sábado, 22 de enero de 2011

Parejas perdurables (continuación 2ª)

-Bueno Carlos, a la “colla” (grupo de colegas peripatéticos por la Diagonal), nos gustará conocer a tu Beatriz, dantesca. Jajaja
En serio, si no es aún oportuno, al menos al regreso de la “Mili”, al celebrar el despido de nuestra etapa estudiantil, nos la podrías presentar.

La gracia de Luis, podía completarla con : Carlos Dante, y su Beatriz tomante, pero no llegó a tanto.

Los recuerdos seguían bullendo en mi cerebro, máximo por lo sorprendido que yo mismo me sentía. En el lustro transcurrido desde el primer contacto visual con Tere, la transformación día a día, imperceptible de aquella niña, ya llegó a su culminación.
Al llamar a la puerta de mi prevista residencia, me sorprendió que en lugar de atenderme Doña Agustina, la casera, una niña pequeña peinada con un par de trenzas, y provista de unas antiestéticas gafas de montura plástica color negro, me preguntaba:

-¿Por quién pide?.

Vaya pregunta absurda. Aquella niña, que con su atuendo, parecía mucho menor de lo que en realidad era, abre la puerta a un desconocido, como si fuera ella la titular de la vivienda. ¿Por quien se interesaría un desconocido? Lo lógico, por la persona responsable del hogar.
Es que hay cosas que ponen de los nervios…. Mal empezamos.

-La Sra. Agustina ¿no está?.

-Sí señor, un momento.

Al menos educada sí parecía ya que en aquél tiempo a las personas mayores se les debía el tratamiento de Sr., Sra., Don, Doña, y más modismos de superficialidad. Claro que tales respetos, la mayoría de las veces eran retóricos, incluso hipócritas. Pero nada, privaba lo Versallesco.

Apareció la casera, pidió disculpas por la intromisión de la chiquilla que era la hija de su vecina haciéndole compañía.

Se cerró el trato. Recibí las llaves del piso, junto a las de la cancela y me dispuse a traer mis pertenencias. Tomé posesión del habitáculo que sería mi mundo íntimo durante los años venideros.

Sin novedad transcurrió el primer curso, adaptado perfectamente a la vida urbana de gran Ciudad. Lo que me diferenciaba de los colegas era la sempiterna sensación de ocupar un lugar superior al que mi estatus permitía.
Para no ser tanta carga a mis padres, me ofrecí a los compañeros a realizarles los ejercicios de dibujo, con una remuneración aprovechando mi providencial Tablero.
Y pensaba asimismo en cómo recompensar a mis progenitores una vez lograda la carrera.

Los vecinos seguro que por referencias de Tere respecto a mí, me consideraban un estudiante serio y responsable. Ello hacía que poco a poco en las coincidencias en el ascensor con sus padres, los esperpénticos diálogos sobre la meteorología, se volvieran más sustanciosos preguntando por los estudios y por las ilusiones futuras.
Así, un buen día, me llamó la madre de Tere, pidiéndome un favor. ¿Qué?, si no nos conocemos.

Asombrado, me pedía que acompañara a su hija mayor a ver la última reposición de un espectáculo en el que intervenía un artista del que la pobre era fan. Se le había prometido su asistencia, pero precisamente hoy, su hermana pequeña, estaba con 39º de fiebre y no podía abandonarla sola.

-Pues no faltaría más.

¿Era posible mi desfachatez?. ¿Qué admitiera salir con aquella chiquilla, de acompañante a un espectáculo, sin recurrir a ningún subterfugio?.
Que vergüenza, si mis compañeros me vieran por la calle con tal compañía.
El caso era que me apetecía asistir no al espectáculo musical, con la intervención del ídolo de la niña, sino de la película que me la ponderaron y que se representaba a continuación.

El local, era uno de los tantos Cinemas, en que con un avance de escenario, ante la pantalla, lo utilizaban ambivalente, para proyección de filmes y para actuaciones de “Varietés”.
Normalmente eran de sesión continua y si uno quería ver el espectáculo completo, incluida la película, se pasaba en el local cuatro horas.

Aquél día era el último que se proyectaba la que me recomendaron.
” La Vida Secreta De Walter Mitty”, con el cómico Dany Kaye como protagonista y unas cuantas vedettes que enseñaban lo máximo permitido en aquél tiempo.

