lunes, 26 de septiembre de 2011


Parejas perdurables (continuación 63 )

Los niños se divertían paseando con el asno que Felipe conducía por la urbanización.
Felipe por lo visto, pretendía introducirlo a la vida familiar. Pero de cual familia había que aclarar. De la nuestra, por supuesto que no y para formar parte de la suya, necesitaría una cuadra.
En la oferta que le hice de vigilante de la Urbanización, esto no se contemplaba. Le ofrecí cobijo temporal para él, su mujer y su hijo en un apartamento y allí un burro, más bien desentonaba.

Le sugerí que se desentendiera del animal, o que se buscara otro trabajo.
Se lo pensó mucho, pues aún lo retuvo un par de semanas, metiéndolo por las noches en la choza de pastor en que los ladrones quemaron los cables de la red de alumbrado. Y lo alimentaba con algarrobas. El antiguo campo aún mantenía en pié una veintena de algarrobos. Y por el suelo abundaban sus frutos caídos, secos y a punto de pudrirse.

No comentó lo que le decidió vender el asno y quedarse en el apartamento como portero extraoficialmente, ya que el contrato era para guarda.
Lo que le decidió, según averigüé, fue el miedo que le metieron que si solo alimentaba al burro con algarrobos, a base de cólicos se le moriría.
No está demostrado que así fuese, pero lo cierto es que a los caballos se les da como golosina y no como base principal de alimentación. Pues se ve que son extraordinariamente energéticas, cosa que en tiempos de lo guerra civil, se aprovechó para fabricar chocolate barato.
Por lo visto si se les da recolectados sin secar, sí producen trastornos fuertes inclusive la muerte por cólicos. Y éste debió ser su temor, ya que no pensaba gastar dinero en piensos. Las algarrobas las tenía gratis.


Aquel verano resultó accidentado. Tere y los niños, lo pasaron íntegro en Santa María, mientras yo, debía acudir cada semana, dos días a Barcelona para atender al despacho y control de las actividades de Ramón. Me anunció el problemón que le causó Ibáñez con la constante baja producción de Trofeos.
La tienda funcionaba a pleno rendimiento, pero la demanda de copas de diseño para multitud de centros deportivos, se iba acumulando sin poder servir los pedidos.
Le dejé con su problema ya que me pareció no era de mi incumbencia, aunque al final, lo fue.

Al volver a la Urbanización, Tere me enseñó un eucaliptus partido por un rayo.

-Carlos ayer una tormenta con muchos relámpagos destrozó este árbol, viéndolo desde la habitación con los niños. Pasamos mucho miedo.
.

Planté unos doscientos por la urbanización, para eliminar los poco decorativos algarrobos que quedaban y además, formar oasis en las plazas. La ventaja de los eucaliptos es que en un par de años ya adquieren gran altura y frondosidad de hojas, cuyo aroma atrae y extermina a los mosquitos. Y eso también era de gran interés, mientras no se desecaron totalmente las salinas infestadas.

Este contratiempo inesperado, me hizo recapacitar. Si seguían tormentas de tal calibre, los apartamentos peligraban.

Y otro día al regreso de  Girona, planificado el desarrollo del negocio de congelados, muy entroncado con la organización de Prat en Barcelona, de nuevo Tere estaba fuera de sí.

-Esta vez, te has librado de una desgracia, al no quedarte a dormir conmigo.

-Cálmate, ¿qué ocurrió? .

Me trajo a nuestra alcoba y me enseñó mi almohada, cuya funda, estaba salpicada de quemaduras. Y la lámpara de la mesita, rota, con el portalámparas de cobre fundido.
Un rayo de las muchas tormentas veraniegas que caían por la zona, cayó por la noche a la red del tendido eléctrico aéreo. Tal debió ser su intensidad, que encendió todas las luces de la vivienda, estando apagadas y mi lamparilla, seguro la de más ohmios de resistencia, explotó cayendo el cobre fundido sobre lo que tenía que haber sido mi cabeza, de haber pernoctado allí.

Fue un aviso.  Me costó calmar a Tere, ya que jamás había sido testigo de tal tipo de tormentas con aparato eléctrico. Y en esta ocasión, es que la vivió, con una intensidad inusual incluso  para cualquiera acostumbrado a ver caer rayos en alta montaña.

El resultado de esta  descarga, lo absorbió la almohada que le separaba treinta centímetros de ella.
Pensé de inmediato, que los apartamentos requerían la instalación de un pararrayos. Lo elevaría veinte metros por encima de su cubierta. Con ello se protegía un radio de cien metros según los datos técnicos suministrados por el instalador.

Elegí el tipo de pararrayos de tecnología más adelantada como era la de los radiactivos, salidos al mercado pocos años antes.


Era aconsejable doblemente su instalación, para los Apartamentos, el Restaurante y los chalets circundantes, entre el que se hallaba el Niu-Blau, el nuestro.( Nido azul).
No demoré su instalación, pues si no le proporcionaba confianza a Tere, se acababan nuestra vacaciones. Mejor dicho las de ella con los niños ya que yo seguiría con los mismos recorridos kilométricos de Girona a Barcelona y a Cubera. Mi labor era la misma pernoctara donde pernoctara.

El colmo resultó al finalizar el verano, cuando creímos dos meses después de instalar el pararrayos, estar a salvo de las tormentas.
Me vendieron el artefacto como radiactivo, cuya punta de platino, resistía la entrada de rayos que produjeran temperaturas de hasta mil quinientos grados. De no ser material noble, pocos rayos resistiría un cabezal. Motivo que encarecía enormemente su precio.

Sin embargo vista la descripción del aparato, no era platino lo que emitía la radiación y atraía al rayo a su cabezal, sino una punta de Americio, el isótopo 241, que era radiactivo y estaba patentado y promocionado por ENRESA.

¡Vaya timo!. 
Tere me estaba indicando como venían las tormentas, a semejanza de la que aquella tarde contemplábamos la familia entera desde el chalet.
Un estruendo ensordecedor lo oímos casi inmediato a un chispazo por caída de un rayo a uno de los postes de hormigón de dos metros altura, que enmarcaban nuestro recinto.
Vimos claramente, como quedaba partido. ¿Y el pararrayos?.

Esto es lo que cuarenta años después supe:

Pararrayo Radiactivo.
En 1923 el físico Gustavo Capart, colega de los hermanos Curie, patenta el primer pararrayo radiactivo provisto de radio 226  publicitando que este nuevo pararrayo protegía hasta un radio de 100 metros. Desde esa fecha se empezaron a instalar a nivel mundial, hasta que en 1962  el  científico  Muller Hillebrand. y  H. Baatz, realizaron  estudios con respecto a estos pararrayos radiactivos, su estudios mostraron a la comunidad científica que los pararrayos radiactivos eran no sólo un engaño (a causa de su tan promocionado radio de protección de 100 metros) sino también por el riesgo radiológico con consecuencias cancerígenas.

