martes, 13 de diciembre de 2011


Parejas perdurables  (continuación  77 )

Mientras lo comentábamos, J.C. y Dani, prestaban una atención inusual.
Oír que programaba un viaje a Italia, contando con ellos, les excitó.

-Sí, papá, vamos a Italia.

Dani, pensaba en los Gladiadores que actuaron en la reciente película de Romanos.

-Eso. Un niño de mi clase, estuvo el año pasado y dijo que en Roma, los vehículos circulan por la ciudad sin semáforos y que los peatones a pesar de ello, cruzan las calles con toda normalidad, ya que son los coches los que los evitan. Y que hay menos atropellos que aquí.

J.C. veía en cualquier proceso urbanístico extranjero, unas virtudes elevadas a la quintaesencia.

-Sí. Claro. Aquí hay atropellos, por que se distraen con los semáforos. ¡No te digo!.

La cuestión se enfrió cuando Tere habló con su madre, a pesar de ser reticente.
No hubo sorpresa alguna. Su madre, estaba de acuerdo en que le dejáramos la parejita final de nuestra prole. Pero a los tres ya algo creciditos, no podía atenderles. Era imposible dominar a cinco críos ella sola.
Propuso que contratáramos a una doméstica por estos diez días. Y aquello ya se complicaba. Dejamos pasar unos días, pero los niños no cesaban de hablar de su viaje a Italia.

-Carlos, desengáñales de una vez. Me están sacando de quicio. No podemos ir todos, pues no vamos ninguno.

Más barato me salía, pero no era este el tema. Llevábamos años de sacrificios. Salíamos lo justo con la colla. Y ahora que podía demostrarle que la vida no es solo trabajar, nos hallábamos atados por una minucia…….bueno, siete hijos son un buen bloque, tampoco hay que minimizar.
Haber puesto la miel en labios a los niños fue cruel. Se encargaron ellos mismos de insistir a su abuela una y otra vez.
Les dimos largas y pasé otro mes eludiendo el tema, ya que me preocupé de organizar servicios para Tarter.

Los fines de semana se reunían allí una veintena de parcelistas que disponían de chalet en precarias condiciones. Traían desde su hogar habitual, todo lo que podían menester, pero lo normal, era que siempre olvidaban algo de avituallamiento esencial. Y allí se encontraban que lo único que podían adquirir para completar sus necesidades eran refrescos, café y poca cosa más que les vendía Carrión.

Convencí al panadero de la población cercana, que ampliara los sábados y vísperas de festivos, el itinerario que realizaba para suministrar el pan a los rurales. Eso funcionó.
Luego avisé a correos que sería interesante acudiera para la entrega de cartas como rural que era.
Me dijo que para legalizar tal proceder, me diera de alta como lector de un periódico, con lo cual el servicio diario quedaba garantizado.
Y al butanero, sabiendo que obligatoriamente allí, era el único suministro energético que podían consumir, tampoco tuvo inconveniente.

Luego Carrión se entendió con el repartidor de refrescos, que al menos una vez a la semana, pasaría para servir lo que hiciera falta.

Y al mecánico del taller más importante de las cercanías, le convencí que dejara su teléfono para atender a quienes tuvieran necesidad por coche averiado, tanto sábados, como domingos.

Para muchos esto resultó un alivio. No se trataba de propietarios de Rolls-Royce, sino de vejestorios similares al Ford que tuve como mi primer vehículo. Y las averías, rara era la semana que alguno de los coches de los vecinos no la sufriera.

También fui a ver al Secretario de la Alcaldía, para poner las bases sobre la construcción de viviendas. Dijo que en principio, no hacía falta legalizar los proyectos, mientras se tratara de viviendas de planta baja. Que el Municipio era considerado de Rural de segunda.

O sea que ni siquiera disponía de plaza fija. Al ser entidades de baja población, el Secretario, lo era para una buena cantidad de ellos.
Esto concordaba con lo que desde el primer día que lo conocí al Alcalde, me supuse.
Las facilidades que me daba, eran merced al descontrol Administrativo de la zona. Todo lo que la Administración, con sus Ediles y mandatarios convertían en impedimentos, como lo que tuve que bregar con los Ayuntamientos de Cubera y Nova, aquí, era inexistente.

Contento el Alcalde y muchos de los vecinos de fomentar vida por su alrededor, sin preocuparse de que llegaría el día que aquél crecimiento, se volvería en su contra, pues lo veían lejano y tampoco eran duchos en Urbanismo. Es más ni el Secretario estaba muy al tanto de las Leyes vigentes. 
Era supervisado mensualmente por la Administración en Tarragona, donde recibían respuestas a los problemas que se les presentaran.

Así, que yo allí, podía desenvolverme como me diera la gana, mientras el descontrol durara.
Y lo que facilitó las ventas de obras, fue poder construir, sin planos visados por el Colegio de Arquitectos, ni pedir permisos de construcción, ni tener que pagar seguros, ni nada,….aquello era Jauja.

Los vendedores se regocijaron de ello. Podían hacer ofertas que resultaban a menor precio que las obras usuales en cualquier lugar. Sumando que los servicios aún eran deficientes, este menor precio pasaba a ser incluso inferior a la mitad de lo usual.

Con la Urbanización en marcha, vendí el chalet de Pierola, tal como conté y además envié a Carrión a Santa María para tomar nota de los precios que se alcanzaban por allí, después de tres años de ausencia.

Realmente era algo inusitado. Lo que yo vendía por cien mientras permanecí en la brecha, en mi ausencia lo pagaban por doscientos cincuenta.