Mis compañeros comentaban repetidamente, los sueños de Walter, en los que además de bellas señoritas, no faltaba algún objeto que sonara “paqueta-paquete, paqueta-paquete” y se desternillaban.

Yo aquello no me lo podía perder. Entraría por la tarde a las cuatro, pero si no enlazaba bien el turno de la película, no saldría de allí hasta ver todos los "paqueta-paquete, paqueta-paquete”.

Parejas perdurables

Cómo cuenta Tere el recuerdo de aquél día:

Era cierto que me apetecía ver esta película, y en aquellos tiempos una chica no estaba bien visto que fuera sola al cine. Y por una de esas casualidades, no tenía ninguna de mis amistades disponibles.
Luego con el paso de los años he pensado que nada sucede en la vida sin un motivo justificado.
Ya hacía por lo menos un año que conocía a Carlos. Era el huésped que estaba en casa de Agustina. Yo seguía pasando muchas horas en aquella casa. Me avenía bastante con la sobrina a pesar de ser bastante mayor que yo. Inevitablemente, la mayoría de las veces, estaba el huésped por allí, y entonces la gente parecíamos más humanos que ahora (quizás lo éramos), existía una convivencia vecinal que hoy no la hay.
Carlos en más de una ocasión también había pasado a mi casa, para charlar con mis padres, que por las tardes para ayudar a la manutención de la casa, trabajaban los dos para una imprenta. Unas veces se trataba de poner en orden unos folios. Otras eran pegar por un lado unos cartoncitos, que luego servían como cajetillas para poner las hojas de afeitar.
Carlos estaba siempre dispuesto a hacer algo más que estudiar, para tener algún beneficio extra. Por lo tanto las charlas además de ser amenas, a él, le reportaban algún beneficio.

Yo, a Carlos al principio le miraba sin verle. No tenía aún edad para fijarme en ningún chico. Mis trenzas, unos años después desaparecieron dejando paso a una media melena, y las gafas, completamente antiestéticas, deje de usarlas poco después, ya que solo las necesitaba para leer. Pero los chicos aún no me interesaban. Eso sí, a los actores de la radio, por aquel entonces muy en boga, hacía verdaderos sacrificios, para ir a verlos actuar.

Aquel sábado como cosa extraordinaria, actuaba un galán de la radio que hacía mis delicias cuando radiaban una serie policiaca.
Otra de mis aficiones era el cine. Creo recordar que me gustaban un montón de actores y actrices, y mi madre nunca se opuso a que empapelara prácticamente mi habitación con sus fotografías. (He de reconocer, que en este aspecto estaba muy adelantada). Hoy es normal que la juventud tenga posters en sus dormitorios. Entonces no.
Y que mi hermana se pusiera con tanta fiebre, me hizo sentir muy mal. Tiraba por el suelo toda la ilusión que tenía puesta de poder ver en directo a uno de mis actores de radio preferidos. Luego a la salida iría a pedirle un autógrafo. Todo se iba al traste con la inoportuna gripe de mi hermana. Ni la vecina podía esta vez echarme una mano, ya que tenía sus compromisos.
Por lo que cuando, se hizo la propuesta que Carlos me acompañara, no dejaba de ser una solución. Aunque de verdad que nunca imaginé que él, se aviniera.
Él ya salía con chicas de su edad. Yo todavía llevaba calcetines blancos como las escolares.
Pero aceptó, creo que más que nada para no desairar a mis padres. Y yo encantada porque de verdad, poder hablar de tú a tú, cuando le pidiera el autógrafo con ese hombre de una voz maravillosa, era lo que más deseaba. Desde siempre me he fijado en las voces de los actores. Han sido mi debilidad. (Aún lo son).
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Aquella tarde, dando la mano a la “niña”, andaba, observando por el rabillo de los ojos, a derecha e izquierda, con el temor de cruzarme con algún compañero, lo que motivaría un montón de explicaciones, para mitigar el pábulo malintencionado que a no dudar provocaría ante la Comunidad Estudiantil Barcelonesa. Jajaja. Me asombro ahora de mis infantiles prejuicios.

