lunes, 20 de junio de 2011

Parejas perdurables ( continuación 47 )
Fue aquél un malogrado día. Comida vulgar, cansancio de carretera y habitación de fulanas. En la barra al despedirnos, sin mencionar el safari nocturno, tomamos un café con leche y un croissan. ¿Tenía importancia quejarnos de la suciedad? Ya que el precio no daba para más, quizá si citamos la aventura de las hormigas, la srta. barmaid nos cobra el espectáculo.
Molesta por este aciago día, Tere me pidió, que no más aventuras. Nos saltaríamos todo lo que hubiere por el trayecto y a Alcocebre, faltaba gente.
Me lo recomendaron ya varios conocidos y creí oportuna la ocasión. Esta vez acertamos tal como nos prometieron los amigos.
Incluyo aquí este enlace que muestra en vídeos el estatus actual, que nada tiene que ver con el paraíso que nosotros pisamos medio siglo ha.
Por lo visto iniciaban la promoción de un motel, en plena naturaleza del litoral Castellonense.
Nos costó hallar el indicador que partiendo de la carretera general (nada que ver tampoco con las autopistas actuales existentes), que anunciaba un camino hacia la playa de Alcocebre. Casi que era un simulacro de carretera, ya que recordaba la del inicio para recorrer la Ruidera. Ambos lados vírgenes con tramos de arbolado y otros desiertos.
Quince kilómetros en estas condiciones, que parecían alejarse del mundo civilizado, concluyeron con la vista de una frondosa pineda, y mirando al sur, contemplamos una cuarentena de bungalowes de planta elevada y a mitad de su camino, lo que claramente era el Hotel custodia de los bungalowes.
La brisa, nos trajo además el olor a sal marina. Contemplamos una cala a la que aportaron gran cantidad de elementos de hormigón con formas estrelladas, a efectos de iniciar un espigón protector de la cala, e incrementar la superficie de playa.
Muy buena impresión nos llevamos ya de entrada.
El recepcionista nos mostró las instalaciones del edificio matriz, que disponía de una gran sala de fiestas y otra sala comedor. Mientras que un anexo, era para la venta de souvenirs y todo tipo de mercancía propia de las instalaciones turísticas.
También había una salita para material sanitario y botiquín de urgencias. Nos entregó las llaves del apartamento ocupable por un máximo de seis personas, aun cuando era recomendable elegir el de dos, ya que era más barato y casi idénticos todos. El de dos no tenía aparcamiento bajo el piso como tenía el de seis personas.
Nos complació que tuvieran tal deferencia pero nos quedamos con el de seis. “Ande o no ande, Caballo grande”.
Así al llegar al número alquilado, aparcamos el coche dentro del recinto abierto a cuatro vientos bajo el techo de la vivienda.
Disponía de un pequeño jardín muy bien cuidado. Nos estábamos ilusionando.
Arriba habían tres habitaciones, de justas dimensiones, pero la de la sala, era como las tres juntas. Disponía de un pequeño habitáculo en el que quedaba escondida una cocina con menaje suficiente, para calentarse comida o preparase el desayuno si no apetecía recurrir al restaurante.
Lo mejor, para Tere, resultó la terraza balconera. Con unas tumbonas, apetecía desde allí mirar el cielo, o ¡El Mar!. Lo más deseado por Tere. Y para postre si bajaba la mirada, contemplaba nuestro jardincito y el de los bungalowes vecinos.
Una vez aposentados, Fuimos a recepción, para antes de cenar, llamar a nuestra familia. Había que conocer novedades y notificarles nuestra próxima llegada por la tarde de la mañana siguiente.
Ningún inconveniente, ni siquiera por parte de Orpí, que prefirió comentar eventualidades a mi regreso.
Total una noche deliciosa compensación por las frustadas dos anteriores. Y el paseo por la playa sin rastros de nada de la urbanización en ciernes, resultaba un vergel rodeada de la pineda hasta la misma arena. Aguas cristalinas como no contemplamos en ninguna playa turística.
Nos prometimos traer a nuestros hijos en la próxima escapatoria de ocio, cosa que logramos pronto y que a saber si hubiésemos tardado mucho, cuán distinto hubiese sido lo percibido.
Desgraciadamente, actualmente, siendo una Urbanización bonita, carece del encanto primero.
Existen cuatro hoteles un gran Camping, cientos de torres, varios kilómetros de playas seguidas, etc. Una de las tantas urbanizaciones modernas, con la belleza artificial creada y las instalaciones pertinentes que transformaron al Natural paisaje que gozamos.
Trayéndoles aquí a nuestros cuatro hijos mayores en próximo viaje, lo disfrutamos todos, aparte de un susto procedente del menor de los cuatro.

