lunes, 26 de septiembre de 2011


Parejas perdurables (continuación 63 )

Los niños se divertían paseando con el asno que Felipe conducía por la urbanización.
Felipe por lo visto, pretendía introducirlo a la vida familiar. Pero de cual familia había que aclarar. De la nuestra, por supuesto que no y para formar parte de la suya, necesitaría una cuadra.
En la oferta que le hice de vigilante de la Urbanización, esto no se contemplaba. Le ofrecí cobijo temporal para él, su mujer y su hijo en un apartamento y allí un burro, más bien desentonaba.

Le sugerí que se desentendiera del animal, o que se buscara otro trabajo.
Se lo pensó mucho, pues aún lo retuvo un par de semanas, metiéndolo por las noches en la choza de pastor en que los ladrones quemaron los cables de la red de alumbrado. Y lo alimentaba con algarrobas. El antiguo campo aún mantenía en pié una veintena de algarrobos. Y por el suelo abundaban sus frutos caídos, secos y a punto de pudrirse.

No comentó lo que le decidió vender el asno y quedarse en el apartamento como portero extraoficialmente, ya que el contrato era para guarda.
Lo que le decidió, según averigüé, fue el miedo que le metieron que si solo alimentaba al burro con algarrobos, a base de cólicos se le moriría.
No está demostrado que así fuese, pero lo cierto es que a los caballos se les da como golosina y no como base principal de alimentación. Pues se ve que son extraordinariamente energéticas, cosa que en tiempos de lo guerra civil, se aprovechó para fabricar chocolate barato.
Por lo visto si se les da recolectados sin secar, sí producen trastornos fuertes inclusive la muerte por cólicos. Y éste debió ser su temor, ya que no pensaba gastar dinero en piensos. Las algarrobas las tenía gratis.


Aquel verano resultó accidentado. Tere y los niños, lo pasaron íntegro en Santa María, mientras yo, debía acudir cada semana, dos días a Barcelona para atender al despacho y control de las actividades de Ramón. Me anunció el problemón que le causó Ibáñez con la constante baja producción de Trofeos.
La tienda funcionaba a pleno rendimiento, pero la demanda de copas de diseño para multitud de centros deportivos, se iba acumulando sin poder servir los pedidos.
Le dejé con su problema ya que me pareció no era de mi incumbencia, aunque al final, lo fue.

Al volver a la Urbanización, Tere me enseñó un eucaliptus partido por un rayo.

-Carlos ayer una tormenta con muchos relámpagos destrozó este árbol, viéndolo desde la habitación con los niños. Pasamos mucho miedo.
.

Planté unos doscientos por la urbanización, para eliminar los poco decorativos algarrobos que quedaban y además, formar oasis en las plazas. La ventaja de los eucaliptos es que en un par de años ya adquieren gran altura y frondosidad de hojas, cuyo aroma atrae y extermina a los mosquitos. Y eso también era de gran interés, mientras no se desecaron totalmente las salinas infestadas.

Este contratiempo inesperado, me hizo recapacitar. Si seguían tormentas de tal calibre, los apartamentos peligraban.

Y otro día al regreso de  Girona, planificado el desarrollo del negocio de congelados, muy entroncado con la organización de Prat en Barcelona, de nuevo Tere estaba fuera de sí.

-Esta vez, te has librado de una desgracia, al no quedarte a dormir conmigo.

-Cálmate, ¿qué ocurrió? .

Me trajo a nuestra alcoba y me enseñó mi almohada, cuya funda, estaba salpicada de quemaduras. Y la lámpara de la mesita, rota, con el portalámparas de cobre fundido.
Un rayo de las muchas tormentas veraniegas que caían por la zona, cayó por la noche a la red del tendido eléctrico aéreo. Tal debió ser su intensidad, que encendió todas las luces de la vivienda, estando apagadas y mi lamparilla, seguro la de más ohmios de resistencia, explotó cayendo el cobre fundido sobre lo que tenía que haber sido mi cabeza, de haber pernoctado allí.

Fue un aviso.  Me costó calmar a Tere, ya que jamás había sido testigo de tal tipo de tormentas con aparato eléctrico. Y en esta ocasión, es que la vivió, con una intensidad inusual incluso  para cualquiera acostumbrado a ver caer rayos en alta montaña.

