sábado, 24 de diciembre de 2011


Parejas Perdurables (Continuación 79)

La llamada a Tere, fue breve. Pues ponerse al teléfono cuatro personas, sabiendo que los minutos se pagaban a precio de oro, no permitía grandes historias. Los niños siguieron contando lo vivido, silenciando lo de la indisposición de un vástago, ya recuperado. No era cosa de alarmar inútilmente, por algo ya superado. La suegra estuvo de acuerdo con ello. Ya le contaríamos detalles a nuestro regreso.

Como se trataba de llegar a Roma, debíamos partir ya sin más dilación. Habíamos consumido un tercio del tiempo programado.
Pagamos el Hotel y pregunté por la gasolinera cercana. Un botones al recibir la propina al traer la valija a la Mercedes, me comentó que la gasolinera que había en Mónaco era bastante cara, que lo mejor repostar en Francia, o en Italia.

Se ganó la propina. Cruzamos Mentón que en historia reciente, fue desmembrada del Principado, e incorporada a Francia. Sin tener más conocimientos históricos ni geográficos por aquél entonces, me aventuré sin prevención alguna en repostar en la primera gasolinera que avistara.

Reflexionando ahora, aquella visita a Mónaco sirvió para enmarcar acontecimientos futuros desgraciados. Los del corredor de fórmula I,  Ayrton Senna ganador del premio de los años 1987 -89-90-91-92 y 93, para hallar la muerte en la carrera del año 94 en el circuito de Imola, en San Marino.



Senna a bordo de su McLaren-HondaMP4/7A durante el Gran Premio de Monaco de 1992, su primera victoria en dicha temporada.

En su azarosa y breve vida, mantuvo relaciones con 21 novias, siendo Xuxa, la que le robó el corazón en profundidad.
Por lo visto no llegaron a formalizar la relación, por la incompatibilidad de caracteres. Ni él, ni ella querían ser secundones. Eran ambos famosos y ricos, no necesitaban para figurar ni el uno ni la otra escudarse en la figura de la pareja. Cada cual se dedicó con febril entusiasmo a su carrera, él de piloto recorriendo el mundo y ella también recorriéndolo con su espectáculo dirigido a los niños.

Tere y yo, la estuvimos admirando en sus programas televisados en España. Por lo visto ella también había tenido por novio a Niky Lauda, el  rival destacado que años después también en otro accidente, se abrasó el rostro que lo mostró hasta su muerte sin intentar cirugía estética.

La otra desgracia histórica fue la de la Princesa Gracia, en 1982 al regreso de un recorrido de cercanías con su propio coche acompañada de su hija Estefanía. 

Se rumoreó que cometió el error de permitir a su hija la conducción por el difícil trazado. La velocidad fue inadecuada y el accidente irremisible. Ella falleció sin recuperar el conocimiento, a la mañana siguiente, mientras Estefanía se libró de mal mayor.
Y por último, la del Príncipe Rainiero, falleciendo sin haber logrado ver a su hijo con la cabeza sentada. Contra todos pronósticos, su hijo, una vez tomó posesión del título heredado, cambió radicalmente haciendo gala de su responsabilidad.

Sin darme cuenta había entrado en Italia. Esperaba ver aduana o paso fronterizo remarcado, pero no; un simple rótulo anunciaba el cambio de nación. Me preocupé por no vislumbrar gasolinera alguna y sí, carretera despoblada. 
Al fin en un pequeño lugar, Mortola, a pie de carretera, en un recodo, frente a media docena de casas, que debían componer todo el vecindario, hallé una máquina de las antiguas con manguera surtidor de gasolina.

No había nada más. Aquello no me servía. Mi Mercedes consumía gasóleo. Pregunté al que atendía por el poste de gasoil más cercano.

-Ventimiglia. (Ventimilla, para los Italos, veinte millas para los hispanos).)

Aquello me asustó. En primer lugar lo primero que me encuentro habitado de Italia es una especie de poblado rural, que aún cuentan distancias de carreteras en millas. Y con unos aparatos de principios de siglo. Jamás hubiera imaginado hallar en pleno siglo XX, un lugar tan atrasado.

Y en segundo lugar lo que me aterraba, que llevaba ya un montón de kilómetros usando la reserva del depósito. A mí no me parecía que tuviera carburante para más de diez kilómetros y veinte millas eran unos treinta.

Sudé sin necesidad del calor reinante. Imaginé a mitad de camino del próximo poblado, el Mercedes parado en medio de la carretera, aguardando un samaritano que me admitiera de polizón hasta la gasolinera. Y de nuevo un regreso nada afortunado, anocheciendo. Los niños y su abuela, pasando sed en el coche que sin refrigeración sería un horno.

Muy negro lo vi todo, pero se me ocurrió que como donde estábamos era algo elevado respecto el nivel del mar, hallaría, como así fue, un buen trecho de carretera cuesta abajo.
A pesar de no ser recomendable por peligroso, dejé circular lo máximo, con motor parado y punto muerto.

Cuando más atemorizado estaba por las consecuencias, aparece un rótulo VENTIMIGLIA, 5 Km.




Parejas Perdurables (Continuación 79 a )

En la gasolinera, fueron bienvenidas las pesetas y los francos que me quedaban, por dos motivos, porque cargar a un automóvil 60 litros de gasóleo de una tacada, no era frecuente en estas gasolineras, a excepción de los camiones. 

Y la otra, que la moneda extranjera les era apetecible, por ocupar menor lugar.
Por lo visto Italia tenía una moneda papel, que eran sábanas, de 20.000 liras, e incluso mayores.
Sin embargo aquello no alcanzaba ni el diez por ciento del valor de las pesetas y casi que el cuatro por ciento de los francos Franceses.

