martes, 29 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 24)

Parecía que los acontecimientos de los EEUU, tuvieran reflejo en los Europeos, o al menos de España. Este año, la cantidad de empresas fallidas excedió de la media usual. No fueron solo amigos nuestros los que se quedaron en la calle, las noticias por la prensa cada día mencionaban alguna, a veces desconocida. Sin embargo de alguna manera, se absorbía la mano de obra por nuevas Entidades, o por incorporarse a la economía sumergida.

El 23 Noviembre de 1963, mientras comíamos acompañados por la tele, la noticia del asesinato de John F. Kennedy, nos pilló con el tenedor al aire, sin llegar a la boca.

Desde el asesinato de Lincoln, nos resultaba inimaginable un suceso de tal envergadura.

Aquello, a pesar de que se ocultara tras múltiples investigaciones, ponían en evidencia el entresijo de intereses multinacionales. Afectaba al mundo entero. Teníamos una economía dependiente que era un presagio de la futura globalización.

Total que iban saliendo a la luz, multitud de escándalos que directa o indirectamente, se ocultaban por intervenciones políticas.

Tere más influenciada por las noticias, que yo mismo, era reacia a que me metiera en negocios. A excepción de un compañero que en aquellos días era Alcalde de su Lugar, no teníamos más contactos con Políticos. Por lo visto, la única manera de prosperar sino a las buenas, al menosforzando lo legal. Más adelante probé los efectos de tal medicina.

Así que mi decisión de ampliar las actividades del despacho, con intervenciones inmobiliarias, le sentaba muy mal.

Hubiera desistido a no ser por el milagro de Vespella. La euforia que me acarreó y que algo le contagié, hizo que aceptara el nuevo reto. Quedaba pues en firme, la celebración tardía de nuestra boda, mediante el viaje de novios fallido en su día, pero ahora con acompañamiento de dos de nuestros hijos.

Estábamos al corriente del estatus de los Paradores de Turismo Nacionales, activados por el Ministro Fraga Iribarne. Se trataba de restauraciones de antiguos Castillos con gran calidad y precio asequible. Consecuencia del fomento en la captación de Turismo extranjero.

Aquello nos venía de perillas. Resultaba económica la estancia de un solo día. Por ello se llamaban paradores, lejos de hoteles-residencias. El viaje planeado, recorriendo la Península, no permitía más que viajar de día y pernoctar una sola noche en cada destino. Y los había ya casi en todas las Provincias.

La primera visita recomendada por nuestros colegas, fue la del Monasterio de Piedra. Un Vergel, en el desierto. Un Oasis nos pareció, después de dos horas de circular por autovía atravesando el desierto de Los Monegros. No indicaron que desde Calatayud, nos desviáramos de la General hacia Nuévalos. De allí en pocos kilómetros surgía el milagro de este enclave. Un Monasterio construido en una hoya del Río Piedra. Cascadas magníficas, gruta por debajo del río y encantador vergel.

Una vez visitado, podíamos seguir hasta Molina de Aragón, para empalmar de nuevo con la General, sin retroceder y seguir hacia Madrid

Jardín del claustro del Monasterio de Piedra

.Un remanso



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Cascada del Parque Natural

Fotografía de el Nacimiento de un Arroyo en una Montaña

Fotografía del Parque Natural - Cascadas en Montaña Verde


Fotografía de un Arroyo

Fotografía de una Pareja mirando las Cascadas del Monasterio


Recuerda Tere:

La posibilidad de hacer un viaje me encantaba.

Que se quedara mi madre con los dos más pequeños, era algo inmejorable ya que si los dejaba con ella, yo me quedaba completamente tranquila, porque sabía que estarían bien atendidos. Y además estaba mi padre y mi hermana que también echarían una mano en caso de necesidad.

Empecé con los preparativos, pensando en la ropa que usaríamos durante estos días. Y por supuesto en juguetes para los niños, porque eran muy pequeños y el viaje se les haría pesado. (Menos mal que pensé en este detalle)

En aquel tiempo, ni se necesitaban sillitas especiales, ni nada parecido. Yo durante años he viajado, en el asiento del copiloto, llevando a un bebé en mis brazos. Con las leyes actuales, hubiéramos necesitado un microbús para los desplazamientos cuando ya teníamos los siete.

Entonces nada de esto era obligatorio, y los niños iban en el asiento trasero, jugando. Si armaban demasiado alboroto, les avisaba que me daría la vuelta con su consabido cachete, tocara a quien tocara. El miedo por mi amenaza les duraba muy pocos Kms.

Pero en aquellos instantes el viaje me ilusionaba muchísimo. Conocer gran parte de nuestra Península tenía un gran aliciente para mí, que no me había movido prácticamente de Cataluña.

O sea que los preparativos fueron en gran parte otro aliciente, ya que mientras preparaba las maletas, mi mente ya estaba viajando. Dicen que la felicidad no hay que buscarla, que se traza mientras vamos en su busca. Pues algo parecido me pasaría a mí, con el viaje. Los preparativos fueron tan buenos como el mismo desplazamiento por España.

Pero no contaba con algo que me ocurrió. Incluso sabiendo que los dos hijos que dejaba con mis padres, estaban en óptimas condiciones, algo en mi interior me dejaba un sabor amargo. No me recriminaba por dejarlos, simplemente, intuía que los encontraría a faltar. Y en efecto fue así mismo.

Desde entonces me reafirmé que cuando ya eres madre, la vida te cambia por completo. Casi diría que te olvidas de ser tú, para dejar un pequeña parte de ti misma en los hijos. Ya con cuatro pequeños, había momentos, en los que me sentía completamente agobiada, por el trabajo y sobre todo por querer que fueran perfectos, educarlos lo mejor posible. Todo esto estaba en mi cabeza, entonces tenía 27 años, y mi hijo mayor aún no tenía los 6, le seguía el segundo dos años menos, el tercero que aún no había cumplido los 2, y el cuarto, con seis meses.

Al programar el viaje, me imaginaba que todo sería como un camino de rosas. Por fin tendría un poco de relax. Estar al cuidado sólo de dos, me parecía que sería un descanso, por otra parte merecido.

Y ahí ya aprendí una lección. Los hijos por lejos que estén, los llevas siempre contigo. No cambiaba pañales, no me levantaba por las noches ni daba el biberón de las 6 de la mañana. Pero mi mente y mi corazón continuaban estando a su lado.

Pero bueno, eso no motivó que no disfrutara de aquella escapada todo lo posible. Y descubrí que España tiene lugares maravillosos que los desconocía por completo.

Al volver del viaje, la alegría de verlos de nuevo, me hizo sentir feliz. Supongo que parecería como una gallina clueca con sus pollitos.

Hasta que el mayor que se había quedado con mis padres,que aún no había cumplido los dos años me cogió de la mano, y me miró a los ojos, muy serio y me dijo :

- ¿Perqué te`n anaves i m`has deixat sol, eh? -“¿Por qué te has ido y me dejaste solo, eh?”- en tono de reproche.

Verdad que estas palabras tanto a mi marido como a mí, se nos quedaron muy grabadas.

Durante mucho tiempo cada vez que íbamos a ver a los abuelos, el tercer hijo, no me soltaba de la mano. Nos reímos por la ocurrencia del niño.


Pero… ahí quedaba esa sensación.

viernes, 25 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 23)

Me costó, mostrarme impasible, ante el beneficio, de cuatrocientas mil pesetas, otorgadas por el capitalista. Ignoro la urgencia que tenía, puesto que allí mismo extendió el talón de medio millón, a cambio de mi opción de compra por cien mil pesetas. Pensé que lo que le acuciara, quizá le podía haber impelido a pagar un millón si se lo hubiera exigido. Pero sensatamente, mejor no tentar a la suerte, ya que la codicia rompe el saco.



Vista parte alta de Vespella

Enseñé el talón a Tere, para que viera que no todo a nuestro alrededor era mezquino. Ingresé a la mañana siguiente el talón en nueva cuenta bancaria. Cancelé una de las hipotecas, reservando efectivo suficiente para disponer de mayores créditos futuros.
Le propuse a Tere que avecinándose la sexta efeméride de nuestro compromiso, podíamos destinar una cantidad para realizar el viaje de novios frustrado.
Teníamos ya cuatro hijos. Mi suegra, estuvo de acuerdo en que le dejáramos a los dos peques de uno y tres años, a su cuidado y con los de cuatro y seis, daríamos una vuelta por la península Ibérica con el Seat 1400 recién estrenado.

La vuelta de seis mil kilómetros de recorrido nos llevaría quince días de viaje con catorce noches de Hotel. Conoceríamos Gibraltar, Portugal y el sur de Francia.

Viendo que su madre aceptaba encantada el cuidado de sus nietos, Tere entusiasmada, ya desde aquél momento, inició preparativos para el tour, a pesar de que no lo realizaríamos hasta haber dejado en orden los asuntos de mi despacho, al menos en quince días.

Puse en solfa al ascendido a segundo de bordo, con el encargo añadido de que siguiera poniendo anuncios para captar capital destinado a la construcción. Paralelamente anuncios para adquisición terrenos en la Costa. Mi plan, disponiendo dinero en el banco, se crecía.Pero no olvidaría la necesaria prudencia en los negocios.