Por esta razón a partir de 1985 se inició el desmontaje de los pararrayos radiactivos a nivel países desarrollados y el nuevo material radiactivo (americio 241) fue devuelto a Inglaterra, país que la producía. Inglaterra al verse inundado de su propio material radiactivo, apunta a países lejanos a Europa como terreno propicio para deshacerse sus productos nocivos, es así como llega al Perú, sin embargo, recién en el año 2001 el Ministerio de Energía y Minas prohíbe el uso de estos pararrayos y  hasta el día de hoy el IPEN no obliga, con mano dura, el retiro de todos los pararrayos radiactivos, a pesar de significar grave riesgo para la salud y el medio ambiente.






Parejas perdurables (continuación 63 a )


Hay que ver como crecen los enanos. Cuando se entera uno de los sucesos ajenos de tal índole, deduce que por descontado, es imposible le sucedan a uno mismo.
Hasta que le toca el turno. A mí me tocó no el turno, sino un repiqueteo a través de los años.
Ya que hablé de Felipe, a él me referiré ahora.

Todo empezó con mi necesidad de mejorar la economía para la subsistencia decente familiar.
Me propuse convertir unas fincas rurales abandonadas en los confines de dos municipios colindantes, en una urbanización. Se esperaba que la labor a ejecutar, sumada a una pequeña inversión, sería recompensada con los beneficios de plus valía.

Era, o sigue siendo una fuente económica social. Intervienen en la captación de tributos el Estado, Urbanismo, Los Municipios, el amplísimo ramo de la construcción, los transportes, las fábricas de muebles y electrodomésticos, y una serie de industrias anejas.

La cantidad de mano de obra, es colosal. Y un promotor como fui, sin ser consciente de ello, estaba contribuyendo a la economía Nacional de modo significativo.
Todo trae consigo riesgos. Ante la bárbara competencia existente, una urbanización con futuro, era la que dispusiera de un máximo de instalaciones urbanas. Los servicios primarios eran el suministro mediante red eficiente de agua, electricidad y red viaria consolidada.

Luego venían las instalaciones deportivas, y por descontado la restauración y zona comercial.
Cuando encargué a Orpí el proyecto de los apartamentos Gemini, contaba con tres pólizas de crédito bancario de tres bancos para fines concretos, pero que usaba a diestro y siniestro, mezclando conceptos. Las tenía con escaso uso, ya que para mí eran un seguro contra posibles eventos negativos como los de las letras devueltas por clientes.

Estas cuentas las llevaba exclusivamente yo, ajenas a la manipulación de los contables de los negocios, a los que permitía acceder solo a cuentas corrientes.
Y eran estas pólizas las que una y otra vez, servían para equilibrar desfases en las usuales cuentas de los negocios.
Siempre llegaban los negocios a fin de mes con las arcas semivacías. No había manera de lograr los cobros de clientes a tiempo para cubrir nóminas. Y lo curioso era que a pesar de tales desfases, los resultados eran positivos. Un misterio.

Pues disponiendo de saldo positivo de las pólizas, suficiente para la construcción, lo propio era llevarla a término cuanto antes.
Cada semana, se elevaba un piso de la estructura de hormigón. Los sábados se retiraban los albañiles y yo mismo procedía a regar la parte desencofrada para asegurar un fraguado perfecto.
El proyecto para economizar, no levantaba más que las cuatro plantas permitidas sin ascensor. Y además las escaleras, al aire libre. La superficie mínima de cincuenta metros cuadrados, era ideal para uso de un máximo familiar de cinco personas.
 Una cocina-comedor americana, un dormitorio doble, un aseo y una sala con compartimento separable con un tabique móvil corrugable, que de noche cerraba otro dormitorio.

Y la terraza cara al mar, y consecuentemente al sol, con una superficie de nueve metros cuadrados, era el mayor atractivo.

Urdí un tipo de venta especial, que facilitara rápida enajenación, sin gastos publicitarios.
Obtuve al finalizar la obra, el permiso municipal de “habitabilidad”, tras haber declarado ante Notario la división de los dieciséis apartamentos del Gemini I.

Con ello a la vista y una docena de copias de los planos, los enseñé a los directores de los bancos, con una oferta de “alquiler, con opción de compra”.
Se trataba de un contrato en el que el cliente aceptaba por el módico importe trimestral de lo calculado como alquiler, que le sirviera al cabo de máximo dos años, de entrada para la compra del mismo.
El alquiler lo establecí, como si fuera venta a veinte años, de forma que representaba el pago de una hipoteca, pero sin gastos de intereses bancarios.
Presumiblemente, era una oferta golosa, pues el bajo precio podía darlo en base a los nulos costos de comercialización, amén que los de financiación.

Se cumplió a medias lo propuesto, pues muchos temieron que algo se escondía tras una oferta excepcional. Tres empleados de banco que me conocían ya de años, fueron los primeros adquirentes, y Picot, comentando mi oferta a amigos suyos de Girona, sin esperarlo avivó el deseo de convertirse en propietarios a otros cuatro conocidos.

También se interesó Robino, que me pidió le reservara la cuarta planta, para sus amistades.
Viendo pues que no me durarían mucho los dieciséis apartamentos del primer Gémini, necesitando reservar el de Felipe, como guarda, antes de activar la venta del resto, cedí uno a mis suegros.

Ellos salían ganando convirtiéndose en propietarios cuando no esperaban jamás tal situación y menos al sacar de sus pequeños ahorros disponibles, una alta rentabilidad.
Por nuestra parte, Tere y yo, nos beneficiábamos de tenerles los fines de semana y los meses de verano, como si siguiéramos viviendo en familia. Los niños tenían a sus abuelos para atenderles cuando se ausentaba Tere.

La cuñada ya crecidita, también resultó una excelente embajadora de la Urbanización. Acudía con frecuencia con sus amigas, que a la postre trajeron a sus amistades. Santa María iba adquiriendo la faz que deseaba. Una real urbanización consolidada, con unos solares muy revalorizados, al haberse liquidado más del cincuenta por ciento de los proyectados, y un diez por ciento edificado.
Lo que ignoré hasta un par de años después era el trato privado que los amigos de Picot, tuvieron con Felipe.

Según la idea de los avisados compradores opcionales de una planta entera, había sido la de pedir un crédito personal por valor de dos años de alquiler de los apartamentos, con lo que se sentían capitalistas.
Tenían el dinero prestado y una futura propiedad, a la que le sacarían rédito, subarrendandola.
Si ellos vivían en Girona, no podían atender las funciones de arrendatarios y menos tener en condiciones habitables para los clientes pasavolantes. Era de cajón, pues, tratar con Felipe, a mis espaldas.
Entregaron las llaves a Felipe y le prometieron unos emolumentos por su servicio.