El resultado de esta  descarga, lo absorbió la almohada que le separaba treinta centímetros de ella.
Pensé de inmediato, que los apartamentos requerían la instalación de un pararrayos. Lo elevaría veinte metros por encima de su cubierta. Con ello se protegía un radio de cien metros según los datos técnicos suministrados por el instalador.

Elegí el tipo de pararrayos de tecnología más adelantada como era la de los radiactivos, salidos al mercado pocos años antes.


Era aconsejable doblemente su instalación, para los Apartamentos, el Restaurante y los chalets circundantes, entre el que se hallaba el Niu-Blau, el nuestro.( Nido azul).
No demoré su instalación, pues si no le proporcionaba confianza a Tere, se acababan nuestra vacaciones. Mejor dicho las de ella con los niños ya que yo seguiría con los mismos recorridos kilométricos de Girona a Barcelona y a Cubera. Mi labor era la misma pernoctara donde pernoctara.

El colmo resultó al finalizar el verano, cuando creímos dos meses después de instalar el pararrayos, estar a salvo de las tormentas.
Me vendieron el artefacto como radiactivo, cuya punta de platino, resistía la entrada de rayos que produjeran temperaturas de hasta mil quinientos grados. De no ser material noble, pocos rayos resistiría un cabezal. Motivo que encarecía enormemente su precio.

Sin embargo vista la descripción del aparato, no era platino lo que emitía la radiación y atraía al rayo a su cabezal, sino una punta de Americio, el isótopo 241, que era radiactivo y estaba patentado y promocionado por ENRESA.

¡Vaya timo!. 
Tere me estaba indicando como venían las tormentas, a semejanza de la que aquella tarde contemplábamos la familia entera desde el chalet.
Un estruendo ensordecedor lo oímos casi inmediato a un chispazo por caída de un rayo a uno de los postes de hormigón de dos metros altura, que enmarcaban nuestro recinto.
Vimos claramente, como quedaba partido. ¿Y el pararrayos?.

Esto es lo que cuarenta años después supe:

Pararrayo Radiactivo.
En 1923 el físico Gustavo Capart, colega de los hermanos Curie, patenta el primer pararrayo radiactivo provisto de radio 226  publicitando que este nuevo pararrayo protegía hasta un radio de 100 metros. Desde esa fecha se empezaron a instalar a nivel mundial, hasta que en 1962  el  científico  Muller Hillebrand. y  H. Baatz, realizaron  estudios con respecto a estos pararrayos radiactivos, su estudios mostraron a la comunidad científica que los pararrayos radiactivos eran no sólo un engaño (a causa de su tan promocionado radio de protección de 100 metros) sino también por el riesgo radiológico con consecuencias cancerígenas.

Por esta razón a partir de 1985 se inició el desmontaje de los pararrayos radiactivos a nivel países desarrollados y el nuevo material radiactivo (americio 241) fue devuelto a Inglaterra, país que la producía. Inglaterra al verse inundado de su propio material radiactivo, apunta a países lejanos a Europa como terreno propicio para deshacerse sus productos nocivos, es así como llega al Perú, sin embargo, recién en el año 2001 el Ministerio de Energía y Minas prohíbe el uso de estos pararrayos y  hasta el día de hoy el IPEN no obliga, con mano dura, el retiro de todos los pararrayos radiactivos, a pesar de significar grave riesgo para la salud y el medio ambiente.






Parejas perdurables (continuación 63 a )


Hay que ver como crecen los enanos. Cuando se entera uno de los sucesos ajenos de tal índole, deduce que por descontado, es imposible le sucedan a uno mismo.
Hasta que le toca el turno. A mí me tocó no el turno, sino un repiqueteo a través de los años.
Ya que hablé de Felipe, a él me referiré ahora.

Todo empezó con mi necesidad de mejorar la economía para la subsistencia decente familiar.
Me propuse convertir unas fincas rurales abandonadas en los confines de dos municipios colindantes, en una urbanización. Se esperaba que la labor a ejecutar, sumada a una pequeña inversión, sería recompensada con los beneficios de plus valía.

Era, o sigue siendo una fuente económica social. Intervienen en la captación de tributos el Estado, Urbanismo, Los Municipios, el amplísimo ramo de la construcción, los transportes, las fábricas de muebles y electrodomésticos, y una serie de industrias anejas.