Recordé como Ricardo, un colega de promoción de Alcalá, empleado desde su licenciatura en La Maquinista Marítima y Terrestre, ubicada en Barcelona desde 1854 para la construcción de máquinaria pesada, este año 1963, sufrió la primera regulación de empleo, que culminó con la plantilla entera despedida dos años después.
Siendo él de la última adquisición de empleados, el despido sin apenas indemnización, le cayó como un rayo. Recién casado y con un hijo en gestión, no sabía que le deparaba el futuro.

Por otro lado, lo que estaba buscando yo durante años, empleo fijo, se me ofreció sin pedirlo, para ocupar la Dirección de una nueva planta de fabricación de “Lámparas Z” de la acreditada firma Multinacional Philips.

Hallándome ya decidido a seguir con mi Autonomía laboral, esta vez decliné la oferta pero recordando la situación de Ricardo, me puse en contacto con él. Agradecido lo indecible se presentó de mi parte al departamento de recursos humanos de Philips, que no dudaron en aceptarle de inmediato, dada su urgencia perentoria de personal responsable por las ampliaciones que se realizaban. Y Ricardo ya disponía de currículum justificativo.

Me estuvo siempre agradecido por algo que a mí no me costó más que una llamada telefónica. Allí se jubiló y poco después en 1993, Lámparas Z, cancelaba sus instalaciones, prejubilando a sus empleados. De haber ocupado yo su puesto, me habrían jubilado con cuatro años de anticipo sobre lo oficial de los sesenta y cinco años. Lo que nos depara el destino es inescrutable.
Y me aguardaba la competencia del Coloso SOFICO.

Parejas perdurables (continuación 23 a)

Los encuentros semanales con nuestro grupo de parejas, los tres primeros años de casados, era regular, pero después fue paulatinamente raleando. El motivo principal, las obligaciones con la prole.

Y nuestros compañeros, se hallaban en las mismas circunstancias, luego era raro que determinada semana, coincidiéramos más de ocho parejas, aunque es verdad que nunca éramos menos de cuatro matrimonios.

Para paliar los desencuentros, tomamos por norma fijar un fin de semana determinado cada mes, en el que nos reuniríamos en casa de uno que hiciera de anfitrión.

Tere mosqueada por los retrasos habituales de algunas esposas cuando nos citábamos en algún cinema, imposibilitando ver películas desde su inicio, en principio le pareció bien la propuesta, ya que recordaba nuestro tiempo de solteros con los clásicos guateques.

Sin embargo el inconveniente se manifestaría el día que la anfitriona fuera ella. Niños acostados para no entorpecer la velada. Normalmente la particularidad de tal dia-noche, la olían y no había forma de calmarles para que se durmieran en hora prevista.

Otro problema era la cantidad de menaje a utilizar, el servicio de mesa alargada, y la preparación del menú durante horas. Y lo que se avecinaba a la mañana siguiente de la recogida y limpieza de tal aparato organizado.

Años después, se solucionó, con un ambigú, preparado por empresas de catering, que acudían a la hora del refrigerio y lo recogían todo a la mañana siguiente, incluida la cristalería.

Así, aquel viernes eufórico por el planificado viaje por la península y por la decisión de crear una sociedad constructora, nos dirigimos al hogar de Tomás, el colega, cuyo hobby radicaba en la fotografía.

Se esmeró su mujer como anfitriona. Nos atendía en el recibidor, con una jarra de café helado. Nadie traspasaba el umbral sin catar el brebaje. La verdad que resultaba exquisito. Acertó con el grado azucarado y la intensidad del café, casi espeso.

Una vez reunidos todos quedaba otra jarra de café sin estrenar, por lo que no hubo nadie que no deseara repetir, hasta que entre todos no quedó un sorbo. Rico, rico……

Procedimos a degustar el manjar exquisito, presentado con esmero. Después de felicitarla, nos enfrascamos en conversaciones de actualidad, cuando al exponer mi proyecto de sociedad constructora, salió a colación la que en aquellos días invadía todos los espacios publicitarios, SOFICO.

-Carlos, no es momento de iniciar este tipo de negocio si no dispones de un aparato publicitario tan potente como el de la televisión, los periódicos nacionales y las revistas especializadas.- Dijo Tomás.

-Puedes añadirle el buzoneo, ya que no hay hogar que no le llegue día tras día un recordatorio de la magnificencia de los apartamentos en la Costa Andaluza. -Respondí.

-No te arredres Carlos, - dijo Luis- Estos apartamentos más bien van dirigidos a clases potentadas, para inversión o para extranjeros, dada la masiva afluencia a España para tomar el Sol en verano durante sus vacaciones, o su residencia al jubilarse.

-Lo tuve en cuenta. Quiero construir chaletitos modestos asequibles a clases medias y bajas con aspiraciones. Y estas abundan. Sin embargo, estas Entidades tan rimbombantes con oficinas espectaculares, red comercial con innumerables vendedores, y excesos publicitarios por televisión, me dan mala espina, como sucedió con SAICA. Es más presagio algo similar con la Caja Comercial de Servicios. Recién vi la construcción anunciada y os aseguro que su fin será idéntico al de SAICA.

Efectivamente, unos tres años después, un Zaragozano, mosqueado por no recibir el apartamento adquirido después de varios requerimientos, hizo lo que yo, presentándose en la obra, que seguía con una pareja de albañiles y apenas habían acabado la primera planta de un edificio de seis a razón de ocho apartamentos por planta.

En Zaragoza solo, ya había mil doscientos clientes. Merced al adelantado inspector, se enteraron del milagro que haría falta para repartir cuarenta y ocho apartamentos entre ellos.

El final calcado a SAICA. Responsables ignorados, o ausentes, o fallecidos, o testaferros con cortas estancias en la cárcel. Los clientes tomando Valium y apechugando minutas de abogados por las reclamaciones Judiciales a una empresa insolvente de la que nada se sacó. Como paliativo, el Juez dispensó las costas del juicio a los demandantes, acreditada su actuación en pleno derecho.

Nos propuso Tomás que pasáramos a la sala contigua donde había instalado un proyector para diapositivas, siguiendo la moda. Además ya que era su hobby, le incorporó un automatismo regulable para el paso de las mismas. Las imágenes así, mostraban una calidad insuperable. Los paisajes magníficos, luego vinieron los de la fauna Australiana, captada en su viaje reciente.

Realmente, se veía que su pretensión era la de alardear de su posición envidiable. En aquél tiempo viajes así no se lo podían permitir más que los potentados.

Par finalizar la sesión y atenuar el efecto de su presuntuosa razón, nos obsequió con una serie de desnudos femeninos, a saber de que procedencia, ya que cualquier tipo de material erótico-tirando a pornográfico, solo se obtenía en el extranjero.

Aquello, resultó explosivo. Afloró el café de la recepción y el nerviosismo producido por las imágenes, excitó a todos, hombres y mujeres. Total,………Buenas noches, y cada cual a su casa.

Larga resultó la noche……….

Parejas perdurables (continuación 23 b)

Era ya medianoche, que para un matrimonio con obligaciones paternales, hora respetable, o casi de inconsciencia por no hallarse en el hogar. De todos modos, ya nos hallábamos en el ascensor. Los recuerdos de las últimas imágenes salidas del proyector de Tomás, nos mantenían excitados.

Los diez segundos que llevaba el ascensor para llegar a nuestro piso, eran inacabables. ¿ Y si inicio un arrumaco?. Pero Tere, muy sensata, me apartaba, pidiendo calma y silencio, que ya llegábamos.

Abrir la puerta parecía juego malabar. Como si la cerradura no estuviera quieta. Costó acertar la llave a su rendija.

Traspasado el umbral Tere dice:

-No enciendas la luz, no sea que despertemos a los niños.

-No…..no……

A tientas casi le desgarro la blusa. En el recibidor, la empujo a la pared. Noto también su excitación y ademanes para desvestirse. Hago lo propio, y caemos al suelo. Con la respiración acelerada, inicio una sesión de estudio anatómico. Y en pocos instantes consumamos el acto.

Sofocando los jadeos, nos levantamos y nos dirigimos al dormitorio, siempre a oscuras. Una vez cerrada la puerta, encendimos las luces de colores de la mesita de noche. Recogimos la ropa, nos contemplamos y decidimos que ahora sí era oportuno repetir en la alcoba, el acto más serenos.

Así fue. Tere agradeció mi parsimonia esta vez. Me recreé mucho, antes no me relajé definitivamente.

Como no somos fumadores, nos dispusimos a dormir sin más. Apagadas la luces, empezamos a recordar cosas intrascendentes. Callados permanecimos al menos media hora, dándonos cuenta que carecíamos del sueño normal que nos invadía siempre después de un coito.

Y después de analizar la posible causa, recordamos la “tisana” ingerida, llamada café helado.

Los ojos abiertos como platos. Iniciamos conversación y lo primero que se me ocurrió, fue despotricar contra la compañía de seguros que rechazó reanudar la póliza del Citroën.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/6/6e/Citroen2cvtff.jpg/250px-Citroen2cvtff.jpg

Alegaron que no renovarían el seguro al haber sido reincidentes en un mismo siniestro. Pamplinas. No era el mismo. La primera vez, el parte fue por quema del toldo plástico del

2 Caballos. Un vecino del piso inferior al nuestro acostumbraba echar por la ventana a la calle sin contemplaciones, sus colillas de cigarros encendidas. Si no lo hubiéramos observado, nuestro coche, aparcado justo en la vertical del piso del fumador, habría ardido totalmente al ser receptor de una de sus colillas.

