Parejas perdurables (continuación 38)
Rebasamos los veinte metros de profundidad del pozo nº 2 y empecé a desengañarme. Aunque el zahorí ya indicó que aquí el nivel freático sobrepasaría los cuarenta metros, mi desconfianza dimanaba por lo que ví en el pozo 1º. Su seguridad, más que por captar ondas radiestésicas, lo fue por haber operado años por la zona convirtiéndose en experto práctico.
No necesitaba ni planos, ni aparatos detectores especiales. Un poco de teatro, le bastaba para simular su poder. La verdad era que la Zona del litoral en los más de doscientos kilómetros recorridos, en que operó, hasta una distancia de la costa marina de 1 kilómetro, se influenciaba por filtraciones del mar. Y que la primera capa freática de agua dulce proveniente de las montañas, se acercaba peligrosamente a este nivel.
Si el manantial esperado en el pozo nº2 teníamos que hallarlo a profundidad doble, o más que la encontrada en el primero, contando con que la cota de su enclave coincidía con la misma medida superior, la deducción evidente era que se trataría del mismo curso de agua. Eso sí había muchas probabilidades que a esta distancia superior al kilómetro de la costa, ya no hubiera peligro de filtraciones de agua salada.
Y ahora me requería otra tanda de explosivos.
Cada vez que se le acababa lo suministrado en cuenta gotas por el Instituto Minero, tenía que acudir al propietario de la finca, para firmar la nueva solicitud de explosivos. El poder que me concedió, solo servía para las ventas. Y me dí cuenta, que la cantidad de veces que debía acudir a él para firmar autorizaciones para todo, resultaba cargante para ambos.
Tenía que tomar una decisión y este sería el momento.
Primero, paralizaría la excavación indefinidamente. No se trataba de infravalorar la labor del zahorí y su equipo, pues el costo era patente. Dos hombres turnándose para la colocación de tiros explosivos en la profundidad y a continuación acarrear los escombros que otros dos en superficie, elevaban con un torno. Otra pareja, mantenía el equipo de ventilación mediante el compresor y bomba comunicada con las mangueras de envío aire fresco y extracción aire viciado. Y él dirigiendo el trabajo cargando un remolque para escombros a vertedero.
Mientras no necesitara caudal superior al conseguido del pozo nº 1, ahorraría costos.
Y el dinero que recaudé por las últimas ventas, lo aplicaría a finiquitar las cantidades pendientes.
Ante Notario, el propietario, recibió el finiquito, pero me firmó en lugar de la Compra-venta, un nuevo poder General para actuar sobre esta finca con plena libertad sin necesidad de rendirle cuentas.
Era una manifestación real de que la finca quedaba en mi poder. Lo único que no se pasaría por el Registro de la Propiedad, con todo lo que ello acarreaba por gastos de legalización.
Aprovechando asimismo que el Municipal vigilante advirtió al zahorí que trabajaban sin licencia para el pozo nº 2, tuve la excusa necesaria para despedirle temporalmente, en tanto no consiguiera los permisos.
Esta vez, las intromisiones del Alcalde, me allanaron un mal trago. Sabía que dejar sin trabajo a un pequeño emprendedor, era causarle un grave perjuicio. Esto lo estaba viviendo en mi piel constantemente.
Así se lo conté a Tere. Ella lo veía con otros ojos. La asustaba que pusiera a mis espaldas la responsabilidad de tantos trabajadores. No pude hacerle entender nunca que para mantener cierto estatus, lo obligado era arriesgarme con mano de obra a mi cargo. Y que según el tamaño de lo emprendido, así sería la cantidad de empleados.
-Te llamó Rodriguez al despacho. No le entendí bien. Dijo que le llamaras y te daría detalles referente a lo de la Guardia Civil. ¿Es que hay nuevos conflictos?.
-No mujer, seguro que ya les entregó la documentación de la finca para cotejarla. Precisamente, por ello el Ayuntamiento ya no me impidió seguir con las aperturas de calles.
Eso sí ahora, buscaban las cosquillas con la excavación del otro pozo. Pues de momento voy a prescindir de él. Me está costando mucho y prefiero invertir el dinero en cancelar deudas.
-Algún día ¿podrías decir si dispondremos de algún ahorro?.
-A eso voy, mujer. En cuanto haya vendido la mitad de la finca , o sea unas doscientas parcelas,
cancelaré todas las deudas de la Sociedad y luego procederé a cancelar hipotecas. Con esto lo que se vaya obteniendo será ahorro real.
-Sí. El cuento de La Lechera.