Parejas perdurables ( continuación 47 a)

Sí, pues en la próxima Semana Santa, aprovechando las vacaciones, trajimos a los cuatro mayores a Alcocebre. Como era de esperar, estuvieron encantados y ya después de cenar se enzarzaron en juegos moviditos en el piso del bungalow, teniendo que llamarles la atención.

Disponían de dos días más para corretear al aire libre. Lo mejor que podían hacer era acostarse y guardar energías para la mañana siguiente.

Fueron los primeros en levantarse, pedir el desayuno y salir a la espesura de la selva que teníamos a menos de cien metros.

Les recomendé que no tardaran más de una hora, ya que haríamos una excursión por las calas vecinas a la de los bungalowes.

Media hora después Dani, alarmado:

-¡Papa, papá!, Beto se perdió.

-¿Qué quieres decir con que se perdió?.

-Es que jugamos al escondite en la pineda y él no aparece.

-¿Le habéis llamado?.

Tal como venía alarmado era cuestión de hacerle caso, e indagar después. Salimos tere y yo, siguiendo a Dani, que nos trajo ante J.C. y Jordi.

Se adentraron bastante por la espesura, llamando a gritos de vez en cuando a Beto. Después de situarnos en el lugar donde le vieron por última vez antes de retirarse para esconderse del mayor, que le tocó en suerte hacer de base del juego, procedimos a separanos una distancia prudencial entre nosotros e ir avanzando mientras seguíamos llamándole.

El bosque, virgen, tenía mucho ramaje bajo y además un sotobosque que impedía avanzar en línea recta. Constantemente , debíamos sortearlo, o romper ramas para pasar.

Entendí que en estas condiciones Beto, al alejarse, perdería orientación. Llevábamos en esta función más de diez minutos sin vislumbrar nada que pudiera dar pista por donde pasó.

La alarma cundió, para todos y Tere me la contagió. Desde donde estábamos en medio de una frondosa pineda, no divisábamos más que unos veinte metros a nuestro alrededor y nos habíamos internado más de trescientos metros.

Ordené regresar, para ir a pedir ayuda al Hotel. Cuando ya desesperábamos por gritar su nombre, y casi finalizado el regreso, Beto se da a conocer.

-Papá, mamá, estoy aquí.

¿Cómo era posible?, Beto surgía de la playa.

J. C. y Dani, le avistaron por última vez adentrándose por el bosque, no era lógico que saliera de la Playa.

Llegaron las recriminaciones de Tere dirigidas a Beto por ser tan atrevido y a mí por dejar abandonados a los niños en una Selva Amazónica, llena de peligros con fieras salvajes, y a saber si también con Jíbaros, o antropófagos.

-Pero ¿de dónde sales?. ¿No jugabais en el bosque?.

-Es que me perdí. No sabía regresar pero estuve callado para no dar pista a que me encontraran hasta que me asusté y decidí que lo mejor para salir del bosque sería ir siempre cuesta abajo que así llegaría al mar.

-Buen juicio Beto, y suerte tuviste de no haberte metido en una hondonada. ¿Qué hubieras hecho si todo el terreno de tu alrededor se convertía en cuesta arriba?.

Esto no lo pensó, pero lo que sí demostró era capacidad de raciocinio y a su edad me pareció digna de un genio.

Beto era el mismo que ya había protagonizado otras travesuras con menos acierto que la de este día.

Nos lo cuenta Tere:

Podría narrar una anécdota ocurrida poco antes que naciera el sexto, ya que fue algo que verdaderamente es digna de mención. Estaba ya muy avanzada en mi estado (no puedo decir “nuevo”, al contrario, en aquel tiempo me parece que tenía más meses de embarazo que de los normales), ya me sentaba con dificultad.

Estábamos todos en el comedor poco antes de la comida, haciendo un poco de aperitivo, encima de la mesita pequeña, estaban en diferentes platos, varias cosas para ir picando, almendras, avellanas, patatas fritas, etc etc Y de repente el cuarto hijo empezó a llorar a pleno pulmón. Realmente algo le pasaba, una madre sabe cuándo lloran por marranería, o cuando ocurre algo. Se tocaba la nariz pero no decía nada, yo vi que la tenía abultada, y supuse igual que su padre, que se había metido una avellana y no se la podía quitar…intenté presionar la nariz para que con un masaje suave, saliera el fruto seco.