Desde el comedor, viendo iniciar llamas en la capota, corrimos a extinguir el fuego. La compañía, abonó un nuevo toldo, por inservible el quemado, pero desistiría renovar la póliza al término de la anualidad, si se producía otro siniestro relativo a la capota.

Y nada menos que Vox Pópuli, aquél 24 de Diciembre, corrió la alarma del hundimiento de techumbres por el peso de la nieve.

Algo insólito, aquél año Barcelona recibió a unas portentosas Navidades Blancas. No estaba en la mente de ningún prohombre Municipal, tal acontecimiento.

Sin ninguna idea para evitar el caos, cada distrito solucionaba sus problemas según su criterio. Las calles con más de medio metro de nieve, vedaron el paso de los vehículos rodados. Unos por imposibilidad de salir de su aparcamiento, otros por haberlo intentado quedando atrapados en medio de la calle semicubiertos por la nieve apilada. Y éstos ya bloquearon definitivamente el paso a cualquier espabilado.

Para postre, los terrados de los edificios, con gruesos de nieve de hasta sesenta centímetros, aterrorizaron a los ocupantes de los áticos. Éstos, alarmaron a los vecinos del piso inferior y así sucesivamente. Aparecieron palas y por doquier, brigadas humanas desde los terrados arrojaban paladas de nieve a la calle. Ni siquiera se organizaron para seguir las normas del Medioevo de avisar “AGUA VA”. Los Municipales fueron incapaces de controlar estos desmanes, que milagrosamente, no causaron accidentes mortales a transeúntes, aunque sí alguno se lamentó en urgencias de ser víctima de tal atropello.

Pues el 2 CV, fue receptor de la caída de una tonelada de nieve compacta, arrojada palada a palada desde treinta metros de altura, quedando casi oculto en ella.

Hasta tres días después no se restableció la comunicación vial, y con ella rescatamos el coche, al que no podíamos hacer otra cosa que apechugar con el coste de una capota nueva y olvidarnos de parte alguno.

No estaba de acuerdo con la compañía, ya que si en este caso el capó hubiera sido metálico, igual se hubiera hundido, abollado y entraría en el riesgo normal previsto en la póliza.

Estuvimos así hablando Tere y yo, hasta la entrada la madrugada. Seguíamos sin sueño. Aquello ya era aburrido. ¿Qué hacemos?. ¿Por qué no lo aprovechamos de nuevo?.

Sí. Fue lo más acertado. Aquello era como el ideal de los adolescentes, si en aquél tiempo tal situación se hubiera presentado.

Claro que nos dimos cuenta que sin haber tomado precauciones , este día pudiera convertirse en el inicio de nuestro quinto vástago.

-Al menos que sea una niña- Dijo Tere, contrariada ante la proliferación de machos en la familia.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 22).

Con la conjunción de trabajos captados por mi colega y los míos, se preveía la continuidad laboral esperada desde mis inicios de autónomo. Me dio alas para desprenderme de mi último coche antiguo, un Lancia con volante a la derecha, y frenos accionados con varillas, mayor desastre que el Ford, para adquirir un Citroen “dos caballos” de color celeste, que lo regalé a mi mujer.

Se trataba de no encontrarse incomunicada en la urbanización de turno, en segunda vivienda, cuando mi trabajo me tenía días alejado. Yo ya disponía del Seat 1400, en el que mi equipo de topografía, podía ubicarlo en el amplio maletero y los cuatro ayudantes, cómodamente, soportaban viajes de más de cien kilómetros.

El Lancia, tuve que enviarlo al desguace, después del susto habido al regreso de la playa de Pineda, donde fuimos testigos del trágico derrumbe del Hotel en obras.
Las varillas tensoras del frenado para las cuatro ruedas, eran independientes y verdaderamente había que ser un genio de la precisión, para lograr su perfecto ajuste.

Lo normal era que alguna rueda, o no frenaba, o se bloqueaba. Corregida aquella, el problema surgía en otra. Confiando en los mecánicos, circulaba hasta los ciento veinte km/h, que en aquél tiempo, era un récord.

Divisé en la lejanía un coche que se acercaba a mí bastante rápido, mientras yo me hallaba alcanzando un autobús. Reduje marcha, hasta los sesenta, para no cruzarnos, y esperar adelantar al autobús, una vez lo hubiera hecho el coche que venía.
Inesperadamente paró el autobús. Allí tenía parada. Automáticamente, sin tiempo a reducir marcha, usé los frenos a tope. El tope fue, no frenar nada. Más pisotones y nada. Intento reducir y no entra la marcha. El autobús a treinta metros parado, aguardaba mi encontronazo seguro, ya que no respondía el vehículo con sus dos toneladas de peso y sin frenos.

Jugándomela inicié el adelanto, con la esperanza que el vehículo contrario no llegara aún a la altura del autobús. No podía verlo, dado que el volante estaba a la derecha y los adelantos en España, se hacen por la izquierda.

Pues no señor. Allí estaba, me vio y se echó al máximo de su derecha. Yo al máximo rozando al Bus.
Pasé rebotado. El guardabarros delantero intercambió su pintura de color rojo con la verde del Bus y la azul del turismo. Pero nada más por milagro. Esforzándome por parar, lo conseguí a los cien metros.

Andando me dirigía al lugar del accidente, donde ya había huido el turismo por motivos desconocidos, en tanto que el chofer del Bus, viendo la insignificancia del rasguño, optó por no entretenerse en rellenar los clásicos partes del seguro y me dijo que lo olvidara.

Con mis ayudantes estuvimos un rato discutiendo que hacer. Dejar el coche y andando llegar a algún teléfono para que nos recogieran, o seguir hasta el taller en Barcelona circulando con marchas en primera y segunda. Esta opción era la más cómoda, pero arriesgada, ya que para evitar colisiones frontales, a esta velocidad, nos exponíamos a colisiones de la retaguardia. Claro que luego, el culpable para los seguros, hubiera sido quien nos alcanzara.

Solución, otro crédito del Banco Santander y adquisición del Seat 1400, de moda en aquellos días.

Un año después, convencidos de la rentabilidad, con mi colega alquilamos un despacho de doscientos metros cuadrados, apto para atender a la clientela, disponer de un contable , una secretaria y una recepcionista, mientras que la sala de delineantes albergaba a seis de ellos.

A partir de aquí, nuevos problemas surgieron, desvaneciendo los triunfos. Un delineante, nos saboteó introduciendo errores en los planos a posta. Al requerir el visto bueno para sacar copias, le corregíamos los errores. Otra vez enseñando los errores corregidos, obtenía el visto bueno, y él introducía otros que antes no estaban.
Nos causó perder clientela, que luego supimos intentaba ganarla él con maledicencia. Una vez despedido, para paliar la cuestión contratamos a un supervisor de confianza. Ello reportaba aumentar plantilla y costes generales.

Para incrementar ingresos, decidí intervenir en la financiación de fincas de clientes.
Fue bien y saqué mis primeras cien mil pesetas de beneficio, que en aquel tiempo eran mucho dinero.
Un vendedor, me ofreció la oportunidad de adquirir un “Pueblo entero”deshabitado. Como me llamó la atención, quise que me lo mostrara in situ, antes de hablar de compra-venta. Se trataba de Vespella, en la provincia tarraconense, al que en breve, si no aparecía propietario responsable, la Administración, lo daría de baja.
Y aquello, inició una nueva etapa comercial, liándome más y más.


Vespella de Gaiá

Recuerda Tere:


Por supuesto que para mí fue un alivio dejar Suria. Poder volver a mi ciudad natal, en parte fue una gran alegría, aunque ya digo sólo en parte puesto que me daba cuenta, del gran problema económico que se nos venía encima.
La falta de una vivienda, y con el embarazo bastante adelantado.
Luego saber que por poco, nos estafan, supongo que me hizo pensar que en nuestra situación, no todas las cosas eran de color de rosa.

Es muy cierto que no hay nada que enseñe más que la propia vida. Y también es verdad que cuando se es joven, se suelen ver las cosas mucho más fáciles de llevar. La juventud puede con todo. Ahora miro hacia atrás y no entiendo cómo logré pasar aquellos años.
Sentía un miedo enorme ante la gran incógnita del futuro. Que se tuviera que embarcar con préstamos bancarios, y sin tener un salario fijo, me daba pánico.
Además con dos hijos pequeños, sabía que no podría serle de gran ayuda en caso necesario. No podía irme a trabajar fuera de casa, porque si lo hacía lo que yo pudiera ganar, se habría ido en pagar a una “canguro” para mis hijos. O sea que nos quedábamos igual. Y por supuesto que siempre he dado importancia a tener a los hijos cerca de los padres, o abuelos, o sea alguien de la familia, que de verdad les importaran los niños.

En la actualidad me parece que uno de los grandes fracasos, tanto en las parejas como en la manera de educar a los hijos son debidos en gran parte, a tener que dejarlos forzosamente a una edad muy temprana en manos de cuidadoras, que por muy buenas que sean, nunca pueden sentir lo que alguien de la familia. Y esto seguro que con el paso de los años se nota.