El sentido del humor de Tere a veces me sorprendía. Más bien siempre estaba inquieta por el bienestar de los niños y se daba cuenta que las facturas que atendía crecían desmesuradamente.
Ni que decir si se hubiese inmiscuido en las cuentas del Gabinete y las de la Sociedad. Disponía de ocho Bancos con una media de dos cuentas por cada uno, entre las corrientes, las hipotecas y las pólizas.
Y lo fascinante era que los Directores de los Bancos, me recibían con los brazos abiertos por el lucro que les proporcionaba. Según ellos creían, mis saldos millonarios, eran demostración de solvencia. Para mi fuero, mi saldo real, eran unos pocos miles netos.
Todo lo que son créditos, para mí representan una espina de números rojos. Sin embargo imposible cancelar con mi saldo positivo. De hacer esto, el castillo de naipes se iba abajo.
Podía ya abandonar toda actividad. No hubiera tenido dinero para abonar nóminas de un solo mes.
Mi pretensión era entregar solo la mitad de las letras a descuento, procedentes de las ventas . Una vez lograra equiparar la cantidad de letras a vencer con las cifras de crédito, ya sólo las entregaría al banco para cobro. No descuento que reportaba un porcentaje de usura del 18% anual.
Y eso aún era suave, comparado con el 2% mensual que cobraban las financieras, por anticipado, de dos años. O sea que por adelantado se quedaban el 48% del valor de las letras aceptadas por los clientes. No admitían que les entregaras un solo año, con lo que hubiera sido un 24%.
Y si se llegaba a tener que recurrir a estas piadosas entidades, podía ocurrir, lo que a ADAMS, con su urbanización en Vallirana, La Selva Negra Catalana, según lo sabido de hallarle en su despacho de La Gran Vía 600 , frente a la Universidad, con un tiro en su sien, a saber si por suicidio, o ayudado.
Ahora pensaba si se halló acorralado aparte de sus colaboradores, por estos usureros financieros.
Me puse en contacto con Rodriguez, ya que esperaba resultados. Pasaron tres semanas desde aquél fatídico sábado en Cubera y la verdad que a excepción de las visitas de los vigilantes Municipales, ninguna otra intromisión se produjo.
-¿Qué hay de nuevo Rodriguez? ¿Ya se resolvió lo del Secretario?.
-¿El Secretario dices?. No le verás más. Y ahora lo que interesa es que el próximo jueves, te presentes con tus hijos al puesto de la Guardia Civil de Cubera.
-- ¿Qué?............
Parejas perdurables (continuación 38 a)
La confesión de Rodriguez, me sumió en nuevo pesar. Se había empleado a fondo en la denuncia de mi vejación a los organismos pertinentes. En cuanto al Ayuntamiento, el responsable político, era el Alcalde. Su posición si no la consolidaba de alguna manera, quedaba en entredicho. Pero por lo visto gobernaba su feudo con base firme. Tanto era así, que logró expedientar al Secretario.
A éste lo mínimo que podía sucederle era que lo destinaran a otra Provincia, sin posibilidad de prebendas por antigüedad. Y lo máximo, que fuera cesado como funcionario.
La España Franquista, procuraba desentenderse de las formas fascistas, o al menos disimularlas.
Así, limpia la mancilla del Alcalde, otro secretario ocuparía el lugar del anterior. Y nadie me haría comentario alguno. Menos aún el Alcalde. Pero ya no podría esperar de él, más que un inquina mayor de la que me profesaba desde mi solicitud de Urbanización en el Municipio.
Lo del Cabo de la Guardia Civil, se complicó. La Divisa de la Benemérita, convertía el agravio que sufrí, en algo que chocaba frontalmente con ella:
"El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguiente, conservarse sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás."
El papeleo de Rodriguez en mi defensa, trascendió a gran velocidad hasta las altas esferas.
Por descontado que lo tenía muy mal el Cabo para responder ante sus superiores, pero él no era más que un Cabo con tres números a su disposición en la Casa Cuartel de Cubera, ejercía según el reglamento, de Comandante de puesto.
Sin embargo el responsable por encima de él, era el Teniente Jefe de Zona. Si no quería seguir el camino de su subordinado, tenía que documentar muy bien la sanción que imponía al Cabo y además acreditar que el tema se resolvía a la perfección.
Requería mi colaboración recibiendo sus explícitas disculpas que las haría extensivas a mis hijos, por lo que pudiera difundirse.
-Rodriguez, ¿no puedo presentarme solo?. ¿Para qué involucrar a niños de tan corta edad?