Pero cuando me acerqué… el niño se ponía histérico llorando con más fuerza.

Le hablé tratando que comprendiera, que aquello tenía que salir de su cuerpo cuanto antes mejor, el niño debería tener unos 5 años o sea que me entendía perfectamente lo que le pedía, pero no había manera de que nos acercáramos a él. Verdaderamente estaba fuera de sí.

Yo comprendí que aquella actitud no era normal.

Finalmente, con buenas palabras le convencí, y lo puse entre mis piernas, haciendo tijera para inmovilizarlo y boca abajo, (con dificultades, porque mi barriga estaba ya enorme), diciéndole que yo no le tocaría la nariz, pero que él, tenía que ayudar, y hacer mucha fuerza, como si quisiera sonarse muy fuerte. Nada de hacer lo que pretendía el padre, de presionar la nariz, ya que por lo visto era lo que el niño más temía.

Vaya…nos quedamos todos como atontados, lo que salió de su pequeña nariz, no era una avellana, fue una chincheta, evidentemente envuelta en sangre y mucosidad!!!

Con razón, no quería que hiciéramos presión. Él sabía muy bien que si oprimíamos, se le clavaría aún más.

Esto ha salido en más de una ocasión en las reuniones familiares, todos nos acordamos muy bien.

De este tipo de anécdotas tengo un montón para ir contando, porque las familias numerosas tenemos muchos de estos momentos que luego al recordarlos, te hacen pesar, en lo que podría haber sucedido entonces…

Efectivamente Beto nos obsequió durante su infancia, un montón de anécdotas.La de mostrarnos al permitirle por primera vez saltar a la pequeña piscina de once metros de nuestro Chalet “Niu Blau” resultó premonitoria.

Dijo:

-Observadme para atravesar la piscina como lo hago y me decís si está bien.

Se lanzó de cabeza y buceando dando patadas a diestro y siniestro con verdadero desespero adelantaba al máximo los brazos hasta que tocó el borde de la piscina.

Se puso en pié y preguntó:

- Pero ¿Cuándo se respira?.

Evidentemente, esto explicaba el patear con desespero.

Y años después, formó parte del equipo de buceadores de la Marina, siendo testigo de la actuación de un Capitán descerebrado. Esto es otra historia, para narrar más adelante.

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Después de comer en el Hotel, emprendimos el viaje de regreso a Barcelona, en la plena confianza de haber salido todo a pedir de boca. Así fue pero me intrigaba lo que tuviera que contarme Orpí.

Pronto lo sabría y ya seguiría liándome en redes ignotas.

Parejas perdurables ( continuación 47 a)

Lo que planteó Orpí, para mí resultaba un descalabro. En cambio él consideraba que me hacía un regalo.
Me propuso que me quedara su participación en la Sociedad USAMA junto a su último aporte del proyecto y dirección de los dos primeros bloques de Apartamentos.
Les llamamos Gemini, para ser originales. Teníamos la documentación en regla, pero los cambios de nombre debían legalizarse y esto representaba mucho dinero para Hacienda, Notaría y Gestoría.

Y , Orpí necesitaba el dinero tocante y sonante en cuestión de un mes. Le dí varias vueltas al tema, que en verdad representaba un incremento importante de patrimonio, para Tere y para mí, como únicos socios acreditores de USAMA. Sin embargo el problema era siempre el mismo . El patrimonio crecía a buen ritmo, pero la liquidez se esfumaba.

De nuevo entregar papel comercial a los Bancos, usar las pólizas, e incluso ampliar hipotecas.
No me hacía gracia que lo obtenido en cinco años, que casi me permitía prescindir de los Bancos, tuviera una vez más que sacrificarlo y atarme como cualquier otro comerciante.
Encargué una campaña publicitaria a Robino, para reducir al máximo las hectáreas de Orpí. Entraría dinero y reduciría gastos para el cambio de nombre del resto.

Pero esto no era cosa de un mes, la venta incluso queriéndola poner a precio reventado, ascendía a bastantes millones y los capitalistas, no sueltan prenda sin antes tomar gran cantidad de precauciones .
No es óbice para quien quiere estafarles, ya que son los que les siguen la corriente a sus pretensiones . Luego les salen con la carta en la manga y adiós precauciones. No era mi caso. No podía desaparecer con la cantidad de bienes raíces que estaba aflorando.