Esto ya de haberlo conocido a tiempo, hubiera sido causa para despedir a Felipe, pero ignorándolo, el uso que dieran los arrendatarios de los apartamentos, no era de mi incumbencia.
Por lo visto, los Gerundenses, avisados, no tenían tantas luces como eran de prever. No calcularon, que cada trimestre debían atender a su propio crédito de la Caixa, más el alquiler de mi contrato. Y que los alquileres que sacaba Felipe, eran de un solo trimestre anual y muy excepcionalmente por el de algún fin de semana invernal.
Al segundo año, que era cuando podían decidir la adquisición definitiva, consideraron que su capacidad administrativa de recursos bancarios, no llegaba a tanto. Me cancelaron el contrato.
Al pedirles la devolución de las llaves me enteré al fin que las tenía Felipe a quién  las cedieron para su uso. Tampoco dí mucha importancia a tal anomalía, pero ya me prevenía de la actitud de mi guarda infiel.
Entendí el motivo por el que aquellos apartamentos estaban concurridos con gente desconocida, incluso en invierno.

Al pedir cuentas a Felipe por el abuso, me dijo que aquellos apartamentos eran de él y que no tenía porqué darme las llaves.

¡¡¡¿¿!!?? Quedé descolocado. Ante su aplomo al verter tal insensatez, creí estar soñando. ¿Sabía Felipe quien era él y quien era yo?. O tenía que preguntarme lo contrario. ¿Quién era yo, y quién era él?.



Parejas perdurables (continuación 63 b )

Por enésima vez acudí a Rodriguez. Por lo visto me metí en el extraño mundo de los negocios plagado de escollos.
Entre pillos, estafadores, abusos de poder, prepotencia de los regidores, arbitrariedades de los comerciantes, e inconscientes, como Felipe, era imposible seguir con mi idiosincrasia.

Yo no cambiaría el mundo, pero el mundo se me comería a mí. Mi decisión de abandonar se fortalecía. Quería desprenderme de todo y aceptar cualquier trabajo por humilde que fuera, pero donde careciera de responsabilidad.
No es nada fácil desligarse de las tramas urdidas sin involucrar a socios, amigos, subordinados, e incluso a la propia familia.

Si no quería ser también yo motivo de perjuicios a las personas que confiaron en mí, tenía que desprenderme de los negocios paulatinamente con prudencia.
No esperaba que tal prudencia, se precipitara tres años después, en respuesta obligada para defensa propia ante la justicia.

-Carlos, te aconsejé que al guarda no le dieras más atribuciones que las del contrato legal y eso de cederle temporalmente una vivienda, fue excederse en benevolencia, que como ves ahora pagarás tu las consecuencias.

-Deja ya de recriminarme que bastante dolido estoy y no deseo otra cosa que lanzar la toalla. Si lo consigo, tu mismo, perderás un cliente, a mí.

-Bueno parece algo inverosímil el comportamiento de un empleado indocumentado que se adueñe de cuatro apartamentos de su patrono y además ocupe otro que graciosamente se le cedió.

Rodriguez presentó demanda judicial a Felipe, que ni así hizo caso. Erre que erre, aquellos apartamentos eran suyos, porqué le entregaron la custodia los Gerundenses.

Presentado ante el Juez, para no proseguir con el despropósito, Rodriguez formuló en conciliación un trato por despido de guarda, junto a una compensación por desalojo de los apartamentos ocupados indebidamente, como eran el de su familia en la planta baja y otros dos de la planta de los gerundenses que cedió a parientes.

La compensación era la de darle un plazo de treinta días para devolver las llaves y percibir cinco mensualidades normales con lo cual podía buscarse la vida por otro lado. Y no volver a poner los pies por Santa María.

Procedía con urgencia vender el resto de apartamentos pero ya de contado.
No fue difícil. Se habían revalorizado y los compradores no tenían ninguna dificultad en adquirirlos mediante hipotecas que les facilitaba su banco.
Rodriguez me recomendó que me deshiciera totalmente de esta propiedad. Cerré el recinto, reservé una parte del jardín para dieciséis plazas de parking.
A los vencidos del contrato les propuse escriturar su compra, ampliada a una plaza de parking, por un valor simbólico, mientras que a los nuevos adquirentes les incrementé el valor real.
A continuación, nombré un administrador para el bloque Gémini I, al que atenderían los dieciséis propietarios de los apartamentos con las partes alícuotas comunes de cercado del recinto, jardín,  fosa séptica, escalera, plazas de parking y pararrayos.

Me sentí bastante aligerado al verme libre total del primer bloque. Lo comenté a Prat, quien se interesó por el segundo bloque con el restaurante. No lo pensé dos veces. Con tal de desprenderme de propiedades, se lo ofrecí apenas sin beneficio.

Con aquel capital pude tapar los agujeros que se avecinaban de la construcción de los Bungalowes y el fallo de la producción de copas y trofeos realizados por Ibañez. Ramón me pidió que lo absorbiéramos en plantilla y que siguiera la fabricación como hasta entonces había cumplido.
Para ello tuve que aportar una respetable inyección de capital con el que se adquirió una tonelada de plata en lingotes de kilo.
Tenía material para manufacturar su producción durante más de un año.

Esto era un retroceso ante mi plan de extinción de negocios, pero si no atendía, se iba al garete el negocio de Ramón, con lo cual se perjudicaba él, la plantilla de empleados, respetable en número y de nuevo a mí mismo.

La compra del bloque Gémini II, cambió la relación con Prat.
Coincidió con la aparición en el mercado del congelado de una multinacional FINDUS. Adquirida el año 1970 por Nestlé, adquirió gran relevancia en el mercado español, con una competencia imparable.
La cantidad de pequeños industriales elaborando croquetas y productos de pastelería, proliferó hasta la saturación.

Seguro que ya era habitual y de dominio de los fabricantes, el proceso de aserrar carnes y pescados y convertirlos en croquetas. Las ventas se incrementaron lo indecible por ser un consumo casi imprescindible por el público. Le costó estos años para ser un consumidor habitual de congelado, pero ahora, la demanda se la satisfacía una exagerada cantidad de empresas, por lo que tocaba menos venta para cada una de ellas.

Prat prefirió dar un giro al reparto al detall de congelado, vendió sus instalaciones y montó nueva sociedad en Santiga, cerca de Sabadell, en un polígono industrial donde alquilaban cámaras frigoríficas y los impuestos municipales estaban subvencionados.
La nueva empresa, ampliaba su actividad comercial a todo tipo de representaciones, como la que ya tenía del Whisky, y unas marcas de vino del Penedés.

Picot, acusó también el estancamiento en la venta de croquetas y se fijó en el tipo de productos que ofrecía Findus. Se trataba de dar la vuelta a la competencia. Teníamos una gran cámara que para ser rentable debía estar durante todo el año, con un movimiento medio de su capacidad.
Lo propio era también nosotros en convertirnos en industriales y precisamente ofrecer productos no habituales y que Findus no produjera. Las patatas de Olot, eran famosas en la región. Procedían de lugares de la Garrotxa, comarca de la que Olot es la capital. Luego esta sería una novedad. 
Las imaginó rellenas de carne picada de cerdo para el público en general y con carne de ternera, para el público más general en que entraban los musulmanes.
Esta idea tardó en poder llevarse a cabo, pero al cabo de unos años, ya no siendo socio yo, tuvo un éxito arrollador.