La cantidad de mano de obra, es colosal. Y un promotor como fui, sin ser consciente de ello, estaba contribuyendo a la economía Nacional de modo significativo.
Todo trae consigo riesgos. Ante la bárbara competencia existente, una urbanización con futuro, era la que dispusiera de un máximo de instalaciones urbanas. Los servicios primarios eran el suministro mediante red eficiente de agua, electricidad y red viaria consolidada.

Luego venían las instalaciones deportivas, y por descontado la restauración y zona comercial.
Cuando encargué a Orpí el proyecto de los apartamentos Gemini, contaba con tres pólizas de crédito bancario de tres bancos para fines concretos, pero que usaba a diestro y siniestro, mezclando conceptos. Las tenía con escaso uso, ya que para mí eran un seguro contra posibles eventos negativos como los de las letras devueltas por clientes.

Estas cuentas las llevaba exclusivamente yo, ajenas a la manipulación de los contables de los negocios, a los que permitía acceder solo a cuentas corrientes.
Y eran estas pólizas las que una y otra vez, servían para equilibrar desfases en las usuales cuentas de los negocios.
Siempre llegaban los negocios a fin de mes con las arcas semivacías. No había manera de lograr los cobros de clientes a tiempo para cubrir nóminas. Y lo curioso era que a pesar de tales desfases, los resultados eran positivos. Un misterio.

Pues disponiendo de saldo positivo de las pólizas, suficiente para la construcción, lo propio era llevarla a término cuanto antes.
Cada semana, se elevaba un piso de la estructura de hormigón. Los sábados se retiraban los albañiles y yo mismo procedía a regar la parte desencofrada para asegurar un fraguado perfecto.
El proyecto para economizar, no levantaba más que las cuatro plantas permitidas sin ascensor. Y además las escaleras, al aire libre. La superficie mínima de cincuenta metros cuadrados, era ideal para uso de un máximo familiar de cinco personas.
 Una cocina-comedor americana, un dormitorio doble, un aseo y una sala con compartimento separable con un tabique móvil corrugable, que de noche cerraba otro dormitorio.

Y la terraza cara al mar, y consecuentemente al sol, con una superficie de nueve metros cuadrados, era el mayor atractivo.

Urdí un tipo de venta especial, que facilitara rápida enajenación, sin gastos publicitarios.
Obtuve al finalizar la obra, el permiso municipal de “habitabilidad”, tras haber declarado ante Notario la división de los dieciséis apartamentos del Gemini I.

Con ello a la vista y una docena de copias de los planos, los enseñé a los directores de los bancos, con una oferta de “alquiler, con opción de compra”.
Se trataba de un contrato en el que el cliente aceptaba por el módico importe trimestral de lo calculado como alquiler, que le sirviera al cabo de máximo dos años, de entrada para la compra del mismo.
El alquiler lo establecí, como si fuera venta a veinte años, de forma que representaba el pago de una hipoteca, pero sin gastos de intereses bancarios.
Presumiblemente, era una oferta golosa, pues el bajo precio podía darlo en base a los nulos costos de comercialización, amén que los de financiación.

Se cumplió a medias lo propuesto, pues muchos temieron que algo se escondía tras una oferta excepcional. Tres empleados de banco que me conocían ya de años, fueron los primeros adquirentes, y Picot, comentando mi oferta a amigos suyos de Girona, sin esperarlo avivó el deseo de convertirse en propietarios a otros cuatro conocidos.

También se interesó Robino, que me pidió le reservara la cuarta planta, para sus amistades.
Viendo pues que no me durarían mucho los dieciséis apartamentos del primer Gémini, necesitando reservar el de Felipe, como guarda, antes de activar la venta del resto, cedí uno a mis suegros.

Ellos salían ganando convirtiéndose en propietarios cuando no esperaban jamás tal situación y menos al sacar de sus pequeños ahorros disponibles, una alta rentabilidad.
Por nuestra parte, Tere y yo, nos beneficiábamos de tenerles los fines de semana y los meses de verano, como si siguiéramos viviendo en familia. Los niños tenían a sus abuelos para atenderles cuando se ausentaba Tere.