Y a Hacienda, le importa poco que un propietario regale, o venda barato. La tasa para sus deducciones fiscales correspondía al valor Catastral y los impuestos se aplican a este valor.
Tenía pues que hacer oferta por encima del valor catastral, de lo contrario de negocio, pasaba a perjuicio.

Orpí, había sido socio leal. Todos sus emolumentos los aportó a la Sociedad. Ahora quería dedicarse exclusivamente a presentar a organismos Oficiales Proyectos Faraónicos. Sabía que la competencia era dura y costosa. Los proyectos presentados por los concursantes, pasaban por la criba política, que por lo visto son permeables a distintas seducciones.

La ideal sería la de sopesar el trabajo mejor concebido, por su fácil y menor costo en su desarrollo, su originalidad, menor tiempo en ejecución y adaptado a la perfección a su destino.
Pero no siempre gana lo ideal, de modo que más bien para un concursante lograr una adjudicación de su proyecto, puede haber concursado hasta cinco veces con otros tantos proyectos, que iban a la basura.

El coste del mismo, el Arquitecto tenía que afrontarlo de su bolsillo mientras duraba su trabajo sin haberse aceptado. Es lo que previó Orpí y se arriesgaba a permanecer hasta tres años sin percibir un óbolo.
Con el dinero que recibiría de USAMA, y seguir con el Gabinete, con el personal ya veterano, podría permitírselo.

No le dije nada a Tere, pero confiando en poder vender pronto las fincas de Orpí y alguna que otra mía, reuniría el capital suficiente para pagar a Orpí y a Hacienda.
Mientras esto no acaecía, cargué la maleta con letras y las endosé a varios Bancos. Los directores se alegraron que por fin les diera negocio sustancioso, pero imagino, que si en lugar de repartirlo a varios lo hubiera entregado todo a uno solo, el resultado hubiera sido distinto. Habría recelado el director de turno, que de repente una cuenta mantenida con un mínimo de crédito sin usar, la sobrecargara con cifras desmesuradas.
La cuestión era que de nuevo la aventura bancaria se hallaba en marcha.

Y los Bloques de Apartamentos ya afloraban del suelo asentados sobre cientos de metros cúbicos de cimentación.
Lo aproveché para anunciar su próxima construcción y engrosar la campaña publicitaria.
Esta vez no me salía tampoco gratis la publicidad.

Robino, me pedía más capital, para ampliar las tiradas de la revista discográfica. Según él el negocio se presentaba muy bien ya que podía competir con las revistas del ramo y que pronto seríamos conocidos por la tele.
No me convenció, ya que las revistas con las que competíamos, eran adquiridas por los fans, pagando, mientras que la nuestra era gratuita.
En aquél tiempo, las revistas de la competencia, además tenían sponsors que eran las propias empresas promotoras de grupos como “Los Diablos”, por más que otros grupos destacados de mayor calidad, eran ignorados. Y a esos les promovíamos nosotros gratis. Jamás llegué al meollo del negocio, que cada vez olía peor.

A pesar de las discrepancias , seguí entregándole nuevas dosis de capital y casi como por compensación divina, obtuve buen resultado de la nueva campaña a favor de USAMA.

Un domingo, ya algo repuesto por rebaje sustancioso del papel descontado por los bancos, volví a mi intención de seguir reteniendo el de nuevas ventas, sin descontar.
Lo comenté con un cliente, aduciendo que el interés que aplicaban los bancos a mi modo de ver era el de usura. Convino conmigo Batlle, el cliente, que tras alabar mi proceder, se explanó con la historia del negocio de su mujer una artista en la confección pret a porter.
Mientras iba exponiendo las virtudes de su mujer y el interés en ampliar su negocio, que topaba frontalmente con los bancos, un parcelista, nos interrumpió.

-Oiga, señor. Nosotros vinimos ayer por la tarde para quedarnos a dormir en la torre y no se encendieron las luces de las calles.

Esta noticia, me anonadaba. Vencía el último plazo para la liquidación a la Empresa del alumbrado. Urgentemente les llamaría para recomponer la avería que podía haberse producido. No pagaría hasta su entrega en perfectas condiciones de servicio. Este era el trato.

Pero lo que no esperaba, era cual fue el verdadero motivo de tener las calles a oscuras por la noche.


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