De vislumbrar algo tan exagerado, no hubiera hecho falta cancelar los negocios con los Bungalowes, ni malvender el Niu-Blau, al que Tere se encariñó. Pero lo que nos ofrece el Destino es impredecible y lo mismo hubiera podido ser lo contrario,  o sea, que abandonando las obras aquello se depreciara.

Y en este caso lo que fue negocio para muchos, hubiera sido su ruina, cosa que me la hubieran achacado a mí. Total hubiera podido ocurrir que me consideraran un embaucador como tantos hubo.

Pero no solo fue esto lo que Carrión comprobó. Los terrenos que no vendí por ser superficie vial, el antiguo propietario los vendió como solares y los estaba edificando.

-¿Las calles edificadas?

Mi extrañeza, la aclaró Carrión.

-No. No es eso, lo que han hecho es vender sus solares con la superficie excedente. Como nadie había para presentar reclamación, se consideró que estos solares eran libres.

-Pero, cuando los compradores con mis escrituras se presenten verán que su solar está ocupado. Y por lo visto los que lo ocupan también dispondrán de escritura, ya que el Registro de la Propiedad, solo resta superficies, pero no da ubicaciones.

-No sólo eso, Don Carlos, que las obras las hacen merced a una hipoteca de la Caixa. Para sacar de allí a estos mal informados ocupantes, va a ser difícil y sus consecuencias desagradables para todos.

Aquello trajo cola, pero no podía atender de momento. Lo latente, era la manera en que podía resolver el viaje a Italia.
Lo que propuso Tere, me alucinó.



Parejas Perdurables (Continuación 77, a )


-Carlos, ¡Llévate a los niños tú solo a Italia y que te acompañe mi madre!.

Por lo visto la lata que daban los críos y lo dialogado con su madre, brindó esta resolución.

-Mira, mamá está aún muy decaída por el óbito de papá. Casi parece haber envejecido diez años, en este único transcurrido. Le vendrá muy bien distraerse. Y conocer algo del Extranjero puede ilusionarla, ya que jamás conoció más geografía que la de Catalunya, Valencia y Aragón. Viajar fuera de España, será un aliciente para renovar su apego a la vida.

Una vez repuesto de la sorpresa, convine que aquello se lo merecía después de habernos dedicado quince años al cuidado de nuestros hijos.

-Pero Tere, ¿ y tú, cómo te sentirás?. Yo, por lo agradecidos que le estamos se lo pediré, sin embargo, mi plan era para que pudiéramos disfrutarlo juntos.

Convino conmigo que otras ocasiones  más oportunas habrían  y en definitiva diez días ausentes por turismo, no podían considerarse como una desgracia.
Aprovechando pues las vacaciones escolares, aquél año, cruzamos la frontera francesa en Cervere una rara pareja, con dos vástagos.

        En Perpignán, nos detuvimos a comer. Los camareros nos hablaron en Catalán. La comida la pagamos en pesetas. Mi suegra, se extrañó.

-Pero, no estamos en ¿Francia?.

Tuve que darle una lección de historia para que lo entendiera. Un milenio transcurrió, desde que lo que ahora llamamos Cataluña Norte, formaba el Rosellón y la Cerdaña, que pasó a ser un condado con habla común. A pesar de las escisiones político-económicas de estas regiones, una en la parte Francesa y otra en la Española, conservaron su identidad representada en su cultura.
Y el hecho de que en Perpignán admitieran pesetas, así como francos indistintamente, se debía a la masificación de españoles turistas cotidianos.

Semejaba a lo que ocurría en Andorra, que los comercios lo mismo aceptaban pesetas que francos y los mismo hablaban en catalán, en catellano, o en francés.

Luego recorrimos una parte de la Camarga, que a los niños les ilusionó. Sin embargo tuve que contarles el motivo por el que el ganado en estado salvaje no traspasaba los límites ideales de la zona.

Realmente eran a medio domar, pues por las cercanías de las lagunas que había en su territorio y lugares estratégicos, se les suministraba grano, pienso y balas de forraje. Cualquier animal, que en un espacio suficiente para sus correrías, hallara sin dificultad su alimento preferido, no sería tan cerril como para emigrar a la aventura. Está demostrado a través de la historia, que las manadas salvajes solo abandonan su hábitat al agotarse su alimento. Luego buscan otros pastos, no antes.

-Antes de que anochezca, vamos a ver la Esclusa de Fonseré en el Canal du Midi.

-¿Qué esclusa?. ¿No se construyen para pasar barcos de una parte de nivel más bajo a otra más alta del canal y viceversa?.

El mayor de mis hijos ya muy al corriente en geografía, ignoraba igual que yo hasta aquél día que Francia desde el siglo XVI y justo en el XX, disponía de este canal que permite a las embarcaciones cruzar su País desde el Mediterráneo en Sete, hasta el Atlántico en Burdeos.

Tuvimos suerte y al llegar a la primera esclusa, cerca de Beziers, fuimos observadiores de primera línea de el ascenso de varias embarcaciones deportivas pequeñas, pero tras ellas la esclusa funcionó para una embarcación mayor. Discutieron antes el capitán de la embarcación con el encargado de la esclusa, puesto que temía que su calado fuera superior al permitido. Por lo visto no era prudente sobrepasar los dos metros.





Lo disfrutamos todos, suegra incluida. Para ella resultaba mágico subir un barco por la mera apertura de una esclusa. Y luego ya se hizo a la idea de las de Panamá y Suez.

Como ya atardecía, regresé a la ruta prevista y decidimos cenar en Sete.
Optamos por un hotel cercano al puerto y luego se presentó el problema al pedir habitaciones.

Solo les restaban dos. Una de matrimonio y otra de dos camas.







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