La cuñada ya crecidita, también resultó una excelente embajadora de la Urbanización. Acudía con frecuencia con sus amigas, que a la postre trajeron a sus amistades. Santa María iba adquiriendo la faz que deseaba. Una real urbanización consolidada, con unos solares muy revalorizados, al haberse liquidado más del cincuenta por ciento de los proyectados, y un diez por ciento edificado.
Lo que ignoré hasta un par de años después era el trato privado que los amigos de Picot, tuvieron con Felipe.

Según la idea de los avisados compradores opcionales de una planta entera, había sido la de pedir un crédito personal por valor de dos años de alquiler de los apartamentos, con lo que se sentían capitalistas.
Tenían el dinero prestado y una futura propiedad, a la que le sacarían rédito, subarrendandola.
Si ellos vivían en Girona, no podían atender las funciones de arrendatarios y menos tener en condiciones habitables para los clientes pasavolantes. Era de cajón, pues, tratar con Felipe, a mis espaldas.
Entregaron las llaves a Felipe y le prometieron unos emolumentos por su servicio.

Esto ya de haberlo conocido a tiempo, hubiera sido causa para despedir a Felipe, pero ignorándolo, el uso que dieran los arrendatarios de los apartamentos, no era de mi incumbencia.
Por lo visto, los Gerundenses, avisados, no tenían tantas luces como eran de prever. No calcularon, que cada trimestre debían atender a su propio crédito de la Caixa, más el alquiler de mi contrato. Y que los alquileres que sacaba Felipe, eran de un solo trimestre anual y muy excepcionalmente por el de algún fin de semana invernal.
Al segundo año, que era cuando podían decidir la adquisición definitiva, consideraron que su capacidad administrativa de recursos bancarios, no llegaba a tanto. Me cancelaron el contrato.
Al pedirles la devolución de las llaves me enteré al fin que las tenía Felipe a quién  las cedieron para su uso. Tampoco dí mucha importancia a tal anomalía, pero ya me prevenía de la actitud de mi guarda infiel.
Entendí el motivo por el que aquellos apartamentos estaban concurridos con gente desconocida, incluso en invierno.

Al pedir cuentas a Felipe por el abuso, me dijo que aquellos apartamentos eran de él y que no tenía porqué darme las llaves.

¡¡¡¿¿!!?? Quedé descolocado. Ante su aplomo al verter tal insensatez, creí estar soñando. ¿Sabía Felipe quien era él y quien era yo?. O tenía que preguntarme lo contrario. ¿Quién era yo, y quién era él?.



Parejas perdurables (continuación 63 b )

Por enésima vez acudí a Rodriguez. Por lo visto me metí en el extraño mundo de los negocios plagado de escollos.
Entre pillos, estafadores, abusos de poder, prepotencia de los regidores, arbitrariedades de los comerciantes, e inconscientes, como Felipe, era imposible seguir con mi idiosincrasia.

Yo no cambiaría el mundo, pero el mundo se me comería a mí. Mi decisión de abandonar se fortalecía. Quería desprenderme de todo y aceptar cualquier trabajo por humilde que fuera, pero donde careciera de responsabilidad.
No es nada fácil desligarse de las tramas urdidas sin involucrar a socios, amigos, subordinados, e incluso a la propia familia.

Si no quería ser también yo motivo de perjuicios a las personas que confiaron en mí, tenía que desprenderme de los negocios paulatinamente con prudencia.
No esperaba que tal prudencia, se precipitara tres años después, en respuesta obligada para defensa propia ante la justicia.

-Carlos, te aconsejé que al guarda no le dieras más atribuciones que las del contrato legal y eso de cederle temporalmente una vivienda, fue excederse en benevolencia, que como ves ahora pagarás tu las consecuencias.

-Deja ya de recriminarme que bastante dolido estoy y no deseo otra cosa que lanzar la toalla. Si lo consigo, tu mismo, perderás un cliente, a mí.

-Bueno parece algo inverosímil el comportamiento de un empleado indocumentado que se adueñe de cuatro apartamentos de su patrono y además ocupe otro que graciosamente se le cedió.

Rodriguez presentó demanda judicial a Felipe, que ni así hizo caso. Erre que erre, aquellos apartamentos eran suyos, porqué le entregaron la custodia los Gerundenses.

Presentado ante el Juez, para no proseguir con el despropósito, Rodriguez formuló en conciliación un trato por despido de guarda, junto a una compensación por desalojo de los apartamentos ocupados indebidamente, como eran el de su familia en la planta baja y otros dos de la planta de los gerundenses que cedió a parientes.