Por otra parte pensaba no sin cierta desazón, que mi marido desde los 16 años se las había tenido que ver con la dureza de la vida. Siempre me ha parecido una lucha demasiado desigual. Pero las cosas vinieron así. Hubiera preferido tener un sueldo, aunque hubiera sido mínimo, sabiendo que a final de mes, podría contar con algo fijo. Supongo que influyó que en mi casa siempre lo había visto de esta manera. En este aspecto siempre hemos tenido visiones opuestas.
Pero bueno, queda claro que las cosas suceden de las maneras más insospechadas. Y darse cabezazos contra una pared ni ayuda ni consuela.
Y lo más importante es que a pesar de todo logramos salir adelante. El trabajo no le faltaba, lo que daba lugar a pasar muchas horas fuera de casa, y viajando. Cuando venía por las noches, normalmente los niños ya dormían.

Mis hijos ahora que son padres me han preguntado en más de una ocasión, cómo lo hacía para tenerlos a todos, por lo menos en la cama.
Porque claro, cuando ya fueron bastantes, ¡Menudas juergas se corrían en la habitación! Estaban cuatro en literas de dos, y yo les daba un margen para que hicieran un poco el loco, pero en cuanto nos disponíamos a cenar, mi marido y yo, ya les advertía, en plan sargento (o sea muy seria) que no quería oír ningún ruido. Y que no me llamaran para nada porque no pensaba ir. Les daba agua, les obligaba a hacer su “pipi”. Todo lo que se me ocurría para poder cenar con un poco de tranquilidad.

Visto el Pueblo, con un deterioro evidenciado por el transcurso de años de abandono, lo primero que acusé fue la falta de vial decente en los tres kilómetros que lo comunicaban con las carreteras de segundo orden.

Luego la necesidad de movimientos de tierras para explanadas. Derribos de viejas casas de total ruina. Reforma de unas pocas salvables y la traída de la electricidad.
Mentalmente, presupuesté en unos cuantos millones de pesetas el gasto inicial para convertir el paraje en algo que atrajera a los inversores y posteriormente a los clientes adquirentes de segundas viviendas.

Recapacitaría tras consultas con algún posible socio. Prometí que en dos días daría respuesta al vendedor, de interesarme.

Regresando, al pasar por Calafell, vi una enorme pancarta publicitaria de
“Caja Comercial de Servicios”. Abarcaba casi toda la fachada de una obra de seis pisos altura, en la que una pareja de albañiles, tabicaba en la planta baja, lo que sería con toda seguridad, el apartamento piloto, para captar clientes. La obra restante solo era la estructura y parecía que así llevaba tiempo sin preverse verdadera intención de su acabado.

Calculé que allí el edificio albergaría ocho apartamentos por planta. Sin embargo recordaba los anuncios de tal Empresa, cuya publicidad, hacía imaginar una promoción superior a mil.
Definitivamente, las apariencias engañan, ya que por su nombre, y oferta de ventas financiadas a treinta y seis meses, daba el pego de una Caja bancaria financiera.
Y este tipo de construcción desanimaba proyectar urbanizaciones en pueblos abandonados, ya que la inversión debía ser mucho mayor que la de esta Caja Comercial de Servicios, mientras que su rendimiento, sería muchísimo menor. No era lo mismo construir en zona marítima que en zona interior.

Al llegar a Hospitalet, en el barrio de Bellvitge, vi como se construían aquí sí, de verdad, miles de viviendas protegidas oficialmente, para venta, o alquiler a clases trabajadoras.
Semanalmente, de los ciento veinte bloques en curso, se levantaba un piso de estructura de hormigón. Pero a diferencia de las construcciones tradicionales, eran prefabricados al suelo con los desagües estructurados para aseos y cocina, así como bajantes para aguas negras y pluviales. Unas enormes grúas, colocaban cada semana, un piso nuevo coincidente con los inferiores. Económico al ser una obra en serie de tal cantidad.

Bloques de viviendas en Bellvitge- Hospitalet de Llobregat

Más desánimo en embarcarme en la aventura de Vespella.
Mi colega del despacho, no solo declinó su intervención, sino que además se despedía para actuar como Arquitecto Municipal de varias poblaciones costeras en el Maresme.
Hecho un lío, lo discutí con Tere. No sé porqué lo hice. La respuesta a todas luces, era la negativa a tal aventura.

A la mañana siguiente, tuve que solucionar la sustitución de mi colega, demorando la decisión sobre Vespella. Confiando al delineante que llevaba dos años en nuestro servicio, y que aquél año terminaba la carrera, le propuse el puesto de segundo de a bordo, que aceptó encantado.
Ya suponía que en uno o dos años, me abandonaría ya que conmigo, no podía escalar puesto más alto, pero en principio, ambos salíamos ganando.

Con unas cuantas llamadas, apareció un capitalista interesado. Me pidió entrevista para la semana siguiente. Aquello, cambió mi idea. Propuse al vendedor realizar una opción de compra por tres meses. Le entregaría una entrada del cinco por ciento del valor ofertado de venta. Si no lo elevaba a escritura pública al término, perdía este cinco por ciento. Y era todo lo que disponía en aquél momento. Imaginé que antes de los tres meses, de alguna manera resolvería el compromiso, entre socios y bancos.

La cita con el interesado por Vespella, resultó desconcertante. Me propuso en lugar de aportar capital, adquirirlo para sí. Me daba trescientas mil pesetas por mi opción de compra.
Reflexioné. Al capitalista le resultaba la adquisición del Pueblo fantasma por dos millones doscientas mil pesetas, lo que a mí me hubiera costado solo dos millones. Pero con otros dos millones ya iniciaba el negocio urbanístico, con la ventaja de actuar en una delimitación urbana, en que ningún vecino, ni alcalde, podía presentar oposición a los proyectos, precisamente por no existir habitantes.
Por mi parte, de adquirirlo yo, debía recurrir a otros inversionistas y a los bancos con sus hipotecas. Era arriesgado, pero convirtiéndome en constructor, quizá superaría los beneficios de la Caja Comercial de Servicios, que me amilanó.

Recordé que “vale más pájaro en mano, que ciento volando”. Sin vacilar le dije, que mi intención era crear una nueva población de recreo, construirla y proceder a la venta de casas una a una paulatinamente. O sea, que para desistir de mi proyecto, en todo caso, quería medio millón…………….

¡Asombroso!. Aceptó.



sábado, 19 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 21)

La permanencia en Suria, no se desarrollaba con satisfacción. Todo eran problemas.
Al tercer mes, por fin apareció el Ingeniero Belga y en realidad, resultó un aliciente, ya que era consciente de que mis aptitudes se veían realizadas.
Sin embargo, la meticulosidad del Belga en la nivelación de cada elemento, me desquiciaba.
No veía la necesidad de perder más de una hora en nivelar cada pieza ensamblada. Le dije en varias ocasiones que si las piezas eran perfectas, una vez la base se niveló, forzosamente los ensambles de las demás, niveladas estarían.

No sé si por mi deficiente francés, ya que él no hablaba español, no me entendía, o no quería entenderme.

Por las mañanas, me comunicaba muy mal con él, ya que estaba más pendiente en croquizar los ensamblajes que en pensar en francés, pero por las tardes ya pillaba el ritmo y hasta me volvía locuaz, lo que facilitó nuestra armonía, hasta el punto que se atrevió a contar chistes sobre su flamante coche Citroën “tiburón”, de reciente fabricación . Su principal novedad era la incorporación de la suspensión hidroneumática con corrector automático de altura.


Por el contrario, mi coche era un Ford T, de los que usaron los Intocables de Elliot Ness, en los tiempos de Al Capone. Y no sé si se burlaba, o compadecía de mi pobre adquisición. Hacía un gesto con ambas manos, acompañado de expresión facial de asco, como diciendo:

-Vamos, hombre, este vejestorio, hay que tirarlo.

No le faltaba razón, ya que pocos meses después tuve que deshacerme de él por razón de peso.
Con todo, al cuarto mes de mi etapa de “Jefe de Talleres”, se acabó mi verdadera ocupación en la Mina. Reanudé la inactividad con el desdén indefectible del Jefe titular en activo.

En el interín me enteré que Tere, prácticamente, desde mi salida matutina para el trabajo y mi regreso a comer, se lo pasaba llorando. Sentía su soledad, a pesar de ocuparse de J.C. Se hallaba de nuevo en estado de gravidez, lo que reanudó su habitual tendencia a los vómitos.

Suria, dista más de cuarenta Km. de la costa. Imposible desde allí ver el Mar. Factor importante para ella. Y su madre tampoco podía visitarla.
Me dolió, conocer su tristeza. Y ya se acumulaban los contras para nuestra permanencia.

Se enteró también de que cumpliendo mi misión, en cuanto sustituyera al actual Jefe de Talleres, sería bajar con frecuencia a todos los niveles subterráneos de la mina. No le dio importancia, hasta que se concienció, de que aquello no era intrascendente.

Ocurrió que el día en que transmitían por la TVE el partido Barça-Madrid, algo especial para los Catalanes, el último minero que salió a superficie, no halló su placa en el cuadro de control. Por el contrario estaba la placa 172.