Lo que le ocurrió con tales cambios en sus actividades a Prat, resultó un descalabro que aun y siendo él responsable, no se merecía el ensañamiento al que le sometió el abogado de su socio partícipe de la mitad de la empresa que vendió, para crear la nueva en Santiga.




miércoles, 21 de septiembre de 2011


Parejas perdurables (continuación 62 )

La reunión, aquella noche la mantuvimos en casa de Jacinto. Sandra la anfitriona, se vistió de gala. Lucía como no se podía más y mejor. Las esposas de los colegas también parecía que querían destacar. Tanto yo como supongo los colegas, nos sentíamos orgullosos de nuestras mujeres. Por algo las elegimos. Pero vi que Tere se sentía algo cohibida. Iba muy elegante, luciendo el conjunto de sortijas que le regalé en su onomástica, pero su vestido era el del año anterior.

-Tere, ¿no te encuentras a gusto?.

-Tendremos que espaciar más los encuentros. No dispongo subvención para lucir vestido nuevo para cada velada.

Entendido. A pesar de ser amigos de toda nuestra vida de casados, el pundonor de quien luce mejor, contaba. Le indiqué que resaltara las joyas de conjunto que llevaba y eran de estreno. Unos pendientes, un collar, la sortija y brazaletes. En verdad muy bonitas. Eran diseño de Pablo, un  joyero autónomo conocido vecino de Tere, cuando vivía con sus padres.

En esta ocasión conjugaba el buen gusto en el diseño y en la calidad de las gemas de colores arracimados. Rubíes, ópalos, aguamarina, berilo y esmeraldas, todas ellas de tamaño diminuto para lograr el efecto de su agrupación.
Parece que mi halago le satisfizo y se enfrascó con las amigas ya con aplomo.

Tras animada charla con las cinco parejas que nos hallábamos, pregunté a Jacinto qué sabía de su compañero de estudios que tres meses antes me presentó. Se dedicaba a pesar de ser licenciado en abogacía, a la adquisición de edificios enteros y venderlos por pisos. Pero siempre propiedades de la gran Ciudad.
Era mi deseo, liquidar la urbanización y negocios adjuntos, para dedicarme asimismo en el negocio inmobiliario en Barcelona.
Mis ausencias del hogar hubieran sido menores y además el negocio, más lucrativo. Mi pregunta a Jacinto, llevaba la intención de procurarme una entrevista con su colega.

-¡Uy, Carlos!. Al menos tendrás que aguardar cinco años para verle. Es el tiempo de cárcel que ha de cumplir según la sentencia.

Por lo visto las sorpresas no podían faltar jamás en mis contactos sociales. El amigo que esperaba me presentara, a pesar de su título de licenciado en abogacía, no pudo escapar de la justicia, al ser denunciado por estafa en la venta doble de un mismo piso.
Precisamente su título en este caso le perjudicó. No pudo alegar ignorancia de las leyes ni de la turbia maniobra realizada para desvirtuar la inscripción Registral.

Total un chasco. Cuando le conocí en una sesión de la Notaría, tres meses antes, me produjo una sensación de envidia.
Le veía con todo lo que me faltaba a mí. Yo, necesitaba para cualquier acto importante, el asesoramiento de un abogado. Y además dependía siempre de los bancos. En cambio aquella persona que imaginaba ideal, sabía como desenvolverse conocedor de todas las Leyes y al tratar con edificios de la Ciudad, vendiendo pisos de contado, o bien con hipoteca a cargo del cliente, tendría una cuenta abultada y saneada. Para postre era soltero. ¿No era raro?.

Pues la realidad distaba mucho de lo imaginado por mí. Los edificios que adquiría lo eran con anomalías. Prometía cancelar tales anomalías al propietario, por lo que le rebajaba el precio de venta. Mientras se suponía realizaba gestiones para legalizar la propiedad, ya buscaba clientes de los pisos a los quienes se los ofrecía en inmejorables condiciones, prometiendo también tramitarles la hipoteca que necesitarían para tal compra.
Le entregaban cantidades de compromiso, que muchas veces las perdía el comprador al no lograr la financiación prometida. Pero los que sí llegaban a obtenerlo, exigían la escritura inmediata.
Una de estas ventas la realizó a un extranjero que no ocuparía el piso, ya que lo adquiría como inversión.

Éste fue el que luego vendió a un verdadero cliente necesitado de la vivienda de inmediato.
Desvirtuó los datos registrales y confió que este piso, sería ignorado por el extranjero. No tuvo suerte y el extranjero supo que su piso  estaba habitado.

-Caramba Jacinto, tenía esperanzas de negociar con él. Quiero cuanto antes liquidar Santa María. Me quedan dos hectáreas, en una manzana frente a los bungalowes y tres en la parte de Cubera.

Mi idea era realizar un máximo de segregaciones de la finca matriz de la que aún era propietario en privado.
Luego el resto lo pasaría a una nueva sociedad que la crearía, para no intervenir en ella hasta que mis hijos fueran mayores. Usamasa, tenía que hacerse cargo de lo adquirido a Orpí y otra hectárea de una finca adyacente, cuyo propietario rogó la incluyéramos al proyecto de Santa María.
Mi plan era cesar en la construcción una vez realizados los proyectos en curso. Constituir una nueva sociedad, como una inversión futura para provecho de mis hijos cuando fueran mayores. La titulé, e inscribí poco tiempo después con el nombre de 7V2 haciendo alusión a los siete hijos.

Mientras vendía solares uno a uno, tenía el beneficio normal por las mejoras introducidas en obras y servicios a la urbanización, pero los inversores capitalistas, lo que adquirían lo olvidaban veinte años para luego hacer negocio. Un rendimiento diez veces superior al que podía ofrecer una buena inversión bancaria.

Quería pues aprovechar esta coyuntura para que mis hijos una vez creada su propia familia, dispusieran de algo, que yo no tuve jamás.

Además de la finca matriz, quedaban algo más de dos hectáreas, pero que no eran solares. Pertenecía este resto de finca a la superficie de las calles abarcadas. Luego se me ocurrió para reducir gastos de compraventa, dejar esta superficie sin vender, quedando en el registro de la Propiedad, como resto de finca matriz, que en su día se entregaría al Ayuntamiento como era normativa.
En teoría era un ahorro por gastas de legalización, aunque en la práctica salí trasquilado.

Esto se lo expuse a Jacinto, sin ninguna oculta intención. Pero él pensó que estaba en apuros y me indicó que tenía una idea, que me la expondría una vez madurada.
Sin darle importancia, seguimos con la fiesta, en la que para no ser menos que los snobs, todos tomábamos copas  Whyski, sin que nos gustara a ninguno.

Tambié hubo la sesión de proyección de diapositivas en la que se iniciaba con las familiares del reciente viaje por el extranjero y que se acababa finalizando, para quitar el mal sabor del palo administrado a los colegas, con unas diapositivas adquiridas en Perpiñán. 

Aquello desvanecía el peligroso sopor que aportan las poses manidas para recuerdos de familia. Las poses de la nueva sesión de diapositivas,  también eran manidas, pero no por familiares, sino por señoritas que lucían sus magníficos vestidos de piel humana.

