domingo, 11 de septiembre de 2011

Parejas perdurables (continuación 60 b )

Le pedía a Picot, que organizara rutas para cuando estuviera listo el camión. Los recorridos de punta a punta de la península, no debían rebasar los meses naturales. Aunque lo ideal sería por quincenas. Dos veces al mes carga de Barcelona, salida con mercancía propia y regreso con la ajena.

Le comenté que gracias a Marce, al influir al director del banco, este vehículo, en seis meses podía salirnos gratis. Podía recordarlo para el próximo fin de año, tenerle una atención.

-No te lo conté, Carlos, pero a Marce ya lo enterraron.

Pues sí que empezaba bien el año. Un hombre joven, aparentemente alegre y feliz. Ni medio año transcurrió desde su última visita, cuyo fruto, resultó un éxito profesional para él y una ayuda eficaz para nuestro negocio.

-¿Tuvo un accidente?.

Picot, contó que más bien el accidente se lo buscó él con su ludopatía.
Llevaba meses con discusiones en el hogar por no atender los gastos. Su mujer, se asustó al recibir nota de embargo de la vivienda. Había agotado el máximo de plazos sin atender la hipoteca. Por otro lado, para salir airoso, agotó el cupo de anticipos del banco, que le consumían la paga Navideña.
Además, media docena de personas le buscaban por no figurar oficialmente los depósitos anuales en sus cuentas debidas, ya que se las quedaba él para reponer supuestamente, cuando tuviera una buena racha.

Este año, se jugó todo lo que le restaba de dinero turbiamente adquirido, en números de la lotería. Su plan con un mínimo de suerte le habría suavizado la situación, pero no.
Este año, la lotería se abocó, íntegra en Alcira. Nada para Girona. Los Hados de Diciembre le hicieron mella irreparable.

No se presentó al hogar el día del sorteo. Ni a la mañana siguiente acudió al banco. Su mujer lo denunció a la policía, pues se hallaba en una insostenible situación y temía la fuga de su marido, abandonándola con su bebé.
Desapareció, sin rastro, pero con su coche, asimismo perdido en el juego y no entregado al ganador.
Se suponía que estaría por Francia, más que por Andorra, ya que sería mayor la dificultad en localizarle.

Dos días después fue localizado dentro del coche entre la maleza de un bosque de Arbucies, gracias a que sonaba la radio del automóvil.
Lo hallaron con la cabeza sobre el volante, un puñado de aspirinas en su mano izquierda y una botella de coca-cola derramada en el asiento copiloto.

La radio encendida debió seguir muchas horas, pero el motor, agotada la gasolina ya dejó de funcionar. Una manguera iba desde el tubo de escape al interior del vehículo, con las puertas y ventanas cerradas.
No hacía falta ser ni un Sherlock Holmes, ni un Poirot, ni una Jessica Fletcher, para deducir lo ocurrido.

Se le agotaron las oportunidades y no tenía donde acudir. Por lo visto resolvió su problema de la misma manera que años atrás lo hizo el Sr. Castillo. Y a lo mejor, creyó lo que por aquél entonces se difundía sobre el mito de la mezcla de aspirinas con Coca-Cola.

Por lo menos la efervescencia que le produciría su gran ingestión, podía haberle nublado la vista hasta cegársela el carbónico de los gases de emisión del tubo de escape.

Los casos de suicidio de personas que me hubieran sido conocidas directa o indirectamente, a través de mi vida, ahora que lo rememoro, ha sido abrumador. Desde los dos en mi infancia en Olot, hasta los de los colegas constructores en Barcelona, que fueron tres y los de artistas como Jorge Sanders, en Castellfels, el director Waldo de los Ríos que grabó su propia ejecución emitida por TV, Marilyn Monrroe y otros que no recuerdo su nombre, (cantantes por drogadicción) ascienden a otros seis.

Posteriormente, la de siete conocidos espontáneos a través de veinte años. Últimamente a renglón aparte, unos veinte anuales con la denominación de violencia de género, en la que suele un macho, matar a una hembra y acto seguido se suicida.

Al final generalizando tanto esta moda, habrá que indagarse si lo hay, el placer que reporta tal proceder.

Luego cambié mis pensamientos mirando el caso desde el punto de vista comercial. Mucha suerte tuvimos que Marce, viniera a ofrecernos un crédito del que no podía él sustraer nada. Lo contrario de haber sido de los que entregaban depósitos para sacar buena rentabilidad, que les llevó a la pérdida de sus ahorros.

Pasamos con Picot a analizar las cuentas del género en cámara. Las croquetas que reservamos para intercambio con futuros clientes, ascendía a tres toneladas y al tiempo que realizaríamos los viajes por la Península, ya dispondríamos de otras tantas de la producción de Prat.

El primer viaje que encargaríamos al transportista, sería cargar diez toneladas de croquetas de Galicia, y tres de las de Prat, desde Hospitalet. Descargaría las tres de Prat en nuestra cámara y se llevaría las tres nuestras de Galicia. Desde Girona, partiría con el máximo de carga útil destinado a reparto por la ruta hasta Huelva.
Allí cargaría seis toneladas de gambas y langostinos para Prat y dos para Girona. Y durante el regreso podía ocupar las cinco toneladas de capacidad restante, con mercancía ajena a distribuir por las provincias.
Según las paradas que tuviera que efectuar nuestro camión para corresponder a la demanda, el viaje oscilaría entre dos y tres semanas, por lo que el transportista era consciente de su futuro en carretera.
Llegado el día de la inauguración, vimos a un empleado, más que satisfecho de laborar por una empresa, a todas luces de porvenir.

Para él le representaba la oportunidad de, en un par de años, pasar de ser empleado, a autónomo. Pues le entregamos un documento con nuestra autorización para conducir el vehículo por España y opción de compra del mismo, a partir de los dos años, en que nosotros lo dispondríamos ya totalmente financiado.
En la guantera, llevaba la documentación preceptiva, además de una copia de nuestro documento privado y las llaves de la cabina, del motor y de la caja de congelación con sus dispositivos de seguridad.
Nosotros teníamos el duplicado en previsión a eventualidades.

¡Y vaya que se dieron las eventualidades!.

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