Lo denunció al vigilante, saltando la alarma. Llamaron al domicilio del 172. Su mujer dijo que no había llegado aún.
Automáticamente, se movilizaron varios mineros, recorriendo los niveles en que trabajaron este día. Ni rastro, ya no quedaba nadie allí. Aquello les dio la luz de lo que podía haber sucedido. Llamaron al teléfono de la fonda Guilá.

Efectivamente, entre la troupe de asistentes para contemplar el partido de fútbol, se hallaba el minero 172, con la placa 112 en el bolsillo.
Inmediatamente se presentó a la mina, pidiendo disculpas por su error y por la alarma inútil creada.
Se intercambiaron las placas y con este precedente, el control futuro ya no lo realizaron los propios mineros, sino que fue el controlador quien a cambio de sus placas les entregaba el casco minero marcado con su propio número. Y al salir repetían el intercambio inverso. Quedaba perfeccionado el control.

En cuanto la consecuencia de este error, para los dos interfectos fue ¡terrible!….se perdieron el ambiente entusiasta que ante el televisor de casa Guilá, con desaforados gritos, celebraban todos, los goles del Barça.

Y lo que resultó la puntilla para detestar seguir en Suria, fue el desgraciado accidente del Director, cuando con su mujer y seis hijos, chocó su vehículo, contra el árbol centenario, custodia de la entrada de su chalet.
Murió él no por el choque, sino por fallo cardíaco en aquél instante. Todo lo que pudo hacer antes de expirar, fue reducir la velocidad del coche y así su familia resultó indemne.
Esto para mí fue definitivo. Mi compromiso con él quedaba rescindido. Regresaría a Barcelona con mi familia, a reanudar y ampliar las actividades del despacho.
Y teniendo al segundo vástago en gestación, necesitaba con urgencia adquirir una vivienda con suficientes dependencias.
A esta urgencia, debí la suerte de no ser alcanzado por la estafa de la inmobiliaria SAICA.

Recuerda Tere:

Dicen que los bebés, ya dentro del claustro materno sienten las mismas congojas y alegrías que sus madres, y puedo dar fe que es muy cierto.
Nos pareció bien ir a vivir al pueblecito de Suria, más que nada porque ya estaba en camino el segundo hijo, y el ofrecimiento de un salario fijo nos convenía.
El primer inconveniente fue no poder ir directamente a Suria que era donde nos habían dicho que nos aguardaba una casa incluso con jardín.
Fuimos a parar a Callús mientras no nos pudieran instalar donde realmente nos correspondía por el estatus de Carlos.

Pero… cuando se ha vivido en una gran ciudad como ya lo era entonces Barcelona, tener que dejar aquel ambiente, para meternos en un pueblo de reducidas dimensiones, creo recordar que solo constaba de una calle principal que era la carretera, y unas pocas casas a los lados, la verdad es que se me cayó virtualmente el mundo encima. El lugar de trabajo quedaba lejos del domicilio.

El marido estaba muchas horas trabajando fuera de casa, yo sola con el hijo mayor que aún no tenía los dos años. Recuerdo que lloré mucho. Me veía sola, sin encontrarme bien del todo, ya que el embarazo, aunque no fue tan pesado como el primero, también me pasé unos cuantos meses vomitando. Y JC, igual que yo, también encontraba a faltar a los abuelos, ya que en su media lengua me preguntaba por ellos.

Total que puedo asegurar eso que se comenta que el feto acusa el estado de animo de la madre, porque el segundo hijo que fueron también cuatro kilos y medio de bebé, salió de lo más llorón. Sobre todo por las noches.

Quizás pueda parecer algo fuera de toda lógica, mientras vivimos en Callús, yo necesitaba tener un vínculo que me siguiera uniendo, como si fuera un cordón umbilical a lo que había dejado en Barcelona, la familia, las amistades. Y creo que en aquel tiempo me leí por enésima vez “Lo que el viento se llevó,” porque me daba cuenta que mientras leía, mi cuerpo y mi mente retrocedían a la primera vez que lo leí y vi la película, ambas cosas habían dejado en mi persona un recuerdo inmejorable.

Esta tontería, de verdad que conseguía que por lo menos, durante un espacio de tiempo, me aislara de lo que me rodeaba porque me resultaba incómodo.
Este libro aún lo conservo, está hecho una ruina, pero aunque parezca absurdo en su momento fue un punto de apoyo y le tengo un especial cariño (porque soy de las que quieren a los libros, como si fueran personas) Para mí, tiene un valor sentimental, que con el paso de los años, lo he explicado a los hijos. Ellos se maravillaban, cuando les decía que podía abrir el libro por la página que quisiera, que enseguida me situaba y podía seguir con lectura, siguiendo el hilo de la narración.

Procuraba que el marido no se diera demasiada cuenta de mi pena por haber dejado la ciudad. Pero hay cosas que no se pueden ocultar por más que se intente. Que estuviéramos tan pocas horas juntos no ayudaba precisamente a mejorar mi estado de ánimo.

Parejas perdurables (continuación 21 a).

No hubo ninguna oposición a mi cese en Minas. Simplemente, al finalizar mi quinto mes en la Empresa, tuve que firmar un documento en el que bajo mi honor, me comprometía a no acceder, ni tratar con ninguna otra Empresa Minera de la Península ibérica. Como si ocultaran secretos Industriales.

Años después, supe que Solvay, vendió en 1982 al INI (Instituto Nacional de Industria), la factoría. Su explotación pasó a manos de Fodim s.a. La explotación de la sal de potasa en el Mar Muerto a cielo abierto, hacía inútil sufragar los altos costes de explotación subterránea. La mayoría de los empleados obtuvieron una jubilación forzosa.

De haber permanecido allí, mi jubilación se hubiera adelantado quince años.

Otra vez en Barcelona precisaba con urgencia un piso asequible, pero espacioso. Los de segunda mano, en principio no me seducían. Merced al anuncio de la Inmobiliaria SAICA, coloso emergente de la venta y alquiler de viviendas en Barcelona, fui a sus oficinas de la Diagonal, viendo los proyectos de construcciones que tenían, todas ellas en solares Chaflanes de Islas del Ensanche.

Muy sugestivos y módicos, tanto por su ubicación, como por la superficie de los pisos y su distribución, con tres dormitorios y dos baños. Me aclararon que eran tan baratos, ya que se entregaban al comprador, un año después de haber contratado su compra mediante contrato provisional en que se pagaba el diez por ciento de entrada, otro diez en las mensualidades hasta el día de elevar a escritura pública, con hipoteca Bancaria por el resto.

Ya no me apetecía tanto, al tener que aguardar un año. Tere alumbraría como mucho en seis meses, pero para decidirme me presenté al solar donde se decía se construía el edificio.

De un año, nada. Aquello servía para gancho comercial. Se trataba de un solar, en el que un gran rótulo anunciaba la adquisición por SAICA para la construcción de doscientas cincuenta viviendas.

Ni grúas, ni maquinaria, ni hombres trabajando. Si se estaba vendiendo con la promesa de entrega para un año sin siquiera iniciar los cimientos, conocía a la perfección, su imposibilidad. Al menos y eso con mucha suerte, no sería factible en dos años.

Para mí una desilusión y tuve que apechugar con una vivienda de segunda mano.

A los cinco años, estalló el escándalo. Eran miles las reclamaciones a SAICA por pisos vendidos y no entregados.

Ni siquiera el solar del anuncio era de la empresa. Habían trasladado en estos años, la misma pancarta a otros chaflanes, arguyendo a los clientes excusas intragables, hasta que se unieron y presentaron demanda por estafa, ya aventada por los medios.

Los pleitos y sus apelaciones, se prolongaron hasta 1990, en que la entidad fue definitivamente eliminada, con testaferros en la cárcel, por poco tiempo y la multitud de estafados, sin recuperar ni una peseta.

Tuve que agradecer la premura del parto de Tere, merced a la cual, yo no estaba entre ellos.

Para el nuevo piso, otra incursión bancaria. Esta vez, cuenta con hipoteca del Bco. Hispano. Tuve que iniciar un organigrama, para control de las funciones reservadas a cada entidad bancaria, con una o más cuentas. Las de economía doméstica, las hipotecarias y las de la razón social que daba al despacho.

Habiendo cesado en la Academia y en Minas de Suria, me hallaba del todo comprometido en la multitud de trabajos provenientes de urbanizadores.

Con un antiguo colega, nos ayudamos aunando los propios equipos y realizando levantamientos topográficos de fincas en proyecto.

Los kilómetros diarios a realizar para nuestra misión, hacían imprescindible que los vehículos de transporte fueran fiables. Mi F.O.R.D., respondía perfectamente a lo que en aquél tiempo se vulgarizaba.” Fabricación Ordinaria Reparación Diaria”. Y no era en detrimento de la marca, sino todo lo contrario. El automóvil, era más fuerte de lo imaginado, pero su edad, se había excedido tres décadas.

Cada viaje, a la ida o a la vuelta, necesitaba una reparación, de lo más simple. Solo causaba retraso y quedarse con las manos embadurnadas de grasa y suciedad, que luego pasaba al volante, al asiento y a los pantalones.

Pero el súmmum, fue en una curva cerrada y en pendiente, en que a pesar de no sobrepasar los cuarenta kilómetros por hora, se inclinó perdiendo la verticalidad hasta tal punto que circuló sobre dos ruedas hasta equilibrase a la salida de ella.