Nuestras esposas simulaban abuchearnos por indecentes, pero ninguna salió de la sala. Y posteriormente coincidimos todos que a ellas también les sedujo.

Terminada la velada, empezó mi curiosidad por lo que barruntaba Jacinto, ante mi confesión. Y a la larga, resultó un acierto.



Parejas perdurables (continuación 62 a )

Tere estaba contenta. Menos mal. En la velada con nuestros colegas al principio estaba cariacontecida, por el deslumbramiento de la indumentaria femenina exhibida por sus amigas.
Se fue animando y ahora me revelaba el secreto.

-Carlos, acertaste con el regalo de estas preciosas alhajas. Todas las amigas se fijaron en ellas y me pidieron el teléfono de Pablo, para requerirle encargos originales.

Este fue el principio de otro calvario, para mí. Efectivamente, en pocos meses Pablo satisfizo encargos de nuestras amistades, ganando con su trabajo, lo que no ganó en todo el año anterior.
Como reconocimiento a la publicidad gratuita que le hicimos, me pidió que le prestara unos días el taquímetro, que quería confeccionar una miniatura en oro lo más exacta en proporciones inclusive en el movimiento de giro de los planos vertical y horizontal.

No tuve inconveniente ya que mi Otto-Fennel, ya estaba resultaba obsoleto, cuando al mercado salían los taquímetros auto-reductores, precursores de los de láser.

Me causó muy buena impresión, cuando me trajo como obsequio, su miniatura de un cm, con posibilidad de girar la alidada 360º y además moverla en sentido vertical. Verdaderamente disponía de gran habilidad y además de instrumental apropiado para esta perfección.

Sí. Esto lo descubrí tardíamente, como ardid para granjearse mi confianza.
Un mes después, me pidió audiencia. Estaba dispuesto a ampliar su pequeño taller, con un par de ayudantes y suficiente materia prima, ya que su clientela iba en aumento, gracias a Tere y a mí.
La materia prima de los joyeros no es nada barata. Por ello, precisaba cien mil pesetas en oro, que podría atender entre tres y seis meses.

Me sugirió que si le obtenía este pequeño crédito, a pesar de que cien mil pesetas en la década de los sesenta, no tenía nada de pequeño, me los podía devolver con letras a vencimientos hasta medio año.
Para no tener que entrar en contabilidades que complicaran mis cuentas, le sugerí que solamente le haría firmar una letra por tal cantidad a tres meses.
Luego él abonaría la mitad a su vencimiento y firmaría otra por valor del resto, con vencimiento a otros tres meses.

Total, a mí me resultaba poco complicado y a él le salía de fácil atención, puesto que la mercancía adquirida se habría convertido en joyas para sus clientes.

Llegado el primer vencimiento, me llamó indicando que le era imposible atender ni siquiera las cincuenta mil pesetas estipuladas.
Esto me trastornaba. Estaba con la mosca tras la oreja por las letras devueltas del negocio de Confección, que me encasquetó Conchita. Los bancos ven muy mal las devoluciones y más si lo son por clientes que cosechan alto porcentaje de ellas.

Le entregué a Pablo las cien mil pesetas en metálico para que no la devolviera, sin embargo, me firmara una nueva por el mismo importe, comprometiéndose a hacerla efectiva a su nuevo vencimiento.
Lo que ocurrió, fue la demostración renovada de mi candidez. Se quedó el dinero, no atendió la letra, que recibí con sobresalto su devolución y además desapareció de su domicilio.

Se trataba pues de una estafa de doscientas mil pesetas. Cara me costó la miniatura del taquímetro.
Para no aparecer ante el banco como emisor de letras de colusión, pedí el rescate de la última letra en circulación, alegando cambio de domicilio del librado.

Su nuevo domicilio lo supe mucho tiempo después ya que se ausentó de Barcelona. Desistí reclamaciones que aún me hubieran costado más que el beneficio de recuperación de lo estafado. Preferí ignorarle, cosa que sigue en vigor, después de cuarenta años, pasando otro mal recuerdo a la historia.

El caso es que para que lo olvidara sin vestigios delatorios, un día desapareció del joyero de Tere, el “regalo” de la miniatura de taquímetro.
Hacía varios días que nuestra puerta del piso, parecía debería necesitar un repaso del cerrajero, pues de vez en cuando, al cerrar de golpe, se quedaba la puerta no cerrada del todo, con lo que un fuerte empuje podía abrirla sin llave.
Los niños perjuraban que al salir, ellos cerraban bien la puerta, por lo que pensé que lo mejor sería cambiar la cerradura.

Demasiado tarde. Tere se encontró la puerta abierta y en el piso no había nadie, ni niños, que estarían en el colegio ni sirvienta que estaría en la calle para cumplir los recados.
Se alarmó y recorriendo el piso, por el pasillo, encontró un par de joyas. Ya con terrible presentimiento entró en la alcoba. Cajones de la mesita revueltos, más joyas encima de la cama, y el armario violentado.
Comprobó que le faltaban al menos un setenta y cinco por ciento de las joyas acumuladas desde nuestro noviazgo. Y lo que le dolió más, la desaparición de una sortija que llevaba una piedra aguamarina, de un tono inigualable, flotante sobre aro de platino. Jamás volví a visualizar por las joyerías de Barcelona algo que se le pareciera en belleza y su especial tonalidad del azul marino.

Deduje la acción meticulosa de los cacos.
En primer lugar van por parejas. Uno en el lugar de su acción y otro en la calle vigía de eventualidades, que transmite a través del interfono de la cancela. Un simple timbrazo, delata peligro.

Días antes preparan la puerta con un pequeño clavo introducido en la cerradura, que hace fallar su accionamiento automático. Y estudiado el comportamiento familiar para saber días y horas oportunas en las que se halla la vivienda desprotegida.

Seguro el aviso de que llegaba mi mujer, hizo salir de estampida al caco, abandonando parte de la mercancía, incluso perdiendo por el camino las que halló Tere por el pasillo.
Seguro que el caco, en aquél momento se hallaría escaleras arriba para no enfrentarse con Tere. Y en todo caso ya después, o bajando por el ascensor, o por la escalera como un vecino cualquiera, saldría a reunirse con su compinche.

Pero por lo menos no todo fueron desgracias en mi etapa laboral. Aciertos hubo, acompañados de desaciertos por inexpertos ante las lecciones de la Vida.
Cuando nos volvimos a ver, con Jacinto, me indicó que a su padre le interesaba mi oferta de venta de las hectáreas de Santa María. Simplemente, permutaba su inversión ayuda para los Congelats en que intervenía Jacinto, por la del terreno, visto que su desarrollo se consolidaba, como futura Urbanización revalorizada.
Aquello me pareció chusco. Un Notario realizando una compra-venta a su favor. ¿Daría fe de su acto comercial, él mismo?. Claro que no. Fuimos a un colega suyo donde se elevó a público nuestro compromiso.
Yo me libré de pasar a mi nombre antes la propiedad, ya que disponía aún del poder notarial recibido desde un principio por el vendedor.