Me di cuenta que se asemejaba tal bajo valor al de los Escudos Portugueses, de cuando viajé allí con Tere y los niños. Por cierto los mismos que ahora me acompañaban.

Nos aposentamos en un hotel Pizzería, sin miramiento alguno. No me hallaba con ánimos de indagar hospederías de gran reputación.
Y salió bien. Desayunamos y comimos allí mismo a la mañana siguiente, por recomendación del propio hostelero. Claro la “Pasta” la trataban con esmero y se regaba con vino tinto del lugar, por cierto de 16 grados alcohol.
Y en aquél tiempo, no era óbice el actual “si bebes no conduzcas”. De modo que si no bebí más de lo que me apetecía por su exquisito buqué, fue por cuanto claramente aquel vino se subía rápido a la cabeza.



 Antes de seguir con paseos por Ventimiglia, entré en un banco para cambio moneda y en un quiosco adquirí un plano de Italia. No era cuestión de tener más sorpresas, ni por la ruta ni por las gasolineras.


La estación de ferrocarril límite de Italia en Ventimiglia con la entrada a Francia, siempre hizo gala de un servicio impecable para la unión Roma-Parìs, sin embargo en 2011 se acabó tan buen funcionamiento misteriosamente. Coincidió con la intentona de emigración de Tunecinos que llegados por embarques a Italia, no se les permitía quedarse y por lo visto las comunicaciones con París curiosamente se obstacularizaron por una serie de infortunios técnicos.

Seguimos ruta por la tarde, sin ningún plan preconcebido, pero el calor nos hizo apetecer tomar alguno de los famosos helados italianos. 
Lo aprovechamos parando en San Remo.
Un vendedor con carrito ambulante de helados nos llamó la atención puiestio qyue exhibía las cremas en colores. No estabamos acostumbrados a ver más colores de helados que los de crema en su propio color, los de chocolate asimismo y los de nata también natural, pero aquel barquillero, los tenía rojos, azules granates y....verdes.

-¿Cosa es verde?
 Sin saberme expresar, indiqué a dedo la muestra de helado de color verde.

-Molto buono, pistaccio.

¿Pistacho?. En mi vida oí tal nombre. ¿No serían berzas?. ¿Y si fueran alcalchofas?. Parece mentira pero hasta bastantes años después, no se introdujo en España este fruto de procedencia griega.

Mi hijo mayor, se apuntó a probarlo así como yo, pero a mi suegra y al pequeño, les dio por ser tradicionales y se conformaron con los de crema.

Con los cucuruchos en una mano y la lengua lamiendo el pistacho, seguimos un paseo por lo que conocía como la ciudad del Festival de la canción Itala.

Las canciones que allí se presentaban, año tras año, al igual que las películas de Cannes, luego se hacían famosas por el continente Europeo, e incluso América.

Ganador de 1976 San Remo

Como se hacía tarde pernoctamos en San Remo, pero me preocupaba, al observar el mapa de Italia, que habiendo consumido la mitad de los días previstos para este periplo, distábamos mucho de Roma. 

Y a la mañana siguiente, recorriendo la interminable costa de la Riviera Italiana, me acordé de la película que no hacía muchos años vimos Tere y yo, con los colegas de parejas perdurables en un cine de Barcelona. "La Escapada" con Vitorio Gassman. Supongo que debía ser por esta autopista donde en la película, cometiendo toda clase de imprudencias, el protagonista para no topar de frente con un camión lanza su coche por el acantilado, saltando antes de él. No así su acompañante que se despeña con el vehículo, acabando con la escapada del "giorno".

Ansiando llegar a destino, fuimos cruzando ciudades sin parar Imperia, Andora, Alassio, Albenga. Allí comimos en un parador en carretera y de nuevo, hacer kilómetros hasta Savona.
Los niños ya se cansaban de tanto kilometraje, por lo que de nuevo paramos a tomar un refresco y les comenté que si no espabilábamos no veríamos Roma, de modo que por lo menos seguimos hasta Génova.
Allí pasamos la quinta noche, que la veía ya como un límite. Les conté como los Genoveses, se sienten afortunados por ser Colón de allí, nativo. Esto daba al traste con las múltiples familias catalanas que así se apellidan y también sostienen que era Catalán. 

Claro que los Portugueses asimismo se lo adjudican y creo yo que no pudiéndolo demostrar nadie de forma efectiva, también los del Pakistán se lo podrían adjudicar.

A la mañana siguiente tuve que plantearme el camino a seguir. Los niños ya no disfrutaban del paisaje. se cansaban de kilómetros en coche. por lo cual paré en La Spezia. Les planteé que según el mapa, para llegar a Roma tendríamos que hacer más kilometraje y menos paradas.
Por otro lado podíamos llegarnos a Florencia, ciudad de renombre cultural y ver unos cuantos museos y pinacotecas. No les sedujo.

Pernoctamos pues en La Spezia y les propuse que por lo menos veríamos la famosa torre de Pisa, aunque era otro tirón kilométrico.
Esto ya les hizo más gracia  y hacia allí nos dirigimos.





Recorrimos las calles adyacentes contemplando el la Piazza Duomo, la magnífica construcción y los jardines.

A pesar de ser la torre más famosa por su amenaza de caída al ser cada año algo más inclinada, no es ni mucho menos la líder en el Mundo.
Incluso en Italia existen otras que también adolecen de esta anomalía por fallar la cimentación, pero la mayor del Mundo se encuentra en Alemania. Se trata de una ermita.




La Torre de Suurhusen es la mas inclinada del mundo





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