La compensación era la de darle un plazo de treinta días para devolver las llaves y percibir cinco mensualidades normales con lo cual podía buscarse la vida por otro lado. Y no volver a poner los pies por Santa María.

Procedía con urgencia vender el resto de apartamentos pero ya de contado.
No fue difícil. Se habían revalorizado y los compradores no tenían ninguna dificultad en adquirirlos mediante hipotecas que les facilitaba su banco.
Rodriguez me recomendó que me deshiciera totalmente de esta propiedad. Cerré el recinto, reservé una parte del jardín para dieciséis plazas de parking.
A los vencidos del contrato les propuse escriturar su compra, ampliada a una plaza de parking, por un valor simbólico, mientras que a los nuevos adquirentes les incrementé el valor real.
A continuación, nombré un administrador para el bloque Gémini I, al que atenderían los dieciséis propietarios de los apartamentos con las partes alícuotas comunes de cercado del recinto, jardín,  fosa séptica, escalera, plazas de parking y pararrayos.

Me sentí bastante aligerado al verme libre total del primer bloque. Lo comenté a Prat, quien se interesó por el segundo bloque con el restaurante. No lo pensé dos veces. Con tal de desprenderme de propiedades, se lo ofrecí apenas sin beneficio.

Con aquel capital pude tapar los agujeros que se avecinaban de la construcción de los Bungalowes y el fallo de la producción de copas y trofeos realizados por Ibañez. Ramón me pidió que lo absorbiéramos en plantilla y que siguiera la fabricación como hasta entonces había cumplido.
Para ello tuve que aportar una respetable inyección de capital con el que se adquirió una tonelada de plata en lingotes de kilo.
Tenía material para manufacturar su producción durante más de un año.

Esto era un retroceso ante mi plan de extinción de negocios, pero si no atendía, se iba al garete el negocio de Ramón, con lo cual se perjudicaba él, la plantilla de empleados, respetable en número y de nuevo a mí mismo.

La compra del bloque Gémini II, cambió la relación con Prat.
Coincidió con la aparición en el mercado del congelado de una multinacional FINDUS. Adquirida el año 1970 por Nestlé, adquirió gran relevancia en el mercado español, con una competencia imparable.
La cantidad de pequeños industriales elaborando croquetas y productos de pastelería, proliferó hasta la saturación.

Seguro que ya era habitual y de dominio de los fabricantes, el proceso de aserrar carnes y pescados y convertirlos en croquetas. Las ventas se incrementaron lo indecible por ser un consumo casi imprescindible por el público. Le costó estos años para ser un consumidor habitual de congelado, pero ahora, la demanda se la satisfacía una exagerada cantidad de empresas, por lo que tocaba menos venta para cada una de ellas.

Prat prefirió dar un giro al reparto al detall de congelado, vendió sus instalaciones y montó nueva sociedad en Santiga, cerca de Sabadell, en un polígono industrial donde alquilaban cámaras frigoríficas y los impuestos municipales estaban subvencionados.
La nueva empresa, ampliaba su actividad comercial a todo tipo de representaciones, como la que ya tenía del Whisky, y unas marcas de vino del Penedés.

Picot, acusó también el estancamiento en la venta de croquetas y se fijó en el tipo de productos que ofrecía Findus. Se trataba de dar la vuelta a la competencia. Teníamos una gran cámara que para ser rentable debía estar durante todo el año, con un movimiento medio de su capacidad.
Lo propio era también nosotros en convertirnos en industriales y precisamente ofrecer productos no habituales y que Findus no produjera. Las patatas de Olot, eran famosas en la región. Procedían de lugares de la Garrotxa, comarca de la que Olot es la capital. Luego esta sería una novedad. 
Las imaginó rellenas de carne picada de cerdo para el público en general y con carne de ternera, para el público más general en que entraban los musulmanes.
Esta idea tardó en poder llevarse a cabo, pero al cabo de unos años, ya no siendo socio yo, tuvo un éxito arrollador.

Lo que le ocurrió con tales cambios en sus actividades a Prat, resultó un descalabro que aun y siendo él responsable, no se merecía el ensañamiento al que le sometió el abogado de su socio partícipe de la mitad de la empresa que vendió, para crear la nueva en Santiga.




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