La curva era pronunciada, por lo abrupto del terreno y la respuesta del vehículo, obedecía a la dinámica, pero no estaba acostumbrado a actuaciones circenses inadecuadas para un equipo técnico.

Esto, junto a que en otra ocasión perdí una rueda en mitad de la carretera sin posibilidad de parar debido a la intensa circulación, me decidieron seguir el consejo del Belga que me dio en Suria.

Dar de baja el coche, representaba un gasto por impuestos y burocracia. El mecánico de mi taller, me propuso que por muy poco dinero podía venderlo para desguace, o para alguno de sus clientes. Así lo hice y según me enteré, todavía mi Ford, a manos de un nuevo propietario circuló dos años más.

jueves, 17 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 20)

Me afectó la noticia. El Consejero Delegado de la urbanización “La Selva Negra Catalana”, apareció muerto en su despacho de La Gran Vía, en Barcelona, con una bala en la sien, disparada por la pistola que aún tenía en su mano.

No era el mejor día para recibir esta información. Empezaba a levantar cabeza merced al cúmulo de encargos habidos después del afer Castillo. Y todos los encargos se relacionaban con urbanizaciones. En mi despacho, acumulaba más de treinta planos relativos a seis de ellas, que para facilidad operativa, tanto yo, como mis ayudantes, los apoyábamos a la pared enrolladlos y en posición vertical.

Para conseguir este nuevo despacho, había tenido que comprometerme con el Banco Popular, mediante una póliza de crédito. Y los bancos desconfiaban de los clientes insolventes. Léase, sin propiedades inmuebles a su nombre. Máxime a los que como yo que operaba ya con Cajas de Ahorros con créditos en curso sin cancelar.

Tuve que poner a mi nombre, la nueva vivienda que ahora la ocupábamos Tere, yo, y los dos primeros hijos. Esto lo hice por necesidad al prever el nacimiento del segundo hijo.

Aunque la Justicia, cerraba el caso como suicidio, recordando a Castillo, a mí lo sucedido con el Delegado de La Selva Negra Catalana, no me lo pareció.

Sospeché siempre de sus colaboradores, ya que indirectamente, les conocía sus hazañas. Y la muerte del interfecto, allanaba muchas dificultades que imperaban en su negocio. Máxime cuando los Bancos al tenerle como ahora empezaban a tenerme a mí con la soga al cuello, con su desaparición, se quedaban sin cobrar créditos y préstamos, de elevadas cifras.

Los beneficiarios eran los socios ocultos, que ahora disponían del negocio sin ningún gravamen. El banco solo podía embargar bienes del difunto, pero no de la sociedad, que no era subsidiaria. Y el difunto ya llevaba varios años en que sus bienes avalaban otros tantos créditos de bancos de la competencia.

En todo caso los pleitos se realizarían entre Bancos. La estafa, tenía mérito.

Y yo, un simple técnico que sacaba muchas veces las castañas del fuego a estos avispados Hombres de negocio, no lograba más que unos emolumentos muy limitados. Se suponía que los Capitostes del negocio, conseguían verdaderas fortunas, con sus trapicheos.

Me estaba imaginando que honradamente, de ser uno de ellos, sin ánimos de estafar a nadie y cumpliendo con la legalidad, quizá no sería una fortuna lo que lograra, pero al menos percibiría unos beneficios holgados.

Lo estaba pensando, ya que en los tres años transcurridos de mi matrimonio, solo conseguí lo comido por lo servido

Y ahora me venía a buscar al despacho, Tere con J.C. para ir de compras. Tenía una gracia innata J.C., o se la veía por ser su padre. Sonreía y venía corriendo a mis brazos…… ¡No!. Pasaba de largo, llegaba a la pared y de un manotazo, los treinta planos ordenados y apoyados en vertical, pasaban en horizontal sin orden ni concierto.

Esto lo repetía tantas veces como venía de visita. Era inútil que le explicara que luego daba trabajo en volverlos a clasificar. Hacía una cara de arrepentimiento, y……hasta la próxima.

Mejor dicho, las próximas que ya lo realizaba como un consumado actor. Fingía con seriedad a pasos comedidos su intención de abrazarme, pero al estar a mi lado, corría a desbaratar los planos. Y luego con una gran sonrisa, parecía decir “Ja,ja, te la volví a pegar” y venía a besarme. Esta era una de las gracias que jamás olvidé, así como la de su conocimiento de la música clásica de “Manguen”, como llamaba él a las Walkirias de “Wagner” y demás piezas de nuestro LP. Y dos años después una pregunta que realizó al visitar las obras de una calle en plena montaña, con declive acusado:

-Pero, papa, ¿Por qué haces calles tan cansadas?.

Esta frase ya delataba a un comodón empedernido. Solía levantar las manos en busca de ayuda. No quería andar, prefería subir a nuestros brazos.

Pero lo acontecido hasta el nacimiento del segundo hijo, también tuvo su miga. Buscando solucionar el fiasco del Sr. Castillo, accedí a la invitación de presentarme para Jefe de Talleres de Minas de Potasa de Suria.

Lo hablamos Tere y yo, pareciéndonos una solución. Los alquileres de vivienda allí eran baratos y el sueldo a parte de ser fijo, muy apropiado. Amén que los fines de semana, podía acudir al despacho en Barcelona, atender los recados y poner en solfa los trabajos de un solo ayudante, ya que temía la escasez de encargos.


Estabamos llegando a Suria. Faltaban siete Km. Solo atravesar el pueblo de Callús, pero la carretera estaba invadida, diría que por el pueblo entero.

-¿Habrá habido un accidente?. Dijo Tere.

-No me lo parece oyendo esa música.

Casi paré el coche. Avancé a unos cinco Km por hora haciendo ráfagas de luz para que se apartaran al menos un par de metros para dejar el paso expedito.
Oí unos golpes en el capó y un hombre me gritaba:

-Pare ya. ¿No ve que están bailando?.

Acojonado, paré del todo. No comprendía nada. Tres minutos después, el mismo hombre me indica:

-Ande, ya puede pasar.

Sin comentarios, obedecí.

-Tere, creo que ya sé de que va. Callús, carente de locales amplios, los días de su festividad, adaptan la carretera para sala de baile. No me extrañaría que quien nos increpó fuera el Alcalde.

Era un sábado y lo aproveché para el traslado familiar a nuestra nueva vivienda.
Llevaba un mes, siendo un vice Jefe de Talleres de la Mina de Potasa. El Jefe titular, pendiente solo de siete meses para su jubilación, no me permitía que me inmiscuyera para nada en su trabajo.

Y esto topaba con lo acordado con el Ingeniero Jefe Director de la Empresa, Sr. Sotomayor. Quería que me pusiera al día de toda la cadena de producción y de los servicios auxiliares para atender reparaciones, e instalar maquinaria para mejoras en extracción.

Los químicos estaban probando un nuevo método de limpieza de la sal, a base de flotación en bañeras experimentales. Y los mecánicos, aguardaban a un Ingeniero Belga, lógicamente de la misma empresa Solvay, que montaría un ingenio aparatoso, almacenado en unas trescientas cajas voluminosas. Tendría entonces que estar presente en su armado y croquizar los pasos a seguir, como ilustración, previendo su desarme, para reparaciones. Eliminar fallos tratándose de maquinaria de precisión.

Mientras no apareciera el Belga, tal misión era para mí, lastimosa. Con la primera semana tuve suficiente para entender todo el ciclo de la cadena extracción, lavado, secado y embalaje y transporte.
También bajé un par de veces hasta el nivel ochocientos del subsuelo. Tenía que comprobar los mecanismos de los ascensores y de los planos inclinados, así como la circulación de las vagonetas.

Pero cuando quería atender a alguien de carpintería, o a los caldereros que presentaban sus quejas o problemas en el trabajo, el Jefe aún no jubilado, montaba en cólera diciendo que aquello no era de mi incumbencia y que hasta su jubilación, no estorbara su labor.

Me sentía pues como una nulidad. ¿Qué debía hacer durante ocho horas laborables?. ¿Pasearme por la Mina?. No disponía de una autoridad superior en mi función a quien obedecer. Al único que en atención a su veteranía, tenía que considerar como mi superior, se negaba a darme ninguna misión a cumplir. Es más, le molestaba, que hiciera algo.

¿Qué concepto tendrían de mí los casi quinientos operarios que me vieran día tras día pasear sin hacer nada?.
Lo único bueno, era el sueldo. Y durante el primer mes en que estuve solo preparando el nuevo hogar, lo pasé en la única fonda existente en aquél tiempo, casa Guilá.

El Ingeniero químico, me dio la bienvenida y después de un par de semanas de mi permanencia, ya tuvimos suficiente contacto para que sabedor que pronto estaría allí mi mujer, me invitara un día a cenar en su casa.
El día en cuestión, para ser puntual a la cita, mudé la ropa en el mismo despacho de los talleres. Al llegar a su casa, abrió la puerta su mujer muy nerviosa y reticente a que entrara. Titubeaba a hablarme con sinceridad, hasta que al fin me pidió que volviera más tarde que su marido no había llegado aún.