Llegamos al Cine, justo a tiempo para permaneciendo de pié, extender los brazos como el resto del público, a los sones del Himno Nacional, finalizado con la indefectible expresión del monitor de turno de “Arriba España”, “Viva Franco”, con la consabida respuesta del público “Viva”. Y ya por fin, podíamos bajar el brazo y sentarnos.

No acababa aquí la euforia Patria. A continuación había que enterarse de los sucesos de actualidad, suministrados por el NO+DO reportaje grafico de noticias Nacional. Básicamente, inauguraciones de Pantanos en el suelo Patrio. También algunos sucesos curiosos, dentro de un ambiente feliz en nuestra Península, por contraste con las maldades acaecidas en el Extranjero. ¿Cómo no nos dábamos cuenta de la bondad del Espíritu Nacional?.

Siguió la proyección de la película, disfrutada a carcajada limpia por mí y mi acompañante. Al encenderse las luces para las actuaciones de las Varietés, volví a sentirme incómodo. Por si acaso, no me dirigí en ningún momento a Tere, siquiera para responder a sus preguntas. Fingía absorción por el espectáculo, como si la butaca de mi vera, aleatoriamente la ocupara una desconocida.
Al finalizar, la actuación, de buena gana hubiera tomado las de Villadiego a toda prisa. No procedía. Había que aguardar a que la niña, tras sumergirse entre una avalancha de fans de los artistas, le llegara el turno de acceder a su ídolo para obtener un autógrafo.
La verdad que en la antesala del Cine, estuvimos más tiempo del que era de esperar. Vi con desespero, que se pasaba la hora límite para acceder al comedor Estudiantil. Mal menor. Total, un día sin cenar.
Lo peor:

-Hola Carlos, qué casualidad. Tú por aquí. ¿Cómo van los estudios?.

¡Tierra, trágame!, Jaime, el cotilla, el mayor de los nueve hermanos Tunet de Olot.
Temblé al pensar en los dimes y diretes que se propagarían por todos los corros de mi lugar.
Como mínimo, acababa de adquirir la etiqueta de pedófilo.

-Hola, Jaime. Pues sí que es coincidencia, ya que no suelo salir por lo que me ocupa el estudiar….,

No veía como abordar el tema, pues la familia Tunet eran de los que llevaban la religiosidad a extremos de fanatismo. La presencia a las 9 de la noche de una chiquilla acompañante, (en aquél tiempo, las ocho era la máxima decente para niñas en la calle), venía a ser un infanticidio.

Tuve que perjurar que no había cometido ningún secuestro, que eran coincidencias, que su hermana con fiebre….
Total que me liaba, hasta que por fin el cotilla me interrumpió para enterarme de los acontecimientos habidos en el último trimestre, por Olot.

-¿Sabes quien se casa?. Alberto Font. Y ¿sabes con quién?. Con Victoria.

-¿Eh?. ¿Cuál Victoria?. ¿La compañera de Bachillerato?. Pero …. Si esto es imposible…..

Ya me olvidé de mi propia incomodidad ante la situación, para mentalmente intentar explicarme el notición.
Alberto Font, cuatro años mayor que yo, había sido un colega instructor de sus experiencias ante los estudiantes de cursos inferiores. Se pavoneaba de su táctica para camelar a las chicas. Contaba con pelos y señales lo que les decía y les sonsacaba. Como colofón, llegó a contar como a Victoria, le sacó un beso.

¿Eh?. Pero si estaba harto de echarle pestes. Se burlaba de su pelo, de su nariz respingona, de sus pecas. De su voz de caña resquebrajada. De su ingenuidad, al tragarse todo lo que le contaba.
Claro, su alto grado de sexapil, le permitía ensayar con ella, para llegado el momento, embaucar a quien a él le apeteciera.

Así, que se enredó en su propia red. ¿Supo ella, que era el hazmerreir de todos?. ¿Que las burlas de Alberto eran de dominio público?.

Me despedí de Jaime, apesadumbrado por las consecuencias imaginables que las comidillas a mis expensas hallaría al regresar a Olot por vacaciones.
Y a devolver a sus padres a la niña lo más rápido posible, con su trofeo de autógrafo de no sé cual actor. No fuera que también con los vecinos fuera yo a perder su confianza, regresando a tan extremas horas de la tarde.

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