-Carlos, como si no quieres ir. Pero ten en cuenta que tu actitud, puede afectar al Teniente, hasta su degradación por deshonra del Cuerpo.
-Y ¿si envío por escrito mi desagravio?.
-Pero, ¿qué prevención tienes?.
-Fácil. Si me llevo a los niños, Tere querrá saber porqué. Y a la fuerza se enterará que le oculté lo del paseíto. Y en definitiva este afer, no lo conocía más que la Guardia Civil, el Secretario, el mecanógrafo y los dos testigos desconocidos. Nadie por la calle me vio. Pero en fin, comprendo que la carrera de este Teniente peligra sin tener más responsabilidad que la de haber tenido un subordinado de cortas luces.
El jueves me presenté con J.C. y Dani, al Cuartel. En esta ocasión, había tres parejas, el Cabo y el Teniente. Jamás Cubera tuvo un despliegue tan numeroso de fuerza armada.
El Cabo, con cara compungida permaneció mudo durante la entrevista. El Teniente, humillándose lo indecible, casi me pide de rodillas que le exonerara de la atrocidad que involuntariamente y por errónea interpretación cometiera su subordinado.
Se dirigió a mis hijos, con afable actitud, casi paternal, diciéndoles por si alguien lo ponía en duda, que su padre era persona honrada y debían estar orgullosos de mí.
Mi incomodidad ante tal espectáculo, se asemejó a la vergüenza que pasé al circular esposado por la calle. El documento que firmé para retirar todas las acusaciones, de muy buen grado lo hubiera firmado incluso antes, si hubiese podido evitar ver a un hombre rebajándose hasta este punto, ante mí y los niños.
Tuve que explicar algo a los niños que lógicamente oían campanas ignorando su procedencia. Les resumí que en principio, los Guardias, creyeron que estaba abriendo calles en terreno que no me pertenecía, pero que al descubrir que las obras que realizaba eran para un beneficio común, presentaban las disculpas.
Posteriormente supe que el Cabo, tuvo un altercado con el Teniente, por no haber sido él en persona quien se humillara. Le costó la degradación y traslado. Aunque el traslado de la unidad destinada a Cubera, en poco tiempo, fue total. Se clausuró el Cuartel de la Benemérita.
Ahora con la perspectiva de los años, me asombro de las consecuencias que arrastran las mínimas acciones inconscientes. Y no me refiero a las del Secretario, que a éste se le fue la mano, pero perfectamente consciente de la artimaña dolosa.
Pasado este trago, reemprendí las obras de las calles, dándoles nombre para facilitar la labor a los vendedores. Los planos permitían localizar las parcelas numeradas.
Por ello en cada cruce a fin de identificarlas, planté banderolas que sustentaban rótulos soldados en ángulo, indicativo de cada una de ellas.
No tardó un Municipal en retirarlos con una camioneta, entregando un comunicado de apremio para solicitar la debida licencia.
No hacía falta saber de dónde procedía la decisión municipal. De Urbanismo, no, del Secretario nuevo tampoco, no incumplía nada. Estaba sembrando jalones con rótulos de medio metro por treinta centímetros ancho, en una finca privada y con autorización para Urbanizar.
La sombra del Alcalde reaparecía. Una vez personado a las oficinas del Ayuntamiento, me dijeron, que podía recuperar los rótulos, pero que no podía poner nombres a las calles ya que esto incumbía al Ayuntamiento, previa exposición de nombres elegidos, para que se aprobara por mayoría.
Esta ridiculez, pasaba de castaño oscuro. Presenté una solicitud para recolocar los rótulos con la misma denominación “provisional”, mientras el Municipio no las bautizara definitivamente.
La calma se restableció, y las ventas seguían viento en popa. Pero la sección de contabilidad se pasaba más tiempo creando letras, unas 60 por cada venta, a cinco años, que relacionar apuntes bancarios.
Los ingresos procedentes por la diversidad de conceptos, obligaron a que pusiera un contable para cada negocio, ocupándome de su coordinación.
Con este trabajo extra, decidí dejar en manos de una gestoría todos los trámites legales, declaraciones de renta y los laborales, con registro de nóminas.
-Tere, ahora, con los contables que hacen su labor específica y la gestoría que llevará todos los libros oficiales, ya tendré tiempo libre. Podremos de nuevo salir con los amigos para las tertulias.
- No me hagas reir. Cada vez estás más ausente. Amplías negocios y ¿vas a tener tiempo libre?.
Tere se estaba volviendo sarcástica. ¿Tendría motivo?
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