Alucinante lo que estaba viviendo. Di una vuelta por los jardines colindantes, hasta que vi al colega dirigirse a su casa. Esta vez sin titubeos, su mujer me abrió la puerta y se comportó como una Geisha. Tal fue la transformación.
Pasamos una velada alegre, dándome consejos para el trato que debía dar a quien debía sustituir, y algún que otro comentario sobre la vida de los vecinos, que más del ochenta por ciento eran peones de la Empresa.
A la mañana siguiente, el Ingeniero del departamento de electricidad, comentó:

-¿Pero que fuiste a su casa estando su mujer sola?.

-Bueno, él me invitó a cenar.

-Pero cenar con él, no con su mujer. Mal lo pasará la pobre si su marido se entera de tu estancia a solas.

- Pero, que estancia a solas ni que niño muerto si no pasé del umbral ni permanecí más de un minuto allí con la puerta entreabierta.

-Carlos, nuestro compañero es muy buen chico, simpático, amable y a quien puedes confiar, por buena persona, pero sus celos….. si pudiera, obligaría a su mujer que por la calle fuera con burka.

Un terrón de silvina la sal extraida de las minas de Potasa.

Vista de la población de Suria

sábado, 12 de marzo de 2011

Parejas perdurables (continuación 19)

Mi primer año de matrimonio, abundó en alternancias de ilusoria prosperidad y falsa desgracia.
Las cosas no sucedían con meridiana claridad. Además lo hacían vertiginosamente.
Necesitaba ampliar despacho y legalizar empleados. Eso contradecía la falta de seguridad en una continuidad de clientela, por más que multiplicaba relaciones comerciales con empresas y particulares.

Andorra se acabó, pero el encargo del Ayuntamiento de Hospitalet, tenía visos de duración. La Academia, era lo más seguro, pero no lo deseado. Los proyectos de Industrias Textil Ibérica en Mollet del Vallés y Paños Margarit de Olesa de Montserrat, duraron poco más de medio año, al verse obligados a cerrar sus fábricas por recalificación Urbana.
Los trabajos que proporcionaba Morán, asimismo se redujeron, por cese del taller al fenecer su padre. Quedaba como trabajo de futuro el de Fincas Castillo, aunque al año siguiente, también se acabó.

La cuestión era que los meses transcurrían veloces, sin apenas tiempo de saborearlos Tere y yo, de modo sosegado. Las fiestas protocolarias con los colegas casados y por casar, eran casi lo único que podíamos permitirnos.
A partir de la boda realizada en Motserrat, convenimos los que residíamos en Barcelona en salir los sábados juntos para cenar, o ir al cine, o ambas cosas.

Resultó que Tere, estaba ya embarazada, cuando asistimos a la boda de Ramón y Anita en Montserrat, cosa que no lo comentó con las amigas hasta bastante más tarde, cuando ya la cosa era evidente.

En Octubre nació J.C. nuestro primogénito en la Clínica Regina, sin ningún tropiezo disponiendo a partir de entonces en casa, la compañía frecuente de su madre.
La nueva situación me hizo pensar seriamente en darme de alta en el Colegio de Ingenieros, también legalizar mi situación laboral como Autónomo y cambiar el domicilio del despacho por el de un local de mayor superficie, aunque me resistí en tomar personal fijo de plantilla. Temía por la carencia de la ansiada seguridad laboral.
Y la razón de este íntimo sentimiento, se materializó en menos de dos años. La causa original fue precisamente el Sr. Castillo.

Mi relación con el sr. Castillo, fue estrictamente profesional. Me contrató, como técnico para su organización inmobiliaria. Por ello, al principio, no me preocupé por los informes comerciales de sus detractores que llegaron a mis oídos.
Argüían oscuros procedimientos en el desenvolvimiento del negocio. Al fin y al cabo, constaté tantos elogios de su persona por parte de los propietarios de fincas en venta, como de sus clientes.
La maledicencia de los detractores, debía proceder de casos excepcionales, o por afectados competidores. Con todo, avanzado el tiempo de mi contratación, fui testigo de severos altercados con desconocidos, en su despacho. A base de coincidir con mi presencia en repetidas ocasiones, ya no fueron tan desconocidos.

Unos eran usureros. Otros, propietarios de recientes fincas aportadas, pendientes de liquidación. La morosidad manifiesta, era excesiva. Otros, los más, eran clientes que amenazaban la integridad física del Sr. Castillo. Ante todo, querían matarle por, según ellos, haber sido estafados alevosamente.

Sentada esta base, y después de platicar un rato, se rebajaban los epítetos ofensivos, lamentando simplemente que se les hubiera mantenido olvidados semanas enteras, desatendiendo sus solicitudes de entrevista para tratar los asuntos que yo en aquellos días ignoraba.

En verdad, el cancerbero a sueldo, poseía verdadero ingenio para torear a las visitas indeseadas por su Jefe. Sin embargo, mi perplejidad crecía al repetirse una y otra vez. Al final de las entrevistas los clientes, se despedían con amabilidad, elogiando a quien pocos momentos antes vituperaban. Incluso presentaban sus respetos extensivos a su Sra. esposa.
Otros se excedían invitándole a pasar un fin de semana en sus predios veraniegos, donde siempre, por descontado……¡Sería Bienvenido ¡.

Aquellas alternancias de humor por parte de los visitantes en su despacho, me mosqueaban. No podía tratarse de desequilibrados, desahogando sus neuras. Eran demasiados, para generalizarles taras mentales. Intuí que algo habría de cierto en sus desaforadas manifestaciones.
Más cierto era aún, la extraordinaria habilidad del Sr. Castillo, en desarmar al interlocutor, con sus educados y afables modos.
Esto, empecé a comprobarlo, al sufrir los primeros desencantos, por demoras reiteradas para percibir mis emolumentos. Salía del despacho maravillado. Sus buenas palabras, obraban el milagro de mantenerme eufórico, a pesar de postergar más aún mi retribución. Es más, con nuevos encargos profesionales aceptados.

Esto último, era criticado por mi mujer. Señalaba la conveniencia de cancelar el trato definitivamente. Esta situación, se fue agravando, al constatar mi impotencia para lograr el cobro de los abultados honorarios demorados. La prudencial espera, dejó de serlo para convertirse en crónica, afectando seriamente mi economía doméstica. Las discusiones con Tere se enardecían, sin hallar salida al atolladero.

Al cumplirse el primer aniversario de nuestro compromiso de boda, decidimos que a la mañana siguiente, presentaría mi dimisión al Sr. Castillo, como colaborador, exigiendo el finiquito. Mientras, olvidaríamos los sinsabores, celebrando la efeméride cenando en los merenderos de la playa, famosos por sus mariscadas.

Mientras el camarero fue a por la carta, observamos con desazón, que entre las pocas mesas ocupadas este día laborable, se hallaba el sr. Castillo con su esposa.
Inevitable el saludo cortés, pero un encuentro nada congruente con mi misión propuesta. El plan de ataque, se basaba en mi extrema necesidad económica. No era consecuente, el despilfarro gastronómico.
Tampoco lo era el proceder del Sr. Castillo. ¿A qué obedecía la recalcitrante demora en pagos a sus subordinados, si podía satisfacer costosos caprichos entre semana ?.

"Al fin, comprendí las discrepancias entre él y su entorno comercial. Disponía de una peculiar idiosincrasia.
Los prestamistas, teniían con él, a un verdadero chollo. Basados en la espectacular rapidez de gestión de ventas de su acreditado, le ofrecían lo que precisara. Vencido el plazo de una semana, exigían los intereses del capital, como si de una anualidad se tratara.
De fallar su cumplimiento, se cobraban apropiándose de la finca objeto de transacción, por el simple valor de lo prestado. Los intereses, quedaban pendientes y se aplicaban a la próxima adquisición. Así, pasaban los usureros, a ser a la vez, prestamistas y capitalistas de su negocio.
No parecía importarle demasiado al Sr. Castillo, dado que semanalmente, lograba ventas de parcelas, en número superior al contenido real de las fincas.
Este overbooking, raramente lo constataban los adquirentes. Ocasionalmente, se producía tal evento, al coincidir varios de ellos merendando en su supuesta parcela.
Los improperios iniciales por defender cada cual su razón por titularidad documental, finalizaban con una confabulación para el ataque al autor del fraude.

Estos eran los que a menudo aparecían por el despacho enardecidos, si lograban colarse de la criba del cancerbero.

Muchos desistían dando por perdidas sus entregas, después de maldecir los huesos del embaucador, ejerciendo su derecho al pataleo.

Los más insistentes, lograban que se les entregara a cambio, de lo que evidentemente resultó un lamentable error involuntario, otra parcela mayor, por el mismo precio.

Era la amable atención de la empresa, para paliar las molestias causadas. En cada nueva transacción, volvían a intervenir los prestamistas, repitiéndose el círculo vicioso de venta de parcelas, ante de adquirir la finca matriz.

Para adecuar las propiedades a las exigencias de la clientela, eran necesarias unas mejoras, que aunque discretamente se realizaban, jamás se correspondían con lo prometido, ni en calidad ni en tiempo de ejecución.

En este apartado, se agolpaban colaboradores industriales, comerciales, instaladores y una larga lista de particulares que, en mayor o, menor medida, reclamaban reiteradamente el cobro de sus facturas.

