del tiempo necesario para establecer contactos. Tampoco podía preparar rutas adecuadas, cuando nada conocía fuera de las carreteras pirenaicas francesas.
Pero allí estaba Jacinto, que ya tenía recorridos siete países Europeos en viajes con su mujer. Y que me parece estaba más interesado en hacer otro recorrido en plan turístico, que en conocer como presentaban los comercios a sus productos congelados y sus métodos de distribución.
Lo comenté con Tere, por si podíamos organizar este viaje juntos. Las complicaciones con los niños y la sirvienta, estaban a la orden del día y muy a su pesar rechazó acompañarme.
-Y, ¿Jacinto, te acompañará con su mujer?.
Aquella era buena pregunta, no se ocurrió. Pero al saber Sandra, que Tere no vendría, respondió a Jacinto, que a ella tampoco le parecía apropiado. Resultaría un estorbo para nuestra labor comercial.
Un detalle decisivo para datar la fecha de salida, fue la obtención del Seat 1500 nuevo modelo que la fábrica servía en cuentagotas a los solicitantes. Habían más clientes, que vehículos en stock.
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