Resultó una operación neta, sin gastos de ninguna índole por mi parte.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Parejas perdurables (continuación 61)

Otra contrariedad que tuve para mantener el complejo lúdico-turístico junto a los apartamentos, fue la experiencia rayana a desgracia de la niña que escapando de sus padres, corrió al borde de la piscina cayendo en ella sin observarlo nadie.

Un camarero vió su cuerpo flotando cuando debía haber tragado bastante agua. No tuvo dificultad en rescatarla y hacerle escupir el agua que le pasaba a los pulmones.
Y aún no tenía la licencia para mantener la piscina como pública. Me resultó más económico, vallarla y convertirla en privada, que asumir todos los trámites preventivos para ser pública, entre los cuales la obligatoriedad de personal de mantenimiento fijo con el salvavidas.

Los juegos de azar con las tragaperras, otro impedimento legal, no rentable con público insignificante.
Y lo del cocinero, colmaba el vaso.

Total, lo expuse a Prat, por si con sus contactos pudiera hallarse un interesado en adquirir el restaurante con las instalaciones anejas, a excepción de la piscina, pero con el frontón formado por la pared separación de la piscina que tenía a sus espaldas y el recinto para tenis.

Se lo expuse al presentarle a nuestro flamante camión con el conductor elegido. Iniciábamos los negocios por la Península. Sin embargo él ya había recibido una demanda judicial por parte de Galicia, cosa que no sucedía con Girona. Nosotros no estábamos comprometidos a nada. Si dejábamos de comprar su producción, lo que sucedía era una pérdida de la exclusiva por Girona, que podían asumirla otras entidades.

Por lo visto el trato que tenían con Barcelona y concretamente con Prat, sería de mayor intensidad, pidiéndole compensación monetaria por eludir tal trato.
No le dio importancia al hecho, que según él, lo solventaría extrajudicialmente. Muy fácil.
Si seguían el proceso, aguardarían sentencia, previsible en varios años y de ser condenado, abonaría la cantidad base del contrato, poco cuantiosa. De retirar la demanda, se cobrarían con la mercancía que le quedaba en cámara, de valor aproximado a lo demandado. Y se ahorraba esfuerzos para tener que colocar él la mercancía por las provincias.

Esto lo tendría en cuenta, yo, pues me facilitaba que lo no servido por él en este primer viaje programado, lo supliría con el resto que nos quedaba en Girona, a la par que adquiriría mayor cantidad de sus croquetas. Redundaba en incremento de beneficio. No se presentaba mal la expansión del negocio.

Sentada la cuestión, le insistí en contactar con posibles interesados para el complejo de Santa María.
Los recursos que disponía Prat, para montar negocios eran inacabables. Me convencí, que o mis circunstancias, o mi sentido de responsabilidad me cohibían. Cosa opuesta totalmente a su idiosincrasia.
Me envió un conocido suyo, Argimiro, disc-jokey que se interesaría.
¿Un disc-jockey, podía asumir el negocio del complejo?. ¿Sería un capitalista?. Pero como no estaba ajeno de urgencia en solventar la papeleta, le cité para entablar negociación cuanto antes.
Me indicó que el trato lo haríamos después de haber realizado una prueba simulacro, con la que valorar mis instalaciones.

Esto sería la semana siguiente, concretamente el viernes a las diez de la noche.
Seguí alucinando con el trato de personas que actuaban de tal forma dispar a la mía. ¿Es que vivía yo, en una nube?. ¿Para mí, que era la vida noctámbula juvenil?.

Recordé la intentona de los sinvergüenzas presuntos vendedores que me hicieron trasnochar en los Jardines Casablanca.
Estaba dispuesto en desentenderme cuanto antes de las instalaciones, proponiendo su venta aunque fuera aplazada. Y a precio de coste de su construcción, pues sacaba el beneficio no en la operación de venta si no, en la publicidad que daría a Santa María.

Y la necesitaba para acabar las obras de los bungalows, que por cierto se atrasaban temerariamente.
El día y hora previsto, el personal que se hallaba a las órdenes de Ramón, estaba atento a lo que surgiera con la llegada del disc-jokey y su comitiva.

Sin cocinero, ya que desistieron de la cocina, todos los empleados asumirían el papel de camareros. Pusieron una tarima al pié del frontón, con una mesita, una silla, un micrófono y un foco.
Era para la escueta escenificación de los monólogos que por aquél tiempo realizaba el cómico Catalán Joan Capri.
Su éxito, trascendió a la pantalla de TV donde le programaron un serial. Esto lo ejecutaría como showman el propio Ramón, en plan de amenizar la velada a las once de la noche, suponiendo que desde las diez, los clientes jóvenes y menos jóvenes habrían roto hielo, con unas copas y preparándose para después de la actuación con un monólogo de los conocidos de Capri, pasar al desenfreno habitual de los bailes “agarraos”.

Puntual fue Argimiro, acompañado de unos setenta jóvenes de ambos sexos. Los recogió con una furgoneta en un recorrido por lugares de su conocimiento frecuentado por juventud ansiosa de marcha. Les prometía diversión y bebida gratis si le seguían a C`an Regalesia. Los que carecían de transporte, subían a su furgoneta, los demás en comitiva, le siguieron en sus coches.
Lo que le gustó a Argimiro, fue la facilidad de aparcamiento en la urbanización. Según su visión era un tanto favorable a sus intenciones.
Para mí, aquello prometía. De la urbanización se presentaron una treintena de personas curiosas para ver lo que sería una fiesta fin de semana, más o menos como lo fue la noche de San Juan, pero con “marcha”.

Un centenar de clientes, ya llenaban bastante las instalaciones. Y me enorgullecía de la iluminación del jardín y del efecto de la luz salida por debajo de la acera del bloque Gemini I, que parecía flotar sobre un mar de hierba y flores.

Me alarmé cuando Argimiro me indicó que debía darle cien pesetas por cada cliente arrastrado por él y que además les suministrara un botellín de refresco gratis a cada uno.
El negocio, estribaba en el alcohol y otras “hierbas”. Aquí sí que aluciné, sin necesidad de “hierbas”.

La velada no niego que amena lo fue. El griterío a cielo abierto, se oía desde la carretera a medio kilómetro de distancia. Los altavoces con el chim-pun chim-pun, no cesaban.
Ramón tuvo sus veinte minutos de actuación en la que se logró un silencio inusitado, con aplauso final, demostrando que bien podía dedicarse también a la farándula.

Luego, los altavoces reanudaron el baile, con lo que la cancha de tenis y frontón, se abarrotó por la invasión de los jóvenes. Pero eran muchos más que el centenar inicial. Por lo visto los noctámbulos de la carretera, oyendo la jarana, se sumaron a los setenta aportados por Argimiro.

A la media noche propuse al disc-jockey que anunciara el fin de la velada.

-¿Está Ud. loco?. Esto ha de durar hasta la madrugada bien entrada.
Tierra, ¡Trágame!. ¿Así actúa la juventud?. Sin trato previo puntualizado, saliendo al paso de los avatares improvisando y chantajeando a todo quisqui que se le presentara. En ningún momento, imaginé que diera Argimiro por sentado que la prueba simulacro a que se refería, llevaba consigo tal cantidad de disparates, según mi concepto, claro.