El globo iba hinchándose, por lo que era previsible su pronta explosión. Si bien era verdad que el Sr. Castillo disponía de gran número de incondicionales, agradecidos por los lucrativos negocios conseguidos a su costa, no era menor el de los estafados creciendo en proporción geométrica.

Esta situación, según averigüé posteriormente, venía produciéndose a través de los últimos dieciocho años. Normal pues que ignorantes de los entresijos, las personas ajenas a la Empresa, la consideraran seria y próspera.

También recapacité sobre manifestaciones esporádicas del Sr. Castillo de sus varias intentonas de suicidio. Se producían después de ciertos agrios altercados con sus demandantes. Conociendo cómo padecía una rara e inexplicable enfermedad desde joven, que le obligaba a comer en demasía y con frecuencia, estas reacciones, me parecían crisis sintomáticas.

Repetidamente, confesaba sus necesarias visitas nocturnas a la nevera, para atiborrarse. Además en sus bolsillos no faltaban nunca galletas o bolsas de maní, para echarles mano cuando faltaban restoranes a su alcance.

Se mantenía delgado, por lo que era lógico suponerle sus desarreglos motivados por una monstruosa tenia- solitaria . Él siempre lo negó. Bien pudiera ser cierto, habiendo vivido tantos años con la afección, sin que ningún médico supiera tratarla."

Todos estos pensamientos, afloraron a mi mente, sin hallar la alternativa a acudir a saludar al matrimonio Castillo, correspondiendo a su notoria cortesía.

Automáticamente, mientras me encaminaba con mi mujer a su encuentro, urdí darle la explicación real. El aniversario de nuestro compromiso de boda, a la par que onomástica de Tere.

Empático, el Sr. Castillo, nos sorprendió, después de felicitarnos, declarando la coincidencia de efeméride, con la de ellos, su mujer también se llamaba Teresa y llevaban diez años casados. Y alegrándose desmesuradamente, pidió que nos sentáramos a su mesa, eligiéramos lo que se nos antojara de la carta, que iba todo a su cargo.

Imposible atacar el tema de mi preocupación. No era el momento ni el lugar apropiado. Como de costumbre, ante él, me hallaba desarmado a su merced.

Muy simpática su mujer, platicó amigablemente con la mía. Los chascarrillos se sucedieron, pasando una velada altamente gratificante. Totalmente inesperada. El Sr. Castillo se lució, eligiendo los vinos de marcas de categoría con sus mejores añadas y apropiadas por cada plato.

Lo mismo sucedió con un postre de original exquisitez, preparado expresamente por el chef, a su petición.

Al llegar de madrugada a casa, mi mujer, ya modificó en parte la opinión formada del Sr. Castillo. Se hallaba dispuesta a achacar a mi pusilanimidad, la carencia de resultados positivos en mi trato con él.

Chiringuitos de La Barceloneta frente una franja de 50 m de playa, derribados en 1992 por cumplimiento de la Ley de Costas.

Hotel Vela, edificado en La Barceloneta, una vez derribados los chiringuitos, saltándose por intereses políticos, todos los condicionantes por la Ley de Costas. No solo por la prohición de edificar a más de cien metros del Mar, sino que se construyó en terreno ganado dentro de él.

Absorto en la manera de enfocar el tema, camino del despacho a la mañana siguiente, distinguí un gentío, frente la fachada de Inmobiliaria Castillo.

Ví a una ambulancia, a la Policía, a transeúntes curioseando y oí unas voces estridentes procedentes del vestíbulo.

Por lo visto, a primera hora el Sr. Castillo tuvo otro de los altercados de campeonato con los usureros. Éstos, le amenazaron al estilo mafi

oso. Seguidamente, irrumpió en su despacho, el responsable de las obras de apertura calles de la última finca a parcelar. Con un cuchillo en sus manos, se había saltado la barrera del atemorizado abrepuertas, sumiéndolo en una crisis nerviosa.

A grandes voces, frente a los usureros, presentó su enésima reclamación, apoyando sus amenazas con el cuchillo que blandía. Le conminó a resover los tratos, dado que estaba dispuesto a cumplir sus amenazas ante los allí presentes.

El sr. Castillo fuera de sí, chillando más si cabe, maldijo a todos, escurriéndose veloz entre ellos, saliéndo del despacho dando un portazo, tras sí en el rellano del ascensor. Subió en él para salir al ático, noveno piso.


Los visitantes, pasado el efecto de la sorprendente reacción de quien se mostró siempre tan equilibrado, en el rellano de ascensor, continuaron perplejos al haber desaparecido su víctima, supuestamente escaleras abajo. Más les sorprendió aún al oir un grito desgarrador, provinente del ático y acto seguido el paso de un cuerpo al vacío ante sus ojos, y chasquido brutal por encontronazo con el suelo del hueco de escalera del edificio.

La portera, aguardando la llegada del ascensor, no pudo reaccionar, entre oir el chillido emitido y el aplastamiento a sus pies del Sr. Castillo.

Su muerte fue instantánea, pero la portera indemne de milagro, por la impresión cayó sin conocimiento a su lado. Unos segundos después, entraba en el vestíbulo el marido de la portera, alarmado por las voces y ruido. Viendo a su mujer tendida al suelo, inmovil y salpicada de sangre, la creyó muerta.

Entre lamentos y maldiciones armó tal escándalo, que atrajo la presencia de la Guardia Urbana, la cual, se ocupò de amenizar el resto del jaleo.


Aprovechando la confusión, hicieron mutis los usureros y el provocador. El empleado testigo, jamás se atrevió a dar datos a la policía. Amparado por las secuelas de la impesión y bajo cuidados médicos, excusó todo conocimiento de lo acontecido.

Posiblemente, amedrentado por la amenazas de los usureros y el constructor.

Asistí a su entierro, pero Doña Teresa viuda de Castillo, no afrontó mis minutas acumuladas tras meses de impagos.

Recuerda Tere:

Y casi sin tiempo a recuperarme, noté que por las mañanas me encontraba muy mal, mareos vómitos, sólo de pensar en la comida todo me daba asco.

Allí estaba mi primer embarazo, con la ilusión que trae consigo, pero también con algunos de sus inconvenientes.

Esto merecería una parrafada enorme, y no voy a extenderme. Sólo decir que estuve vomitando durante los nueve meses, y no una vez por las mañanas, que hubiera sido lo más normal, llegaba a vomitar cinco o seis veces al día, hasta el último momento, incluso durante el parto.

Habían pasado diez meses desde la boda, y entre la operación, y luego el embarazo creo que se podrían contar con los dedos de una mano, los momentos en que me encontraba bien al 100%. Nuestros encuentros íntimos en más de una ocasión, fueron un verdadero esfuerzo, ya que todos los olores me molestaban

En nuestro caso al trabajar el marido como autónomo, siendo el único sueldo que entraba en casa, ni se nos había ocurrido pensar en repartir los trabajos cotidianos. Durante el embarazo muchas veces fue mi madre la que se ocupó de mí. Yo siempre digo que los hijos son para toda la vida y UN DÍA MÁS (yo fui para mi madre una buena prueba de ello)

Después vino el bebé. ¡Cuatro kilos y medio de niño…eran muchos! Y en aquel tiempo que no existían las epidurales. Sé que mi primer pensamiento en cuanto acabó el parto, fue ¿¿¿¿ “Y NOS LLAMAN SEXO DEBIL”?????

Es una suerte que el sólo hecho de tener el bebé en brazos, me hiciera olvidar por completo los nueve meses de vomitonas sin cesar. Pero… si siempre existen peros en la vida. El niño comía bien, pero por las noches no tenía sueño. Intentaba que durante el día no durmiera demasiado, cosa muy difícil de controlar en un bebé de tan pocos meses.

Creo que durante muchos años, si conseguía dormir cuatro horas seguidas, me podía dar por afortunada. Se suele decir, que la madres que no trabajan fuera de casa… pueden dormir durante el día, NO ES CIERTO. Los trabajos cotidianos se acumulan, y no los puedes ir dejando. O sea que lo que hacía era que si el bebé, se dormía a las 10 de la noche, yo procuraba también amoldarme a su horario, para poder descansar más horas, porque estaba agotada, la suerte era que mi juventud era mi apoyo.

Ahora que lo veo en la distancia pienso cómo lo pude soportar. Actualmente no llego ni a la mitad de lo que hacía antes. Eso sí, duermo lo que no dormí entonces. Más de 8 horas. ¡Que felicidad!

En aquellos años muchos días mi cuerpo me parecía como si fuera de plomo. Pero es cierto que la juventud puede con todo. Porque pasados los tres primeros meses, seguimos saliendo con los amigos de Carlos por las noches. Íbamos al cine, al teatro, por lo menos una vez por semana. Eso sí…durante años, aunque hubiéramos salido de noche, a las seis de la mañana, tocaba el biberón de turno. Y a las 8, levantados para desayunar y cada cual en su trabajo.

Pusimos a una persona para que viniera a ayudarme unos días a la semana, pero incluso así, aquel tiempo lo recuerdo, como si fuera por la vida medio dormida, y con dolor de espalda, supongo que debido a malas posturas, llevar al bebé en brazos me resultaba un acto heroico.

Y ya no digamos de cuando se fueron añadiendo los otros hijos. El trabajo se multiplicó por siete.