lunes, 14 de febrero de 2011

Parejas perdurables (Continuación 11)

A las 10 de la mañana siguiente, recogimos nuestros embarques de regreso a los hogares. A esta hora ya no podíamos tomar el tren Expres, que salía de Madrid y no paraba hasta Guadalajara.

Para evitar demoras, decidimos subir al primer mercancías que llegó a Alcalá, transbordamos en Guadalajara, al próximo Rápido hasta Barcelona, que tampoco realizaba muchas paradas intermedias.

Pudimos hacerlo, por cuanto los embarques nos permitían libre circulación por los ferrocarriles que coincidieran dentro del itinerario de nuestro destino Barcelona, siempre y cuando vistiéramos de militar.

A las nueve p.m. respirábamos el húmedo aire de Barcelona. Nos percatamos por el contraste habido con los respirados durante medio año por Castilla.

Nos despedimos quedando citados para el 15 de Setiembre que celebraríamos el acontecimiento con una cena en el Paseo Marítimo todos los colegas de los diversos Destinos. Éramos ocho que procedíamos de Alcalá pero habían diez, que vendrían de Zaragoza y otros cuatro de Barcelona.

Y conste que a quienes les tocó en suerte el Cuartel de Barcelona, eran Provincianos, casi como si estuviera prohibido cumplir el Servicio en la propia Ciudad de residencia.

Tomé un taxi con mi eximio equipaje llegando antes de que se cerrara la cancela de mi antiguo domicilio. No disponiendo de llaves, hubiera tenido que pernoctar en una pensión. En aquél tiempo no existían celulares, (móviles) ni medios sencillos para conseguir acceso a edificios a partir de las diez.

Sin novedad, me recibió la Fiera, sobrina de la Sra. Agustina. Cordialmente, me esperaba, ya que Tere se lo anunció. Aluciné ante su amabilidad. Me preparó la ducha y tenía mi cama disponible.

Anunció que podía estar los días que hicieran falta para que encontrara nuevo alojamiento, que ella y su tía abandonarían este domicilio después. Ocuparían uno recién alquilado por su madre, hasta el cercano día de su boda, con un empleado bancario. Así su tía no restaría sola.

Se ve que la ilusión de la boda, amansó a la fiera.

http://wikimapia.org/15815117/es/Cuarteles-del-Pr%C3%ADncipe-y-Lepanto

Este enlace da un poco de Historia del cuartel de Alcalá.

Lo que recuerda Tere:

La salida con las otras parejas por la Diagonal, creo que fue bastante amena. Se habló de muchas cosas, paseamos arriba y debajo de la citada avenida, contando cada cual sus vivencias. Y al llegar la hora en que las “buenas chicas” debían volver a sus casas, nos dejaron en el portal despidiéndose educadamente, tal como lo requerían las reglas de entonces.

Al día siguiente con mi amiga más íntima, estuvimos charlando de lo que habían dado de sí, aquellos paseos. Me dijo que no le disgustaba el muchacho, pero que era mucho más divertido en las cartas que en persona. Que tuvieron momentos de esos que se quedaron en blanco sin saber de qué hablar. Me preguntó a mí, si lo había pasado bien. Y le dije sí, que por supuesto la conversación no decayó ni un instante. Y le comenté que me había pedido para salir con él otra tarde, pero nosotros dos solos. A la pregunta de mi amiga de si esperaba que aquella salida tuviera mayores consecuencias, tuve que decirle la verdad. Que sí. Que estaba casi segura, que le inspiraba algo más que una sincera amistad, pero claro, tampoco podía hacer demasiadas cábalas sobre el asunto, si él no era más explícito.

Ella quería saber cuál sería mi respuesta si Carlos me hablaba en serio de formalizar nuestra amistad en algo más profundo e íntimo.

A esa amiga no podía responderle con evasivas, nos conocíamos demasiado bien, para ir con medias verdades.

Y le dije la verdad Me gustaba y lo admiraba. Que creía había llegado a quererle. Aunque me daba cuenta, que al haber tenido que luchar a brazo partido con la vida para seguir adelante, me inspiraba un poco de recelo, su carácter. Comprendía que estaba muy acostumbrado a mandar, a valerse por sí mismo sin depender de nadie. Ya lo había notado a través de sus cartas, y ahora al volver, lo poco que pudimos hablar, descubrí que se marchó siendo un muchacho, y volvía siendo un hombre. Sus ojos le delataban cuando me miraba.

Nuestra amistad de tantos años me hacía ser completamente veraz, aunque se tratara de algo tan personal. Conocernos desde los siete años nos daba este privilegio. No tuve ningún reparo en decirle todo lo que sentía.

También yo hice un cambio en este tiempo, pero el mío era más visible en mi cuerpo. Sin embargo, yo notaba una diferencia en su carácter, más que en su físico. A pesar de todos esos miedos, esperaba ilusionada los acontecimientos, que imaginaba podían suceder sin tardar demasiado.

Ese sexto sentido de las mujeres, había hecho su aparición.

Saludos de Avicarlos.

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