Me retiré abatido al chalet con Tere que estaba levantada con los niños en su compañía.

-Carlos, esto es insufrible. ¿Cómo van a poder dormir los niños con tal algarabía y con la música tan alta?. ¿Has pensado en el resto de colonos que también tienen niños?
-Tengo que soportarlo hoy por un mal entendido, pero al despedirse a las tres supongo, ya le anunciaré a Argimiro que no hay trato. Algo como hoy todas las semanas, pudiera ser negocio para el bar, pero un desastre para Santa María.
Las tres de la madrugada. Aún restaba medio centenar de jóvenes, más bien bebidos. Mientras Argimiro recogía su material y anunciaba los últimos compases por los altavoces, me dispuse a saldar cuentas, agradeciéndole su labor, pero que no entraba en mis cálculos tal tipo de festejos.
No me dio la oportunidad de rechazarle. Fue él que se despidió.

-Mire Don Carlos, para que esto resultara, debería ampliar el recinto por lo menos uno o dos solares adyacentes y ajardinarlos adecuadamente, con setos de separación. Luego disponer de una decena de camareros y media docena de personal de seguridad. Al menos tres personas dispuestas como showman, no una sola. Y establecer un proyector fijo para pasar diapositivas a la pared del frontón como pantalla gigante.
Tampoco está de más un par de técnicos de mantenimiento y cuatro personas para la limpieza.
Luego en el local de juegos, expedir adminículos como souvenir, preservativos y drogas.
Y la primera planta, habilitarla para uso de alquiler por horas. Cuando tenga esto dispuesto, hablaremos, que lo único acertado es el alejamiento del casco urbano y la cantidad de calles para aparcar. Aquí, menos de quinientos clientes por noche, no me parece rentable.
Así, que me guardé mis opiniones y acepté que sus impresiones debían ser las acertadas, por lo que no seguiría con tal empresa.
Esto me decidió a vender el complejo por lotes y cuanto antes. De ninguna manera podía permitir que alguien usara los apartamentos y el restaurante con una función distinta a la concebida.

Parejas perdurables (continuación 61 a )

El viaje de inauguración del flamante camión estaba resultando un éxito.
Desde Linares comunicó Raúl el camionero, que iba de vacío al salir de Madrid, pero que cargaba género en Linares para traerlo a Granada. Se desviaba de la ruta, pero saldría lucrativo. De Granada descargó y cargó para Córdoba. Y por último nos llamó desde Huelva con la carga prevista a punto, pero que se desviaría en su regreso para cargar en Toledo, el resto de carga útil.

Según lo previsto, en quince días había realizado el itinerario sin contratiempos y con unos ingresos nada despreciables.
Las gambas y langostinos, pudimos ponerlas a precio competitivo y animó a nuestros vendedores.
Llamé a Prat para que diera su opinión sobre la experiencia. Le satisfizo.

Puestos ya a inventos, le sugerí que aserrara también las gambas, cabezas incluidas. ¿Podría imaginar lo sustanciosas que serían las croquetas de marisco?.

La felicidad suele durar poco. No tardaron en salir competencias de croquetas por doquier.
Nos visitó un vendedor de Picasa. Por lo visto una empresa reciente en la fabricación de platos precocinados. Nos dio a probar sus croquetas.

Ignoraba que el acuerdo con Barcelona, le dejaba fuera órbita. Sin embargo, las probamos y la verdad, no diferían mucho de las de Galicia. Casi tuve la impresión que procedían de Galicia a granel y embolsadas con su marca.

De todos modos pintaba mal el asunto. Si se invadía el mercado con multitud de marcas de croquetas, o nos las comíamos los mismos que las distribuíamos, o se realizaba una gran campaña fomentando adicción a las mismas, por un público que empezaba a comulgar con el congelado.
Esto último se realizó indefinidamente por parte de todos los fabricantes.

Prat me dijo, que debíamos aprovechar la red de distribución, ampliada a Catalunya entera. Y como novedad, agregar nuevos productos a nuestra lista de ofertas. Se trataba de la mantequilla de una empresa de la Cerdaña, que empaquetaba pastillas individuales para servicio en bares y hoteles restaurantes, además de las clásicas de 125 y 250 gramos.

Como la mantequilla no precisaba congelación, era un plus atractivo para los vendedores y que no ocupaba cámara. Sin embargo lo más interesante fue la de oferta a las Discotecas y restaurantes del whisky de Chequers.

Hice esfuerzos para hallar el excelente buqué de tal licor y jamás lo conseguí.
Estaba acostumbrado a saborear Brandy, que era el Coñac español. El aroma que se desprendía de las barricas de madera en que se crió, me cerró el gusto para cualquier otro tipo de aguardiente. Ni el Coñac francés ni ningún tipo de whisky pudieron variar mi gusto.

Pero no se trataba de mi gusto sino del negocio. Me comunicaron los entendidos, que Chequers, estaba a la altura de los más acreditados y que los usuarios sí lo apreciaban. Por aquél entonces, circulaban marcas medianas como Johnny Walker, y J&B, pero la excelencia debió ser Chivas.

Los catadores, en las discotecas, no se tomaban una sola copa, sino que a través de la velada normalmente de varias horas, consumían una tras otra.
Y como las copas de las marcas primeras, salían a un ojo de la cara, normalmente el negocio estribaba en ofrecer al público adicto segundas marcas con un precio notoriamente inferior.
Y aquí resultó que con el Chequers, varias pruebas confirmaron su preferencia a cualquiera de las segundas marcas, comparándose con las primeras. Y el precio lo podíamos rebajar hasta casi el 50%.
Esto evidentemente, predecía otro éxito comercial. Máxime cuando las botellas, llevaban tapón irrellenable.

Los usuarios desconfiaban de las botellas abiertas no ante ellos, de que el contenido fuera el anunciado por la botella. Por eso se inventó el tapón irrellenable. La botella una vez vacía, había que desecharla por vacía realmente.
Las marcas que servían así, tuvieron también su demanda espectacular. Y Chequers era una de ellas.

-Carlos, por cada caja de chequers, te suminstraré tres de Sheldon. 
-Y esto ¿qué es, otro whisky?
Por lo visto así era pero éste no tenía tapón irrellenable y era muchísimo más barato. Como el 30%. Y recomendaba que se vendiera al comerciante sin ninguna clase de publicidad, casi de incógnita.

-¿Es tan barato por llevar tapón de plástico?
-No, lo es por servir para rellenar las botellas de Chequers.
-Pero ¿no son irrellenables?.
-Claro sin embargo a los clientes de cinco cajas de chequers, se les regala el aparatito de rellenar tapones irrellenables y éstos seguro que por las cinco cajas de chequers, luego hacen un pedido de quince de sheldon.
No entendía nada. Mi ignorancia supina venía de lejos. Nuestros tiempos de noviazgo, yo con Tere y mis colegas con sus respectivas, quedaban muy atrás. Lo último que conocimos como sala de baile moderna, fue lo que llamaban salas sicodélicas. Precursoras de las actuales discotecas, pero ni allí existía tal profusión de consumos alcohólicos y mucho menos de drogas.

Pero bueno, todo es empezar y por lo visto se empezó fuerte a nuestras espaldas.
Contó Prat, que él sí conocía este mundillo, que la botella se abría o llevaba abierta con el rellenable virgen. Se servía a todo el que lo pedía por primera copa. La misión del camarero, era ver lo animados que estaban los clientes, para suministrarles de la botella que perdió la virginidad, con el relleno de sheldon.

Según se comprobó, el usuario después de la segunda copa, era incapaz de reconocer marca alguna.
Y era la propia expendedora de chequers, la que disponía de esta contramarca de un cosechero cercano a su factoría desconocido y al que le adquiría toda la producción sin aguardar años de envejecimiento.

Pero a todo esto, perdimos contacto con Raúl, que nos tuvo en vilo más de un mes.




Parejas perdurables (continuación 61 b )

Picot llevaba el control del segundo recorrido por las provincias Hispanas. Le costó una semana organizar cargas y descargas, conjuntas para nosotros y para Prat.
Luego a la partida de Raúl, le encareció que se comunicara desde cada punto de suministro, por si se debía alterar el itinerario programado.
También le comentó, que aún no tenía concertado el de regreso, pues esperaba respuestas de los clientes.

-No se preocupe Ud. Me encargo yo mismo de concertar in situ, el servicio de transporte
.
Parecía que teníamos ya una organización en marcha y en manos de un espabilado transportista, que velaba por el negocio y por su propio interés en alcanzar la propiedad del frigorífico.
La primera semana de recorrido, hacia Huelva, transcurrió a la perfección. Picot, calculó que ya teníamos cubiertos los gastos de ida y vuelta y que restaba el negocio a obtener por la carga propia y los servicios aleatorios que surgieran.

La última llamada de Raúl la realizó desde Malagón, dónde no se le esperaba. Dijo que tenía una carga para Granada y que luego ya iría a Huelva.
En una semana no recibió Picot comunicado alguno. Llamó a Granada, donde le dijeron que Raúl partió sin carga alguna, ya que ellos solo recibieron la carga de Malagón. Pero que se veía a un transportista muy ufano con su camión y su acompañante.

-¿Qué acompañante?.

Le notificaron que a una mujer de mediana edad, la presentó como su ayudante y por lo visto, debía ser muy eficiente.
Picot se dedicó durante tres días más haciendo llamadas a los posibles clientes, ignorando todos ellos su paradero. Al fin en Cádiz, le dijeron que le dieron carga para Almendralejo, pero que no iría hacia allá de inmediato. Tendría el camión cargado un par de días.
Ya no le localizó en Almendralejo, ni en ningún lugar más.
Picot lo comentó con el encargado de la cámara.

-Oye, ¿sabes algo de tu padre?. No consigo localizarle y además por lo visto viaja 
con una mujer.

-¡Ah, ya!. Se llevó a mi madre. Le hizo mucha ilusión acompañarle por España. Ella 
jamás salió de Girona.

Esto no lo esperaba ni Picot ni yo, ni nadie. Raúl se creía ya autónomo consumado y propietario del camión.
Agotó el mes de viaje de novios, que fue en realidad lo que propuso a su mujer. Ellos no lo tuvieron al casarse y esta oportunidad no podía desaprovecharse.
Se disculpó exponiendo sus razones y mitigando su mala acción, presentando una liquidación por los servicios prestados en el recorrido que él mismo tomó, con unos resultados económicos excelentes.
No volvería a suceder esta insubordinación, de manera que esperaba le encomendaran el tercer viaje.

Picot tenía unos viajes comprometidos, con los que esperaba consolidar su faceta de armador de camión con pescado congelado, emulando a los armadores de barcos para pesca en la Mar.
Le entregó la nueva ruta a Raúl, pero con reticencia. Discutimos el tema y estábamos de acuerdo que la situación era delicada, pero que debíamos prescindir de él y buscar otro empleado.

Esta vez, a partir de última entrega y carga, enmudeció. No solo no llamaba, sino que se ignoraba dónde pudiera hallarse. Una semana después, alguien vió nuestro camión aparcado cerca de su hogar. Al llamar a su casa su mujer dijo que estaba de viaje, por encargos urgentes.

Otra semana desaparecido y repitió la función. Esta vez el camión no se hallaba por las inmediaciones de su domicilio, ya que sabía que le buscábamos.
Pedimos a un investigador privado que lo localizara y lo detendríamos.

-¿Con qué cargo?.

Tenía razón el investigador, estábamos en la cuerda floja. Se escurriría con tremenda facilidad. Ni era robo. Ni insubordinación, ya que tenía un contrato de opción de compra, ni otro delito de los que se le pudiera imputar previsto por la ley.
Lo consulté con Rodriguez.

-Carlos sigues con tu racha de panoli. ¿Cómo se te ocurrió a un subordinado entregarle documentación y llaves de un camión, junto a una opción de venta?’.
Cuando le caces, tendrás que dialogar y si te hace alguna entrega metálica te habrá hundido. Y si no se la aceptas, será él que os demande a vuestra empresa de Congelats.
Teníamos pues todas las de perder. Estaba claro que él hacía negocio con el camión, mientras nosotros pagábamos las cuotas mensuales del mismo al banco.

En Cataluña, actos así los catalogan en:
“Ser Cornut i pagá el beura”. (Ser cornudo y además pagar la bebida).

Siguió con razonamientos y recomendó la mejor solución, al saber que nosotros teníamos el duplicado de llaves del camión. Estar atentos a su próxima aparición. El detective, avisara a cualquier hora de la noche en que localizara el camión y alguien de nosotros se lo llevara a Barcelona.

Eso hicimos y a la mañana siguiente, Raúl, veía visiones. ¿Dónde estaba el camión?. Le costó reaccionar, ya que no podía venir a nosotros con explicaciones obvias. Pensando que le cazaríamos en su casa, se ausentó un día, pero por fin determinó realizar la denuncia por robo del camión, a la policía. Era lo que esperaba Rodriguez.

-Ahora, es él el que tiene el problema y ante el Juez, tendrá que sacar a relucir el trato privado y su poco ortodoxa actitud. Por descontado le será difícil compensar los perjuicios que podréis achacarle. Mejor que para cuando llegue el día de la vista del caso, tengáis el camión vendido con subrogación de la deuda con el banco. Él no podrá cumplir y su contrato será nulo.

 De ésta salimos pues medianamente bien librados, pero el camión a nuestro nombre, ya no duró otro mes. Aunque pareciera mentira, lo vendimos por importe mayor al coste, incluídos los gastos bancarios.

Finalizada la aventura, me sometía al juicio de Tere, narrándole de pe a pa lo acaecido. Al pertenecer al negocio de congelados que para ella estaban lejos de su quehacer con los niños y con Danta María, se lo había ocultado simplemente por omisión.
Y ahora aguardé lo que ya sabía, que me diría....

-Pero Carlos..........